domingo, 26 de agosto de 2018
ALTERNATIVAS A LA SANIDAD PÚBLICA (96).-
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martes, 21 de agosto de 2018
LOS MAIA.- ECA DE QUEIROZ.- LA ÚLTIMA NOVELA.-
Flaubert. Madame Bovary 1856. La
educación sentimental 1869
Tolstoi. Ana Karenina 1877
Leopoldo Alas. La Regenta 1884
Eca de Queiroz. Los Maia 1888
Thomas Mann. Los Buddenbrook 1901. La
montaña mágica 1924
Fellini. I Vitelloni 1953
Los Maia. Eca de Queiroz. La última
novela.
Cuando uno se introduce en un universo
inexplorado, un intrincado y extenso lugar del que desconoce todas
sus claves, puede sentirse como cualquier personaje de Verne,
descubriendo un mundo exótico en el que se encuentra inmerso y, por
supuesto, perdido. En plena aventura.
Acaba de pasar ante mis ojos, una
abubilla en vuelo rasante, un nuevo espécimen que añadir a las aves
que merodean por el jardín. Con los murciélagos que deleitaban la
observación de nereidas hace dos noches, ya se acercan a la docena
las especies pajariles avistables, de los que el único exótico es
el que los mira disfrutando de su cercanía. Supongo que el
murciélago quizás pertenezca a otra categoría más próxima
todavía, y bien podría ayudarme en la imprescindible orientación
que voy a necesitar navegando por estos mares, o charcos, tan
cercanos como desconocidos.
Ya están harto desfasadas las
clasificaciones de los géneros literarios, tanto que recoger la
etiqueta impropia de novela naturalista o quizás realista, es de una
falsedad ostensible cuando uno se enfrenta al circulo intimo y
aristocrático de una familia portuguesa adinerada del XIX,
entendiendo que el naturalismo o el realismo quedarán siempre fuera
de las páginas que intenten retratarla. Un mundo feliz y exclusivo
para disfrute de la cúspide de esa pirámide social donde los
niveles inferiores, innumerables y superpoblados, son
sistemáticamente ignorados por los autores de estas novelas
inclasificables a las que hoy calificaríamos sencillamente como
obras de ficción, por tanto denostadas y dirigidas a a quienes
tienen necesidad de otra vida más ficticia que la propia, que ya son
ganas.
Ausente pues el pueblo llano, la saga
familiar, el rio literario por el que van a discurrir tres o hasta
cuatro generaciones de personajes, va encajonado en el pródigo
despilfarro donde se instalan sus protagonistas desde el primer
capitulo, cuando escuchamos manifestar al administrador su certeza de
que el patrimonio familiar no peligra por mucho que dilapiden sus
señoritos. Y este secretario y amigo, quizás sea el único al que
podamos asignar un trabajo real, un empleo eficaz, proveer libras y
countos de manera incansable a sus amos. El resto, cocheros,
prostitutas, aparceros o guardias, si son citados ocasionalmente,
siempre lo serán bajo el estigma de la suciedad, brutalidad o el
etilismo.
Pero es que, el lector exigente busca
siempre la pompa, la ostentación y el placer, y sabe donde
encontrarlo. Entre cretonas, paletós, cordobanes y reposteros,
palabras cuyo significado junto al de otras decenas de ellas, he
tenido que buscar en el diccionario, para poder olvidarlo
inmediatamente. Ni tan siquiera, los lujos de mil ochocientos han
resistido su avanzada edad, y las modas, efímeras por su sustancia,
todavía menos.
Y a pesar de todo, desde hace semanas,
sigo perdido dentro de esas calles lisboetas, de esas mansiones del
centro o de las afueras señoriales donde el spleen y el dinero
portugués se unieron, como casi siempre suelen hacer, para recrear a
su manera la decadencia imperial, a base de ostras y champan, hábitos
que habían vislumbrado en Londres, en París o en Berlin, pasando
por alto los austeros y temidos vecinos de quienes tan solo sus
mujeres sirven para identificar con su gentilicio a las meretrices.
