Stolpersteine: “Una piedra en el
camino que puede hacer tropezar”
Gunter Demnig, artista y activista,
lleva desde 1992 colocando estas placas metálicas en el pavimento de
las calles de toda Europa, junto a la puerta de donde salieron
apresados los ciudadanos que terminarían en los campos de
concentración nazis. Más de 70.000 colocados hasta el día de hoy
y, desde hace poco, con su correspondiente extensión a las victimas
españolas, plateadas en este caso.
Toda la abultada literatura, acompañada
de documentales y medios de cualquier tipo, referidos a la barbarie
de los doce años de terror en los que millones de personas fueron
asesinadas durante el Reich, no son nada comparados con el silencio que
hemos vivido aquí, que vivimos en gerundio, todavía.
Llevo años sorprendiéndome por el
brillo en las aceras de estas piedras de la memoria en tantas
ciudades, y más me sorprende el que solo el viajero ocasional les
preste atención; supongo que los residentes ya estarán habituados,
e incluso aburridos, de este mantra que dura más de medio siglo, el
de que hubo victimas, innumerables, y por tanto debió haber
culpables.
Tradicionalmente la forma primigenia de
eludir la condena, no es alegar inocencia, es sencillamente negar la
existencia de la victima. Algo que allí no fue posible, algo que
nunca es posible, aunque el único recurso que le queda a la justicia
sea el de enumerar y registrar los nombres de aquellos que fueron
exterminados. Supongo que es algo necesario, aunque el recuerdo a los
individuos quede unicamente recogido en el plano de la crónica de
sucesos, una vez transcurridas dos o tres generaciones y
desaparecidos los nietos de esas victimas, en el caso de haberlos
tenido. El exterminio familiar buscaba ser completo, el genocidio lo
incluía en su definición que, por cierto, no tuvo lugar hasta
después de sucedido, concretamente hasta cuando algunos pocos
responsables pagaron el único precio razonable para la justicia
internacional de los vencedores, el cuello bajo la soga.
Acabo de leer “Calle Este - Oeste”
de Philippe Sands, sobre la génesis de este concepto, genocidio, y
del de crímenes contra la humanidad, que los son todos los que se
realizan sobre el individuo, sin necesidad de agrupar las victimas
bajo etiquetas que pueden distraer de la cuestión.- ojo a los
crímenes de género- . Ambos conceptos estaban latentes a lo largo
de la historia y lo único que cambió fue el hecho de poder condenar
a un gobierno, a todo un estado, en la cabeza de sus responsables,
como titulares del disparate. Fue en Nuremberg, donde una docena
larga de altos cargos fueron condenados.
Hoy esta imprescindible matraca sigue
machacando las meninges de medio mundo, espero que al menos de los
que leen, o de los que tengan sensibles las meninges; el libro está
recién escrito y publicado. Y las piedras en el camino que “pueden
hacer tropezar” son tan solo un testimonio, perecedero, sobre
aquello que, razonadamente, no debería volver a suceder.
Algo que sin embargo no ha sido así,
la historia es muy suya y, solo se escribe con sangre ajena. Turcos
contra armenios, Hutus y tutsies, Serbios y vecinos, Chiies y sunies,
o blancos y rojos como los pintaba Borges en algún cuento. Todo es
valido para justificar la matanza, el pogromo, que nunca ha sido
exclusivo de una religión o grupo, por mas que estos fuesen
prácticamente exterminados en Europa y ahora protagonicen,
merecidamente, el desagravio de las piedras amarillas.
Aquí, en nuestras calles, todavía son
excepcionales las chapas plateadas, y me temo que si llegan a
multiplicarse resulten extemporáneas respecto a la memoria vivida de los
que pisan sobre ellas. Nadie va recordar nada en un lugar donde,
aparentemente, nunca sucedió nada.
