domingo, 29 de junio de 2014
ALTERNATIVAS A LA SANIDAD PÚBLICA.- (50)
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martes, 24 de junio de 2014
AKI KAURISMAKI EN EL MANUAL DE USO CULTURAL.-
«Cuando soy buena, soy buena; pero cuando soy mala, soy
mucho mejor».
Mae West.
Estereotipo de vampiresa cinematográfica imposible para
nosotros, por pertenecer a una época donde la transgresión era el reclamo
obligado de la barraca y el vodevil de donde, para algunos, jamás debió salir
el cine. Y también por poseer un físico absolutamente incongruente con los
cánones femeninos de hoy. Dice Mae, con la agudeza y arte de ingenio del
mismísimo Gracián, que a veces la cara visible, la imagen que nos construimos
alrededor de una artista, o de una persona de nuestro entorno, con ser buena, o
muy buena, a veces no hace otra cosa que enmascarar el otro lado, el
mejor, que solo estará al alcance de
aquellos cuya sagacidad, y su insistencia, les sean propicios para apreciar la
maravilla escondida en el lado oculto de las cosas.
Elemental maniqueísmo, el del bien y del mal, para llegar a
todo tipo de espectadores, pretensión primigenia del cine de Hollywood. Pero si
en la literatura universal ya quedaba meridianamente claro que entre el blanco
y el negro existen una infinidad de matices, de grises diferentes y
maravillosos, en el cine europeo, desde siempre creo, el asunto de los héroes y
los villanos ha sido rápidamente obviado por la figura del antihéroe, y si es un
antihéroe cotidiano mejor. Este personaje normal, creíble por su cercanía, y
arrollado por sus circunstancias a veces en las condiciones más terribles, que
no son necesariamente las más espectaculares, las más vistosas para el público,
ha ido destilándose desde Renoir, Bergman, Bresson, Fassbinder, hasta sublimarse en el cine lacónico y
austero, en la sucesión de fotogramas y rostros, en que a veces se convierte el
cine de Aki Kaurismaki.
Minimalista hasta en la duración de sus largometrajes, y
espartano en la puesta en escena, ambientes tan oscuros y sombríos como sus
protagonistas, pero evidenciando siempre ese humanismo tan querido a los
europeos, una luz de esperanza que ilumina las desdichas y que, a veces resulta
milagrosa para estos perdedores, de imposible presencia en el cine americano, a
la vez que provechosa, satisfactoria para el espectador que encuentra en la
tragicomedia de la vida, que al fin es lo que retrata Kaurismaki, el elemento
fundamental para considerarnos personas y disfrutar siéndolo, el humor. Un
humor negro, delicadísimo, en un segundo plano, lo suficientemente oculto y a
la vez perceptible, para mantener la sonrisa del apesadumbrado cinéfilo que, a
veces, debe dar un salto en la butaca, atravesado por el aguijón, el arpón más
bien de este cineasta que vino del frio, de la gélida Finlandia, haciéndonos
saber que las historias universales, el crimen y castigo, la cerillera de los
terroríficos cuentos infantiles que la censura paterna alejaba de nosotros,
siguen formando parte de la cotidianeidad.
No hay límite, tampoco, para los géneros que aborda
Kaurismaki, desde los clásicos de la literatura hasta el musical, inefable
“Leningrad Cowboys Go America”, o la tremenda aproximación a la más actual de
las tragedias, la de los inmigrantes “ilegales” en su penúltima película “Le
Havre”, donde la complicidad del paisaje francés llega a endulzar,
aparentemente, la dureza de las vidas de unos y otros, a la vez que toma cartas
el azar, presencia oculta tras los férreos guiones de este director que, sin
buscarlo, y acusado por los críticos de imitar a este o a aquel, ha conseguido
un estilo propio que a la vez resulta inclasificable, por sorpresivo, por
romper temáticas sobadas de forma inmisericorde y por su intención de seguir
haciéndolo. Tan prolífico como adictivo para sus seguidores.
Pienso en sus maestros, los del cine B universal, los
europeos que inventaron aquello tan difícil de decir tanto con los medios más reducidos,
y me maravillo de los que van a seguir, o están siguiendo su camino. Quizás
Béla Tarr, si encontrase algo tan sutil como escaso, el complemento
imprescindible para una obra maestra, el humor.