A pesar de todos los pesares, hay magia
torrencial que te absorbe haciéndote adicto a sus innumerables
paginas, rayando estas en la infinitud, intrigado y absorto en las
vicisitudes del protagonista que sirve de puente entre las distintas
generaciones y a quien sigues convencido de que sus aventuras, si las
hubiera, convertirán tu lectura en placentera. Así hasta el final,
ese que te sabe a poco, a poquísimo, sin tener claro si la escasez,
la penuria, la atribuyes a la situación vital del personaje cuando
termina el texto despidiéndose, o a que habrías seguido leyendo
gustosamente otras novecientas páginas.
Eso es la literatura, la buena, y su
inevitable comparación con sus fuentes, las del Nilo, que vas
ubicando en el mapa de las lecturas que atesora tu memoria.
Tiene elementos e incluso estructura
comunes con otras obras maestras coetáneas, anteriores unas, quizás
fuente de inspiración, y posteriores otras, quizás deudoras de
Queiroz. Y son estos nexos argumentales los que me sugieren estar
leyendo una única novela, la madre de todas, la última por tanto.
Un cóctel de sabor previsible donde no van a faltar las escenas
hacia y desde el palco del teatro, siempre reservado, siempre de
abono a cuenta del ilustre y generalmente cornudo aristócrata,
príncipes si rusos o alemanes, marqueses o condes si franceses,
italianos o portugueses. Palco desde donde ver y ser vistos, donde
exponer a la diosa de la historia, como admirada mujer florero, y
donde van a generarse las pasiones que el novelista conducirá al
lugar común de todas ellas. El pecado es lo que tiene, su castigo.
Pero, aparte de este escenario, común
junto a otros, como los escarceos de los amantes dentro del coche de
caballos, en pleno transito ciudadano, transgresión inverosímil
para los que tan difícil lo tuvimos en un Simca 1000 parado, me
sorprende la obsesiva fijación de todos los autores citados, con el
amor casto y utópico, antaño platónico, de los protagonistas
masculinos por alguna señora mayor, casada con maridos absentistas
de ellas o quizás tremendamente agotados por sus inevitables
amantes.
Estos sublimes enamoramientos que
suelen ocupar hasta dos tercios de las novelas, se satisfacen en
cuatro lineas sin llegar a manifestar atisbo de erotismo o de éxtasis
placentero por los protagonistas, nada más allá de una faldas
arrugadas, del crujido del vestido al tropezar con las botas del
galán o de las sabanas desordenadas la mañana siguiente al día de
autos.
Algo sospechoso además, el que todos
ellos persigan idéntico ideal femenino, obviando las jóvenes
bellezas que, sin duda, amenazarían con casamientos finalizadores de
la historia, con aquello de las perdices, pero que, también,
ofrecerían a los lectores, siglos después si fuera menester, la
presencia de vida real, fresca y atractiva, más allá de la omnímoda
presencia de las pelucas y polvos de arroz, inevitables en estas
figuras del siglo diecinueve, en estos estereotipos femeninos que nos
hacen sospechar el inevitable edipismo de sus autores, esa fijación
por mujeres que podrían ser sus madres, a la vez tan asequibles al
adulterio sin contrapartida, cuando no sea la suprema de ocasionar un
divorcio incivilizado e incluso algún amago de duelo por aquello del
deshonor perdido. El honor y la dignidad siempre quedaban a buen
recaudo en la billetera.
Lo auténticamente meritorio de este
genero literario es el que consiga que el infeliz lector se enamore
también sin remedio de todas sus heroínas, sean Ana Ozores,
Karenina, Emma Bovary, Madame Arnoux, Clawdia Chauchat o la María de
Los Maia. Inalcanzables modelos de un erotismo ficticio en una época
común donde el sexo, al parecer, solo podía ser de pago o
adulterino.
En el caso portugués, al menos habían
asimilado ciertos avances sociales y cierto distanciamiento de la
monarquia, desde la Ilustración a la trascendental revolución
francesa, y al menos, aparecen indicios de cambios social, igual que
a lo largo de toda la obra de Tolstoi, o en La Educación
Sentimental flaubertiana, ambientada en plena comuna parisina.
