Viajando por La Raya.-

Supongo que lo próxima extensión
de tan molesta e inútil aplicación, será el reflejar también
hacia donde he mirado y por cuanto tiempo. De los pensamientos ni me
preocupo, es lo primero que me ha calado a través de los escasos
efluvios emitidos por el lóbulo cerebral correspondiente, lo doy por hecho. Resignación ante lo inevitable y actitud risible ante
aquellos que todavía creen en la virginidad de sus “datos”, como
si estos pudiesen ocultarse en este mundo de bits que se intercambian
en los mercados etereos. Aunque esto del eter resulta ser muy literario, pero nada real; hoy circulan de disco duro a disco duro via PTP, mañana
quien sabe.
Lo del cuaderno de bitácora escrito
por este amanuense sin alma, al menos las referencias a altitud,
latitud y desplazamientos, lo doy por bueno si de paso me permite
recordar ciertos lugares sobre los que no está de más elaborar una
reseña que los fije algo en esta memoria cada día mas evanescente,
la pobre.
Siete ciudades, siete, excluyendo el
sobrero, que es la mía natal, hecho que el espia desconoce al
parecer, y que no le pienso detallar.
Lo primero que he aprendido es que no
puedes preguntar información sobre un pueblo cualquiera a la
responsable – lo siento, todas han sido la – del centro de
interpretación local, con la pregunta terminada en “...este
pueblo”. No volveré a hacerlo jamás, salvo que esté haciendo un
estudio sobre malos modos en respuestas súbitas y generalmente
vociferadas.
-!Ciudad querrá usted decir!. Incluso
en aquella aldea a la que el amigo de la pantallita le atribuye
cincuenta almas en el el registro de habitantes.
-!Fue una gran ciudad en tiempos de
Roma! Me aclara la señorita, o señora, condescendiente con mi
ignorancia, ya sin gritar.
Esta situación la he vivido
repetidamente, sufriéndola al llamar erróneamente pueblo a la nueva
capital autonómica de esto o de lo otro.
Tal es mi irracional desazón al
respecto que, el otro día cometí la grosería al contestar a unos
turistas interesados sobre los sitios donde solemos ir a comer los
paisanos de mi ciudad. Espero que ellos me perdonen; los muy
considerados y prudentes, usaron el termino ciudad.
-!Eso me lo tendrían que decir ustedes
que son realmente aquí los paisanos y los que comen fuera todos los
días!
Realmente no me pude contener, y lo
siento. Pero es que como las plagas de palomas urbanas o como las
ratas que Nosferatu llevaba con su mensaje pestilente -de peste- a
las ciudades que desaparecerían poco después. 250.000 invasores el
pasado año, la mayoría coreanos, a los que encontré un día de
estos saturando la pousada de Marvao e impidiéndome probar el
hojaldre de cabrito que anunciaban en el día del ídem.
Esto de las
invasiones barbaras, que puede parecer divertido para unos y harto
lucrativo para otros, está ciertamente fuera de control y no hace
otra cosa que marginar, cuando no expulsar, a los auténticos
viajeros entre los que obviamente me incluyo, en primera persona, del
plural, que tampoco hay que ser excluyente en grado absoluto. !Já!

