viernes, 30 de octubre de 2009
HOY VAMOS DE HALLOWEEN. OPTIMISTAS.
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De la lucha contra el maligno depende nuestra supervivencia.-
No busquemos en el diablo los signos clásicos de su maldad, cuernos, cola, rubicundez o mal aliento y sonrisa sardónica (simulada), mas bien fijémonos solamente en la corbata.
Aceptemos la convivencia con él, ya que resulta inevitable, porque el demonio forma parte del hombre, no hay que ir a buscarlo en los libros sagrados., ni en el infierno, porque también está entre nosotros.
Aceptemos la defensa contra el mismo, como Sísifo acepta la lucha contra su condena, como algo inevitable y como característica más noble del ser humano, el reconocer como propia e ineludible la pelea cotidiana contra el mal.
Solo así podremos evitar que lo malo, que forma parte de nosotros, se convierta en lo peor.
Por ello hoy, estableceremos una parábola, que tanto gusta a los feligreses, sobre el doping, el fraude deportivo y los ineficaces medios para combatirlo.
Tan viejo como el mundo. Se establecen unas normas de convivencia infranqueables llamadas leyes, se recoge una sanción especifica para el trasgresor, cárcel u hoguera -dejadme ¡Ay!, que yo la prefiera, según Krahe- y se aplica inexcusablemente.
Con tan elemental sistema, la turbamulta esta, también llamada humanidad ha llegado, a trompicones, todo hay que decir, hasta nuestros días.
Sucede que el diablo es listo, por eso sigue existiendo y sigue jodiendonos, y suele encontrar la grieta, la escapatoria necesaria para permitir que los delincuentes, felones ellos, consigan la sentencia exculpatoria cuando no directamente el honor mediático de ser reconocidos como triunfadores por encima del bien y del mal.
No es solo que el mal se adapte a las normas en vigor, sino que usualmente, su equipo de I+D, al que dedica suculentas partidas del botin, lo hace adelantarse a ellas.
El ejemplo de nuestros deportistas es esclarecedor, ya que de deporte estamos hablando.
Cuando las pruebas para detectar determinadas sustancias prohibidas llegan a ser eficaces, ya llevan, generalmente, años, usando otras indetectables. Y cuando las nuevas puedan evidenciarse será porque hay otras, novísimas ellas, en el mercado del tongo.
Observamos, además, dos circunstancias agravantes que, no obstante figuran como eximentes. La primera es la existencia de una figura indirecta, la del proveedor del pecado, del intermediario en el tarugo, del especialista en distribuir los productos prohibidos pero no detectables, y que suele ser además la figura que, convertida en un personaje reconocible de la opera, el malvado, el bajo que siempre impide que el tenor y la soprano acaben en la cama, el malo por antonomasia, que recoge toda la antipatía del espectador y deja escapar al resto, a los que cobraron y desafinaron a la vez.
Los héroes del pantalón corto acaban bajando, indudablemente un escalón en el olimpo, cuando son pillados en falta, pero sus fieles suelen ser compasivos, y sus emolumentos, indebidamente ganados quedan, siempre, a buen recaudo, por encima del bien y del mal.
La segunda, y es aún mas perniciosa, es la exclusión de determinadas y excelsas figuras, bien por la precaución de ser los primeros en dejar de usar la droga obsoleta, o por el dudoso azar de no ser sometidos al test., al juicio de Dios, el día aquel en que se decidió todo. O incluso, peor todavía, por la imposibilidad de desmontar el fraude por los medios de comunicación que lo promovieron, sin el riesgo de resultar estos dañados en el derribo, de tal manera que ciertos dioses siguen en el olimpo con la sospecha universal, y a veces también con la convicción de todos, de que no son lo que parecen ni están donde debieran.
Hasta aquí nada nuevo. A partir de ahora aun menos.
Extrapolemos el fraude deportivo, el de los ciclistas y su afición por las jeringuillas, el de los automovilistas tramposos que llevan décadas manteniendo un circo de pulgas en una caja vacía, o el de las atletas, least but not last, que han pasado del bocata hormonado de la RDA a, simplemente esconder los testículos en el abdomen y pasar por lo que no son. Extrapolemos todo lo anterior a los usos y costumbres de nuestros políticos, con la precaución de no generalizar, de no cubrir con la sombra de la sospecha a aquella mayoría inocente, hasta que no se demuestre lo contrario, es decir hasta que la formula establecida para la detección del nuevo tipo de fraude, que es el mas viejo de todos, ya que aparece en uno de los mandamientos de Moisés, el de no robarás, permita marcarlos y excluirlos del sillón, dándoles tiempo a recoger la cosecha y ponerla a recaudo de curiosos, y sobre todo de envidiosos y rivales.