El parecido que atribuyen al Don
Quijote, puede limitarse a la presencia de un numero considerable de
personajes, admirablemente descritos, y alguno de ellos rayando el
esperpento de los quijotescos, siempre en perpetuo viaje, mientras
que los que rodean a Carlos Maia y a su abuelo, no tienen a un Sancho
glorioso a su lado, ni van a distanciarse jamás de la Baixa, o del
Cais do Sodré. Ambiente hermético donde van a ir destilando y
malgastándose los restos nostálgicos de un imperio colonial que
perteneció a tiempos pretéritos. Tanto como el tipo de historias,
adictivas todavía, propio de estas novelas de “época”, de las
que no suele ser necesario especificar época alguna, porque ya la
sabemos muy lejana, lejanisima.
Me queda leer ahora “El crimen del
padre Amaro”, anterior novela de Queiroz, y compararla con la
de Georges Bernanos, “Journal d'un curé de campagne”, un
puro vicio que me posee, aunque pretenda justificarlo haciendo ver
los diferentes planteamientos, y desenlaces, del drama de los curas
rurales de entonces, de cuando había curas rurales, y de lo que
supuestamente esperaba de ellos su feligresía, que es mas o menos lo
que los lectores esperamos de estas historias y de sus consagrados
autores.
¿Influyen los
escritores sobre el modo de vide de sus lectores, o más bien, al
revés, son los consumidores los que condicionamos las historias que
estos nos cuentan?
Dicho de otra
manera: ¿Quién puso el Bomp?
Who put the Bomp? Barry Mann 1961
Who put the bomp
In the bomp bah bomp bah bomp?
Who put the ram
In the rama lama ding dong?
In the bomp bah bomp bah bomp?
Who put the ram
In the rama lama ding dong?
Rama lama ding dong. Va a ser eso.
P.D. 1.- Murciélago, como eucalipto,
son palabras preciosas, que contienen las cinco vocales sin repetir
ninguna. Seguro que encontraré otras parecidas.
P.D. 2.- Antes terminaban las historias
de amor siendo felices y comiendo perdices. Ahora lo hacen con una
precuela del próximo divorcio, al que llaman "Despedida de soltero/a".
Irremediable.
P.D.3.- Inevitable parecido con “I
Vitelloni.” de Fellini, que nos cuenta en hora y media de excelente
cine, el drama de personajes parásitos, muy parecidos a los que
pululan por estas novelas. Además está Sordi.
P.D. 4.- “Que dificil es hacer el
amor en un Simca 1000” es una canción de Los Inhumanos, de 1988. (Inhumano).
P.D. 5.- “Mamá, la nuestra es la más
guapa”, refiere la hija a su madre, trás la exahustiva revisión
de los palcos. Esa “nuestra”, hacía referencia a la amante de su
padre, y marido de su madre, orgullosas todas. Genialidad de Tolstoi,
creo recordar.
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jueves, 16 de agosto de 2018
LECTURAS ESTIVALES Nº 4.- FERLOSIO, BEEVOR, CAMUS, BAREA.-
"El Geco" Rafael Sánchez Ferlosio
Pecio ferlosiano que sirve de pretexto
para que recopilen los editores, benditos ellos, hojas sueltas del
maestro, entre las que sobresalen un par de cuentos sobre el lobo,
magistrales, dedicado uno de ellos a Delibes, autor de “Los
santos inocentes” quien a su vez había dedicado este santoral a
Félix Rodríguez de la Fuente, poco antes de su fallecimiento
en la nieve. Y es que los tres gozaban de amplios conocimientos sobre
los lobos, sin excluir aquellos de aspecto humano. Tanto el cuento
citado como las lineas dedicadas al geco, nos dan a entender lo
errados que estamos juzgando a los animales y a las personas por algo
tan engañoso como son las leyendas, los prejuicios adquiridos dios
sabe donde, o la presunta fealdad generada ante nuestra mirada
inexperta.
