Leyendas urbanas, las que atribuyen el invento de la pólvora,
de la pasta de trigo duro, o los smartphones a los asiáticos de la coleta y los
ojos rasgados. Tópicos sin fundamento, que llegaron a establecer como dogma el
origen de la salsa agridulce en el mismo lugar “petit pais” que cantaba Cesaria
Evora.
Resulta imposible enderezar los renglones torcidos, y los
creyentes es lo que tienen, son insobornables en las cuestiones metafísicas.
Por eso no voy a discrepar en lo fundamental, en casi todo, y limitaré mi
digresión herética sobre un aspecto menor de un tema bastante secundario. Mis
respetos a Mao y a sus epígonos subpirinaicos – o quizás pirenaicos – y
disculpad que manifieste mis dudas respecto a la procedencia de la salsa.
Al menos, la de la vida, necesita esos dos ingredientes, el
agrio y el dulce, a partes iguales si me dejáis que yo prefiera – la hoguera,
Krahe- sin olvidar esa pizca de sal al gusto, incluso de pimienta, que resultan
fundamentales para hacer comestibles, es decir digeribles, y provechosas para
el espíritu, las inevitables incidencias cotidianas.
Veis, lo bueno de la entrada es que resulta válida para
cualquiera de los innumerables – dos o tres – temas que sostienen este blog.
Cuarzo, feldespato y mica.
Esos son los componentes del granito, ya sé que tenemos
estudios, y que, lamentablemente, estos han servido para atesorar cantidad
ingente de conocimiento –pedante – que no sirve para nada si no le buscamos una
aplicación práctica, si no realizamos con ellos algo de provecho para nosotros y,
más importante, para los demás. En eso estamos.
La parte ácida de la vida, el vinagre sin pedigrí, CVC,
conjunto de varias cosechas, como los vinos baratos, el vitriolo que los
tiempos. y la patria que nos han tocado vierten sobre nuestras cabezas cada
día, ya colman las expectativas de cualquier chef malgré lui, y no somos ajenos
a las modas, ni podemos escondernos en las cuevas que, aparte de su proverbial
carencia de confort – y eso es irrenunciable- están abarrotadas de estoicos
hombres de buena fe que ora se mesan las barbas, ora se rasgan las escasas
vestiduras, de modo que intentaremos componer alguna mixtura que nos sirva , si
no de bálsamo, al menos de adobo para nuestro particular libro de horas.
Afortunadamente, la otra mitad de este aderezo gastronómico,
la que presta dulzura al conjunto, es de producción propia; procedente de ese
estante de la alacena interior, donde guardamos la compota, la miel, el azúcar -Celia otra vez - y aquellas especias que con
ellas combinan , la vainilla y la canela.
Aquellos cuyas raíces se debiliten solo ante el temor por la
ausencia de ingredientes para ellos imprescindibles,
como determinados frutos secos o ciertas hierbas aromáticas, escogidas entre
las mentadas en la canción de Simon y Garfunkel, Parsley, Sage, Rosemary y Thyme, (perejil,
salvia, romero y tomillo), también tendrán en consideración el uso, sabiamente
dosificado, de estos elementos catárticos que convertirán el inevitable
escabeche consuetudinario, en el perfecto alimento de los dioses, que lo somos.
No vamos a andarnos ahora con falsas modestias. Ni añadir demasiado pan a la
mesa, que engorda.
Estoy hablando del cine, los libros y la música, y me duele
tener que repetirlo. Al fin y al cabo ya vamos por el post seiscientos y pico
que, a una media de veintitrés lectores, hacen una multitud. Me alegro por
ellos.
Cuanto peores son las noticias, mas recompongo el hato para
lo que queda del día (The remains of the day, imprescindible Ishiguro) y más
repito la lista de aquellos componentes que no pueden faltar en la salsa de la
vida, al menos de la mía.
Aquí, la experiencia resulta fundamental, y no solo las
enseñanzas de los clásicos que insistían en diferenciar el conocimiento de la
sabiduría, que sería aquella que nos hace aplicar fehacientemente los
conocimientos a la realidad, a la acción venturosa del superviviente
vocacional.
La experiencia me ha enseñado que debo aligerar el equipaje
– según también Machado, el “bueno”- y quedarme con aquello que me gusta
realmente, que me hace feliz en la escucha, la contemplación y la meditación,
por más que tenga que hacer pública renuncia, vade retro, de aquellos miles de títulos
, autores y coplas que sostienen el efímero y falso prestigio de todo aquel que
pretende estar a la derniere –moda-, y limitarme a la docena de nombres,
inmortales para mi, que durante el tiempo finito de esta jornada, la de hoy, no
me gustaría cayesen en la zona sin retorno de la más que frágil, voluble
memoria..
No quiero cansaros, a los sumisos lectores que hayáis llegado
hasta aquí, y por tanto terminaré, mencionando a aquellos músicos que alguno se
llevaría a una isla desierta –ignorantes que desconocen el significado de isla
y de desierta- y que por hoy son : Silvio y su “Tres pasos hacia el cielo” 1984,
versión de la original de Eddie Cochran , Las Hermanas Benítez, las cinco
oiga, en “Quiero decirte” todo lo que sé 1964, Los Apson que me abruman solidarios
con “Por eso estamos como estamos” 1966 (1), y finalmente el maestro
Farina (no confundir con los hermanos Fariña,
Santo y Johnnie, que también lo son), en la magistral “El fracasao” 1962, y su
copla irrepetible:
“No quiero pensar y pienso,
lloro sin querer llorá"
...............................
“Dame vino dame arcó,
a vé si arranco der arma.
a esta pena que me
mata...
a mi pobre corasón”
Supongo que hay otras, y otros días para disfrutarlas. La
salsa agridulce, a cucharadas.
Pendientes Onetti, Sebald, Koestler y el quinto titulo
diferente para la misma novela de Bolaño. Que le vamos a hacer.
(1).- POR ESO ESTAMOS COMO ESTAMOS (LOS APSON)
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