"La verdad de la verdad / y la verdad verdadera / y la verdad como un templo / son verdades como fieras"(D. Ridruejo)
Uno es de poca lectura, como la gran mayoría de mis compatriotas, aunque como ellos intente, y a veces consiga, aparentar lo contrario. Pero a fuerza de escuchar nombres - y leer libros- ilustres, de cuando en cuando se deja llevar por la tentación de leer a este o aquel, siempre que este autor o aquel título respondan aparentemente a la idea, al modo de pensar de uno. Y lo hago igualito que hace la gran mayoría; por tanto, de modo y manera estrictamente ortodoxos. ¿Ortodoxos?
He aquí la cuestión.
Leo
“La historia de los ortodoxos españoles” de
Don Marcelino Menéndez y Pelayo, y aunque lo de Pelayo ya debería haberme puesto sobre aviso de lo que iba a encontrar, la verdad es que uno -el de antes- esperaba encontrar la semblanza de los héroes patrios, glosada por tan ilustre señor - de esos que salen de medio cuerpo en las estatuas de las plazas y jardines - la gloria de nuestra historia, condensada en esas figuras con que los niños soñamos desde que vemos en el cine la primera de
John Wayne.
Además, la educación religiosa, daño colateral inevitable, me había dejado claro que los “ortodoxos” los que se desvincularon de la
Iglesia de Roma, en aquel cisma tan horroroso, eran los malos. De donde yo siempre deduje que los otros, los heterodoxos, los seguidores de la verdad, éramos los buenos. Con esa idea peregrina comencé a leerlo, con la misma ingenuidad con que un niño comienza a leer
el Quijote pensando que es un libro de aventuras, que también lo es. Y, como al niño el pesado tomo cervantino, el panfleto moral se me cayó de las manos enseguida.
Resultó ser un catálogo de herejes hispanos. Heterodoxo viene a ser lo mismo que hereje, mira por donde- y la parte didáctica y formativa del texto, hace hincapié desde el principio en rebatir las ideas perniciosas de los antihéroes y en justificar el castigo que “el transcurso de los acontecimientos” iba asociando a cada disidente.
Esto podría servir para aprender a no ser demasiado crédulo en el significado de las palabras, en el doble sentido gramatical y hasta moral que tienen muchas de ellas, y a poner en solfa, o al menos en cuarentena a la mayoría de los clásicos de academia, y a las obras, a los libros que figuren la lista de “obligada lectura” o que estén ausentes de aquella otra de “libros prohibidos” del "Índice"
índice de libros prohibidos (Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum) textos que había que quemar, enterrar o arrojar a la basura so pena de convertirte en un heterodoxo. ¿O era en ortodoxo? ¿Cómo distinguir a un gemelo de su hermano?.
Esa es la cuestión, ya os digo.
Dionisio Ridruejo fue un falangista - de los fundadores - y compositor de alguna estrofa del
“Cara al sol”, que tantos recuerdos traerá a los que presumen de haberlo escuchado, o incluso cantado. También fue un comunista(1), o al menos compañero de viaje en la penúltima versión -eurocomunismo- y fundador de un partido llamémosle “pre democrático”, a la vez que componente fundamental del
“Contubernio de Munich” con el que prácticamente terminaría su carrera política.
Y helo aquí, helo. ¿Ortodoxo o heterodoxo?
La duda corroe al detective en ciernes y aunque la primera explicación la encuentra en los libros sagrados, en el pasaje de
Saulo viendo la luz en el camino de
Damasco, la desdeña de inmediato por aquello de que esos libros tienen explicación para todo, o casi, y esa es la mejor manera de arruinar la carrera y el oficio del investigador privado. Y en el manual, del curso que hizo por correspondencia, viene bien claro: "
Cherchez la femme".
Vayamos por partes.
