viernes, 31 de mayo de 2019

VIAJANDO POR LA RAYA (3).-





De como Arquillo se transformó en La Villa del Arco y su olmo milenario en un refugio de los gorgojos supervivientes de la grafiosis. Esqueleto de acero inoxidable y costosas placas metálicas explicando en fallido presente el pasado que fue. Siempre a cuenta del mismo pagador.
La encina -azinha- grande de Idanha a Velha sigue frondosa en cambio, merendándose sus raíces las enormes y graníticas piedras que los romanos usaron en la muralla. La naturaleza, y la corrupción, son las única que han vencido a Roma, y solo en ciertas ocasiones.

Las pousadas, donde me escatimaron el cabrito, ya no son lo que eran. Fueron privatizadas durante la transición portuguesa, en la época que las malas lenguas acusaban a los rojos de llegar a comerse la ganadería Mihura, con mayoral incluido. Pasó la crisis, una de tantas, y las pousadas, mas melancólicas que nunca, acusan las prisas de exprimir el jugo que tienen los nuevos gestores-arrendatarios. 
 
Aquí la comparación nos beneficia, las nuevas hospederías extremeñas, son tan excelentes que miedo me da publicitarlas. no vaya a ser que la próxima vez me hagan esperar mas de diez minutos para pasar al comedor y no acompañen la demora con una cerveza de cortesía y las correspondientes disculpas. Ambientes palaciegos, mantel y servilletas de lino y menús ajustados en todos los sentidos. Incluso tienen en carta la “Perdiz a la moda de Alcántara” basada en recetas de los frugales e inapetentes guerreros pertenecientes a las ordenes militares del medioevo. Recetas que robaron las huestes del general Junot antes de su derrota en estas tierras, y que sirvieron para hacer creer al mundo que la cocina francesa....bla, bla, bla.

            

Nada como el nacionalismo de aldea para unir a los supervivientes con la creencia de algo tan obtuso como el hecho diferencial. Claro que, bien gestionado el asunto, puede seguir manteniendo con vida el espíritu de los creyentes-complices en su superioridad. El mas antiguo, el mas grande, el más valeroso, incluso el más pequeño, superlativos siempre, mientras la discrepancia entre la fantasía, espectacularmente sostenida con dinero ajeno -europeo, que ya no resulta tan ajeno- y la realidad, donde la juventud escapa por los cauces de los arroyos secos, nos hace ver la incongruencia de pueblos, villas, o ciudades magníficamente restauradas y conservadas, establecimientos hoteleros donde la factura que pagas es solo una fracción despreciable del coste real del servicio, y donde se recrean rutas e incluso áreas geográficas, milenarias según sus administradores, al objeto de fomentar la única industria floreciente en nuestro tiempo, el turismo.

¿Y esto quien lo paga? Preguntaba Pla. ¿De donde saca pa tanto como destaca? el chotis; y el viajero recorre centenares de kilómetros en carreteras excelentemente asfaltadas y señalizadas, plazas con pavimentos de laborioso empedrado, sin ver un alma, sin cruzarse con signos de vida, ni siquiera con otros viajeros perdidos como él en este aparente purgatorio, para el que no me sirven ya las indulgencias que llevo atesorando desde la infancia, tras el cierre oficial de aquel albergue antesala del paraíso, y que van a acabar como la tarjeta de fidelidad de la gasolinera cuando tomé consciencia de que periódicamente ponían su valor a cero. 

Quizás no haya que pensar absolutamente nada sobre quien, como, o cuando nos van a pasar la factura de estas limosnas, y limitarnos a disfrutarlas, a devorar el contenido de los sacos que los caballeros, al pasar, entregaban a los babuinos mendicantes, mendicantes y gesticulantes, incluso parloteantes de un discurso incomprensible, como los mensajes de un anciano tras un ictus, en el que las palabras se vuelven indescifrables, incluso para la novísima maquina “Enigma”, que es el traductor automático que viene dentro de mi cuaderno de viajes digital.

He visitado pueblos desiertos, incluidos en la guía oficial correspondiente de pueblos fantasmas -sic-, y he comprobado como, las ruinas que contemplé y afortunadamente fotografié hace cincuenta años, se han convertido en una villa recién construida, perteneciente a un gigantesco parque temático de dudoso gusto, donde florecen como setas de primavera, como espárragos trigueros, las viviendas rurales -cerradas, o nunca abiertas, tras recoger la subvención correspondiente- los albergues para peregrinos de las futuras vías compostelanas – igualmente deteriorados ante la demora de su puesta en servicio y de la escasez  de almas en busca de perfección.

Carreteras magnificas, recientemente restauradas que llevan a destinos donde no vive nadie, y donde las familias de domingueros despistados se turnan para poder vigilar inútilmente el horizonte  avizorando sobre el improbable peligro de ser vistos, mientras alguno hace sus necesidades en un rincón recoleto.
Hasta el cambio en el nombre resulta más elocuente que todas mis cuitas en el papel, que tampoco lo es. “Arquillo” el pueblo abandonado de la Sierra de Cañaveral, ahora se llama “Villa del Arco”, cincuenta años y muchos millones después. Lo de abandonado no ha cambiado, ya digo que la realidad es habitualmente molesta.