Mae West andaba sobrada de humor, y es eso, y no otra cosa
lo que hace eterno el aforismo. Breve y divertido, como las películas de Kaurismaki. P. D.- El manual cumple cinco años. Harto de viejos os vais haciendo. Afortunadamente no es mi caso, lo mio viene de antes.
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domingo, 22 de junio de 2014
GALERIA DE SIMPÁTICOS.-(O QUE A MI ME LO PARECEN).- 20
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viernes, 20 de junio de 2014
JODOROWSKY
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martes, 17 de junio de 2014
TINTÍN Y LOS PÍCAROS
Sugerencias semánticas de andar por casa.
Pase que tengamos que aguantar el que personajes más o menos
ilustres de nuestra dehesa patria se autoproclamen republicanos, e incluso que
contaminen a los semovientes de la periferia con semejante atribución, que
pretendan ignorar que al ser españoles y al disponer nuestra nación de “La Constitución”
queda establecido en uno de sus primeros capítulos, prácticamente en el
prólogo, que “esto es una monarquía y no otra cosa”.
Pase que estos señores confundan su identidad política o sentimental y pretendan llamarse con un nombre erróneo, pero aquí somos todos monárquicos, lo pone en el libro sagrado, y la tendencia o los deseos individuales están en otro plano alejado de la realidad y del presente.
Pase que estos señores confundan su identidad política o sentimental y pretendan llamarse con un nombre erróneo, pero aquí somos todos monárquicos, lo pone en el libro sagrado, y la tendencia o los deseos individuales están en otro plano alejado de la realidad y del presente.
A estos que siguen denominándose republicanos solo me queda
aclararles que si insisten en confundir su adscripción democrática, que es la
de todos, se merecen otro adjetivo, peyorativo, bastante diferente del monárquico o republicano. Que no se confundan,
ni mucho menos insistan en confundir a los demás.
Otro asunto, de mayor fundamento, es el equivocar, otra vez,
a “La” Constitución, con “Esta” Constitución, como cuando llaman antisistemas a
los que fundamentadamente se oponen únicamente a “este” sistema.
Evidentemente ambos términos indican cosas
bastante diferentes. Y el que se abuse de ellos o de la confusión que genera su
uso incorrecto, solo sirve para alejarnos, desunirnos, por el método más
directo, el de la incomprensión, el de la torre de Babel que figuradamente ha construido
la desinformación, o información dirigida, que es lo mismo, de todo un país.
La
Constitución (esta), no solo puede modificarse, no solo debe
modificarse, sino que necesariamente, a no tardar, habrá que cambiarla por
otra, a la que seguiremos llamando “La Constitución”. Por eso no deben preocuparse en
demasía los puristas de la legalidad, de la legitimidad y de otras virtudes que
suelen tener encerradas en el cuarto de baño, con fines tan evidentes, que no
necesitan siquiera ser confesables.
Corolario.- “Todos” somos monárquicos, porque España lo es constitucionalmente. El que piense que él es otra cosa, debe acudir al médico. Los que quieran, o queramos, dejar de serlo, deberemos usar otro termino más ajustado, prorrepublicano, republicanista, republicanofilo o cualquier otro palabro que se ajuste a lo que pretendemos decir. Las palabras son muy suyas y al menos respetándolas conseguiremos sentirnos mejores y, por supuesto, entendernos.
El contrato social, esa utopía que algún día llegaremos a
poseer - siendo más bien poseídos por ella,
como debe ser - nunca será algo inmutable, más bien será consensuada por
todos, en un tiempo de paz, unidad, y cierto nivel de justicia colectiva, en un
país utópico, en el que obviamente no nos encontramos, y será modificable a la
vez que lo haga la sociedad que lo sustenta. No puede ser de otra manera.
Por todo ello, solo me gustaría no seguir confundiéndome con
términos como “La”, “Esta” o “Una”, aunque ello suponga un esfuerzo contínuo
para los paisanos, poco habituados a esfuerzos alejados del cuarto de baño.
Aunque los buenos deseos suelen estar reservados para los optimistas incorregibles, y
tampoco es cosa de dejarlos fuera de la fiesta esta de la confusión, donde
debería haber un lugar para todos, hasta para los soñadores.