El geco es la salamanquesa, tan repulsiva como inofensiva, tan repugnante como utilisima para librarnos de los indeseables mosquitos. De estos no hacen panegírico ninguno los tres mosqueteros. Al tiempo.
El geco es la salamanquesa, tan repulsiva como inofensiva, tan repugnante como utilisima para librarnos de los indeseables mosquitos. De estos no hacen panegírico ninguno los tres mosqueteros. Al tiempo.
"Caligula" Albert Camus
Conclusión segunda: No existe la
función teatral fuera de la capital del reino, y aún así...
Conclusión tercera: Caligula no es ni
era solamente un emperador romano, ni un loco. Es, y son, todos y
cada uno de los gobernantes que abusan de ello, no solo con la
crueldad inherente a su rango, siempre justificada por la búsqueda
del bien común, sino también con el esperpento de nombrar cónsul o
ministro a su caballo favorito, Incluso a toda la cabaña equina de
su extensa cuadra. Aviados estamos.
"Ardenas 1944" Antony Beevor
Terrible y trágica locura de ese
anteayer cercano en el que otros doscientos mil jóvenes perdieron la
vida en el frente del oeste, mientras en el del este lo hicieron
millones.
Hemingway sale varias veces en
esta monografía de hazañas bélicas, confirmando su impostura.
A Montgomery no lo conocíamos tan inepto, sin duda los tebeos nos dieron una imagen distorsionada del mariscal.
A Montgomery no lo conocíamos tan inepto, sin duda los tebeos nos dieron una imagen distorsionada del mariscal.
Curiosa la aventura
del héroe liberador de Mussolini en el Gran Sasso, Otto
Skorneny (Cara Cortada) coronel de Waffen-SS, infiltrado en las
lineas aliadas disfrazado de americano junto a su tropa,
consiguiendo poner nerviosos a los mandos enemigos.
Más curiosa
todavía su estancia como héroe de guerra entre nosotros, hasta su
fallecimiento en Madrid en 1975, protegido y admirado por los
autarcas, patrocinando grupos políticos de ultra-derecha, ayudando a
huir a criminales de guerra, y auspiciando una tercera guerra mundial
que derrotaría al comunismo, cosa que, afortunadamente, no llegó a ser
necesaria. Además de convertirse en pionero del turismo alemán de
sol y playa balear, en una iniciativa mucho más exitosa que otras de
la suyas.
Un figura, de quien hay tanto escrito, real o ficticio,
que daría para una película, una serie completa, o quizás para
tirar de un montón de hilos que nos descubran aquello de: Quienes
somos, de donde venimos, etc.
"Imperiofobia y leyenda negra" Maria
Elvira Roca Barea
Libro de no
ficción más vendido en nuestro pais, justo detrás del “Manual
clásico de cocina” de La Sección Femenina, sección que,
curiosamente, no era feminista.
Obra titánica y recomendable sobre la
historia del imperio español, que nunca existió salvo para los
nostálgicos de los tebeos de “Vidas ejemplares”, que tampoco.
Al parecer esta exhaustiva revisión,
que lo es, de cuando fuimos ricos y poderosos por aquello de que
nunca se ponía el sol en la parcela, se centra obsesivamente en
otras leyendas complementarias y especulares, imprescindibles para
la génesis de la presunta historia de aquí, o al menos en la falsa
atribución de errores a los gobernantes patrios en aquellos tiempos.
Leyendas que son habilemente desmontadas por la autora. A saber:
1.- Y tu más. Desde la quema de
brujas o las condenas a cosas feas por parte del santo oficio,
siempre queda demostrado que ellos más, muchísimas mas brujas y
herejes sacrificados religiosamente. Si aquí doscientos, allí diez
mil. No hay color. Y eso sin nombrar la doctrina Parot.