Y dejando paso a otros que con nuevas técnicas de ocultamiento para los viejos pecados, permitan que siga la función otra temporada más.
Análogamente aparecerá la figura del intermediario, del organizador malvado, del responsable absoluto del desaguisado, que muchas veces no necesita un cargo directo o significativo, tan solo aparecer en segundo plano en los momentos fundacionales de cada nueva cadena de favores.
No es la última coincidencia. También la tercera lo es, la de los héroes, los que acabaron su mandato temporal, y así alcanzaron la gloria, y este es prácticamente el único merito que se les exige, el ser derrotados en la foto finísh de la meta cuatrienal, sin que antes no lo haya impedido ningún juez (de línea, por supuesto). También estos héroes quedarán impolutos por siempre jamás, ya que la historia que ellos mismos reescribieron gustosamente hasta el día de su partida, siempre guarda un párrafo oculto entre capítulos contiguos. “Hoy por ti, mañana por mi”.
Y por si fuera poco, les quedará una futura carrera personal como rapsodas y oradores bienpagaos – bienpagá por un puñao de parné. Que razón tenia Miguel- o directivos de empresas semipúblicas , siempre con la sospecha infundada, de los malpensados, de que nuestros próceres hicieron trampas aquella vez, y alguna mas, por si acaso.
Sin contar con la necesidad de los creyentes, de los que nunca aceptarán la orfandad de líderes, de colores, del equipo de toda la vida, sin el que realmente no importan la justicia, la libertad o incluso la supervivencia. Al fin y al cabo, nadie es perfecto, y la necesidad del creyente es infinita.
De eso se aprovechan usualmente los ministros religiosos, deportivos o políticos para recordarnos que sin ellos no somos nadie, que la humildad, el perdón, la tolerancia y la paciencia son las virtudes que no nos pueden faltar.
Ya veis que todo está atado y bien atado y que toda la parábola anterior no deja de ser el fruto del árbol del delirio de alguien que no llega a entender que la sociedad, la nuestra, tiene medios mas que sobrados para evitar cualquier atisbo de corrupción entre nuestros elegidos, elegidos por nosotros para que nos representen y nos defiendan, y que está perfectamente capacitada para detectar y apartar a los que vayan apareciendo por muy sofisticadas que sean sus técnicas de ocultamiento.
Y que, por muchas formas que adopte el malísimo, este será señalado, juzgado y enviado a la hoguera, para ejemplo de sus discípulos.
¿O no?
Y tengo mas preguntas sin respuesta.
-¿Hasta donde llega la podredumbre?
-¿Será suficiente la tradicional poda de las más que evidentes ramas secas para mantener vivo el arbolito?
-¿El injerto total, con otra variedad diferente - me ha salido un pleonasmo- será quizás la única solución? ¿Toco madera? ¿Hago el signo de la cruz? O ¿Ambas cosas? Lo digo por lo del pleonasmo.
Y para final, la mayor.
-Y de raíces ¿Cómo andamos?
Preguntas bastante facilitas para mis aviesos lectores, pero que a un servidor lo mantienen en un sinvivir.
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domingo, 25 de octubre de 2009
BIENAVENTURADOS # 8
BIENAVENTURADOS # 7
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Bienaventurados los que tienen cefalea, tos y fiebre alta, porque ellos darán de comer a mucha gente.
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domingo, 18 de octubre de 2009
SOBRE ESTRENOS QUE NO SON TAL COSA.-
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Dicen que, después del debacle en taquilla, ha llegado el colapso en las ventas del DVD, con lo que la codicia de los grandes del cine mundial, es decir, los de siempre, ha sufrido un tremendo castigo, bienmerecido por cierto. Llevan tiempo rasgándose los armiños por la terrible ignominia a que los vendedores de banda ancha los están sometiendo. Acusan a los interesados en el cine en particular y en el arte en general, de convertirse/nos en sanguijuelas que a corto plazo causaremos una anemia irreparable a todo el sector audiovisual primero y literario después.
