The Day of
the Vulture.
Algo deben tener en común las avecillas del señor, con nosotros, los inmortales bípedos, algo
aparte de la bipedestación, que también.
San Antonio, siendo niño, encerró a todas en su casa para
proteger el sembrado, ocasionando el
asombro de sus padres y hasta del señor obispo. (1)
Evidentemente hay algo más que una corriente de simpatía
entre ambas especies, y de alguna manera la supervivencia de unos depende de la
de los otros. Por no mentaros el canario que los mineros colocaban en la punta
de la vara para detectar el grisú, el primer sensor o alerta conocido sobre la salubridad
del aire que respiramos.
Los poetas, por su parte, no han dudado en usarlos como símbolos o, en la cima de la imaginación,
identificarlos con el más genuino de los despertadores, el ruiseñor o la
alondra, según la versión interesada de
Romeo o de Julieta.
Poe situó a su cuervo en la ventana y aprovechó esa
capacidad que algunas aves tienen para remedar la voz humana, recibiendo el mensaje lapidario que testifica
la perdida de la amada. El nunca más, en verso – ya de puestos – por el pájaro
negro.
Personalmente, siempre he preferido a Jennifer, la cotorra
del Dr. Jeckyll en la versión buena, la de Jerry Lewis. (El profesor chiflado).
- -
No lo hagas Julius, no lo hagas – le grazna la
encantadora cacatúa.
- -
Cállate, pájaro tonto de pico largo – responde
Julius, momentos antes de ingerir la poción mágica que lo convierte en líder
(monstruo).

Olvidados en los tiempos cercanos, cuya celeridad y premura
nos ha impedido tener consciencia de la desaparición de ciertas especies junto
a las que hemos crecido. La tórtola ha sido sustituida por la paloma turca, cuya
imitación del cuco, encuentro por donde paso, ominosa e insistente como el
nevermore, el nunca más del pájaro de mal agüero de Poe. Me da yuyu el pajarito,
no puedo evitarlo.

Cuando ha estirado el gañote y me ha mirado a los ojos, me
ha sucedido como cuando una chica hermosa hace algo parecido, que soy incapaz
de fijarme en ellos, en sus ojos.
Si además tenemos en cuenta que ha avanzado unos pasos hacia
mí, y ha desplegado a medias la arboladura de sus alas, comprenderéis que mi
timidez habitual se ha convertido en pavor. Aun aceptando que sus intenciones,
como las de la hermosa ragazza del elevatore (esta de Silvio viene este año en
el CD), son cariñosas, me produce una sensación de parálisis , de necesitar
tiempo para pensar, para reaccionar ante estos imprevistos milagrosos que,
desafortunadamente, solo suceden una vez en la vida – lo de la rapariga
también- y termino convertido en una figura inmóvil que, junto ave que tiene
enfrente, constituye una estampa digna del mejor espectáculo, contemplado y
jaleado incluso por el personal que
transita alrededor.
Intento convencerlo sobre la conveniencia de marchar de
allí, inmediatamente, - él, que puede hacerlo- y solo consigo un par de
intentos de despegue, abortados por quien está perfectamente capacitado para
planear decenas de kilómetros, pero es totalmente nulo a la hora de iniciar el
vuelo sin una pista adecuada, libre de obstáculos en, al menos, diez metros, algo imposible, rodeado
por un montón de curiosos.
Intento alejarme, por aquello de la timidez que no sé si
será más bien una muestra de agorafobia reprimida o directamente una
declaración de manifiesta misantropía, y el animalito me sigue, intuyendo que
de aquella masa vociferante no puede
esperar nada bueno.

La clase gallinácea es –somos-tan silenciosa como indefensa,
tan vulnerable como sufrida. Y aquí estamos, otra vez con la metáfora de los
pajaritos y los pajarracos, Uccelaci e Uccellini, la de Pasolini, en la que el
infravalorado Totó, daba una maravillosa vuelta de tuerca, interpretando el
fraile que sabe más por viejo que por sabio, insistiendo en la necesidad e
incapacidad de los gorriones de unirse frente al cuervo.
Me quedo con la impresión de lo inesperado, de lo
increíblemente extraño, de volver a ver, casi a tocar, este animal; cosa que no
hacía desde los tiempos de mi primera comunión, allá en el muladar patrio,
también llamado matadero de los burros. Y de la metáfora injusta que le ha tocado
representar, la de aquellos animales que no dejan de sugerirnos la indefensión
del ciudadano ante el largo brazo de la codicia.
Cuervos, buitres, carroñeros varios, cualquier icono que
sirva para prestar su atractivo envoltorio –comen cadáveres – y distraernos de
lo primordial, del peligro cotidiano para la supervivencia de los vivos.
Nada nuevo
(1)
Canción de los pajaritos (San Antonio Abad).-
Abrieron ventanas,
puertas a la par,
por ver si las aves
se querían marchar.
puertas a la par,
por ver si las aves
se querían marchar.
Antonio les dijo a todos:
Señores, nadie se agravie,
los pájaros no se marchan
hasta que yo los mande.
Señores, nadie se agravie,
los pájaros no se marchan
hasta que yo los mande.
Se puso a la puerta
y les dijo así:
Vaya, pajaritos,
ya podéis salir.
y les dijo así:
Vaya, pajaritos,
ya podéis salir.
“Salgan cigüeñas con orden
águilas, grullas y garzas,
gavilanes y avutardas,
lechuzas, mochuelos y grajas.
águilas, grullas y garzas,
gavilanes y avutardas,
lechuzas, mochuelos y grajas.
Salgan las urracas,
tórtolas, perdices,
palomas, gorriones
y las codornices.
tórtolas, perdices,
palomas, gorriones
y las codornices.
Salgan el cuco y el milano,
burla pastor y andarríos
canarios y ruiseñores,
tordos, gafarrón y mirlos.
burla pastor y andarríos
canarios y ruiseñores,
tordos, gafarrón y mirlos.
Salgan
verderones,
y las corderinas,
y las cogujadas,
y las golondrinas.”
Podeis escucharla - droga dura, aviso- en la versión de Cecilio.
Clic abajo.
http://www.youtube.com/watch?v=oiQAQkO_1s8
y las corderinas,
y las cogujadas,
y las golondrinas.”
Podeis escucharla - droga dura, aviso- en la versión de Cecilio.
Clic abajo.
http://www.youtube.com/watch?v=oiQAQkO_1s8
---------------------------------------------------------------------------------------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Opinar es una manera de ejercer la libertad.