2.- Los enemigos de España han
sido por este orden: La Reforma – Lutero un horror-,
La Ilustración -Voltaire un don nadie- y La
Propaganda, que siempre ha funcionado demoledoramente en nuestra
contra, por mera envidia. Esto se puede constatar en el asunto de La
Armada Invencible, de la que realmente se perdieron poquísimos barcos,
casi todos de transporte y extranjeros además, franceses o
flamencos. Sin tener noticias apenas de las dos contra armadas
vencibles, inglesas ellas, que sucumbieron malamente, millares de
marinos muertos de hambre (sic) o hundidos en su intento de
conquistar Lisboa, las Azores, o Cartagena, donde el “Medio Hombre”
Lezo, al que faltaban una pierna, un brazo y un ojo al menos,
hizo añicos -así escriben en los comic- a la escuadra inglesa.
La crónica inversa de lo que siempre
nos han contado.
Y 3.- No ha habido conquistadores ni
colonizadores tan benéficos como los propios. No hay más que ver la situación de
Sudamérica, mal llamada latinoamérica por la propaganda interesada,
o la de África, y su comparación con la Norteamérica infiel.
(Infiel
adj.
y s.
Dícese,
en New York, del que no cree en la religión cristiana; en
Constantinopla, del que cree.
Según Bierce).
Francia,
al parecer, no ha tenido más que fracasos en este terreno, y de ello les
queda la picazón, el mal carácter.
Pasa silenciosamente sobre el despropósito de unir religión con poder
civil, tanto durante el imperio fundado por el nietisimo de Isabel y
Fernando, como su continuidad en tiempos posteriores, sine die.
Su
particular división entre buenos y malos, otorga la bondad celestial
a la religión de sus mayores, y realmente podría haber sido de otra
manera, siendo heredera la autora de altos cargos de la
francmasoneria nacional, en la que tanto la política, como la
religión y las “mujeres” han sido ignoradas preceptivamente.
Incoherencias inconexas que deslucen el voluminoso acopio de textos
sobre un tema tan innecesario. Salvo que pretendamos
responsabilizarnos eternamente de los errores de Adán,
Cain,
o Viriato.
Y seguir ignorando los errores presentes y los del inmediato mañana.
P.D.-
Otra
cosa que he aprendido en el ensayo es que soy semítico. Somos
todos semíticos, y así nos va.
Todos los dias se aprende algo.
jueves, 9 de agosto de 2018
ALTERNATIVAS A LA SANIDAD PÚBLICA (95).-
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martes, 7 de agosto de 2018
SEÑAS DE IDENTIDAD,- (LECTURAS Nº 3)
SEÑAS DE IDENTIDAD .-
Vuelta a las novelas que no lo fueron
nunca. A las que serían homenajeadas después. No veo otra cosa en
el “Crematorio” de Chirbes, que el preámbulo, la ceremonia y las
reflexiones de los protagonistas durante el funeral de alguien que
influyó en sus vidas. Idéntico pasaje que el reflejado por
Goytisolo en su novela, cincuenta años antes.
Hay que reconocer a Goytisolo su
testimonio, tan valiente como proscrito, sobre una época infausta y
desmesurada en su duración, de la que apenas existen publicaciones
en castellano que merezcan el calificativo de testimoniales,
descriptivas de un país y de una sociedad a la cual, la generación
del 27, que no practicaba el realismo social precisamente, dejó
absolutamente huérfana al desaparecer de aquella mala manera.
Los escasísimos escritores que eran
conscientes de su doble labor de artistas y de intelectuales, me
retrotraen la imagen de “Las Palmeras” en el desierto, el apodo
con el se conocían a Bardém y Berlanga, coetáneos de Goytisolo,
ignorada la tercera B, de Buñuel, en el exilio forzoso y que, como
tantos otros exiliados tiene otra tarea más importante que la
creativa, la alimentaria, para sobrevivir.
Estaban también Martín Santos y
Benet, comprometidos en aquel erial, con profesiones de cierta
consideración económica, trabajos que les permitía escribir, e
incluso conspirar desde dentro, esperando el advenimiento de algo que
no llegarían a conocer. Al menos hasta una cierta apertura, moral y
mental, que facilitó la aparición de otra generación de
novelistas, en la línea discrepante, cuando no abiertamente
militante, como Marsé o Vázquez Montalbán, quienes partiendo de
ambientes obreros y populares se atreven a retratar la misma época,
la misma Ítaca que Goytisolo, sin lamentaciones ni jeremiadas
estériles.
