Jeremías Capítulo 33 Versículo 3.
!Clama a mi y te responderé!
Primero perdimos olvidadas, las palabras, luego olvidamos su
significado para siempre. Nos quedamos sin ambos, cuando durante siglos, la
actividad, los sentimientos humanos y la naturaleza que nos rodean han estado
presentes y han necesitado ciertos vocablos para ubicarnos dentro y, lo que
resulta imprescindible, para entendernos.
Por eso no me atrevo a llamar imprevisible al otoño, ni a la
lluvia que lo acompaña. Puede que en ocasiones se retrase un poco, o precipite
su aparición, y puede que la lluvia no caiga con la intensidad ni con la
frecuencia habitual, pero no por ello estaremos haciendo otra cosa que
equivocarnos al usar las palabras habitual o imprevisibles refiriéndonos a las
estaciones del ciclo anual o los riesgos a que nos somete el agua que cae del
cielo, por exceso o por defecto, nunca a gusto de todos, a veces para desgracia
de algunos, pero siempre, absolutamente previsible. Es su condición, como lo es
el mojar todo lo que toca.

De arreglar el tejado no se habla en casa. Como un tabú
intocable y centenario, el padre, senil, solo representa la autoridad
heredada que algún día tuvo activa. Como
la casa en si, procede de varias generaciones atrás, la costumbre de vivir en
ella sin otros deberes inminentes en su mantenimiento es el estar allí, el
estar vivos, ignorando la fecha de construcción, e incluso el nombre del
tatarabuelo que la levantó, y lo que es mucho peor, la fecha de caducidad, el
carácter efímero de las construcciones que el hombre levanta sobre la tierra.

Los hijos mayores tienen en el alcohol y en el fútbol la
distracción placentera que les hace ignorar el peligro que emerge sobre sus
cabezas, los pequeños inevitablemente, piensa la madre, tendrán que buscar
acomodo en casas ajenas, si continúa lloviendo.

The Fall llaman en ingles al periodo en que caen las hojas de los árboles. Desde dentro del hogar, con la única ventana abierta, el televisor, la belleza que transmiten los árboles de hoja caduca al desvestirse por estas fechas, está ausente y la otra caída, la de la casa Usher (Allan Poe), o los presagios de hundimiento de “La casa tomada” de Cortazar, son solo eso, ficciones pasadas de moda. Metáforas repetidas sobre idéntica situación, la del pusilánime que sigue esperando, si no es rematadamente estúpido, que se hunda “solo” parte del techo, mejor en aquella zona donde no entrañe peligro alguno para los ocupantes, y que de paso, ponga inmediatamente en marcha el rescate a cargo de los vecinos. Como aquel que espera tener solo “un poco” de infarto, un aviso celestial para acudir al cardiólogo y realizarse el cateterismo.

Que la lluvia es imprevisible, por escasa o torrencial, es
la misma tontería que la negación de que la tierra da una vuelta anual alrededor
del sol. Mantenerla puede suponer una actividad verbal muy entretenida en los
foros del poder, e incluso divertida para los que se benefician de ellos, pero
parece poco prudente el seguir sin mirar hacia arriba y el seguir sin tomar
medidas para evitar los daños. El agua es lo que tiene.
P.D.- El cuento de los tres cerditos es otra versión sobre
el mismo tema. Quizás si lo hubiese comprendido en la infancia, ahora sería más
sabio, o al menos dejaría las lamentaciones para otros.

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