domingo, 15 de abril de 2012

TAKESHI TERAUCHI. (A OTROS LES TOCA LA LOTERIA.).- TOCANDO LA GUITARRA ELECTRICA.



 

Takeshi Terauchi y su Mosrite.-

Tan fácil resulta olvidar a alguien que no conoces,  como lamentar  no haberlo  conocido. El olvido es tanto un asunto de la ausencia de placer, placer imprescindible para fijar un recuerdo, como del azar, esa cosa inaprensible. Es solo uno de los misterios del organismo (esa es de Dusan Makavejev 1971, un buen año). (1)
Es el azar el que me lleva escuchar a este guitarrista nipón (japonés es más difícil de vocalizar y rompe el ritmo de cualquier verso, lo siento) y descubrir lo moderno de su sonido y de su imagen. Quizás sea el revival, el vintage, la imaginería pop sesentera que continúa siendo tan intemporal como efectiva, o bien es el shangri lá estético de un servidor que se encuentra anclado en los años sesenta, por los misterios del organismo de que hablaba antes.

Lo cierto es que fue la carátula de algún disco de Takeshi, aquella en la que aparece rodeado de guitarras eléctricas, la que me indujo a escucharlo, luego el resto es conocido. El niño (que todos llevamos dentro) se ha pedido una para el dia de su puesta de largo, para el baile de los debutantes en el que, razonablemente, la guitarra al hombro no pasará de ser una adminículo decorativo destinado a adornar la pared. Creo que hasta las fantasías mas exageradas tienen su límite. Aunque yo, de momento estoy dudando entre una  Fender Estratocaster – prima hermana de la Mosrite-   y la Gibson Les Paul. El ampli si lo tengo claro, un Marshall de 100 watios, aunque solo sea en homenaje a su inventor, que falleció hace dos días.
Igual sucedió con el inventor de la Mosrite, aunque el fallecimiento fuera solo comercial, y su precoz bancarrota, llevara su modelo de guitarra eléctrica al terreno de la mitología. De sus usuarios antiguos mas modernos, quizás Johnny Ramone sea el nombre a usar como prototipo para la serie cuya reedición apócrifa, haga soltar la mosca a cuatro fanáticos que anden sobrados de. Estas cosas suelen ser patognomónicas de épocas de decadencia del imperio tal o cual. No voy a insistir.

 

Pero algún tiempo antes de Los Ramones, ya hubo otros apóstoles que predicaron con Mosrites en sus brazos, en aquel  Japón que luchaba fieramente por superar la postguerra (aprendamos de ellos, hermanos). Concretamente fueron The Ventures, en sus giras por el país, los que acercaron sus guitarras (mosritas, por supuesto) a los jóvenes supervivientes de la derrota;  y con su música, inapropiadamente etiquetada como surfera, con sus temas instrumentales, obviamente inteligibles, encendieron la luz en la mente, y en las manos de Takeshi.

El resultado, casi cincuenta años después, es el de poner en evidencia que el buen gusto es la base de cualquier actividad artística. Que la tecnología de grabación de aquella época sigue resultando mas que apta para que, mediante una discreta remasterización, el sonido continúe resultando tan fresco y tan nítido, como pueda serlo aquel que,  tremolo mediante y el inevitable vibrato, se convirtió en la revolución musical del siglo veinte. Nunca más el pesado, y de limitado volumen sonoro, piano, fue la pieza imprescindible para un concierto masivo. Algo parecido a una guitarra, maciza, pintada de colores ajenos a los de la madera original. (Blanca y negra, blanca y roja  las de Takeshi), y unos metros de cable eléctrico conectados a una caja pesada y oscura hicieron el resto.

Hay algo más, por supuesto, el paulatino rechazo del artista por la rítmica y obsesiva batería que era el sello y la cruz de la música Surf, fue desplazándolo hacia el acompañamiento con los teclados portátiles, inolvidable órgano Farfisa, e incluso ciertos arreglos dirigidos a la inclusión de instrumentos tradicionales, también de cuerda o de arco, japoneses, hasta llegar a cerrar el ciclo de intentar alcanzar los cielos con el intento, supongo que obligado por la moda, de adaptar grandes temas de la música clásica, a su repertorio discográfico.

 


Si hay algo , alguna sombra en el aprecio que tengo por la música de este hombre, además de por la hawaiana, la de las cuerdas de acero y la inevitable púa, la del cuello de botella (de vidrio) en el anular de la mano izquierda de los pioneros del blues, de los ecos tabajaras, y de nuestros Shadows y Relámpagos, imitadores todos ellos, Straitjackets incluidos, de los originales Ventures;  esa sombra es la de la incredulidad, ante lo que considero una obscenidad, sin saber bien por qué. La evidencia de que siga en activo el artista, intentando remedar en el escenario algo tan irrepetible como el sonido aquel, el de entonces, inmortal.
Os pongo un enlace por si queréis comprender  mi sublime obsesión. (Una de ellas). (1).



 (1).- No. El personaje no me lo he inventado yo.  Al menos, este no.

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