viernes, 2 de marzo de 2012

GRANDES - Y NO TAN GRANDES - MOMENTOS DE LA HISTORIA.- VII.-


La caída del imperio romano.

No es solo que la física cuántica haga creíbles y viables los saltos en el tiempo y el espacio, y que para agujeros negros ya tengamos suficiente con el presente. Es que además, para justificar aquella catástrofe imperial, largamente obviada por incomprendida – nos hemos remitido siempre a la explicación infantil, de catecismo – Ripalda –, y seguimos asociando su causa con las infracciones al sexto mandamiento, resultando ser la época histórica, con mas parecido a la actual, en la que ni siquiera eso. Por tanto habrá que indagar, otra vez, en la versión cinematográfica, cuya cutrez sugiere algún cercano paralelismo.

Ya dijo algún sabio que la historia seria sin duda algo maravilloso, si no estuviese plagada de mentiras.

Por aquí esperamos impacientes la llegada de los invasores procedentes del Este, primero los comunistas, luego los chinos (también nos sirven sin necesidad de ser comunistas, es igual) al objeto de culparles de nuestros fracasos. Al igual que la infumable leyenda del ocaso de Roma por la llegada de los barbaros. Barbaridades. Cuando lo mas probable es que la aparición de los barbudos no fuese otra cosa que la consecuencia del deterioro político y social, si me apuráis de la degradación del lenguaje hasta el punto de convertirse en lengua muerta, y arrastrar detrás a toda una época esplendida en mármol, granito y sangre, como tantas otras.


La Caduta Degli Dei, del Visconti crepuscular que intentaba engañarnos otra vez con la degeneración moral ( sexual, para que todo el mundo pueda entenderlo), aunque no intente profundizar un poco mas allá de la metáfora elemental sexo-pecado, base de las religiones monoteístas –que lo son todas, me temo-. Trataba, el cineasta exquisito, de otro imperio, pero de la misma caida.

Y ojalá fuese todo tan fácil: Caca culo pedo pis. Ya La Vida de Brian abunda con excelente fortuna en estos conceptos. No vamos a insistir.

Por otra parte, no encuentro grandes diferencias entre la sociedad romana y la nuestra. Salvo quizás que ahora a los esclavos nos llaman de otra manera, o tal vez que, el titulo de patricio o el de ciudadano esté tan rebajado que tan solo nos dejan presumir cada cuatro años de dicha condición, reservando el foro para la casta superior, y para las correspondientes camarillas que pululan por los idus y trafican con la cicuta y el acero toledano, que en eso también hemos cambiado poco.

Ya explicamos, en los albores del blog, la carrera frenética de ciertos emperadores por repartir bienestar a su público, por la vía del pan y el circo, llegando a la osadía de añadir vino y ciertos embutidos, incluso oleos provenientes de la lejana Hispania, hasta el punto de arruinar la hacienda pública y secar el manantial de los prestamistas que, ya entonces, sufrieron en su peculio los efectos de la inversión en deuda soberana.

También contábamos lo mal que sentábale la piratería intelectual a nuestro paisano Marcial, a quién duplicábanle las tablillas con los epigramas sin el menor recato. Tiempos de arcilla, tan semejantes a los del sílice.

Vendrán pronto profetas, que quieran convencernos, otra vez, de que la causa de todos los males está en nuestros pecados que, por cierto, ni tan siquiera los hemos aceptado como tales. Que, como entonces, los grandes remedios – o su preclara ausencia- anunciarán de una vez por todas, la realidad, la evidencia incontestable de los grandes males que aquejan al imperio que nunca lo fue.

De momento, no he visto ninguna medida, ningún remedio, que pueda considerarse equiparable en magnitud al desastre de tener medio país al borde la inanición.

En el momento que los queridos y respetados vecinos del norte decidan cortar el suministro de pan –en Grecia están cerrando las panaderías- nos quedaremos tan solo con el circo, con nuestros idolatrados gladiadores de fin de semana, que tantas alegrías y tanto orgullo suministran al patrioterismo en que se ha convertido el común sentir por la casa de todos.

Me temo que no nos los podremos comer, ni a ellos - a los chicos de las medallas- ni a sus patrocinadores; y no porque resulte un alimento hartamente contaminado, que también, sino porque van a desaparecer tan súbitamente como termine el suministro de dinero ajeno. Ciclismo, tenis, futbol, motos, hasta en formula uno, probablemente el deporte ¿? mas caro de practicar, a expensas de la deuda soberana que solo tiene una manera de desaparecer, y que no es otra que pagándola, claro está. Del incremento de esta y de la inestimable utilidad que el circo subvencionado tiene para los dirigentes del pueblo, ciego y mudo, sordo y desesperado, como de su continuidad, no tengo la menor duda. Adoptamos la solución del avestruz me temo, solo que el televisor ocupa el lugar del agujero donde esconder la cabeza.

El cine miente igual, solo que es más divertido. Insisto.


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