Llevan razón solo en la primera parte de su exposición, en que les va mal y probablemente les va a ir peor, pero el resto del razonamiento es la más estúpida y patética de las pretensiones. Pretenden impedirnos el mirar por la ventana, al censurar y limitar el uso del mayor invento mundial en el terreno de la comunicación, nada menos que a nivel de los hitos que marcaron Edison, Bell o Marconi. Con el agravante de que el novísimo, el internet, está todavía como el bebe en el carrito señalando con el dedo las cosas cuyo nombre desconoce, sin permitirnos imaginar que sucederá cuando realmente eche a andar y a asociar todo aquello que quede a su alcance.
Me temo que los autores, como sociedad derechohabiente y sus acólitos, van a resultar otro concepto obsoleto en breve plazo y la compasión tendremos que dirigirla a todos los “negros”, esos miles de esclavos silenciosos y transparentes que llevan siglos, ya Dumas presumía de ello, alimentando, con su trabajo, semejante estafa. La presunción impuesta de que detrás de cada obra de arte existe un autor “legítimo” que junto a otros cuatro merecen el 80% del reparto de los beneficios del arte mundial, mientras el resto se pelea por cáscaras de altramuz, no es otra cosa que una patética y risible presunción.
Otra de sus apocalípticas profecías es la de anunciar el fin del arte, ya que nunca nadie más va a dedicar su tiempo en darse el gusto de realizar algo genial para lo que esté especialmente dotado. Esa pretensión es no menos estúpida que la de poner puertas, esclusas infranqueables, al intercambio digital de archivos. Si yo fuese artista ya estaría programado por estos señores, en una huelga general, de neuronas caídas, para demostrar al mundo que si los que se fingen autores dejan de cobrar, los de verdad se dedicarán al ostracismo, a la inacción, a parar la producción de este material de primera necesidad en el que oficialmente jamás han participado. Más de lo mismo.
Y es que uno va a las librerías, de la capital no vayan a creer, y se encuentra las estanterías llenas de ausencias y de basura a partes iguales, sin otra opción que recrearse en los centenares de tochos dedicados a la “novela histórica” y toca Hipatia esta temporada, cerca de quince títulos en el lugar de honor tiene la moza, o a la enésima saga detectivesca de origen nórdico, sin cuya existencia, realmente las librerías y todo lo que hay detrás, sin duda habrían desaparecido hace tiempo.
Con el cine sucede algo parecido, al menos en la ausencia de estímulos que polaricen al espectador. Las únicas buenas que llego a ver, las gratificantes que te incitan a volver a intentarlo, son curiosamente las clásicas, o las raras, exóticas o minoritarias que consigo a través de internet. Las primeras nunca se repondrán en salas, y menos en la televisión a mi alcance, - gol-tv me han puesto como canal único en el club -, y las segundas, las raritas tengo que disfrutarlas sin sensación de pecado alguno, ante la seguridad de que las probabilidades de estreno comercial o de su pase por el cineclub son remotas.
Figúrense que, en este último ya tengo destrozado el cincuenta por ciento de la programación trimestral, con monografías sobre el cine paritario, el homenaje a los cineastas del país amigo que toque esta vez, o sobre las películas rodadas en nuestro entorno cercano, aunque sea solo un inserto, un exterior trucado o una sugerencia localista en el título.
Me temo que los responsables culturales de estos eventos también estén poniendo su granito de arena, además de la mano a fin de mes, a la hora de mandar este asunto, el de la cultura popular, al carajo. Por ahí deberían buscar culpables los editores y productores, por el boicot explicito que les hacen los mismos señores que los subvencionan.
Y con el resto de la programación sucede lo mismo, incluyendo la cartelera actual, que cada día se me parece más a las subastas de arte, donde la mayoría de las obras me dan risa por su pretenciosa cutrez, a la minoría no puedo considerar objetos de mi deseo, por razones obvias, y las tres o cuatro que parecerían estar a mi alcance resulta que siempre se las lleva otro, o si las consigo en el mejor de los casos, resulta que ya las tengo repes. Como sucede en este caso.
