“Burguesíto en rebeldía”
“Llega el amanecer, con su color de abrigo de entretiempo y
liga de mujer”
El ángel caído, el malditismo, la bohemia, la transgresión
como modus vivendi, los excesos y el final trágico, son condiciones que suelen
justificar el paso al olimpo literario de los poetas. Si además mueren jóvenes
y por causas alejadas de la natural, la edad provecta, ya suelen figurar entre
los genios. Si bien , además de lo anterior, imprescindible para el eco
mediático, suele ser necesario un nivel de calidad excepcional que los haga
merecedores del Parnaso.
La poesía como género, y en su aspecto tradicional, la rima
y la métrica al servicio del espíritu culto y sensible que embellece aquello
que ve o que siente, Así fue, así ha
sido hasta mediados del siglo pasado, cuando la poesía social, y la inevitable
ruptura de los patrones tradicionales, alumbran
corrientes que no han cesado y de las que el inefable Gil de Biedma es
epígono destacado.
Resulta difícil encontrar a algún autor, quizás Rulfo, que
con una obra tan breve haya merecido tantos estudios monográficos, tantas
entrevistas documentadas, y la unanimidad de la critica sobre el personaje
excepcional que marca el inevitable antes y el después en la poesía, al menos
en la española del siglo XX, el que existe entre la retórica del endecasílabo y
la prosa poética, esa linea invisible que ahora tiene otro nombre propio, Jaime
Gil de Biedma.
Define como sujetos de su obra al paso del tiempo y a su yo
personal, y aunque este sea el envoltorio, la etiqueta de muchos de sus poemas,
entiendes que miente con la mentira del poeta, la del que usa esa pantalla para
proyectarnos su visión del cosmos, su inquietud por lo social, que el negaba
expresamente, excluyéndose de la generación de los cincuenta, a pesar de estar
inevitablemente influenciado por Cernuda, Rosales, o sus coetáneos Panero,
Brines, o Claudio Rodríguez, y su
innegable pertenencia al grupo de Barcelona
(Barral, Goytisolo), si bien su
actitud hedonista en lo personal y transgresora en lo literario, dificultan su
inclusión en cualquier corriente. Su
marcha trágica, a la manera de grandes predecesores, Baudelaire, Verlaine,
Rimbaud, Wilde o Poe, supuso un revulsivo, para el adormecido panorama de la
poesía española, que el tiempo se ha
encargado de magnificar.
Estilo centrado en la ironía, cuando no en el sarcasmo, y
mediante la actitud propia del “burguesíto en rebeldía” como el se
autodenomina, ruptura de lo
políticamente correcto, e implacable fagocitosis de autores clásicos, desde
Fray Luis de León, hasta T.S. Eliot, pasando por Espronceda o Auden si es
menester, a los que parodia consiguiendo efectos ciertamente brillantes, a la
par que divertidos.
Poseedor de una cultura literaria excepcional, y dotado
ciertamente del don de “escribir hablando” (Blas de Otero), se limitó a
transcribir su “ dulce vaguedad del sentimiento” (Espronceda) despreciando a
veces la versificación tradicional, “los renglones contados” (J.G.B.),
legándonos un puñado de poemas digno de figurar en cualquier antología hispana.
La parquedad de su obra queda compensada por la locuacidad que aflora en sus
entrevistas, donde vuelve a deslumbrar la concisa precisión y la sonoridad de
su palabra, de sus versos hechos prosa. Tan solo en las grabaciones de sus
poemas podemos escucharlo con un impostado énfasis declamatorio,
afortunadamente ausente en sus escritos.
Su falso resentimiento “contra la case en que nací”, “nací
(perdonadme) en la edad de la pérgola y el tenis” queda en evidencia sobre su
mirada inmisericorde sobre el pueblo desfavorecido, “intratable pueblo de
cabreros” con los que identifica a los vencedores de la guerra civil, pobres
inmigrantes en la Cataluña de los 50 y 60, “cadáveres desenterrados vivos,”
murcianos o charnegos", “que aun sonríen, como ventanas rotas”, donde encuentra
chaperos y motivos para reconsiderar su actitud vital.
Leyendo sus versos, no necesariamente como tales, nos damos
cuenta de que había un intelectual, incluso un moralista, dentro de su
personaje de escritor ocasional:
“Porque le apremia el tiempo, y en el amor -el lo sabe-
aunque no tiene aun que dar dinero, tiene ya que dar inteligencia”.
Podia haber sido incluido dentro del grupo de los 27, nada
que ver con la generación, más bien con aquellos genios arrastrados por el
torbellino de sus excesos, y me estoy refiriendo a Jimi Hendrix, Janis Joplin y
Jim Morrison, y es que, como ellos, su nombre también comienza con J.
Los sobrevivió veinte años, y fue otra ola la que le
arrastró, la misma que a Freddie Mercury, Rudolf Nureyev, Isaac Asimov, Rock
Hudson… justo momentos antes de que la
ciencia encontrase el elixir, el antídoto que siempre han perseguido los
poetas, el de la vida eterna en la tierra, aunque solo sea únicamente un puñado
de años más que permitan festonear una obra redonda.
Leerlo es un placer.
P.D.-
Ouka Lele y Esperanza Aguirre son sobrinas suyas, de donde
deduzco que esto del arte es hereditario y, por supuesto, las grandes fortunas también.
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