lunes, 8 de junio de 2009

AL FINAL, LAS COSAS LLEGAN IGUAL QUE SE VAN...




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Sépase, pues ya no puedo
Levantarme ni caer
que al menos puedo tener
perdido a Fortuna el miedo


(Juan de Taxis-Conde de Villamediana)


Los irascibles ciudadanos de Mongo son absolutamente intolerantes con las risas ajenas, con las risas referidas a ellos, principalmente. Y ello, aunque la referencia, su atribución, sea meramente soñada, imaginada, o simplemente fruto del sofisma más habitual: Alguien se está riendo. ¿De que o quien se rien? ¿Existe en el planeta alguna persona que pueda suscitar el interés ajeno, aparte de mi? Conclusión: Estoy siendo seriamente humillado y he de responder a la afrenta.
Esto bien lo saben los que se dedican a los asuntos públicos, eufemismo para no decir los que viven de algo que no sea su trabajo personal,- sectores primario, secundario e incluso terciario-, y por ello utilizan la técnica de la corrección política, para evitar herir susceptibilidades que originen situaciones como la última del conde de Villamediana, el amante de la reina, el pobre.
Este es su primer comodín en el juego, la precaución exacerbada, durante la primera parte de la lidia, en la que lo conveniente es que la risa “no se me note”. Y no suele ser de difícil ejecución, basta no mentar los tres vértices del triangulo eterno, el dios patria y rey de cada uno, y hacerse solidarios con todos los grupos marginales -cuanto mas marginales mejor, mas espectacular, y…mas barato- a la vez que dejar constancia de que ellos no se rien nunca. (llevan corbata).


La segunda boya en el flotador de los poderosos, es de mayor fundamento. Una vez establecido el escudo protector en el primer nivel, hay que acudir a la palanca fundamental del poder, que no es otra que el conocimiento. Y no me refiero al saber filosófico o científico, sino al conocimiento de que unos pocos, ellos, son mas listos - y lo saben- que los demás, que son los portadores e incluso los generadores de la verdad verdadera y que, por tanto, al resto solo le queda el asentimiento ante las maravillas que el poder desprende, y la fe ciega en que el maná nunca les va a faltar.
Aquí el peligro está acechando detrás de cada palabra, de cada comunicado, y de la verosimilitud que las proclamas tengan una vez contrastadas con la realidad circundante de Mongo. Si aparecen discrepancias ostensibles, estas se transforman en sospecha de fraude, en la duda que cuestiona la verdad oficial, y en el camino que conduce a mirar detrás de las bambalinas y comprobar que la tramoya es el todo, que no hay nada mas en el escenario.

Normalmente el comodín es llamado propaganda, a la que suelen ser receptivos los espectadores que lo son exclusivamente por el miedo reverencial al estrado y por la fe en la pantalla catódica. Esta circunstancia pone en pie el segundo elemento definitorio del carácter monguiano. No les gusta que los engañen. Sienten que los están llamando tontos implícitamente, y aquí suelen reaccionar con la misma receta que aplicaron al conde de Villamediana, pobre conde.


Queda todavía un tercer nivel de ineficacia para los que llevan la vara de mando - y además viven de ello, no lo olvidemos- que es cuando han usado la corrección política para que no se les note la carcajada y cuando han conseguido que la magia del espectáculo mantenga viva la fe en el artista, en el ser superior propietario en exclusiva de la verdad, de su verdad. Y es el momento en que se hace evidente que ni la risa ni la mentira son el peor pecado, que tan solo han sido los medios indispensables para llegar al mortal, al pecado fetén, al mas provechoso de los mandamientos en su incumplimiento, el séptimo creo, el de no robarás.
Aquí ya nos encontramos en una situación limite, donde ya no importa que el maná fuese solo un hongo adherido a las zarzas que mantuvo sin hambre al pueblo elegido durante un par de días hasta que el dolor de tripas les hizo ver que algo iba mal en el relato, donde ya no importa que la voz que clama en el desierto, el mitin o en la barra del bar, solo sea el eco inaudible de una patraña. Comienza a cobrar sentido la evidencia de que alguien se está comiendo tu queso, y no el del cuento del ratón, sino el queso que tu has elaborado con el cuajo de cardo de tu huerto y con la leche de tu vaca que has alimentado con la hierba de tu prado. Lo llaman corrupción que es un pecado no filiado en el santoral del infierno. Pero aquí, al estupor de ver que tu esfuerzo, para ti estéril, solo sirve para engordar a quien se lo lleva a cambio de nada, sigue la ira que debidamente liberada de su sólido estuche por el hambre, ese instinto irracional, para el que no existen barreras formales, conduce a la tercera estocada que nuca llegó a recibir el desdichado amante. De hecho el señor conde solo recibió una, o mejor dicho media estocada, pero con un arma blanca de tal magnitud que no fue necesario ensañarse con el muerto.


Este episodio, que hoy traigo a estas páginas, es uno de esos oscuros capítulos de nuestra historia en los que el autor, el inductor y las motivaciones quedaron a recaudo, a expensas de su finalidad, también, del interés publico, del bien común, y por tanto pertenecen sus nombres al secreto oficial, tan alejado él, y tan cercano, de la leyenda popular, de los romances de ciego y si me apuran hasta de la copla.
Los sabios, cronistas y amigos de los de siempre, dirán que lo hizo un noble, otro, movido por lavar la afrenta al honor de Mongo, que la sospecha sobre la honestidad real había convertido en un serio peligro para la estabilidad del gobierno de Mongo. Ya saben lo de la mujer del Cesar. Otros que por celos, o que por una disputa sobre gustos musicales – me adhiero- como denota el que eligiesen los aledaños del palacio de la opera para el evento. Los mas razonables sugieren que el poeta, mujeriego, torero y afortunado jugador de naipes, había picado muy alto, demasiado, y que no fue otra cosa que un acto de justicia, antes de que la Inquisición - ella - llevase a la hoguera a sus sirvientes y a los de sus amigos ante la ausencia de sus señores. Esto último es histórico, 5 dic 1622, la acusación: pecado nefando, sodomía. Primero la ejecución, luego la condena, finalmente el olvido.

Afortunadamente las cosas han cambiado tanto, para bien, en cuatrocientos años, que situaciones mucho peores, los delitos de nuestros días, son resueltos, o disueltos que viene a ser lo mismo, con el sencillo ademán de dar cuerda al reloj, sin acritud, sin gran esfuerzo, permitiendo que el tiempo siga su marcha. Y es que el tic tac además, como decía el vecino de Bernardo Atxaga, hace mucha compañía.



P.D.- Cuenta mi amigo Federico que, hace unos días en La Habana, en la obligada tertulia que acontece en un largo trayecto en auto, con un provecto, y sabio sin duda, taxista.

Ante el derrotero preocupante que sobre la realidad presente de allá, o de acá, igual da, tomaba la discusión, le oyeron decir:

-Nunca sabremos lo que nos depara el pasado-

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1 comentario:

  1. No se gobierna a los hombres en función de la realidad de las cosas sino de las representaciones que una sociedad se hace de ellas. Éstas no son asunto de esquemas ni de cifras sino de amor y de odio. Las representaciones del adversario son diabólicas, las del protector son angélicas. Llevad el agua a ese molino, sin abrir demasiado el expediente. En política, dos y dos son cuatro, es el principio del fin. Tomad, un ejemplo. "
    Regis Debray
    Alabados sean nuestros señores

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