La gran esperanza
blanca

Por ello la película de hoy, hay que verla como lo que es,
como casi todas, un ejercicio de argumento forzado, la ficticia actitud heroica
del protagonista y un final tan falso como satisfactorio para el espectador
poco exigente. Aunque tengamos que usar este símil cinematográfico de palanca
para la nueva esperanza, esperanza eterna, si queremos continuar vivos.
Que no es otra que la prevista oferta de cambio político, de
regeneración democrática, usando estos tópicos obsoletos hasta la exasperación,
ofrecida por el nuevo púgil en el cuadrilátero, sobre cuya victoria
depositamos, otra vez, las ansias de supervivencia, como hace un siglo lo hizo
la sociedad norteamericana, aquella marginada por el color de su piel,
reflejando sus sueños de justicia, en la figura simbólica del campeón de boxeo,
hermano de color. Boxeo hoy políticamente incorrecto, socialmente mal visto en un mundo que presume
de humanismo y ejerce de todo lo contrario.
Aquí y ahora observamos a nuestras jóvenes, y virginales,
promesas del espectáculo electoral, en un país donde continuamos delegando
ciegamente nuestra responsabilidad individual, que no es poca, en lejanas
estrellas deportivas, del rock, y de la prensa amarilla o rosa, que tanto da.
Cualquier cosa menos aceptar que de los espectáculos
con entrada gratis nunca podremos esperar otra cosa que la peregrina
justificación de su excelencia, en cuanto a la relación entre coste y beneficio, siempre que el coste sea
cero. Aparentemente cero. El votar cada cuatro años es gratis, el reconocerse demócratas
por gracia y milagro de la magnificencia divina, y no por aquello tan sensato y
razonable como por los méritos propios o por el esfuerzo y a veces, la sangre
de sus ancestros.

Mi primera confusión, basada en lo que considero un fraude,
un incumplimiento del contrato social por la parte contratante dela primera, y de
la segunda parte, es si considerar el voto como un deber o como un derecho, o
lo que es lo mismo si el contrato social se basa únicamente en derechos o en
deberes y no en ambos. Si habrá que releer la biblia que sobre este dilema
escribió J J Rousseau o limitarnos a creer ciegamente en las promesas electorales
de la parte realmente interesada en que
el espectáculo debe continuar. Envidia me dan los que tienen las ideas claras
al respecto, y la fe incólume. Por gracia recibida, y universal supongo.
Tenemos una gran promesa, blanca además, y no es necesario
recordar a Paulino Uzcudun o a Urtain, el morrosko de Cestona., y sus
respectivas carreras, para comprobar que no hay nada más efímero y engañoso que
el discurso de los charlatanes para llenar el estadio. Aunque necesitados como
estamos de modificar el rumbo hacia la nada, no podemos negarnos a ante la
probabilidad, por remota que aparezca, de la existencia de alguien o algunos
que puedan manejar el timón de manera más honorable, al menos. En ello estamos.

Como en la película, conocemos datos de los contendientes
que nos hacen desear, más que esperar, actuaciones heroicas y sorprendentes
que, por una vez, echen a perder las apuestas de los que presumen amañado, a su
favor, el combate, aunque en el caso improbable de que esto suceda, siempre,
siempre saldrán ganando los corredores de apuestas, los intermediarios en este
negocio.
Y ese es el único cambio que necesita, con urgencia, nuestro
sistema político, el eliminar la grasa sobrenadante del cocido, cuyo exceso lo
hace indigesto y peligroso, muy peligroso para las arterias.
Solo que ese asunto vital, como otros de la misma índole no
van a ser sometidos a las urnas, previsible y desgraciadamente, en mucho
tiempo.
Limitémonos a acudir a ver el combate, unos pagaremos la
entrada, otros cobraran por ella, y bajo el paraguas de la paz social
seguiremos apostando por los atletas del futuro inmediato. Sin más problemas, y
sin hacernos mala sangre.
Al final, y al principio, en la película que estoy contando,
la auténtica gran esperanza es la negra, mira por donde, por donde mis ideas y
el paralelismo entre ellas, la ficción del cine, y la realidad, solo son el
fruto de una mala digestión, el resultado de una cena ligera o de la naranja
del postre, que han debido ser un exceso superlativo para las cuatro neuronas
que me restan.
Interesantes sin duda los prolegómenos del combate. Estamos
ya viviendo ciertos sucesos, escalofriantes esperpentos, como la afirmación sobre
la voluntad de pactar por unos y otros,
o la voluntad de lo contrario, mucho antes de que resultado del combate los sitúe
en posición de pactar cosa alguna. Si añadimos las acusaciones de populismo que hacen los populistas, las descalificaciones ad personan, y ad infinitum,
hacia el aspirante, hacia la gran esperanza blanca, y las zancadillas que los
medios afines al poder, es decir todos, interponen en el camino de su equipo, y
el hecho de que semejante actitud solo consiga incrementar la venta de entradas
y consiguientemente el beneficio de los reventas, ilegales, economía sumergida
pero menos, dinero opaco pero solo para el que no lo maneja, etc. etc., nos
encontramos ante un nuevo viejísimo fenómeno, el de considerar el espectáculo
de los gladiadores en el circo como algo ajeno y divertido, olvidando que el
número que viene a continuación es el de los leones y los mártires, siendo los
leones los de siempre y los mártires….
P.D.-
DRAE recoge "populista"
con el significado de "perteneciente o relativo al pueblo (idénticamente a
la primera acepción de popular -ambas palabras proceden de la latina popŭlus,
‘pueblo’-
Trama
El gran
boxeador afroamericano Jack Jefferson, acaba de derrotar en Reno, Nevada, a su
contrincante Frank Bardy. Se convierte así en el primer púgil de color que gana
el título mundial de los pesos pesados. Pero, corren los años 50 y Jack, que
viaja junto a su novia Eleanor, una mujer blanca, ha cruzado los límites de un
estado donde aún impera el racismo. El púgil es arrestado bajo la acusación de
mestizaje, procesado y condenado a tres años de cárcel que no llega a cumplir
porque se evade de prisión. La pareja deja los Estados Unidos, su vida se
convierte en una constante huida y su reputación como boxeador cae en picado.
Más tarde, le ofrecen pelear en Cuba en un combate amañado que le devolvería el
título a un hombre blanco a cambio de su libertad y de retirar todos los cargos
contra él. Jack no acepta, pero Eleanor, que no soporta por más tiempo la
constante presión a la que se encuentran sometidas sus vidas, se suicida., Finalmente,
Jack acepta participar en el combate que tendrá lugar en La Habana. Ese día
toda su rabia contenida le lleva a boxear como jamás antes lo había hecho.
(De Wikipedia).
La “Nueva Esperanza”,
canción de Carlos Puebla, hace referencia a los tupamaros, grupo terrorista que
perdió su guerra y enseño al resto del mundo que las revoluciones no triunfan
jamás si el pueblo no está suficiente mente hambriento (Marx dixit).
Y como no son en absoluto deseables semejantes
alternativas, va a ser cosa de buscar otras más amables, que indudablemente no lloverán
del cielo, y que van a tener algún coste que tendremos que asumir entre todos.
Deberes tengo
madre, y temo no poder demorarlos mucho.
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