miércoles, 22 de abril de 2009

DEL SALÓN EN EL ANGULO OSCURO..




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De su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase la lira.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las mias..


Lucio Domitio Claudio Nerón. Emperador romano, último de su dinastía, embarcado en un despotismo delirante, cometió toda clase de atrocidades y extravagancias: se dedicó a hacerse adular como poeta, músico, bailarín y deportista en actuaciones públicas; hizo arder la ciudad de Roma para reconstruirla a su gusto. Escribe Suetonio que Nerón se puso a tocar la lira y cantar el Iliupersis mientras veía arder Roma a sus pies
Desató persecuciones contra los cristianos acusándoles de ser los culpables del incendio; intentó ganarse al pueblo con espectáculos y regalos con los que arruinó el tesoro imperial
Tres años después se rebelaban contra él los gobernadores de las Galias (Julio Vindex), la Hispania Citerior (Galba) y Lusitania (Otón)”.
(De copia y pega)

Más o menos, debió ser así.
Ya, de entrada, en la pelicula, en versión original- a saber que fue lo que nos colaron en Mongo- figuraba una etiqueta roja en la que podía leerse “Not suitable for children”, No apta para niños. O sea que la cosa debió ser realmente gorda.
No hace mucho tiempo, unos eones atrás, tuve que escuchar a una compañera progresista gritar espantada:
- ¡Dios mío. Caligula! ¡Es Caligula!. Refiriéndose al entonces presidente progresista del gobierno mongiano.
Un servidor, de natural pacífico y algo bovino, lo primero que hizo fue sorprenderse de ver que alguien tan próximo, por primera vez en su vida de espectador, se cayese del caballo escuchando la voz de “!Saulo, Saulo!, ¿Por qué me persigues?, y lo segundo fue agarrarse la obra de Camus, D. Alberto, que para mas inri es teatro escrito, y eso es como beber el vino con gaseosa, y adentrarse en el tenebroso mundo de Junia Claudia,- que luego se liaría con El Jabato-, y de Incitatus o Impetuoso, el caballo que, miren por donde es la marca de mis calzoncillos, y de las barbaridades que el poder puede provocar cuando está al servicio de una mente enferma.
Comprendí y asentí en la afirmación de mi colega izquierdista, a la vez que me admiré de las barbaridades, de la machacona insistencia, del deja vu, del erre que erre con que la historia se obstina en golpearnos.
Luego de Claudio, el pájaro por excelencia, se me ocurrió revisar la figura de Nerón y lo más cercano que encontré fue la pelicula. La versión del Hollywood de los cincuenta,- década de oro de sus estudios-, que no pasaba de ser la historia de romanos y cristianos, al gusto del cardenal norteamericano que, entonces, mandaba en el orbe y que fue quien nos impuso el rosario, radiado, de media tarde, entre el sagrado corazón que estaba en la puerta, sobre la mirilla, y la estampa de la sagrada cena que adornaba el zaguán. Un argumento propio de cuaresma, cuando para nosotros era cuaresma todo el año.
Por eso sabíamos que los romanos eran malos y que sus gobernantes estaban locos.
La pelicula era de Mankiewick, creí recordar, -y es que recordaba mal-, la que era de Sienkiewicz, de otro Mankiewick era la novela , legado del abuelo en una edición de dos pesetas, de la colección Novelas y Cuentos, que, afortunadamente se salvó de las llamas, ignorando los dictados del Índice, que no era un dedo acusador, sino la lista de libros malditos – prácticamente todos los libros- condenados por el sumo tribunal eclesiástico, a los que había que purificar a través del fuego, o romper, o incluso enterrar. Hasta ahogarlos llegó a proponerme mi director espiritual, con escaso interés y ninguna convicción por su parte-, algo así como que con decirlo con la boca pequeña, muy pequeñita, ya quedaba el asunto zanjado. De tal modo que, gracias al poco ardor guerrero del soldado de Cristo pude conocer otra versión, mucho mas edificante, como pueden suponer, de la historia del señor de la lira, y señor de Roma, que lo fue también.
La novela es otra cosa bien distinta de la pelicula, a pesar de que la línea argumental está preservada. Se extiende todo lo que quiere, y mas, en el retrato sociopolítico de una epoca en la que Roma y sus avatares tuvo un estrecho paralelismo con la Polonia de Henrik Sienkiewicz, el autor Nóbel, que acababa de salir mas que crucificada de los restos del imperio austrohúngaro, gracias a las virtudes del ultimo de sus divinos emperadores. Con lo que muchos lectores habrán despejado de una puñetera vez sus malévolas e infundadas sospechas de que “¿Adonde vas?” o sea “Quo Vadis” tenga alguna relación con el aquí y el ahora nuestro. Supongo que aquel dispuesto a pecar con el pensamiento no solo es libre sino que además quedará impune al hacerlo, y seguirá haciéndolo. Pero por si quedase alguna duda tengo que reseñar que el personaje mas entrañable- aparte del tío gordito de la lira, al que seguí viendo con el rostro de Peter Ustinov a lo largo de toda la novela- sea Chilon Chilonides, el mas indigno, falaz y fementido traidor, dispuesto a sacrificar a miles de inocentes a cambio de eso que todos imaginan. Sin embargo, a la hora de la verdad tambien se cae del caballo y termina en la cruz por defender a aquellos que fueron sus victimas. O sea que de paralelismos nada.
Sucede que una infancia tan mortificada como la de los niños de Mongo, ilustrada con historias tan edificantes como esta, acababa teniendo ciertas válvulas de escape, sin las cuales nos hubiésemos vuelto locos o incluso célibes, -y no se que cosa es peor-, y que gracias a ellas, a estas escapatorias mentales en forma de tebeos trivializadores de la historia universal en general y de la imperial – tuvimos un Imperio. Snif, Snif – en particular, pudimos introducir una pizca de humor liberador que nos permitió crecer en el mundo real al descontextualizar los fantasmas y convertirlos en eso, en fantasmas. Bastantes tuvimos, tenemos, y tendremos, si Dios nos concede larga vida para ello.
Como, al igual que el cine americano, no quiero dejar fleco alguno para que sea rellenado por la imaginación del lector, me permito exponer algunos reflejos del párrafo anterior advirtiendo, como siempre, que el orden no importa.

















P.D.- Al final Fideo de Mileto siempre terminaba bien. Y, aunque nunca soltase la lira, esta era de papel. Como todas las historietas de Bruguera.
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1 comentario:

  1. Emilio,me ha gustado lo de que: " Un argumento propio de cuaresma, cuando para nosotros era cuaresma todo el año". Un abrazo. Fede

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