domingo, 18 de marzo de 2012

LOEWE Y LAS CHICAS .- CINE MUSICAL.





THANK HEAVEN FOR LITTLE GIRLS
Gracias al cielo por las niñas pequeñas
Que se hacen mayores dia a dia
Que crecen de la manera mas deliciosa
Que al parpadear te hacen volar.
Los chicos nada podríamos hacer
Si no estuvieran ellas.
Gracias al cielo por las niñas pequeñas.

THANK HEAVEN FOR LITTLE GIRLS
Each time I see a little girl
Of five or six or seven
I can't resist a joyous urge
To smile and say
Thank heaven for little girls
For little girls get
Bigger every day
Thank heaven for little girls
They grow up in
The most delightful way.
Those little eyes
So helpless and appealing
When they were flashing
Send you crashing
Through the ceiling
Thank heaven for little girls
Thank heaven for them all
No matter where,
No matter who
Without them
What would little boys do
Thank heaven
Thank heaven for little girls.
"Gigi" (1958) Vincente Minnelli
(Alan Jay Lerner / Frederick Loewe)

Desconozco si solo fue la casualidad, el azar, o ese invento llamado serendipia, que define los hallazgos “casuales” que suelen alumbrar los investigadores tras duros y largos años de trabajo. ¿Procrastinación? No, esa también es palabra neoestupida, pero tampoco es la causa de no haberos contado antes esta historia.
En mi caso las décadas de arduo esfuerzo investigador, se limitan a anular el tiempo y la voluntad excluyéndolos de todo lo que no sea la dedicación a uno de mis vicios favoritos -otros los llaman aficiones, ingenuos ellos – La música. Afortunadamente ni esta, ni el cine, ni la literatura, estaban incluidas entre los pecados inconfesables, es decir mortales, y de los otros vicios punibles , como es el de pensar, me guardo muy mucho de contarlos a nadie. ¡Ejem! (carraspeo).
Lo cierto es que la tonada, el hallazgo, estaba incluida en un disco-catalogo, una recopilación de una editora musical que de ese modo pretendía dar a conocer una docena de bandas sonoras. En origen los denominaban idóneamente “record sampler” disco muestra, de bajo precio, aunque el doblaje lo convertía inevitablemente en “Lo mejor de”, “Grandes éxitos”, “Bandas inolvidables” o cualquier otro reclamo para vender, eludiendo su finalidad autentica que era “dar a conocer” mas que la recaudación que, quedaba demorada hasta la adquisición de las versiones completas de la música de tal o cual película.
De lo aleatorio del contenido, o de lo anacrónico de algunas de ellas, no había por que preocuparse. La selección se limitaba a recoger perlas preciosas entre los temas destacados, de películas directa o indirectamente musicales.
Olvidable el asunto supongo, y olvidados los otros once cortes que acompañaban al que se fijó en la sección “tarareando” de la memoria menguante de que dispongo.
Periódicamente se pone a sonar, y obligatoriamente me pongo a cantar - para adentro, sin correr riesgos- e incluso a bailar inmóvil, con esa rara habilidad que tenemos los que hasta ahora hemos evitado pasar por el frenopático. Y, supongo que, además de lo pegadizo de la música, y de la letra tan amable que tiene, de ese canto homenaje a la mujer, que hoy estaría mal visto, seguramente por atentar contra la igualdad, o por cualquier otra majadería, esa voz sugiere inevitablemente la sonrisa cariñosa del abuelo que la está cantando, del Chevalier inconfundible, cuya sola presencia ya te levanta el animo, igual que la figura del yayo es suficiente para reforzar la felicidad de cualquier niño. Debió ser algo así, la razón por la sigue en mi sinfonola mental.
Yo sigo cantándola. Y si os dignáis pinchar el enlace y escucharla un par de veces. Aparte de contemplar una escena, una secuencia prodigiosa e irrepetible, os daréis cuenta de que Maurice dice en la canción muchas mas cosas de las que aparecen en la letra, que es de Jay Lerner y que no sería nada sin las imágenes de Vincente Minelli y la música de Frederick Loewe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Opinar es una manera de ejercer la libertad.

Archivo del blog