Hubo, hace no mucho tiempo, un intento de crear una nueva región europea, incluyendo todos los territorios pertenecientes a “La Raya” con objeto de que esta zona, una de las mas pobres de Europa, continuase recibiendo las ayudas que inevitablemente van a dejar de llegar, con la incorporación de nuevos babuinos mendicantes. Supongo que mientras las guerras nos sigan olvidando, y las crisis económicas no pasen de baches aéreos en las rutas imperiales, no hará falta semejante osadía, para la que, a buen seguro, ya tienen nombre preparado.

Y es que, es muy duro, recorrer un paisaje, y los restos de un paisanaje, tan maravillosos como este, extasiarte ante los pájaros, y los rebaños pastando la verde hierba primaveral, sin encontrar seres humanos en el trayecto. Ruinas majestuosas, dólmenes y menhires, pueblos amurallados, castillos que perduran, a pesar de su inevitable puerta falsa o de la traición, que digo yo que ya son ganas de hacerlos con semejante puerta, sabiendo para qué va a servir.
En fin que, volveré cuando me sea posible a recorrer esos lugares que Jaramago -en portugués Saramago- reseña en su libro sobre Portugal y en los que nunca estuvo, si cotejamos sus descripciones con la realidad.

Monsanto, Marvao, Idanha a Velha, Castelo de Vide, Coria, Brozas, Arquillo, El Palancar, son lo mas parecido que tengo al condado faulkneriano de Yoknapatawpha, y me corresponde sufrirlo, disfrutarlo y, sobre todo, quererlo. Mientras pueda.


P.D.-

1.- Ordenes militares y desamortización. Los caballeros del Templo llegaron a poseer extensiones superiores a las de las actuales provincias. Los de la orden de Alcántara no hicieron otra cosa que ocupar el vacío de poder propio de la reciente conquista de terrenos musulmanes por los ejércitos cristianos. Sus restos patrimoniales fueron usados siglos más tarde, para intentar cancelar las deudas del estado español mediante las consecutivas desamortizaciones que transformaron en ruinas los fastos arquitectónicos, militares o religiosos, convirtiendo conventos y palacios en naves ganaderas o talleres de artesanos, cuando los hubo, reconvertidos algunos ahora en residencias u hoteles, gracias al maná, a la limosna recibida de las autoridades, las mismas que, hace menos de dos siglos arruinaron al país para distribuir los restos de este pasado de dudosa gloria entre los pudientes. Hoy mustio collado.

Curioso ver las ermitas supervivientes dedicadas al santo patrón local, idéntico en los pueblos de uno y otro lado, cercanos a la raya marcada por el rio Sever. Distinto país, lengua diferente, idéntico santo.
Igualmente las picotas, los rollos castellanos o manuelinos, plantados en la plaza o en el camino de entrada de todos estos lugares, nos recuerdan que el poder real llega hasta lugares infinitos, y no importa si deshabitados, si es menester. Los innumerables menhires y dólmenes que pueblan los campos desde tiempos difíciles de precisar, añaden la pátina misteriosa de la civilización que precedió a aquellas que nos dejaron pistas sobre las que nuestra imaginación, ayudada por esos profetas del pasado a los que llamamos arqueólogos, y a las que llamamos ancestrales. 

Los que lleguen, o queden, después de nosotros, seguirán sorprendiéndose igualmente, y volverán a entonar los versos de la canción a las ruinas de Itálica, de Rodrigo Caro.
Joyas esparcidas desde el neolítico a lo ancho de esta zona, como el gigantesco Menhir de Meada, junto a Castelo de Vide, el más alto de la península, o el altar rupestre de Peña Carnicera en Mata de Alcántara, como tantos otros, esperando su “puesta en valor” según modismo político, o al menos el libre acceso a los interesados por la cultura megalítica.

2.- Las casas de misericordia, residencias para pobres de solemnidad, casas de “Por Dios” a este lado, y dedicados en la otra parte a determinados gremios y oficios, sobreviven bajo la dirección de ordenes religiosas en un país oficialmente laico, donde el estado es el titular de la mayoría de edificios eclesiales de cierto valor, dedicados hoy a actividades culturales, de culto profano obviamente. Las residencias de ancianos nuestras, al menos las públicas, justifican, afortunadamente, la sensación de vivir tiempos más solidarios.

3.- No hay niños en el camino del viajero, más allá de los rubios que alguna pareja joven de turistas pasea por lugares que difícilmente van a recordar. Tampoco inmigrantes en un terreno absolutamente inadecuado para ellos, donde durante siglos, estamos en el sexto de ellos, las migraciones aquí solo tienen un sentido, hacia fuera.

4.- Privatizar o nacionalizar, esa es la cuestión.- Las pousadas portuguesas, ubicadas en edificios históricos, tan singulares como majestuosos, han sido cedidas para su explotación al grupo privado de hoteles Pestana, que intenta, logicamente, mantener los ingresos por encima de los gastos, reducidos estos últimos hasta su practica extinción. El resultado es dantesco, ni un café puedes tomarte en ellos sin tener la sensación deprimente de que te va a alcanzar la ruina a ti también, si no huyes rápidamente de estos lugares.
Conste que también he vivido esos momentos en Zafra o en Tordesillas, pero en general los paradores están vivos e invitan a volver a ellos a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gozado. (Cervantes). Los del grupo Pestana y los gobernantes portugueses hacen un mal negocio de cara al futuro, sin duda.


5.- Sorpresa en Idanha a Velha, que merece otra versión más novelada.





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