No hubo campos, lager, gulag, ni
muertos, en tiempos que fueron de paz. Ni tan siquiera tuvimos el
comodín de la guerra, que había terminado, tan solo el silencio, el
silencio absoluto y el tiempo interminable convertido en
notario de la historia, de casi un siglo de paz, y no escribo de paz
y justicia porque el teclado me acalambra los dedos.
Y pasan los años, como en la
sevillana:
Pasa la vida
Y no has notado que has vivido cuando
Pasa la vida
Y no has notado que has vivido cuando
Pasa la vida
Pasa la vida
Tus ilusiones y tus bellos sueños
Todo se olvida
Tus ilusiones y tus bellos sueños
Todo se olvida
Pasa la vida
Igual que pasa la corriente
Del río cuando busca el mar
Y yo camino indiferente
Allí donde me quieran llevar
Y no has notado que has vivido cuando
Pasa la vida
Y no has notado que has vivido cuando
Pasa la vida
Pasa la vida
Tus ilusiones y tus bellos sueños
Todo se olvida
Tus ilusiones y tus bellos sueños
Todo se olvida
Pasa la vida
Igual que pasa la corriente
Del río cuando busca el mar
Y yo camino indiferente
Allí donde me quieran llevar
Y nos sentimos aliviados al olvidar lo
que nunca hemos recordado. Al comprobar lo malos que han
sido...ellos. Nos dan lástima y ejercitamos nuestra indignación por
aquellas victimas....ajenas. Incluso nos sentimos orgullosos de que
un juez español lleve a un tribunal internacional, y logre condenar
por crímenes contra la humanidad a un Pinochet, uno de ellos, con la
ceguera impuesta de un país que se niega a reconocer los propios,
por la sencilla razón de que nunca los ha cometido, ya digo.
Llega el ilimitado disparate a
etiquetar a las victimas propias como represaliadas. A cambiar el
significado de las palabras para así cambiar el de las ideas, el del
pensamiento, que es lo que pretende.
¿Represalia?
nombre femenino
- 1.Acto de hostilidad con que un estado responde a otro o a alguien por una ofensa recibida.
- 2.Acto de hostilidad con que una persona responde a otra como
venganza por un daño u ofensa recibidos.
Ya cuento con el micromachismo de la
macrogilipollez que nos domina, pero soy tan inocente de la feminidad
de la palabra como las victimas lo son de la ignominia de llamarlas
represaliadas.
La RAE, funcionarios del estado
represor, según los litigantes del nordeste patrio, lo define de
modo similar:
1. f. Respuesta de castigo o venganza por alguna agresión u ofensa.
2. f. Retención de los bienes de una colectividad con la cual se está en conflicto, o de sus individuos.
.
Más de lo mismo, y en ningún caso
puede ni debe aplicarse el termino a personas que han sido
encarceladas, o muertas, sin antecedentes demostrados de agresión u
ofensa que lo merezca legalmente, y sin un juicio previo. Más
todavía en tiempos de paz.
No puedo pedir, consciente de su
inutilidad, el que deje de llamarse represaliado a quien
sencillamente fue encarcelado, en muchos casos hasta morir, o
marginado y vilipendiado a lo largo del resto de su vida, sin juicio
previo en muchos casos, o bajo un tribunal militar, en tiempos de
paz, insisto.
Sí, poner en evidencia la maldad, cuando
no simple incompetencia, de los políticos, periodistas, o
tertulianos cutres, que usan este injusto adjetivo no haciendo otra
cosa que insistir en la culpabilidad presunta de las victimas. Ya que
las hubo, al parecer, al menos mantener que fueron culpables, y que
por tanto no hay motivos para, tan siquiera, colocar una placa
metálica plateada en las puertas de quienes sufrieron.
¿Miles? ¿Centenares de miles?. No
importa. De momento medio millar de ellas en Madrid y dos docenas en
Palma. El resto de nombres, donde no molesten, en el silencio
sepulcral del olvido.
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