Y es que tenemos artistas y artistas.
Figuraos que podemos
esperar de una cantante llamada Úrsula Hilaria Celia de la Caridad Cruz Alfonso,
y la Santísima Trinidad de Todos los Santos (Celia Cruz).
Lo tiene todo, y aunque se haya
marchado con sus compadres, como la mayoría de los que asoman en nuestra
memoria - los otros están, obviamente, en tránsito - el timbre de su voz,
indistinguible de la trompeta, la sitúa en ese altar, entre el coro parroquial y
el órgano centenario, y por ello no podemos ignorarla, aunque de momento aplacemos el
placer (aplazando placeres placentinos) de escucharla, y reconocer nuestra
incapacidad para imitarla. Es lo que tienen los que son demasiados buenos, que
se alejan excesivamente de nuestro simiesco registro gutural, incapces de emular trinos como
los de Hilaria. También los de Herminia. No asustarse.
Sí, habrá que sujetarse las neuronas, sobre todo en el terreno
de siempre, el de los géneros, de cualquiera de los tres, a la hora de aceptar
lo políticamente incorrecto de algunos versos como propios de épocas, en la que
no estaba mal visto aquello que ahora sería una clarísima apología del peor de
los delitos, el del mal gusto. Pero los mores cambian, igual que los memes, y además
tan solo pretendemos, y a veces conseguimos, encontrar una pizca de ese alimento
imprescindible para el alma, llamado humor, para cambiar el sabor de las lágrimas
que, acompañarán inevitablemente, la audición. Sabor agridulce.
Hemos dado descanso en esta ocasión a algunos de nuestros
favoritos, como Centellas, Silvio, o el inefable tio demonio que te canta los
boleros como nadie, escupiendo silaba tras silaba como si con cada una de ellas
se vaciase todo el dolor que lleva dentro. Ausentes en esta edición. Si bien me
consta que están ensayando piezas imperdonables – en ambas acepciones- para
sucesivas ediciones. Además de haber dejado gentilmente un hueco en el disco
para lucimiento de destacados interpretes en estilos idénticos a los suyos. Espero
que Celentano y Feliciano puedan compensar su ausencia que, ya digo, es
transitoria.
No faltan, sin embargo, las feroces y necrofilias historias
de los corridos iberoamericanos – así los llaman ahora, si os fijáis, nuestros
próceres, avergonzados de la palabra Hispanoamérica de tan grato recuerdo para algunos
nostálgicos de la caverna imperial, y anatemizando ellos, que son puro anatema,
el termino real, el fetén de latinoamericanos.- en las que las balas, los escupitajos,
y cosas peores, suelen dar gusto a los machotes de ambos sexos. Ni quito ni
pongo, pero algo de gore supongo que viene bien para equilibrar el panorama de
adolescencia tardía –nosotros- en el que los proyectos inconclusos de los
amores imposibles llenan melancólicamente las letras de las canciones que
cantamos para adentro. Snif. Son la mayoría.
Las carátulas, cubiertas, fundas o covers son un mundo
aparte de diseño, magia, y nostálgica emoción. Recogiendo indudablemente el estilo
visual y los medios gráficos de su época, pero también el interés comercial de
la propaganda, del panfleto visual que invitaba o rechazaba su adquisición, a
la vez que, en nuestro caso, la pesada carga censoril que impedía ver portadas
con chicas monas más o menos provocativas que, por otra parte solían ser usadas
como pretexto de las discográficas para evitar el primer plano de su poco agraciado
interprete. En fin, otro mundo perdido, del que, afortunadamente nos quedan
miles de estampas para conservar.
La nuestra, al fin, es desvelada, y espero que esté, al
menos, en consonancia con el contenido de esta caja de pastas para casi todos
los gustos.
Confio en vuestra indulgencia, poner a Angelillo al lado de
Travelling Wilburys, a Paquita la del barrio junto a Mimo (y los Jumps), o a
Marino Marini dando paso a Takeshi Kitano, comprendo que puede parecer un auténtico
disparate. Pero... ya sabeis que la vida es sueño, y que estos a veces se
convierten en pesadillas, el que estas resulten eróticas, graticantes o
alucinatorias, ya solo depende del camino que elija cada uno.
Aunque en La Vida de Brian aconsejaban escoger siempre el
lado bueno de la vida, y mira por donde, el productor de la película (Harrison)
es una de las guitarras de esa pieza llamada New Blue Moon, casi al final del
disco, o casi al comienzo del siguiente. Y no es que sea muy largo el hilo, es el
ovillo el que resulta interminable.
Saludos y buen provecho..
P.D.- Esta es la carátula del 2013, con su correspondiente contraportada, trasera, back o inlet.
Las Hermanas Kessler aparecen porque se pusieron muy pesadas y tuve que elegir entre Pili y Mili o ellas.
De paso corroboro la tesis de que los discos del saxofonista no se hubiesen comido un rosco - hoy es día de - con su retrato como reclamo.
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Indulgencia plenaria.
ResponderEliminarBien por El Farolero.
Charo.