Goytisolo pertenece a esa generación
puente, a los que mantenían la palmatoria literaria encendida, como
los personajes de Fahrenheit 451, a los que Bradbury hacía memorizar
las novelas imprescindibles para la humanidad, hasta que llegase
otra vez el siglo de las luces, al que aquí, por cierto, todavía
estamos esperando.
Pero el Goyti juega con ventaja, y de ella
nos beneficiamos todos. Resulta ser el observador ideal, el que lo ve
todo desde fuera, habiéndolo conocido desde dentro y… pudiéndolo
comparar con la situación en aquellos años del blanco y negro, en
los que el autor vuelca su rabia personal, su indignación a la que
no faltan dardos sobre su propia persona, la del
escritor-protagonista.
En este sentido, el panorama que se
ofrece al observador externo, presuntamente imparcial, como casi
todos los hispanistas que no suelen serlo, imparciales y a veces ni
hispanistas, es un autentico lujo para los que no estuvimos allí, es
decir aquí y entonces, y para quienes la revisión de la prensa de
aquellos años, de autocensura feroz, solo puede servir como
confirmación de la nada.
Tenía este hombre otra ventaja
añadida, que quizás habría que entender como desventaja. Como
procedente de familia acomodada, al parecer en estéreo (matrimonios
sumatorios), nos ubica sus vivencias en esa zona del glamour social
tan querida por los lectores de todos los tiempos, a los que la
ubicación de personajes principales en ambientes aristocráticos
permite evadir de la realidad, menos afortunada, tan distante de los
coches deportivos y los teléfonos blancos. Esto resulta
innegablemente atractivo, y a lo largo de la historia, el arte ha ido
a la par de quienes podían disfrutarlo en directo, sin necesidad de
hacerlo a través de las imágenes literarias de terceras personas.
Solo que aquí, desde la debacle de los años treinta, cualquier
recreación del lujo, y del poder político que lo encubre u origina,
no esta bien vista, al menos para los escritores del realismo social,
los del tiempo de silencio- inmarcesible título- o los sufridos
personajes de Región, el país de Benet.
No obstante, el primor de la escritura
justificaría por si solo esta novela, que no lo es, además de la
generosidad del autor a la hora de repartir culpas, de las que no se
exime, permitiendo validar la ambigüedad de quien se reafirma,
asqueándose, contra unos y contra otros pero siempre desde la
seguridad del puesto elevado en las alturas de quien viene
voluntariamente de un país vecino y presuntamente superior, para
terminar en otro país vecino, presuntamente inferior, pero siempre
desde el confort y la seguridad del patrimonio - colchón- familiar
hasta su definitiva extinción, como tantos otros artistas.
A cualquiera que guste de la
historia-cercana- y de la sociología –el de donde venimos y adonde
vamos, etc.- le debe resultar imprescindible esta obra, probablemente
sobrevalorada y con toda certeza censurada, al igual que el resto de
trabajos del autor, como también lo fuera su persona, en tiempos en
que esto no solo era posible, sino también habitual.
Editada en Méjico y publicada en
España después de transcurridos los idus del 20 de noviembre de
1975, en un tiempo en el que el aluvión de textos y películas,
hasta entonces prohibidos, hizo difícil su asimilación por un
organismo sediento de conocimiento y escasamente especializado en
digestiones pesadas.
Personalmente he admirado a los
valientes opositores o al menos discrepantes con el sistema, desde la
asunción de que su indudable categoría intelectual y sus
vicisitudes personales los pueden convertir en oráculos valiosos
para los que nos movemos a ras de tierra, reptando. Este es el caso.
Es el relato de una osadía
inadvertida. De un atrevimiento que habría resultado imposible salvo
para alguien que, ausente, desconocedor de las claves internas de
aquel tiempo de silencio. Quizás el título de Martín Santos
resultaba más apropiado para estas señas de identidad, salvo que
sea de la identidad colectiva de lo que estaba escribiendo.