Programan Katyn, que ya vi hace más de tres años, con la presunción por mi parte, de que, a pesar de optar al Nobel de ese año, perdón al Oscar, que es la misma mandanga pero mas divertida, su tema y su realización no iban a ser de interés para el público de Mongo. Figúrense que trata nada menos que de la “verdad histórica” , que lo hace sin una ley que la respalde y cuando todavía están vivos muchos de los que pasaban por allí cuando aquello. De las victimas, como siempre, no quedó ninguno. Que la hace Andrew Wadja, el otro Wadja, no confundir con nuestro Ladislao, que se niega a aceptar la jubilación forzosa del artista añoso, la de verdad, y que con un lenguaje televisivo, filma un documental dramatizado, con dos duros, que en Polonia llaman zloty, y con la intención de tirar de la manta sobre un tema del que nadie quiere saber, del que nadie quiere conocer el motivo ni el autor, la matanza de Katyn. Que no fue un genocidio, que no afectó en exclusiva a una religión concreta o a un partido político determinado, ni siquiera a un grupo social peligrosamente desviado para la seguridad del poder absoluto. Nada de eso, tan solo afectó a miles de polacos, de clase media-alta, y por unos motivos que nunca sabremos, porque aquel que la ordenó, siempre negó tal cosa.
Historia terrible y cercana, y la película no se inhibe a la hora de mostrar escenas tan verosímiles como otras más próximas para nosotros aunque algo más lejanas en el tiempo.
No es una película para estómagos delicados, pero menos para mentes inestables o con la suficiente sensibilidad, todavía, para correr el riesgo de quedar dañados severamente ante la exposición del absurdo de la injusticia colectiva, de un holocausto extra para los polacos, que tienen un pasado realmente sembrado de desastres humanos, tan parecidos a los nuestros.
Resulta magnifico que se estrenen no-películas así., y que la gente vaya a verlas. Mostrar que el cine todavía tiene recorrido, aparte del entretenimiento en la barraca del que realmente no ha conseguido salir, y de la orientación al beneficio de las majors de siempre que tan dolidas están en el bolsillo porque yo veo las películas en la Red.
Pero es que, vamos a ver. Si yo no la hubiese visto hace tres años, ¿La habrian estrenado ahora aquí?
¿A que no?.
Si es que, uno nunca acierta.
P.D..-
El asunto Katyn ha pasado a la historia, curiosamente, por el fraude en la atribución de responsabilidades mas que por la tragedia en si. Por como los intereses geopoliticos han mantenido durante medio siglo en el limbo la terrible culpabilidad sobre los hombros del vencido, del indefenso, que solo podía musitar:
- Yo no he sido -.
Afortunadamente Wadja se remite a los hechos, y deja los desmanes de la desinformación oficial, que no son un tema baladí, para otra ocasión.
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miércoles, 7 de octubre de 2009
CRÓNICAS DE UN VIAJERO APRESURADO #1
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Madrid. El ombligo de mi país.-
“Que henchiza la voluntad de volver a ella a los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado” (Cervantes).
Poniendo delante el nombre de la ciudad que patrocine el cartel, sirve para todas.
Bien es cierto que D.Miguel pensaba en otra, un poco mas al norte y, mas cercana a Valladolid, donde estuvo un tiempo domiciliado el poder imperial.
También resulta evidente que la apacibilidad es una virtud tan secundaria en las necesidades del hombre de hoy, y del de entonces, que forzosamente el viajero hace referencia a ella en un sentido no recogido con precisión por la real academia de la lengua, en el sentido mas amplio, el de bienestar, que incluye otras connotaciones mas generales como la salud o la economía, que aquellas absolutamente particulares y personales, referidas al tiempo de la estancia y al recuerdo venturoso que es quien indica al sujeto la necesidad, la conveniencia de volver a repetirla.
Sucede con Madrid una y mil veces, con la constatación, tras cada partida, de que siempre hay algo en su perpetua renovación, que nos sorprende y nos agrada. Como si fuese un espejo donde contemplar las ventajas que el tiempo va acumulando sobre cada persona, y que no son pocas, en contra del tópico universal.
Así, lo encontramos en obras, perpetuas, deshaciendo ahora la ultima reforma errónea que pretendía mejorar la anterior. Todo correcto. La ausencia prolongada del albañil en la casa del rico es siempre la peor fuente de sospecha. Hay que demostrar, mostrar continuamente, que una gran ciudad está viva y que la cirugía pretendidamente reparadora no es exclusiva de los ilusos que creen poder comprar el tiempo perdido con “un puñao de parné”.
