jueves, 8 de abril de 2010
REPUBLICA Y FIESTAS DE GUARDAR (QUIEN PUEDA).
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión, he visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tanhauser... todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia.
Dicen que tan solo era una morcilla de Rutger Hauer, el protagonista, o sea el malo de la película, y que impuso al director la frasecita que había parido en la ducha el día anterior. Dicen.
Yo digo que la metáfora me sirve, y que todos nosotros nos perderemos en el tiempo como lagrimas en la vida. Al fin y al cabo solo somos eso, una lagrimita en el océano de la humanidad, la de ahora. O sea que, modestamente, debemos estar orgullosos de esa parte infinitesima de ese breve instante, que es el cupo que nos ha tocado en el reparto.
Lo cierto es que uno no puede, ni debe, alejarse demasiado, en el sentido espiritual, al menos, del lugar ni del tiempo que le ha tocado. Lo de irse de paseo por Orión, a palo seco, sin siquiera haber tomado el cafelito y la perrunilla después del postre, no deja de ser una temeridad.
Aquí las témporas son muy estrictas con lo suyo, y después de la semana santa, -este año toca después-, viene la festividad laica por excelencia, la onomástica republicana.
Uno ni quita ni pone, pero terrible frustración me han ocasionado estos días de recogimiento y de dolor, al no haber realizado el experimento previsto, que era el colocar el frasco abierto de disolvente que llevaba para la pintura del portón, bajo un cucurucho de los de nazareno con la punta cortada, lo justo para que me entrase el vaporcito por el agujero de la nariz y de esa forma aliviar en lo posible la situación.
Al resultar el tal disolvente, aguarrás rebajado, ni tan siquiera esencia de trementina tan aromática y volátil ella, ni mucho menos el disolvente universal ofrecido por el estante del hiper, mi gozo en un pozo. Olor pestífero. Menos mal que no llegué a capar el gorro del ku klux klan, y que al menos me servirá para la próxima ocasión el fijarme mas en la letra pequeña, del todo ilegible, que suelen pegar en los envases los importadores piratas. Fiasco y lección.
Ahora temo que me toca seguir el mismo y deprimente camino en la siguiente festividad.
Figuraos que estaba yo antesdeayer disfrutando con las entrevistas que hicieron a Santiago Carrillo en los medios afines, con el motivo de recaudar unos óbolos que completen la exigua pensión de parlamentario, y su injusta exclusión del reparto de los royalties de la SGAE como coautor de uno de los libros menos vendidos del ultimo siglo. Razonable el asunto.
Estaba yo escuchando a Don Santiago, opinar sobre la conveniencia o no de la Republica Española y, voto a bríos, que volvió a traicionarme la letra pequeña. Que es igual quien mande, dijo. Que no importa si es un sistema u otro, siempre que tengamos en consideración que hay problemas más importantes que merecen toda nuestra atención.
Me confirmó la sabiduría que se desprende la senectud, su gramática parda, y me recordó el personaje, el abuelo de la “La matanza de la sierra mecánica de Texas”, al que sus nietecitos ponían el marro en las manos para que reviviese tiempos pasados. La impunidad de los noventa años que, buena debería ser en algunos aspectos de la vida, pero que cuando de ética, de moral pública se trata, creo que al menos, debería ponerse en entredicho.
Lo peor es que solo es un síntoma, el agiornamiento desde arriba a abajo de todo un país, la transigencia infinita con todo y con todos, siempre que cada uno se salga, o crea salirse, con la suya.
No tengo mejor concepto sobre los nostálgicos de la republica, de la segunda o de la tercera, que, entre otras cosas nunca estuvieron ella. Y no es solo que para mi, y para muchos otros supongo, sea un tema tan doloroso como dolorosas han sido sus consecuencias en los padres y los abuelos, y tampoco que en tantas cosas vea tanta similitud con los tiempos actuales, en la (ausencia de)formación política del ciudadano, y en el desinterés por todo lo que no sea enfrentamiento tribal entre los equipos rivales, en el desapego a todo lo que suene a colectivo, a bien común, que vaya mas allá de su cofradía o de su camarilla. Es que no veo nada diferente a aquellos lodos, a aquellos que van desde el año veintitantos hasta el cincuenta y tantos, porque no quiero limitarme a las fechas de rigor que, obviamente, no lo fueron todo.
