viernes, 10 de abril de 2015

JAIME GIL DE BIEDMA EN EL MANUAL DE USO CULTURAL.-



Burguesíto en rebeldía” 

 


 “Llega el amanecer, con su color de abrigo de entretiempo y liga de mujer”

El ángel caído, el malditismo, la bohemia, la transgresión como modus vivendi, los excesos y el final trágico, son condiciones que suelen justificar el paso al olimpo literario de los poetas. Si además mueren jóvenes y por causas alejadas de la natural, la edad provecta, ya suelen figurar entre los genios. Si bien , además de lo anterior, imprescindible para el eco mediático, suele ser necesario un nivel de calidad excepcional que los haga merecedores del Parnaso.

La poesía como género, y en su aspecto tradicional, la rima y la métrica al servicio del espíritu culto y sensible que embellece aquello que ve o que siente,  Así fue, así ha sido hasta mediados del siglo pasado, cuando la poesía social, y la inevitable ruptura de los patrones tradicionales, alumbran  corrientes que no han cesado y de las que el inefable Gil de Biedma es epígono destacado.

Resulta difícil encontrar a algún autor, quizás Rulfo, que con una obra tan breve haya merecido tantos estudios monográficos, tantas entrevistas documentadas, y la unanimidad de la critica sobre el personaje excepcional que marca el inevitable antes y el después en la poesía, al menos en la española del siglo XX, el que existe entre la retórica del endecasílabo y la prosa poética, esa linea invisible que ahora tiene otro nombre propio, Jaime Gil de Biedma.

Define como sujetos de su obra al paso del tiempo y a su yo personal, y aunque este sea el envoltorio, la etiqueta de muchos de sus poemas, entiendes que miente con la mentira del poeta, la del que usa esa pantalla para proyectarnos su visión del cosmos, su inquietud por lo social, que el negaba expresamente, excluyéndose de la generación de los cincuenta, a pesar de estar inevitablemente influenciado por Cernuda, Rosales, o sus coetáneos Panero, Brines, o Claudio Rodríguez,  y su innegable pertenencia al grupo de Barcelona  (Barral,  Goytisolo), si bien su actitud hedonista en lo personal y transgresora en lo literario, dificultan su inclusión en  cualquier corriente. Su marcha trágica, a la manera de grandes predecesores, Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, Wilde o Poe, supuso un revulsivo, para el adormecido panorama de la poesía española,  que el tiempo se ha encargado de magnificar. 

Estilo centrado en la ironía, cuando no en el sarcasmo, y mediante la actitud propia del “burguesíto en rebeldía” como el se autodenomina,  ruptura de lo políticamente correcto, e implacable fagocitosis de autores clásicos, desde Fray Luis de León, hasta T.S. Eliot, pasando por Espronceda o Auden si es menester, a los que parodia consiguiendo efectos ciertamente brillantes, a la par que divertidos.
Poseedor de una cultura literaria excepcional, y dotado ciertamente del don de “escribir hablando” (Blas de Otero), se limitó a transcribir su “ dulce vaguedad del sentimiento” (Espronceda) despreciando a veces la versificación tradicional, “los renglones contados” (J.G.B.), legándonos un puñado de poemas digno de figurar en cualquier antología hispana. La parquedad de su obra queda compensada por la locuacidad que aflora en sus entrevistas, donde vuelve a deslumbrar la concisa precisión y la sonoridad de su palabra, de sus versos hechos prosa. Tan solo en las grabaciones de sus poemas podemos escucharlo con un impostado énfasis declamatorio, afortunadamente ausente en sus escritos. 

Su falso resentimiento “contra la case en que nací”, “nací (perdonadme) en la edad de la pérgola y el tenis” queda en evidencia sobre su mirada inmisericorde sobre el pueblo desfavorecido, “intratable pueblo de cabreros” con los que identifica a los vencedores de la guerra civil, pobres inmigrantes en la Cataluña de los 50 y 60, “cadáveres desenterrados vivos,” murcianos o charnegos", “que aun sonríen, como ventanas rotas”, donde encuentra chaperos y motivos para reconsiderar su actitud vital.
Leyendo sus versos, no necesariamente como tales, nos damos cuenta de que había un intelectual, incluso un moralista, dentro de su personaje de escritor ocasional: 

“Porque le apremia el tiempo, y en el amor -el lo sabe- aunque no tiene aun que dar dinero, tiene ya que dar inteligencia”.

                                 

Podia haber sido incluido dentro del grupo de los 27, nada que ver con la generación, más bien con aquellos genios arrastrados por el torbellino de sus excesos, y me estoy refiriendo a Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison, y es que, como ellos, su nombre también comienza con J.
Los sobrevivió veinte años, y fue otra ola la que le arrastró, la misma que a Freddie Mercury, Rudolf Nureyev, Isaac Asimov, Rock Hudson…  justo momentos antes de que la ciencia encontrase el elixir, el antídoto que siempre han perseguido los poetas, el de la vida eterna en la tierra, aunque solo sea únicamente un puñado de años más que permitan festonear una obra redonda.

Leerlo es un placer.

P.D.-
Ouka Lele y Esperanza Aguirre son sobrinas suyas, de donde deduzco que esto del arte es hereditario y, por supuesto, las grandes fortunas también.



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