Situación parecida a cuando en el XVI corrió el rumor de que la corte se iba para Pucella , que según los expertos era el nombre de una famosa cortesana, o sea mujer que hacia la corte, que es bastante diferente al varón que hace la corte, para que vean las sutilezas del lenguaje sexista, y los precios de las parcelas y de las moradas se fueron hacia arriba y luego hacia abajo dejando media docena de fortunas en el bolsillo de algunos apellidos. los mismos que, cinco siglos después han dejado con el culo al aire a millones de siervos de la gleba a los que ahora llaman ciudadanos,
Dejando aparte los interminables paralelismos con el lejano ayer, del pífano y la chirimía, y no me nieguen que son nombres mas sonoros que Ipod o mp3, me limito a recorrer algunas de sus calles, y sus pompas y sus obras como deciamos en la renuncia a Satanás, que por cierto es el único, que se sepa, que concede la eterna juventud a cambio del alma,. Recorrí Génova y Ferráz, forzosamente estaban en el camino, y bien mudas por cierto a pesar de la leyenda de su locuacidad, de tanto Génova dice, Ferráz dice, que al final quedó en nada. Doy fe. Mudas de solemnidad, y me temo que poco tendrían que decir, salvo para una audiencia iluminada, y las lumis son en Madrid otra cosa, después de un silencio de mas de treinta años. Lástima. Lastima de silencio enmascarado en el ensordecedor griterío de la propaganda, que hace escuchar voces airadas y ardientes soflamas incendiarias para ocultar la ausencia absoluta de las ideas constructoras de la sociedad del futuro, de eso que antes llamaban ideología.
Afortunadamente la vida del viajero es mas prosaica y terrena, busca, y encuentra, en la Ribera de Curtidores un plafón para reponer aquel de la lámpara del salón que se precipitó contra el suelo al sospechar lo que pronto se confirmaría, la mayor desgracia para Madrid, la imposibilidad de convertirse en la Roma, en el Vaticano de la nueva religión ecuménica, del paganismo deportivo durante cuatro años. Otra vez lástima por la estupidez mía de vivir en Mongo, en el reino de Cretinia, y no haberme percibido de ello.
Búsqueda, foto en mano, preguntando puerta a puerta de las chamarileros de la calle “Mira el rio que baja” si han visto al sujeto en alguna ocasión. Y a la cuarta, no mas, el índice amigo que señala el lugar idóneo. Misión cumplida.
Solo que observo las tiendas de la Ribera, las antiguas guarnicionerias de la capital, reales proveedores de secretarios, validos y marqueses, tiendas que yo conocí hace bien poco como expertos en material de camping, luego como especialistas en montañismo, y ahora pregonan en el dintel ser los depositarios de “Todo para el Camino” de Santiago presumo, porque el otro no necesita aperos deportivos. Y me maravillo de la adaptación del comercio independiente a las necesidades del publico que tiene dinero en el bolsillo y predisposición a gastarlo. Podría ser una imagen precisa de la ciudad.
Luego me doy una vuelta por el ultimo foro de la modernidad, la nueva versión de la tasca madrileña pasada por la recuperación del espacio público y tal y tal. El remozado mercado de San Miguel, nuevo templo del turismo provinciano, del que no voy a excluirme, y donde intento comprar infructuosamente unas cigalas y unas botellas de vino para un festejo cercano.
El vino, en un puesto especializado, un Borba alentejano con algo de barrica implica un dialogo inaudible entre el dependiente y el supuesto jefe de ventas que termina en la correcta tasación de la botella, al parecer cobran cinco euros la copa y han calculado que pueden salir ocho de cada pieza por tanto, calculadora en mano, estiman que deben cobrarme cuarenta por algo que he comprado por seis hace un mes. Fantástica versión del Rinconete y Cortadillo del siglo veintiuno. Paso a la marisquería y pido seis hermosas cigalas, las últimas, cuando observo que el mozo al levantar una con sus profesionales pinzas de pescadero experto la siguen todas las demás unidas por una base transparente.
– Oiga, ¿no estarán congeladas las criaturitas? – Pregunto.
Y me responde , imperturbable, – Semicongeladas, señor – Haciéndome ver que el hielo que unía sus vientres, dejaba libre la parte superior.
