Epílogo interminable.-
Tenía reservado el Caballo Viejo – ya vamos acercándonos, al caballo quiero decir, no al viejo – y la he descartado porque la versión que tenía preparada era la de Manolo, superlativa, pero igual que no lo hemos valorado suficientemente en vida, creo que ahora merece un cierto silencio, al menos hasta que reconozcamos y apreciemos realmente lo que hemos perdido. De todas maneras la he sustituido por la de Bareto, más en la cumbiamba, aunque esta espero no aparezca en vuestras discotecas hasta el 2016, salvo que sugiráis otra versión de la misma, como pieza más adecuada, para futuras audiciones previas al reparto anual de premios, nuestros pequeños pedazos de tarta de inmortalidad. Casi nada.

El análisis de los restos despreciados en la elaboración del actual volumen, ha llevado a la resolución de un enigma milenario. Aquel que convirtió la edad adolescente y otras adyacentes de innumerables generaciones nacidas en el solar materno, aquel donde crecen todavía las orquídeas silvestres, en espíritus poseídos por pesadillas diurnas. Por las noches, afortunadamente, eran suplantadas por otras de diferente cariz.
Nos convertía, sin que fuésemos conscientes de ello, en filósofos buscando la explicación para aquellas preguntas fundamentales de nuestra propia historia: ¿Por qué a San Antón, su padre le decía: ¡Ponte el gorro Periquito!?
Sin olvidar sus derivaciones tangenciales, como por ejemplo:
En fin, cuestiones de gran enjundia, para las que nuestros padres tampoco encontraron respuestas de los suyos, y que ahora, por puro azar aparecen resueltas en la tablilla circular, de 75 revoluciones – por minuto claro, que con las nuevas normas gubernamentales antisediciosas, uno debe ser cauto con las palabras- disco de negra pizarra que llena de luz nuestras compungidas mentes, convencidas de pertenecer eternamente a esa gran cadena de ignorancia rota para siempre con esta sublime revelación a cargo de D. Antonio Molina.

Sin pretender abusar de vuestra paciente atención, voy a contaros otra película para terminar la ronda musical.
Esta es japonesa, y trata de algo en lo que siempre estamos pensando – desde chiquininos- pero en lo que todavía no hemos caído, afortunadamente. Del más allá.
Si, si, nada de banalidades y de dejar para el final la típica parida trivial que te hace brotar la sonrisa pensando en lo tonto que puede llegara ser este…

Pienso en la frívola ingenuidad de los que seleccionan los diez libros, discos, o amigos – ya hay que ser codicioso para pretender tener más de diez amigos- para aquella tontería de la isla desierta. O no se fijan en la última parte de la frase – desierta- o han visto demasiadas películas – de las malas- y no precisamente como la que os estoy contando.

Una sola.
No es nada fácil, aunque en principio pensé en seleccionar para mi, alguna de ritmo alegre que me haga bailar, algo entre caribe y discoteca, por aquello de que bailando entras en calorcito y por allí arriba debe hacer un frío del carajo. Lo cierto es que la amable funcionaria – espero que me toque funcionaria, y no es que uno sea machista- me haga ver que eso no es cierto, que son tópicos y que allí ni el frío ni el calor…
Con lo cual todas las opciones continúan abiertas, o sea un millón, de las que solo una…

Esto… continuará.
Filmografía referida.-
Mon Oncle (Mi tio) – Jacques Tati
Bewitched (Embrujada) – Sol Sacks
In the mood for love (Deseando amar) – Wong Kar Wai
Passion Flower (La flor del mal) – William C. DeMille
Bienvenido Mr Marshall – Berlanga (sus chicas emigraron en 2013, con Manolo, a la película de Koreeda).
Blade Runer – Ridley Scott
Wandafuru Raifu – Hirokazu Koreeda
Churubusco Azteca (todo).
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