La primera vez.-
¿Os habéis preguntado alguna vez cual fue la primera
película que recordáis haber visto?
Fijaos que no pregunto por la primera que visteis,
sino que recordáis. Esa es la clave del comienzo de algo, la primera piedra
del edificio en el que vamos a guardar las ficciones, y otras cosas menos
interesantes, que irán formando nuestro carácter. Antes de los recuerdos solo
existe la nada.
Ya, ya sé que para algunos es solo una pregunta
retórica, para la que tienen estudiada respuesta, y no desaprovecharán la
ocasión para recitarla:
1)
- Pues realmente la recuerdo en todos sus
fotogramas, perfectamente. Tenía yo dos
años recién cumplidos, y mis padres me llevaron al cineclub, el bautizo laico
en la sala oscura. Fue “The color of Pomegranates” de Paradjanov 1968, y todavía me
asombra la nula capacidad de los participantes en el coloquio, a la hora de
interpretar las claves, facilísimas, de aquella historia, la más elemental
paradoja sobre la supervivencia de la cultura armenia bajo el yugo opresor.
Lástima que no me permitieron escupir el chupete y explicarlo detenidamente.
La adicción se hizo imagen y La Posesión 1981,
Andrzej Zulawski, pudo más que La Repulsión 1965, Roman Polanski, y el
precoz/procaz adolescente que fui, pasó de ser acusado de hiperactividad a
asumir el papel de autista confeso que le acompañaría en las miles de horas en
la sala oscura. Hasta que el litio y el
prozac… pero eso ya es otra película.
Tambien puedo contaros con absoluta precisión, toda
mi estancia en el claustro materno. Dicen los expertos que esto es rarísimo,
extraordinario, y que no saben si incluirme en el libro ese, o directamente
encerrarme. Que ciertas películas, a veces tienen estas consecuencias.
2)
-Yo probablemente no la recordaría, de no ser por las mil y una veces (en horario
diurno) que me contó la historia mi queridísima tía Obdulia “la camerata”, así
apodada por ser su oficio el de cuidadora de la cámara, del vestuario y joyas
de la virgen local, oficio y cargo heredados de su madre y de su abuela, todas
madres solteras.
Ella me repitió tantas veces cual fue la película
primera, a la que me acompañó, mi bautizo en la sala oscura , “Bambi”, David Hand 1942, y cuáles
fueron mis reacciónes, niño de tres
añitos, la final, del llanto ante la orfandad del protagonista, y la primera
fuga como espectador, al salir disparado hacia la pantalla, corriendo por el
pasillo, con la idea virginal de abrazar al pequeño cervatillo. Afortunadamente
me atrapó antes de llegar a las bambalinas y exponerme a sufrir mi primera
decepción cinematográfica, y vital.
Tantas veces me lo refirió, y tantos mimos me dio,
que le perdono me arruinase el final, lo
que pudo ser una catástrofe, descubrir la falsedad de las dos dimensiones,
simuladas por el proyector luminoso, y permitir de esta manera el principio de
mi carrera como espectador, inmensa.
Ella me enseñó que cosa era el cine, igual que su
hija me enseñó otras cosas, igualmente interesantes. Pero eso es ya de otra
película. (Los que no hayan tenido una amantísima tía soltera, que tiren la
primera piedra, y que se chinchen. No saben lo que se han perdido).
Y 3)
-Vuestras versiones, serán sin duda, de una riqueza tan
inconmensurable como las de los prologistas, y os ruego dispongáis de unos
minutos de silencio meditativo para que las reconstruyáis a placer.
La memoria,
como todas las cosas que creemos de una solidez a prueba de martillo pilón, es
la más agradecida cuando la deconstrucción de nuestra fantasía la hace dudar al
principio, y doblegarse después, ante la fuerza de nuestras pasiones, de
nuestros intereses emocionales que la reconducen por el buen camino, el que sin
duda habríamos tomado en el momento aquel de nuestro error fatal.
Afortunadamente la tenemos a ella, a la memoria, y como es nuestra, nos permite
rememorar, y contar las cosas, como nos gustaría que hubiesen sucedido.
Cuando
no sucede de esa forma fantástica, cuando los hechos soñados se acercan
peligrosamente a la monotonía implacable de la cotidianeidad, cuando se manifiestan
de manera tan impersonal que podrían parecer vividos por cualquier otro, es
entonces cuando nos estamos aproximando a eso que llaman verdad, a esa realidad
compartida. Mal asunto.
Por eso mismo supongo, que mi primera experiencia en
el cine ( lo de sala vino bastante después) será bastante común entre los
lectores, y por eso la voy a contar.
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