Pero es tambien sobre otras palabras, de mayor impacto, sobre
las que me gustaría puntualizar semánticamente, para bien.
Algunas son tan feas, tan horrendas, que conviene ni
mentarlas. Sucede con la corrupción y sus adeptos, los corruptos. No solo por
su significado, que nos sugieren esos terribles momentos en que el cuerpo se
convierte en despojo y evoluciona hacia la nada, de manera lenta y harto
desagradable, la podredumbre, sino por alguna razón de mayor fundamento, su
constitución fonética, por esas silabas impronunciables, que obligan a la
lengua a un ejercicio violentísimo, para terminar en algo parecido al disparo de
un escupitajo:
Co – rrup- to. Esa silaba ”rrup” no merecería siquiera figurar en palabra alguna de nuestro sacrosanto diccionario.
Co – rrup- to. Esa silaba ”rrup” no merecería siquiera figurar en palabra alguna de nuestro sacrosanto diccionario.
Por ello, y para no herir más a los adjudicatarios, propongo
sustituirla por otra más adecuada a su ínfimo delito, que al fin y al cabo, el
distraer dinero que no es de nadie, dinero mostrenco según ese diccionario, no
merece semejante castigo.
Yo sugiero cambiarla por picaresca y pícaro, mucho más
bonitos, más musicales - pícaro suena como fígaro – y absolutamente presentes en
la literatura del siglo de oro, de donde me temo que no hemos salido.
Igualmente sucede con el otro adjetivo que asocian enseguida
a estas indefensas criaturas, el de imputados, termino que debería estar
proscrito tambien.
Sus dos silabas centrales fueron motivo de los primeros bofetones recibidos en la infancia, cuando los niños aprendíamos que el mero hecho de pronunciar ciertos vocablos iba seguido del Shhh! De la tia Eduvigis o del bofetón paterno. Aprendizaje sentimental cuyo rédito quiero cobrar ahora.
Sus dos silabas centrales fueron motivo de los primeros bofetones recibidos en la infancia, cuando los niños aprendíamos que el mero hecho de pronunciar ciertos vocablos iba seguido del Shhh! De la tia Eduvigis o del bofetón paterno. Aprendizaje sentimental cuyo rédito quiero cobrar ahora.
Figuraos que llegan a decir, “El reputado diputado ha sido
imputado”, y aunque inmediatamente pensamos que en realidad le están mentando
la madre, lo cierto es que estamos rebajando el lenguaje a niveles ripiosos de
los que abominaría el mismísimo Don Mendo.
En este caso no solo pretendo cambiar la palabra, más bien
abolirla, y con ella toda su cohorte penitencial.
A aquel pobre – solo los pobres roban, como tambien nos
enseñaron- que sea pillado ante esta falta tan liviana, como es la guardar en
sus bolsillos el dinero ajeno, no hay que imputarlo, ni detenerlo, ni juzgarlo,
ni mucho menos condenarlo.
Debemos suprimir todo
el costosísimo proceso y limitarnos a ejecutar la sentencia, emitida por el
mismo que, de hecho hace la denuncia, el periodista. No he visto caso alguno de
corrupción que no haya sido puesto en evidencia, primero, y a veces tapado
después, por la prensa. El resto de instituciones que tienen este deber
asignado, parecen estar en otro asunto y así deberán continuar, supongo.
La condena, publica y notoria, que propongo, es el pellizco
de monja (sic). Olvidemos toda la parafernalia de la modernidad y de las democracias
occidentales, a las que solo imitamos tímidamente cada cuatro años, y centrémonos
en nuestra epoca dorada, la de las procesiones y los toros, en la que tan felices
seguimos viviendo. Ejecutando el castigo más terrible y doloroso, el
feroz pellizco de monja.
Que deberían realizarlo las citadas hermanitas, justificando
ese afán de labor social más allá de sus labores con los enfermos, de las que
han sido apartadas por la sanidad pública, y de la asistencia a los pobres, en
un país en que estos solo existen en la imaginación de los desafectos, de los
afrancesados, y de los que fomentan la leyenda negra. Podrían en este caso
echar una mano al país –sic - con algo tan sublime como es de hecho, el
pellizco de monja.