Y comprendí que este era mi Madrid, que nadie, ni el tiempo menos que nadie, lo podrían cambiar jamás. Que estaban a salvo la esencia , los profundos valores de la picaresca patria, y que, afortunadamente el mestizaje cultural de Europa no había conseguido penetrar en tan sacrosanto reducto.
No terminaría ahí la renovación de votos del emulo de Paco Martínez Soria. Antes de abandonar la ciudad de mis amores, en el lapso de tres o cuatro minutos en que descargué las maletas, a la hora tercia de un domingo en el que toda la ciudadanía estaba congregada en clamorosa manifestación para implorar o exigir – esto no quedaba claro – inútilmente la capitalidad para el evento cuatrienal, un invisible “agente de movilidad urbana” según consta en el ticket que insertó en el parabrisas, me dejó el último timo del día, esta vez municipal, indicándome que el pago en efectivo suponía un descuento del 25%, algo ininteligible que jamás aplican en las penitencias fetén o en las condenas de verdad, donde nunca he visto una sentencia que diga que si usted va ahora a la cárcel tiene un tremendo descuento, pero si lo deja para otro día va a ser que no. Cosas de la capital que los de pueblo jamás llegaremos a entender.
Prometo volver. Mas bien no me queda mas remedio. Y al menos seguiré tomando con buen humor las pequeñas impertinencias que nos alegran el día. Si no fuese por ellas no tendría sentido salir de casa. Mediten en ello queridos lectores. Y abunden o discrepen según tengan las ganas, que son estas las que en verdad mueven el mundo.
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jueves, 1 de octubre de 2009
CRONICAS DE UN VIAJERO APRESURADO#2
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Toulouse la ciudad rosa.-
Dicen que es rosa porque casi todos sus edificios, y los tiene prodigiosos, están hechos de ladrillo y revestidos de ladrillo rojo que, con el tiempo, adquiere un tono anaranjado que a la luz del atardecer, y del buen vino, parece de un rosa absoluto.
El color, como el nombre de la rosa es solo eso, y no hay que ir mas allá.
Pero cuando uno revisa la historia clínica de cada uno de esos monumentos, y mira el apartado causal, el por qué se hicieron en ese material y no en la piedra, en el perdurable granito o en el mármol ostentoso; siempre encuentra la misma respuesta, la misma acotación.” Es que el ladrillo es mas barato, y al ser un edificio publico lo pagamos entre todos, y al ser esto una republica, decidimos entre todos hacerlo de ladrillo”. No como en otros lugares – es morcilla, patatera- donde los monumentos los erigen unos con los dineros de los demás. Ahí es mas fácil encontrar mármol, oro e incienso, incluso mirra en temporada.
Luego se encuentra el viajero con un nombre, con una efigie, con un señor de obstinada presencia en plazas, estaciones de metro, grupos escultóricos e incluso homenajes conmemorativos en la plaza mayor, Jean Jaurés. Y uno piensa en el tópico francés, en que son muy suyos y solo suyos, y quizás el que este hombre haya nacido en la ciudad sea la única razón para semejante alarde, como suele suceder en alguna que otra ciudad que me resulta cercana. Pero resulta que no.
Durante la estancia me toca vivir, mas bien disfrutar un par de manifestaciones multitudinarias e intergeneracionales, encabezadas por ancianos y cerradas por jóvenes parejas y sus hijos, en carrito o de la mano. Pero siempre correctos, siempre contentos y pidiendo cosas a las que yo no dudaría en prestar apoyo incondicional. Un día fue el reclamar la retirada de los soldados franceses de la guerra de Afganistán, el siguiente, denunciar la intención gubernamental de privatizar correos, La Poste. Tuve la sensación, estupenda, de que esa gente creía que debía hacer lo que hacia y que, lo mejor de todo, que además servia para algo.
Luego me puse a indagar en la vida, y en la muerte, de Jean, del que ahora se cumplía el centenario de algo, y de cómo el ciudadano tolosano estaba tan orgulloso de un representante suyo , que lo fue, en el gobierno de hace un siglo. Y era, fue, un maestro, un profesor, luego un filosofo, mas tarde un socialista, fundador de L´Humanité, y sobre todo un pacifista, un político y humanista que se opuso con toda su energía a una guerra inminente, la del catorce, que afortunadamente no llego a ver, porque fue asesinado por aquellos que pensaban, y actuaban evidentemente, de manera diferente.
