--------------------------------------------------------------Cerrado está el mesón a piedra y lodo. Nadie responde. Al pomo de la espada y al cuento de las picas el postigo va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa! A los terribles golpes, de eco ronco, una voz pura, de plata y de cristal responde... Hay una niña muy débil y muy blanca en el umbral. Es toda ojos azules y en los ojos lágrimas. Oro pálido nimba su carita curiosa y asustada. “¡Buen Cid, pasad...! El rey nos dará muerte, arruinará la casa, y sembrará de sal el pobre campo que mi padre trabaja... Idos. El cielo os colme de venturas... ¡En nuestro mal, oh Cid no ganáis nada!” Calla la niña y llora sin gemido... Un sollozo infantil cruza la escuadra de feroces guerreros, y una voz inflexible grita “¡En marcha!” El ciego sol, la sed y la fatiga. Por la terrible estepa castellana, al destierro, con doce de los suyos -polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga.
Manuel Machado ( lo escribió en verso)
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- Sois la peor familia a la que jamás me he afiliado.
- “Os habéis esforzado y para qué? Para nada. Moraleja: No os esforcéis más”.
- “Cómo va a hacer la educación sentirnos mejor?. Cada vez que aprendo algo nuevo empuja a algo que ya había aprendido. Recuerda cuando hice aquel curso de probador de vinos, que se me olvidó cómo conducir…”
- Las tres frases cortas que sacarán tu vida adelante: "¡No digas que he sido yo!", "Oh, buena idea, jefe." y "Estaba así cuando llegué".
- Hijo, es un evento deportivo, no se trata de perder o ganar, si no de cuánto te puedas emborrachar.
- ¡Que no cunda el pánico! Recuperaré el dinero vendiendo uno de mis hígados.
- No dejes que la muerte de Krusty te afecte, hijo. La gente siempre acaba muriéndose. Es más, mañana tú mismo podrías aparecer muerto. Buenas noches.
- "La solución a los problemas de la vida no se encuentra en el fondo de una botella. Está en la televisión"
- "No podemos vivir culpándonos. Hay que culparnos una sola vez y seguir adelante"
- Lisa cariño , los vampiros no existen , son seres imaginarios como los duendes o los esquimales
- Antes dudaba de la existencia de Dios, ahora se que existe… soy yo
- Lisa, eres mi mejor logro, y lo hiciste tu solita
- “Os habéis esforzado y para qué? Para nada. Moraleja: No os esforcéis más”.
- “Cómo va a hacer la educación sentirnos mejor?. Cada vez que aprendo algo nuevo empuja a algo que ya había aprendido. Recuerda cuando hice aquel curso de probador de vinos, que se me olvidó cómo conducir…”
- Las tres frases cortas que sacarán tu vida adelante: "¡No digas que he sido yo!", "Oh, buena idea, jefe." y "Estaba así cuando llegué".
- Hijo, es un evento deportivo, no se trata de perder o ganar, si no de cuánto te puedas emborrachar.
- ¡Que no cunda el pánico! Recuperaré el dinero vendiendo uno de mis hígados.
- No dejes que la muerte de Krusty te afecte, hijo. La gente siempre acaba muriéndose. Es más, mañana tú mismo podrías aparecer muerto. Buenas noches.
- "La solución a los problemas de la vida no se encuentra en el fondo de una botella. Está en la televisión"
- "No podemos vivir culpándonos. Hay que culparnos una sola vez y seguir adelante"
- Lisa cariño , los vampiros no existen , son seres imaginarios como los duendes o los esquimales
- Antes dudaba de la existencia de Dios, ahora se que existe… soy yo
- Lisa, eres mi mejor logro, y lo hiciste tu solita
Homer Simpson ( solo transcribió la realidad)
¿Y si la vida fuese solo un álbum de cromos?
Hubo un tiempo en que los vicios eran privados, y las virtudes públicas.
El vicio es esa “fuerza que quiere crear el mal y siempre crea el bien” como diría el Mefistófeles de Goethe o la “mano invisible” de Adam Smith. La idea liberal, según la cual, el bien común o el interés de la colectividad, sólo es posible a través de la búsqueda individual del propio interés o beneficio. Es el afán de todo hombre por conseguir más, y que le lleva a hacer cualquier cosa –cualquier cosa- por obtener lo deseado.
El vicio privado, a la larga seria beneficioso para la colectividad, y las virtudes solo la imagen pública que prestase el envoltorio de bondad sin límites al oculto e impenetrable paquete de medidas imprescindibles, aunque dolorosas, para lograr el bien común. O al menos para que unos cuantos lo intentasen saltándose uno tras otro aquellos principios morales que no cesaban de pregonar sus mayores.
Los versos, magníficos, de ultratumba. Con héroes de una época cuando las virtudes públicas lo eran todo, y los vicios solo existían en los libros de religión, en los países paganos o sea, aunque hubiese que acudir a la edad oscura, esa de donde nadie ha vuelto todavía, para recordarnos las bondades innatas, y externas, ya digo, del superhombre de aquí. (Nietzsche estaba proscrito, por supuesto). En ese instante, el pasado y el presente se funden, un fundido en negro que aparenta un largísimo salto temporal, pero que los cinéfilos nunca interpretan como otra cosa distinta de lo que en realidad es, la parte que sigue a otra parte, de la misma película.