En principio pensé en el pellizco de sus señoras, o de sus
kukis, que gustosa y sádicamente lo harían al tonto este que se ha dejado
pillar, que ya lo decía mi madre que nos iba a buscar la ruina. Pero después de
fijarme en sus uñas, largas y cerámicas, y de su evidente ausencia de higiene
en los tegumentos cercanos, con la posibilidad de generar infecciones o
urticaria en las tetillas de los susodichos – si, si, es ahí donde más duele el
pellizco- me he decantado por las hacendosas e higiénicas hermanitas.
Y ahí debe terminar todo el proceso, para no hacer el juego
a Kafka, ni a los enemigos del país. Pellizquito y a casa.
Ya está bien. Después del bochorno causado por la pérfida prensa, y el disgusto que se han llevado los niños al conocer que el dinero de papá no salía del cajón de su mesa, exclusivamente, como les habían hecho creer.
Ya está bien. Después del bochorno causado por la pérfida prensa, y el disgusto que se han llevado los niños al conocer que el dinero de papá no salía del cajón de su mesa, exclusivamente, como les habían hecho creer.
Respecto al dinero robado – o defraudado- no habría que
hacer nada nuevo. Seguir como hasta ahora, lo pasado pasado, y olvidado, y a
saber donde estará. Mejor no menearlo, y tal y tal.
Total para el caso que me van a hacer. Al menos echamos unas
risas y, lo que es peor, continuamos llamando a las cosas con el nombre
equivocado, para así no salir jamás de este atolladero, perdón, siglo de las
luces (de otros).
P.D.- Dícese pellizco de monja de aquel pequeño, muy doloroso, y que no deja señal. Igualmente se dice de ciertos dulces, de orígen conventual, la mar de ricos.
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domingo, 15 de junio de 2014
HOY, SIN PALANCA .-
"... su cara tenía la expresión de alguien que está viendo un partido con la esperanza de que lo inviten a jugar."
Carson Mcullers. (Sucker).
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jueves, 12 de junio de 2014
CARL LARSSON
Retrato de familia.-
Lisbeth y Britta, o Carl Larsson, el pintor hogareño.
Ya la estudiada colocación de los componentes de dos, o
tres, generaciones – no hay retrato de familia sin padres – ante el sádico que
te pide mantener los ojos abiertos para cegarte a continuación con el fogonazo,
predispone ante la contemplación del resultado, predisponen en contrario,
naturalmente a los que no salen en la
foto, aunque tambien alguno de ellos tenga que lamentar a lo largo de su vida,
el desagrado de contemplar el nudo desviado de la corbata, o el aspecto de
tonta - totalmente irreal- que aparentaba la tía Eduvigis – todas las tías se
llaman Eduvigis, por definición, o así debieran llamarse- con su sonrisa,
ficticia y forzada.
Las llaman documentos gráficos, o valiosísimos reflejos
sociológicos de una epoca. Y realmente quedan a disposición exclusiva de esos
arqueólogos modernos a los que llamamos sociólogos. A disposición de ellos y de
algún biznieto con síndrome de Diógenes que, a fuerza de guardarlo todo, guarda
la copia evanescente – los fijadores químicos siempre fueron el talón de
Aquiles de los fotógrafos chapuceros.- y rara vez perduran para la imaginería
colectiva, aparte de los retratos de determinados linajes mayestáticos, o de
sagas titulares de circos y espectáculos ambulantes.
En el terreno de la imagen artística, de la pintura, son
pocos los autores que han considerado atractivo o inspirador, el retratar a una
familia ajena.
Porque después de la pose, de la composición propia del
estudio, es el hecho de que sean extraños los personajes a quien los va a contemplar,
tanto como a quien los fija en el papel o en la tela, y por tanto van a quedar
relegados estos paisajes con figuras al ostracismo particular, al muro del zaguán,
frente o al lado del corazón de Jesús, que viene a ser lo mismo.
Eso, hasta que encuentro en un chamarilero, un par de oleos
sugestivos, un señor con una niña sobre sus hombros, y en el otro, una dama con
otra pequeña junto a su falda.
Me los llevo, y los ubico en lugar preferente del salón,
entre un póster de Woody Allen y la copia de un retrato de Marilyn junto a Tony
(Geraldine que no Daphne).
