La libertad de expresión.
Los profesionales de esta liturgia, lo tienen claro.
Está reservada, en un principio, a los investidos con ropas talares, a los exclusivos depositarios de este tipo de libertad; es decir, a los que pueden expresarse con cierto eco mediático, periodistas y similares. Porque las verdades del porquero o los exabruptos del pater familias a la hora del almuerzo, jamás han tenido cortapisa, y jamás han trascendido más allá de su escueto auditorio, por muy libérrimos que sean.
Sobre los medios de comunicación, convertidos exclusivamente en propaganda al servicio del poder bicéfalo, entretenidos en convencer a su público de las desventajas del antagonista - por si les quedaba algún filamento reflexivo en la urdimbre antidemocrática que consolidamos en el XIX- no es asunto de insistir sobre ellos en el eterno dilema de la tan expresada soberanía de la voluntad expresiva. Al menos en la pública que es, por cierto, la que tiene un alcance universal.
El resto de opinantes, cada vez mas exiguo, pertenecientes al modo de sentir, de pensar, independiente. ( In the-pendiente, diría Mafalda), tiene claro también que la relación coste/beneficio de airear sus ideas, no compensa en modo alguno los riesgos de hacerlo.
Los héroes de la denuncia social ya quedaron en los anales de la novela decimonónica que, aunque siga de actualidad entre nuestros escritores anclados en aquella época, lo hace solamente en su aspecto de ficción novelesca.
La realidad, obstinada ella, insiste en lo mismo de entonces. Se puede hablar, escribir, y discrepar de casi todo, deportes en general, telebasura sin límites, famosos de cagamiseria todos, y algo de carnaza a modo de detritus, que el poder destierra de sus filas, y arroja a las masas para su deleite, en forma de imputados o presuntos.
Pero aquello que define la autentica libertad de expresión sigue intocable. Los mismísimos principios que iniciaban el canto guerrero de los defensores del rey D. Carlos, "Por Dios, la Patria y el Rey”, la bandera del Santiago y cierra España, del Cid Campeador, del Capitán Trueno y de mi primo Viriato.
La intransigencia suma o, "Cosas callares amigo Sancho", si no deseas exponerte a algo más que un manteo ventero, que te hará enmudecer.
Dicho en román paladíno: Sistema político tabú, jefe de estado tabú, territorio tabú, la madre de todas las religiones tabú. Y tabú es además un nombre de cabaret, de estrella pecaminosa de varietés y de un maravilloso documental de Murnau - Flaherty; pero no es de esos tabúes de los que hablamos.
Estoy viendo ahora - en gerundio - Horí ma panenko, última película checoslovaca de Milos Forman, ya que, a veces, las películas las termino al tercer intento; obligado por las llamadas telefónicas y por el sueño que vence siempre a la intención del director de exhibir su obra en un único acto.
Magnífica comedia coral de personajes estereotipados, que recogen en cierto modo todo el espectro socio-político del poder socialista checo durante los años sesenta.
Aparentemente son solo bomberos celebrando una fiesta, un baile anual de su asociación, pero como en las de su coetáneo Berlanga, nos muestran todos los vicios y pecados de unos políticos corruptos que, además disfrutaban del comodín, de la bula que derivaba toda responsabilidad final hacia un tercero, el poder soviético - demasiado parecido a buscar culpables ahora en ese Berlín al que llamamos Europa - y lo peor es que, estos cómicos nos hacen reír.
Risa sobre la desgracia ajena, que no tiene mas importancia que la de cualquier pecado venial. Pero cuando trasladamos la pantomima del teatro de las maravillas, las historias del traje invisible del emperador, o los asuntos de alcoba de las cortes inefables que nos ordeñan (dambas tres), a la motivación humorística del ciudadano, del que todavía trabaja, del que paga sus impuestos, de esa especie en vías de extinción acelerada; el asunto pierde gran parte de la gracia que aparentaba.
Está fuera de discusión la utilidad de reírse de la propia desgracia como terapia para el subconsciente colectivo, en caso de que exista algo así. Es de uso generalizado, y lo es desde que existe el hombre sobre la tierra. Te ríes de tu resbalón y el golpe te duele menos.Lo que no tiene sentido es hacerlo de los que te están destrozando, a ti y a tu país, anulando el futuro de tus hijos y de los hijos de tus hijos, para, de ese modo, creer ingenuamente que los autores están de esa manera pagando, al menos en parte, la pena que les corresponde. Eso no funciona.
Los chistes sobre el dictador, aún en el lecho de muerte, no aliviaban en absoluto a las victimas ni impedían, de hecho no lo han impedido, sucesivos y posteriores disparates.
Creo que la actitud adulta frente a la agresión, debe ser mas eficaz que el sarcasmo arrojado sobre los culpables, o la mera maledicencia, a veces rayando en una infamia que pone al agredido en un nivel moral similar al del agresor. Pero, sobre todo, debe ser algo más contundente que la parodia, el chiste fácil, la metáfora obligada sobre aquello que no se “debe” mentar.
De momento seguiré con el esperpéntico y divertido entremés de Forman. Me reiré, sin sentido de culpa, sin remordimiento alguno, con la denuncia enmascarada sobre la dictadura política que no se podía citar, porque oficialmente no existía. Y a sabiendas que esas situaciones son propias y exclusivas de esos sistemas antidemocráticos en los que no se puede hablar de casi nada, por carecer de “libertad de expresión”.
No es nuestro caso, seguramente. Ya digo que aquí, los lunes, la basca se suelta el pelo poniendo a parir a los del equipo contrario. Faltaba más.
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