El tema era tabú absolutamente, y
lamentablemente lo sigue siendo en muchos aspectos. En los primeros
sesenta no se hablaba en absoluto de la Guerra Civil, de “La
Guerra”, termino que se usaba ocasionalmente para referir algún
suceso, ubicándolo en el tiempo , antes o después de, silenciando
forzosa y colectivamente la consistencia de aquella.
Cercana la efemérides de los
veinticinco años de “Paz”, o de “La Victoria” como
especificaba Fernán Gómez en “Las bicicletas son para el verano”.
A este hombre, no se le ocurre otra cosa que aparecer por España y
ponerse a preguntar por la cosa, y a filmar en 16 mm lugares y
costumbres con reminiscencias de aquello. Una flagrante ruptura del
tabú que, si bien no estaba establecida como delito en el código
penal, si era vigilada por las fuerzas de seguridad. Del resultado,
los efectos de la dictablanda para quienes podían así llamarla, nos
cuenta en esta búsqueda de identidad personal y, evidentemente,
colectiva.
Panorámicas preciosistas sobre
paisajes de la España profunda, con un exceso de términos en desuso
o realmente desconocidos, presentes en cualquier descripción
detallista del ambiente rural, incluso para los que hemos crecido en
él, y algunas lagunas imperdonables, de señorito, al confundir los
pinos con las encinas a la hora de carbonearlos.
A veces me arrepìento a media lectura,
de no haber ido recogiendo las palabras cuyo significado desconozco
para después pasarlas por el liendre (una) del diccionario e
incorporarlas a mi léxico para que parezca sublime. Después pienso
que resulta una perdida inaceptable de tiempo, y las dejo pasar,
limitándome a leer como en el ingles rengo (otra), o en el francés
que jamás dominaré, dando por bueno el sentido que puedan tener en
el contexto de esta o aquella frase. Analfabeto políglota.
Insiste en tópicos como caciques o
taifas, de los que corroboro su eterna actualidad y por tanto asumo
como verosímiles en la España que describe, y en otros igualmente
tópicos pero fuera de lugar, como la función exclusivamente
represora, no exenta de crueldad, de la guardia civil. Algo que
resulta extemporáneo e injusto en los tiempos actuales.
El aspecto sentimental de la novela,
parece estar incluido como algo de obligado cumplimiento, para
lectores exigentes con la estructura clásica del relato, sin
establecer relaciones cercanas , y en absoluto intimas, entre sus
personajes. Los cuales se limitan a compartir la bebida, la
borrachera y el tabaco como actividad humana que muestra al lector el
nivel afectivo de sus protagonistas. Aquí intuyo que sí funcionó
el tabú, la autocensura de quien prefiere dejar a buen recaudo esa
intimidad, esas señas de identidad que le eran privativas.
Solo que releyendo esta, su obra magna,
estas señas de identidad de hace casi sesenta años, tomo
consciencia de que ya no está uno para muchos ídolos, aparte los de
la canción, claro está, y descubro en esas memorias apócrifas, que
resultan ser las citadas señas, un planteamiento xenófobo,
explicito y reiterado, que me produce una comezón ligeramente
cubierta de repugnancia. El desprecio hacia el charnego, al que
Goytisolo no denomina de modo de tan explicito mal gusto, lo empeora
acotándolo geográficamente usando el termino andaluz, para
establecer el hecho diferencial con la primera persona, la del autor
o la de alguno de sus interpretes en la novela, poco importa.
Lástima de sermón moral que se
escabulle por el desagüe de las aguas fecales. Máxime cuando parece
evidente la compasión, y la comprensión, incluso la defensa de los
marginados, que le inducen los pobres charnegos.
Y lamentablemente no es el único de
los popes de nuestra literatura, ni tampoco son exclusivamente
catalanes, aunque el Cónsul de Sodoma (Gil de Biedma) o el genio de
Palafrugell (Pla) me lo hayan demostrado fehacientemente, quién
destila esta falsa condescendencia hacia quienes creen, obvia y
demostradamente, inferiores. Lástima.
AÑO 2014
JUAN GOYTISOLO GAY Barcelona 1931
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