Obviamente son parte de una composición, un díptico quizás – y aunque, como abajo firmante figure un tal Barón, parece evidente que es fruto de un copista en serie para surtir las demandas de turistas desinformados, o aspirantes a colgar un par de oleos en su casa, un servidor.
Obviamente son parte de una composición, un díptico quizás – y aunque, como abajo firmante figure un tal Barón, parece evidente que es fruto de un copista en serie para surtir las demandas de turistas desinformados, o aspirantes a colgar un par de oleos en su casa, un servidor.
Y es que, aparte de lo alejado de su indumentaria, o del
color de sus cabellos -son suecos de finales del ochocientos- y a pesar de la
elección cuasi fosforescente que el artesano ha elegido para remedar el azul,
que adorna débilmente uno de los muebles del fondo del comedor familiar, y de que
periódicamente, me tientan con la posibilidad de arreglarlo personalmente, para evitarme
futuros sobresaltos, (que me los prohibirán dentro de poco, y hay que ser previsor
) a pesar de ello, y considerando que mi capacidad artística, está fuera de toda duda, es decir llamémosla propiamente,
incapacidad, me hace temer la posibilidad de elegir algún azul todavía más nefasto
que el de la paleta del copista, a la vez que me hace recordar los arreglos que
Mr. Bean realiza en aquella obra maestra a la que inevitablemente llega a
sustituir por un… póster. Sufro pues,
pero me contengo.
Y ahí siguen, la pareja, el cuarteto familiar que, desde el
primer momento, me están sugiriendo algo inconfesable para el que repudia los
retratos ajenos, ya que en cierto modo debo aceptar que son mi retrato
familiar.
Carl Larsson casi no hizo otra cosa en su extensa carrera,
sus hijos y sus acuarelas, Eso y la fortuna que otorga la gloria, y que permite
al artista trascender desde Escandinavia a Paris, y desde allí a todo el mundo.
Y pasan años, pasa uno más bien y los años permanecen,
porque el tiempo es otra cosa, y tardo en descubrir, por azar, un cuaderno de
ayuda para el acuarelista principiante, donde figuran los trazos, los colores,
y el nombre del autor verdadero, hasta entonces ignoto, de quien no hizo otra
cosa que intentar fijar el momento, detener cada instante en la vida de sus hijos,
de conservar esas sensaciones placenteras e inigualables de ver crecer los
niños junto a ti. Y como tuvo muchos, instantes e hijos, su resultado es uno de
los conjuntos más apacibles y reconfortantes, que uno pueda contemplar en
pinacoteca alguna.
En este caso el Swedish Nacional Museum of Fine Arts de
Stockholm, se convierte en una obligación a cumplimentar en un futuro cercano,
antes que la del camino de, y por supuesto, después de la crisis, una vez
superada esta. (La de los cincuenta, que se me está alargando un poco. A la
otra que le den).
De momento, he disfrutado de un anticipo, la vida sin
anticipos ni es vida ni es nada, con el monográfico del Petit Palais parisino.
El poder contemplar las acuarelas originales, el
extraordinario dibujante que está detrás de cada una, la textura de los
vestidos, las hojas de los árboles, bajo la luz del corto e intenso verano con
Mónica (esa es de Bergman), y sobre todo el comprobar, más que sospechar, que entre
los espectadores, en el último dia de la exposición, estaban en cierto modo,
rostros nórdicos, de abuelitas suecas, de chicas, y de varones que no podían
ocultar su procedencia, sin olvidarme de aquellos que sin poseer ADN cercano a
los modelos originales, estábamos convencidos de haber sido retratados por el
pintor.
La sensación es realmente especial. Te sientes flotar en una
dimensión indefinible y compartes, en cierto modo el éxtasis que los creyentes
verdaderos llegan a sentir. Los verdaderos me refiero, porque a los simuladores
se les pilla enseguida, como al trilero que ejercía a la orilla del Sena, con
un ojo en el cubilete y el otro avizor ante la proximidad de los gendarmes.