Es mas, puesto a ser nostálgico, siempre acabo deteniéndome en mi héroe favorito, en Viriato, el pastor lusitano, como si en esas dos palabras, pastor y lusitano, estuviese encerrado todo el conocimiento que de aquella gesta tenemos sus herederos. Y es que puestos a fijar una marca en la historia sobre la que refocilar la nostalgia de tiempos mejores, mas vale buscar una fecha en la que todavía no se había impuesto la adscripción obligatoria a uno de los dos grupos antagonistas.
Una fecha, la de Viriato es anecdótica, -puede servir cualquier otra-, en la que los grupos sociales se dedicasen a construir, mejor junto a los demás, y no a perder el tiempo en un enfrentamiento eterno e inútil.
Pero es que se me va la olla, y me distraigo con el tema de siempre cuando en realidad quería hablar del tiempo, y solo del tiempo, que además de ser lo políticamente correcto, es lo mas extraordinario que he visto.
Una primavera sin par, en la que el paisaje de la foto ha estado delante de mis ojos durante los días justos para que la nostalgia fetén me hiciese reconocer ese horizonte vital. Y no es metáfora, si no la constatación de que bajo esa línea quebrada de los montes en la lejanía, he nacido y he crecido con la perspectiva amorosa de ese cielo y esas nubes que no me dejan lugar para ensoñaciones con naves en llamas mas allá de Orión, ni con otros temas históricos mas o menos lejanos.
Por cierto que ya sabéis que quien dijo esas palabras era un humanoide, un ciborg, hecho para matar y morir y que lo de la poesía se le escapó con el último suspiro.
Vamos a pensar que, sin pecar de inmodestia, somos algo mas que eso y que podemos dejar los derbis, también los históricos, para los eventos deportivos y mientras este dure, -nuestro tiempo particular de cada uno-, disfrutar con el espectáculo, y si es posible, exigir mejores asientos para todos.
P.D.- Viriato tampoco ha sido una figura excesivamente inocente. Como sabeis, sigue entre nosotros gracias a unas tallas en madera, de su cabeza con yelmo, que adornan millares de respaldos de sillas estilo remordimiento y que han sido durante siglos la causa de lumbagos y dorsalgias que, la medicina, sabiamente, ha atribuido a hernias discales y a estrechez de canal.
Y es que no te puedes fiar de nadie.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Datos personales
Archivo del blog
-
►
2023
(9)
- ► septiembre (2)
-
►
2022
(14)
- ► septiembre (1)
-
►
2021
(8)
- ► septiembre (1)
-
►
2019
(41)
- ► septiembre (1)
-
►
2018
(46)
- ► septiembre (1)
-
►
2017
(61)
- ► septiembre (4)
-
►
2016
(71)
- ► septiembre (7)
-
►
2015
(92)
- ► septiembre (6)
-
►
2014
(96)
- ► septiembre (14)
-
►
2013
(138)
- ► septiembre (8)
-
►
2012
(143)
- ► septiembre (11)
-
►
2011
(133)
- ► septiembre (10)
-
►
2009
(78)
- ► septiembre (4)
-
►
2008
(37)
- ► septiembre (3)
Las dos mujeres de Nasrudín le preguntaron un día a cuál de las dos quería más. Evitando pronunciarse, el mullá contestó por prudencia, dijo que las quería a las dos por igual. Ellas insistieron, él persistió. Entonces la más joven de las dos le preguntó: -Si las dos estuviésemos en una barca y ésta volcase, ¿a cuál de las dos salvarías primero? Nasrudín miró a la de más edad y le preguntó: -Tú sabes nadar un poco, ¿no?
ResponderEliminarAlbert Camus, que no era un personaje ficticio, vino a decir lo mismo, ganandose muchas, muchas, enemistades. Dijo que si tenia que elegir entre la justicia y su madre, siempre se quedaria con su madre.
ResponderEliminarSupongo que tanto Nasrudin, como yo, o probablemente como tu, la elección no sería diferente.
Solo que mi tesis va un poco mas allá. Simplemente elegiría no tener que elegir. Es decir, intentar evitar que llegue a repetirse esa situación.
Y creo, que ello es posible.