El verdadero salto espacial, el universo paralelo del que nos habla Flash Gordon, la entrada real en la nueva dimensión, sucede de manera imperceptible, pasando del desprecio a la retórica de la virtud exterior, y de sus aláteres, como el infravalorado M. Machado, a la inmersión en las profundidades del mar helado de Coralia, al este de Arboria, donde la reina Undina, al igual que las otras reinas – allí la paridad, afortunadamente, era una realidad – no pensaba en otra cosa que en conocer a nuestro rubio héroe, conocer en el sentido bíblico se entiende.
Y de pronto, el paisaje, que sigue siendo muy parecido, ya digo, nos presenta un ambiente en el que los vicios son públicos, son necesarios para el bien común y por tanto, ya no tiene sentido ocultarlos. La sociedad ha madurado durante el largo viaje, se ha hecho adulta, y ha comprendido que si los principios no tienen sentido, habrá que pensar exclusivamente en los finales, en el aquí y el ahora, que para luego es tarde.
No hay necesidad de dedicatoria en el regalo que nos hacen los gobernantes con su entrega ilimitada, ni tan siquiera un celofán coloreado que preste el tradicional tono apastelado a sus intenciones. En crudo y, mejor en directo. Todos los defectos que individualmente han tenido el privilegio de acabar con una u otra de las polis griegas, se unen ante la necesidad de reforzar la imagen de un Mongo que relega las virtudes al terreno de la nostalgia individual que, como todo el mundo sabe, es una de las peores enfermedades del alma.
No hay yin ni yan, no hay algo mas estupido que la comparación gratuita entre el blanco y el negro, -ambos colores son imprescindibles-, tan solo la contemplación alternativa de estos, de los dos álbumes de cromos, el de El Cid y el de Los Simpsons, y la perplejidad que ello me ocasiona. Los sentimientos que desprende la revisión de sus viñetas. El miedo y la risa.
Hubo un tiempo en que los vicios eran privados, y las virtudes públicas.
El vicio es esa “fuerza que quiere crear el mal y siempre crea el bien” como diría el Mefistófeles de Goethe o la “mano invisible” de Adam Smith. La idea liberal, según la cual, el bien común o el interés de la colectividad, sólo es posible a través de la búsqueda individual del propio interés o beneficio. Es el afán de todo hombre por conseguir más, y que le lleva a hacer cualquier cosa –cualquier cosa- por obtener lo deseado.
El vicio privado, a la larga seria beneficioso para la colectividad, y las virtudes solo la imagen pública que prestase el envoltorio de bondad sin límites al oculto e impenetrable paquete de medidas imprescindibles, aunque dolorosas, para lograr el bien común. O al menos para que unos cuantos lo intentasen saltándose uno tras otro aquellos principios morales que no cesaban de pregonar sus mayores.
Los versos, magníficos, de ultratumba. Con héroes de una época cuando las virtudes públicas lo eran todo, y los vicios solo existían en los libros de religión, en los países paganos o sea, aunque hubiese que acudir a la edad oscura, esa de donde nadie ha vuelto todavía, para recordarnos las bondades innatas, y externas, ya digo, del superhombre de aquí. (Nietzsche estaba proscrito, por supuesto). En ese instante, el pasado y el presente se funden, un fundido en negro que aparenta un largísimo salto temporal, pero que los cinéfilos nunca interpretan como otra cosa distinta de lo que en realidad es, la parte que sigue a otra parte, de la misma película.
El verdadero salto espacial, el universo paralelo del que nos habla Flash Gordon, la entrada real en la nueva dimensión, sucede de manera imperceptible, pasando del desprecio a la retórica de la virtud exterior, y de sus aláteres, como el infravalorado M. Machado, a la inmersión en las profundidades del mar helado de Coralia, al este de Arboria, donde la reina Undina, al igual que las otras reinas – allí la paridad, afortunadamente, era una realidad – no pensaba en otra cosa que en conocer a nuestro rubio héroe, conocer en el sentido bíblico se entiende.
Y de pronto, el paisaje, que sigue siendo muy parecido, ya digo, nos presenta un ambiente en el que los vicios son públicos, son necesarios para el bien común y por tanto, ya no tiene sentido ocultarlos. La sociedad ha madurado durante el largo viaje, se ha hecho adulta, y ha comprendido que si los principios no tienen sentido, habrá que pensar exclusivamente en los finales, en el aquí y el ahora, que para luego es tarde.
No hay necesidad de dedicatoria en el regalo que nos hacen los gobernantes con su entrega ilimitada, ni tan siquiera un celofán coloreado que preste el tradicional tono apastelado a sus intenciones. En crudo y, mejor en directo. Todos los defectos que individualmente han tenido el privilegio de acabar con una u otra de las polis griegas, se unen ante la necesidad de reforzar la imagen de un Mongo que relega las virtudes al terreno de la nostalgia individual que, como todo el mundo sabe, es una de las peores enfermedades del alma.
No hay yin ni yan, no hay algo mas estupido que la comparación gratuita entre el blanco y el negro, -ambos colores son imprescindibles-, tan solo la contemplación alternativa de estos, de los dos álbumes de cromos, el de El Cid y el de Los Simpsons, y la perplejidad que ello me ocasiona. Los sentimientos que desprende la revisión de sus viñetas. El miedo y la risa.
La negativa a intentar buscar las causas de lo primero y el bloqueo mental para intentar prevenir, o al menos vislumbrar, las consecuencias de lo segundo.
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" Si he sido malo y nadie me pilla, ¿Eso me convierte en bueno?"
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