Verdaderamente resulta placentero el enfrentarte a la obra
de pintores que eligen motivos modestos, su propio entorno familiar, y medios
tan humildes como la acuarela en formatos discretos, que hacen ostentación de
su fe en la pintura figurativa, y que te hacen evocar la mañana del dia de
reyes cuando tenias los años en que los reyes eran solo eso, los que traían
regalos, la caja de lápices de colores Alpino, que tanto tiempo después la
nostalgia convierte en la puerta mágica
de lo que podría haber hecho con ella Carl Larsson, aunque obviamente entonces,
solo nos sirviese para sacarles punta una y otra vez hasta que…
P.D.- Lisbeth y Britta es el nombre de sus hijas. Aunque
algunos herejes lo usen para denominar así a la jarra con filtro para el agua
del grifo, creyendo que de ese modo se convierte en bebible. Allá ellos.
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miércoles, 11 de junio de 2014
ALTERNATIVAS A LA SANIDAD PÚBLICA.- (49)
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lunes, 9 de junio de 2014
GALERIA DE SIMPÁTICOS.-(O QUE A MI ME LO PARECEN).- 19
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jueves, 5 de junio de 2014
Buscando la calma, inútilmente.-
Tantas novedades en el firmamento, que apenas me dejan un hueco
para digerirlas. Puede que se me escape la noticia importante, la que mayor
repercusión va a tener sobre mí, y puede que al final de todo - somos humanos-
solo pruebe, deguste, ingiera, y me aproveche de aquella que simpatiza con mis
ideas.
Al fin y al cabo las ideas que uno asume como de su
propiedad, son las que alimentan su ego,
lo reconfortan en los momentos difíciles, aunque sea solamente con el perogrullesco
“Ya lo decía yo”, y son las que le dejan conciliar el sueño nocturno, que del
diurno no tiene posibilidad alguna de conciliación, tal como están los tiempos.
Y no, no estoy hablando del penúltimo fichaje de este o ese club, que el
deporte ya ni necesitamos especificarlo.
Aparece el muñeco en el informativo, con su demediada
sonrisa, en la sección deportiva, e inevitablemente me obliga a hacer lo mismo
que cuando me preguntan mi opinión sobre la casa real, la sagrada institución,
me sale idéntica respuesta: “Hombre, mientras tenga en mi mano el mando a
distancia…”.
Tampoco voy a hablar del asunto del que hoy es la fecha para
anotar en los libros de la historia de la nada, o mejor, de lo mismo.
Más provechosa ha sido la digestión, ya a nivel de mitocondria
celular, de los resultados del último contest europeo, de ese festival de
eurovisión en el que dejan votar a todos los derechohabientes, que los deberes nadie quiere mentarlos, salvo la
inoportuna presidenta del círculo de empresarios diciendo cosas de las que
inmediatamente ha tenido que arrepentirse -.lo de retractarse es otra cosa
diferente, sin arrepentimiento, dolor de los pecados, no hay razón para pedir
perdón- cosas tan sublimes para un alto cargo como que “Los ninis, nini”. Es
decir que (las personas sin formación no valen para nada, y que hay que bajar
el salario mínimo para que salgan del limbo en el que viven), sic, que diría el
otro.
De este incidente surge el artículo que escribe el ínclito
Javier Marías, razonando que “Nos dirigimos, terrible realidad, a la época
anterior a la Declaración de los derechos humanos – como si las declaraciones
sirviesen para algo – a los días del absolutismo, al mundo anterior a la
modernidad” titulando el speech: “Como antes de la Revolución Francesa”. Avisándonos
del peligro en que nos encontramos, en ese camino de vuelta hacia un lugar
donde jamás hemos estado.
Sin duda debe ser alguna licencia poética que yo no he
debido apreciar en justicia. Porque, vamos a ver, por lo que yo sé, aquí nunca
hemos vivido revolución francesa alguna, ni tan siquiera la de los claveles.
Hemos rechazado, con sangre por cierto, las provechosas enseñanzas de la
Ilustración, y cualquier posibilidad de integrarnos en eso que llaman
modernidad, a la que por cierto hacen pasar por algo muy bueno, sin aclarar el
por qué.
De derechos humanos mejor no hablar, salvo mentar que el
inventor del asunto fue un español – la roja, ya sabéis- creo que con sotana, y
que sirve para refregarlo periódicamente a aquellos estados que “tampoco” los
respetan.
