miércoles, 13 de octubre de 2010

“La gente no reaccionó el 23-F”


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“La gente no reaccionó el 23-F”

Titular referido al resumen que el receptor del Premio Nacional de Narrativa dedica al libro - su libro- del año. “Anatomía de un instante”.

Reconozco que Javier Cercas me desató una antipatía irrefrenable desde el momento que su anterior libro del año, “Soldados de Salamina”, tuvo el reconocimiento unánime y sospechoso de todos los que disponen de voz para opinar sobre algo en nuestro país.
No podía, y no puedo, entender como surge en su novela, tan alegremente, un héroe donde había un villano, y ello desde fuera de la ficción genuina. En el terreno, entre la luz y la oscuridad, de la realidad reinventada.
Desde el guión de la serie noire o desde los de cualquier personaje trágico de la literatura universal, el cambio gratuito del bien por el mal, o viceversa, me parece tan válido y respetable como el reflejo de una de esas zonas de sombras inherentes a la condición humana.
Desde la visión de un periodista que realiza un reportaje, una investigación enmascarada en ficción, o al revés, sobre un episodio reciente de nuestra historia, ya me parece que es un tour de force, un mas difícil todavía, si lo que pretende el autor es realizar un retrato mas o menos imparcial.
Desconozco si en algún momento tuvo esa intención, pero lo que tengo claro es que el resultado fue totalmente partidista, y por lo tanto provocador. Cuando digo partidista estoy refiriéndome a la opción de optar por el papel de tergiversador de hechos y personajes de antesdeayer. En modo alguno que opte a la vida fácil del escritor “de cuerda”, tan abundantes en nuestros pagos, sean de uno u otro extremo de la sirga.

Su versión, de la presunta y heroica epopeya de uno de los personajes que figuran en letras grandes en la génesis y encumbramiento de la dictadura, a la que simultáneamente a la publicación de la novela, las fuerzas vivas estaban sometiendo al juicio interminable, en su acepción “Memoria histórica”, me dejaba descolocado.
El que recibiese parabienes, promoción y derecho de pernada, perdón “de columna”, en los medios afines a la tendencia contraria a la sostenida por la realidad de su personaje, me hacia ver una luz en el paisaje. Quizás estaban fumando la pipa de la paz y esta era la primera bocanada de humo.
De villano nada, un héroe de los buenos, un superviviente valiosísimo para el futuro de lo nuestro. Y todo gracias a la generosidad de su paisano, y mío, Javier Cercas. Magnífico.

Que conste que no le quito mérito al protagonista, y menos el literario. De hecho sin su colaboración nunca habría existido su hijo, el autor de “Alfanhui”, Sánchez Ferlosio, cuyo carisma personal y literario está por encima del bien y del mal, creo. Mérito y reconocimiento al progenitor... Al cesar lo que es del cesar.

Las sospechas sobre la posible intencionalidad y oportunidad política del asunto Salamina, no estaban carentes de sentido. Aunque posiblemente tenían el fundamento erróneo e inadmisible, del lector que se hace una composición incompleta sobre el entorno sociopolítico. Ese que tanto gusta al escritor.
Había otros Cercas, dos. Hermano y hermana, paisanos tambien de todos los que hasta ahora he citado, cuyos nombres tambien estaban escritos en letras grandes en la historia reciente del poder, solo que al otro lado, el lado bueno de momento, de la cuerda.

Me dejé llevar por los indicios, lazos de raíces, quizás de adn, apellido mediante, que justificaban el éxito de un autor que elegía un género discutible para su superventas. La mezcla de historia reciente con ficción. Algo que suele engendrar monstruos, o al menos disparates, como los de Goya.
Tan ciego estaba, tan ofuscado por la indignación por aquello que no se debe, que no se puede hacer, salvo desde el departamento de propaganda de un estado totalitario, que no me fijé en el alter ego del periodista que escribe el reportaje, en el amigo invisible que le ayuda en la puesta en escena, Roberto Bolaño.
Tuve que leer, y releer a Bolaño, fascinarme con el retrato que hace , con la red que teje con las idas y venidas de la generación de los setenta y ochenta, a la que nadie podrá negar que ha sido la mas viajada de la historia. A la fuerza. Hacia ninguna parte, a donde pueda uno añorar los buenos momentos, si los hubo, y sobre todo seguir vivo.
Cuando comprendí que alguien, que había sido tan generoso en el retrato de esas decenas de colegas, de jóvenes que nunca envejecen, cuya quijotesca misión no es otra que la de buscar el hilo que les une con el recuerdo de los que quedaron atrás en el desastre este o aquel, que ese alguien estaba sentado al otro lado de la mesa, facilitando las claves de la narración..
No podía ser cierto que Bolaño, que estaba muriendo, en gerundio que se hizo pretérito, por el trasplante de hígado que nunca llegó, fuese amigo y compañero de fatigas de de un escritor vendido a los poderes fácticos. Algo no cuadraba.

Bastó con repasar la ubicación, el oficio de enseñante alejado de los circulos del infierno, lo que le permitió dedicarse a la escritura, y los méritos innegables del resto de la obra de Javier Cercas, para hacerme ver lo injusto y errado que puede resultar quien se fía únicamente de la primera impresión.

Pero resulta que vuelve a las andadas. Que el, y sus lectores, le han cogido gusto a esto de usar la narrativa – Premio Nacional, oigan – como pretexto para ofrecer una versión mas o menos edulcorada de aquellos hechos mas o menos recientes , que han condicionado inexorablemente nuestro presente, y que llevan camino de prorrogar su influencia, si seguimos tomándolos como batallitas de superhéroes de tebeo y no como situaciones cuya oscuridad, inducida, nos impide todavía ver, ciertos personajes, vivos aún, con la suficiente distancia como para evitar el tropezón venidero.

Se atreve bastante, al parecer, como para ganarse ciertas reprimendas o alguna corrección. “No es la realidad” dice Carrillo. Mientras mantiene la verosimilitud, la innegable heroicidad, del trío que se mantuvo en su lugar mientras todo a su lado era cabeza perdida -..eran hombres. Hijo mío- (Kipling).

Reconoce,- por primera vez se publica en pasta dura- como fallaron las instituciones. Todas, oigan, todas. : Iglesia, Corona, Familia, Municipio y Sindicato. Absolutamente todos los dirigentes de las instituciones que representaban un estado democrático; se quedaron anonadados, acojonados, cruzados de brazos, esperando a ver quien ganaba, para salir presurosos en socorro del vencedor.

No se atreve a decir lo que todo el mundo piensa – el que piensa-, que aquello fracasó, única y exclusivamente, porque la mayoría de militares que pudieron hacerlo, no llegaron a cruzar el Rubicón.

El por qué no lo hicieron es otro asunto que, tambien probablemente, sea futuro sujeto de análisis de ficción política, como la que tan brillantemente pone en escena Javier Cercas.
Lo curioso es que se atreva a reconocer públicamente, en decenas, centenares espero, de miles de copias, que “La gente no reaccionó”. “No hubo reacción ni resistencia del país contra el golpe” Solo está reflejando la realidad.
Concluye con una opinión, bastante verosímil, visto lo visto. “La gente tuvo miedo”.

Añado: Tampoco la gente reaccionó el 11-S, ni el 11-M, ni ..?

P.D.-

Otro dia os contaré como los golpistas, ese dia me lincharon (sic), y luego, tiempo después, me invitaron a café con leche (tambien sic).

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