La verdad que personajes, héroes así, merecen y hacen disfrutar el orgullo de la sociedad que los ha parido.
Preguntaba yo en mi ciudad, a alguien con estudios, con el baño cultural que da la universidad, sobre quienes eran las dos personas mas ilustres, compartiendo apellido, y naturales de aquí.
-Los Ordóñez, sin duda- Me respondió automáticamente. Lo que pude entender como un lapsus propio de la irreflexión. Pero cuando le insinué la presencia de Fernando y de Giner de los Ríos, la respuesta fue aun mas contundente y sincera.
- No se quien son esos-.Mientras uno, convencido de que ha venido al mundo para sufrir, lo hacia en resignado silencio.
Esta es una de esas experiencias en las que, cuando uno las cuenta por vividas, desearía ser tomado por mentiroso. Hasta disfrutaría con la ofensa, al pensar que alguien mas quisiera negar la realidad. Pero no. Hay algo que falla, que está fallando y que uno, en su candidez, se resiste a aceptar.
Y conste que el altruista, sea este Jean Jaurés, o sean Giner y Fernando no lo hace jamás por el agradecimiento mas o menos improbable. Que ya aclaran los filósofos que la generosidad es un vicio que lleva el premio, el placer, en su mero ejercicio. Pero también debería haber una sinergia entre esas personas notables de la historia y el medio donde han nacido o donde han crecido. Aunque creo que este verbo maldito, este debería haber, es otra de mis fantasías favoritas.
Pienso que no estaría de mas que los nietos y los hijos de los nietos de sus coetaneos, recordarán y conocieran, con admiración, la vida y hechos de luminarias como esas, ahora que nos hacen tanta falta.
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CRÓNICAS DE UN VIAJERO APRESURADO # 3
-------------------------------------------------------------------------------------------------- NAVARRA FUE EL PRINCIPIO.-
La ficción científica, como casi toda la literatura fantástica tiene unas premisas, un punto de partida imposible en las coordenadas actuales del conocimiento. Generalmente es una modificación arbitraria en la cuarta dimensión, el tiempo, situando la acción y los personajes con un desfase, suficientemente atrasado o adelantado respecto al reloj actual, y a partir de esa condición, es decir introducidos en el mundo desconocido de los tiempos verbales imperfectos, ¿Cómo será si..? O ¿Cómo habría sido si..?, se extiende hasta el infinito, y mas allá por supuesto, la capacidad traductora del autor al adaptar la mas absoluta de las fantasías a la lógica del tiempo presente.
Pero es que la realidad es muy suya, como estamos hartos de comprobar, y a veces, tiene la capacidad suficiente para provocar el asombro, para desmontar la presunción de experiencia en el observador , por muy experto que este pueda considerarse.
Así, tengo que confesar que en un solo día he estado en el siglo XIII, - Si, si, en el 1200 y pico, y he paseado por la superficie de Marte, y sabido de desapariciones humanas, y de otros que han vuelto del mas allá para quedarse de nuevo. Y que todo ello haya sido real, tangible y demostrable, en todas partes a la vez y…no estar loco. Como dice el bolero.
Es llegar al borde de la sima, a la que llaman Bardenas reales, es volver a sentir el vértigo de contemplar ese cráter de dimensiones para las que el ser humano no tiene medidas, el vislumbrar como el abismo me rodea mas allá de los 180 e incluso de los 360 grados, es comenzar a sentir que la inquietud posee mi mirada primero, mis piernas que se mueven sin sentido después, hasta obligarme a sentarme asustado, apoyando las manos en el suelo para comprobar que no estoy en el cielo.
Es volver a sentir la magia de la primera visita, a repetir la conmoción que la naturaleza, la madre tierra, me ocasionó aquella vez.
Cuando miro a la altura de mis manos, huyendo del pavor de lo inabarcable, y veo a mi lado una placa, una estela metálica sobre cemento que, cuenta la putada que los abajo firmantes le han hecho a su ser querido y de paso, a todos los demás.