Por eso no comprendo el argumento, el que estemos en riesgo
de volver a ese pozo del que nunca hemos salido. Aunque entiendo que la
felicidad colectiva es muy importante, y que después de la copa de Europa, no
convenga mirar el terreno donde pisamos, en el que , por cierto, el asunto caca
de perro ha pasado a un segundo plano, y no porque hayan desaparecido, sino
porque ahora tenemos algo peor, la caca de caballo, sobre cuyo volumen, olor, e
impacto visual no dicen nada las ordenanzas municipales, ni tampoco sobre la
obligación de los jinetes de portar una escoba, una bolsa, y un retrovisor para
apreciar cuando sus maravillosos corceles demuestran fehacientemente que, al
igual que algunos políticos, no disponen de esfínteres para regular el asunto.
Sobre el tema de las elecciones al parlamento europeo, los
resultados dan para mucho más, aunque solo sea para que el gurú que todos
llevamos dentro, desde pequeñitos arrimando el ascua, tenga que esforzarse mínimamente
en profetizar la inmediata actuación política de los grandes partidos, cuya
mejor y más placentera dedicación pretérita, con el beneplácito de sus
votadores, sea la de vilipendiar al otro partido, al rival. Y como esos
enemigos odiados, van a unirse próximamente en nupcias de amor eterno, pasando
por la piedra, una vez más a su electorado, y siempre por un fin licito, según
ellos, -el fin siempre justica lo injustificable, al menos para los poderosos-
el de impedir que tomen las riendas otros partidos, más votados que los suyos,
y cuya posibilidad es definida con la palabra caos, o catástrofe (Felipe). Y
seguramente lo fuese para ellos, al apearlos del poder, aunque quizás no tanto
para esa utopía llamada democracia, a la que dan otra lanzada en el costado,
ninguneando -nini- a la mayoría del
pueblo europeo.
Pero como Europa parece ser otra utopía, centrémonos en la
tierruca propia, en la que va estrenar un nuevo jefe dentro de unos días.
Y es que quiero rematar la provocación del Sr. Marías,
insistiendo en que nunca hemos abandonado la época inmediatamente posterior al
medievo, y que por tanto no hay riesgo alguno de un retorno imposible, que nos
hemos asentado plácidamente en el siglo de oro, felices con nuestro estatus pos
imperial, y que el barroco es la única corriente artística que llena nuestros
corazones (toros y procesiones lo confirman). Veámoslo.
-
“La comparación
es el origen de todos nuestros males”
(Kierkegaard, Soren.)
A eso ahora lo llaman benchmarking, y sirve para manejar los
números y mostrar lo que estos solo insinúan. A saber, frente al resto de
países europeos, destacamos en:
-
Cannabis, coca, noche...
-
Pan más caro y alcohol más barato
-
Mayor número de días festivos, y de jornadas laborales
más largas
-
Escasos gastos culturales
-
La mayor brecha social.
-
Más seguros y pacíficos.
-
Más paro
-
Y más longevos y felices (eso sí).
Ese es el cuadro que nos ofrece la estadística (y el diario
El País), sobre los datos que los eurodiputados ofertan a los dioses (me he
fijado en que los columnistas listos, dicen siempre dioses cuando quieren decir
dios, y creo saber por qué lo hacen) en la catedral de la cosa, donde unos
presumen de esto y otros de aquello.
Ahora bien, no me cabe la menor duda de que eso no es solo
lo que tenemos, sino también lo que queremos. Que son ya muchos siglos de
aceitunas, los pies y las manos presos, sol a sol y verso a verso… y luego a
morir tuberculoso en una cárcel de mierda para que se te olviden de ti, tan
solo porque no estas de moda, y mucho peor, querido Miguel, porque ya no te necesitan. Con la roja,
la otra, es suficiente.
P.D.- La película
de hoy es “Beat the Devil”, un orgia italiana que se corrieron, Bogart, Peter Lorre, Robert Morley, Jennifer
Jones y Gina Lollobrigida (he puesto inconscientemente, las chicas al final, machista
irredento, o algo peor), a cargo de los productores que llegaron a suspender el
interminable rodaje. Dirigida por John Huston, y que aquí llamaron “La burla del diablo”, que es el título
que convendría mejor a estas impertinencias que nos afligen.
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