Aqui suele ser de utilidad seguir los
consejos negativos del ojo que todo lo ve, para no caer en las
trampas donde otros insectos hermanos lo hicieron. Aceptar con cierto
reparo los comentarios positivos y alejarse si fuese necesario de
lugares tóxicos donde solo eres visto como un euro con patas. Me
sucedió en Monsanto, y me arrepentí de no haber reservado una mesa
en Penha Garcia.
Consejos doy y, para mi no tengo.
Se agradece, no obstante, el garito de
la interpretación local, de donde sales con un puñado de estupendos
planos y programas gastro culturales, cuando no directamente la
invitación para una inolvidable jornada de senderismo. Sin ir mas
lejos, en Marvao, a donde debo regresar otro día que no sea
fiesta local, algo realmente difícil en el país vecino –
observen que el país vecino es uno solo, al parecer- estaba
programada la ruta del contrabando de café para primeros de mayo.
!Ahí es nada!, me imagino con una
mochila de treinta kilos de café a la espalda y atravesando arroyos
y riscos hasta poder depositar la preciada mercancía al otro lado de
la raya.
Cultura cafetera marcada a agua y
fuego, con algo de leche para los infantes, a lo largo de décadas de
autarquia dictatorial, y que nos ha dejado deformado el gusto por esa
magnifica infusión, dado el monopolio del grano negro -torrefacto a
su pesar- y pequeño que, paradojicamente pertenece a la variedad
robusta y que se cultivaba en las colonias del vecino, Angola y
Mozambique.
Ha sido tan prolongada y exclusiva la provisión de este
café de matute a lo largo de toda la frontera que todavía es esta
variedad, y la marca de la etiqueta del tío del sombrero, la
preferida. Siendo difícil encontrar otro tipo de café en las
tiendas de los pueblos -ciudades- limítrofes.
Sin duda que hubiese
disfrutado en la excursión, cual emulo contrabandista, sabedor de
que los cuarteles de uno y otro lado están desiertos y abandonados,
igual que el resto de edificios fronterizos y un gran porcentaje de
viviendas semi ruinosas en cualquier núcleo urbano. Es difícil
escribir que esta tierra languidece, difícil y falso, porque no
languidece, sencillamente agoniza, que es bien diferente. Y el tópico
de la España o el Portugal vacíos, pierde su significado por el uso
interesado que algunos puedan hacer y por el absoluto desconocimiento
de la realidad, dantesca la señora.

Castelo de Vide, donde apenas pude
tomar un café de estos, de los suyos, en trago corto y negrisimo,
acompañado del imprescindible pastel de nata que, sorprendentemente
a lo largo de esta zona tiene la textura y frescor de los recién
hechos en la Belem lisboeta, demostrando que la repostería
industrial canallesca a la que nos tienen habituados las grandes
superficies, tiene alternativas ocultas o secretas, pero que existir
existen..
Esta ciudad conmemoraba con su
gastronomía tradicional de origen judío, a pesar de los siglos de
discreta ausencia, y con homenajes varios, algún aniversario de
cuando entonces.

Bien es cierto que de allí partieron
los padres de Spinoza para dejar en los Países Bajos, la gloria de
la filosofía sefardí cuya procedencia cercana no era otra que el
otro lado del arroyo. Baruch Spinoza, expulsado del judaismo por
librepensador, es decir por malo malísimo, nos dejó perlas dentro
de ese bivalvo oculto al que llamamos razón, y tan solo tenemos que
entreabrir su obstinado caparazón para: “He procurado
diligentemente no reírme de las acciones humanas, ni llorarlas, ni
abominar de ellas, sino comprenderlas”. “No queremos
algo porque sea bueno, sino al revés, decimos que algo es bueno
porque lo deseamos”. “La actividad más importante que
un ser humano puede lograr es aprender para entender, porque entender
es ser libre”.
-Baruch Spinoza-
Si añadimos que el héroe local, y
bastante más cercano en el tiempo, fue Maia Salgueiro, y que este se
jugó todo lo que alguien puede jugarse el 25 de Abril al escuchar la
canción de Grandola Vila Morena, y dirigir la insurrección
incruenta que devolviese la democracia al país después de una
larguísima dictadura, vuelvo a comparar, y es algo nefasto eso de
comparar cuando te tumba la moral, con aquellos otros militares que,
al otro lado de la raya hicieron justamente lo contrario. Me alegro
de la suerte y el destino de los vecinos, a la vez que me admiro de
su considerable ayuda con aquel exilio forzoso de hace quinientos
años, y que, curiosa e inevitablemente,vuelve a repetirse otra vez.
Los miro, los admiro, y sigue sin gustarme el café torrefacto.
Envidia cochina que me atormenta.
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