Sin duda que fue un gran amante de la naturaleza, que al parecer murió en la bicicleta, y que deseó que sus cenizas fuesen esparcidas desde allí. Loables circunstancias las tres, aunque la muerte sea algo tan cruel como innecesario. Pero mas indudable todavía es que nada mas alejado de sus deseos, presumo, que en su nombre, o por su causa, se mancille de forma tan gratuita un paisaje sagrado y , lo que es peor, se abra la veda para exportar las coronas de flores y las lapidas desde las curvas de la carretera, donde nunca deberían estar, hasta los espacios protegidos, donde jamás deberían estar.
Está bien lo del duelo, lo de manifestar el dolor, pero siempre que sepamos ante quien y hasta cuando, y respetemos a los demás.¿Que digo? Doña Tolerancia y Don Respeto son una pareja, un matrimonio de tiempos pasados, extinto hace siglos.
Existe un sendero semioculto, el paso de las mulas, cuyo descenso zigzagueante por pistas de arcilla húmeda con abismos laterales sin otras defensas que las invocaciones al ángel de la guarda, me hizo recordar la sensación terrible sufrida en la montaña rusa de Eurodisney, en la que, también, hubo monjas cojitas mas valientes que yo. Pero igualmente me puse en la piel del antecesor que se encontró frente a un tigre sable con las mismas defensas que tenia yo en ese momento, ninguna.
El caso es que, una vez en el fondo, la superficie lunar y la del mas inhóspito de los planetas me hubiesen parecido un vergel al lado de aquello que veían mis ojos. Me recordaban los fondos de la historietas de Moebius y las entrañas de los monstruos dibujados por Giger para Ridley Scott. Solo que ahora yo estaba dentro del comic, dentro de la película. Restos ruinosos de un castillo sobre una colina a punto de venirse abajo, atribuidos a Dª Blanca. Y las circunvoluciones, el librillo abierto de un cerebelo gigante abierto a mis pies , ofreciendo, a puñados, las conchas de hace millones de años y que la ultimas aguas arrancaban a la caliza en su superficie, y la promesa de que un poco mas adelante llegaríamos a una tierra fértil, donde se cultivaba el cereal y se apacentaban las ovejas, los años en que la lluvia se hacia presente, que no eran todos.
Esto resultaba mas inexplicable aún. Los aparceros tienen derecho a cultivar la tierra, igual que sus padres y abuelos, siempre que no dejen de hacerlo, independientemente de que llueva o deje de hacerlo. Pero la norma complementaria, la carga adicional, viene heredada desde el año 1300 en que se crearon Las Mestas, la sociedad de ganaderos de ovejas merinas cuya lana fue durante siglos privilegio exclusivo del reino, de este reino nuestro. Y desde entonces hay que dejar una franja periférica de ocho metros de cultivo sin cosechar para que el rebaño pueda sobrevivir. Y este lo hace desde entonces, sobrevive. Pastores trashumantes siguen dirigiendo miles de ovejas desde tierras vascas, Idiazabal entre otras, abonando una cuota simbólica y manteniendo un mundo cuya sola supervivencia en estas condiciones, las de hace mas de setecientos años, se nos hacen irreales.
El agua es tan escasa como en cualquier otro desierto, tres pozos superficiales en una superficie de sesenta kilómetros cuadrados, y tan rellenos de arena que es necesario volver a excavarlos antes de cada nueva temporada.
Pero lo sorprendente no termina en tan corta jornada. Desde la colina en que nos encontramos observo, a lo lejos algo parecido al fuselaje de un bombardero .
Y lo es. Restos de un avión en la zona prohibida “El polígono” donde periódicamente se ensayan las armas útiles para suprimir pueblos en general y seres humanos en particular. De hecho, y a pesar de que tras cada kermesse el territorio es limpiado por compañías de zapadores especializadas en retirar los explosivos, no es infrecuente que algunos campesinos añosos, todos lo son, desparezcan después de adentrarse en el territorio sagrado de sus antepasados, y de escucharse algo parecido al ruido que hace un insecto al pasar cerca de la luz del fin del mundo, de la lámpara asesina.
-¡No lo hagas Jack. No lo hagas!- Le dice el compañero.
-No puedo evitarlo.!Es tan bonita! . Contesta la victima inminente.
Supongo que quedarán mas asuntos, incluso sobre la superficie, que han pasado desapercibidos para el viajero. Pero no dejan, los entrevistos en esa mañana, de confirmar el aforismo y de exagerarlo. “Hubo y habrá otros mundos, aparte del nuestro, pero están todos en este, están aquí , están ahora, y seguirán estando”
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