Considerando la dificultad y la dudosa veracidad de los hechos y de las fechas, dado el interés partidista de uno u otro signo con que todos los datos han sido manipulados , descubrimos su primera presencia en los libros de historia, como jefe de propaganda de falange durante la guerra civil –la de los abuelos- y como aglutinador del
grupo de Burgos , el equipo que constituyó en sus años de jerarca falangista (
Gonzalo Torrente Ballester, Xavier de Salas, Juan Ramón Masoliver, José María Fontana, Samuel Ros, Román Escohotado, Carlos Sentís, Antonio de Obregón, Martínez Barbeito, Edgar Neville, Luis Escobar, Manuel Augusto García Viñolas, Pedro Laín Entralgo, Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco, etc…Y hablamos, por tanto, de la
“otra” generación del 36, y también de poetas.
Su amistad con
José Antonio, y con
Serrano Suñer, tuvieron sin duda mucho que ver con el ascenso político del poeta. Pero la cada vez más lejana presencia del primero, y el decreto de unificación que condena al ostracismo al movimiento de la camisa azul, suponen el primer aviso sobre la realidad del que se convierte súbitamente en cesante, es decir en alguien absolutamente prescindible.
Como buen lector de nuestros clásicos, hace de la necesidad virtud y poniendo en uso la agudeza y el arte de ingenio -que enunciaba
Gracián- nuestro héroe se convierte en voluntario adalid, en banderín de enganche de la División Azul, en
divisionario, cosa de la que un servidor ignoraba el significado hasta hace nada, y con ella se dirige a “matar comunistas” hasta
Leningrado; con la circunstancia adversa, o no, de una tisis que además de manchar de rojo la nieve del frente ruso, envia a Dionisio a la retaguardia berlinesa.
Ridruejo que siempre fue algo enclenque (2), llega a las fiestas berlinesas del Reich, -tantas veces contempladas en las películas americanas que hacen innecesaria su descripción y su improbable relación con la realidad - con cuarenta y nueve kilos de peso, después de dejar ventiseis en el frente, y entre cinco y doce mil (esta es la exactitud de los historiadores) compañeros divisionarios, perdidos para siempre en una guerra que ellos consideraban suya. Aunque la mitad de ellos, en su fase final, fuesen reclutas.
Aun así, o a pesar de ello, o por las causas anteriormente expuestas, nuestro héroe
“fall in love” o más bien es ferozmente seducido, nunca lo sabremos, por la baronesa , luego condesa
Mechthild Von Hese Podewils-Dürniz, alias
Hexe, con la que encontraríamos al poeta en
Ronda varios, pocos, años después, en 1943. Compartiendo destierro en el Hotel Reina Victoria, en el mismo que el entonces genio alemán- ya que antes y luego, fue checo, el
Rilke-, lo que son las cosas del querer, y de la guerra. Allí mismo, donde compuso aquella
elegia de Duino, la sexta; y donde Dionisio y Hexe se refugiaron forzosamente de las hostilidades, de las impertinencias vitales.
Hexe ya estaba en busca y captura por los aliados para ser juzgada por asuntos que referiré en la próxima entrega.
Ahora comienzo a comprender aquello de:
“Hermosa y por debajo trágica, la imagen de Ronda sigue viva en mí en sus dos dimensiones. La que se me abría por la ventana esplendida entre lectura y lectura, entre poema y poema. Y la que por las calles iba embargándome con una pesadumbre parecida al remordimiento..” (D. Ridruejo) 1945
(1).- "Colabora con militantes del PCE que mantienen en secreto su militancia" Supuestamente, Ridruejo ignoraba la condición política de sus colaboradores. Con certeza, fue encarcelado por ello. 1956.
(2).-En cierta ocasión
Camilo José Cela presentaba un libro de
Dionisio Ridruejo, con éste delante, como es natural, y Camilo empezó así:
“Este desmedrado mozo que aquí veis no ha hecho otra cosa en la vida que equivocarse”.