martes, 30 de diciembre de 2014
... A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD.-
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viernes, 26 de diciembre de 2014
TU QUOQUE, POLAND ?
Patrimonio de la Humanidad, dicen, y
últimamente con la coletilla de inmaterial. Inmediatamente me surge
el apóstrofe, la pregunta que me hago ante tamaña desmesura.
¿Realmente han preguntado sobre el asunto a la Humanidad? ¿Ha
aceptado esa buena señora la titularidad del bien en cuestión?.
Por lo poco que conozco esa
abstracción, en la que intentamos condensar la vida humana sobre la
tierra, desde nos sabemos tampoco cuando, sospecho que son fuegos de
artificio en honor de San Dimas (el buen ladrón), o reminiscencias
de las justas poéticas, de los juegos florales provincianos que
obstinadamente se niegan a desaparecer en una época que, obviamente,
ha dejado de ser la suya.
Aceptemoslos, no discutamos si no
queremos hacernos, o que nos hagan, daño. Y menos por bagatelas que
serán puestas en evidencia a la menor. Vale chicos, esto, eso y
aquello son, o pronto lo serán: “Patrimonio de la humanidad”,
siempre y cuando tenga algo que ver con vuestro, nuestro, ombligo,
hasta la pelusa si es necesario, este dentro de la categoría
intangible o evanescente, para inventar etiquetas, perdón, tags. En
el mientras, naturalmente, a la Humanidad que le den.
Viene esto a cuento porque ayer vi Ida,
película polaca de 2013 dirigida por Pawel Pawlikowski , que ha
tenido el privilegio de ser nombrada película europea de 2014, por
los mismos que otorgan este sello, otro ex libris de la cultura
universal como el del patrimonio, otra que tal baila. Y conste que
debe estar realmente entre las mejores películas del año que
termina estos días; que es un excelente ejercicio de ese arte en el
que la fotografía animada, puede contar historias tan profundas, y
poéticas como la de esta novicia, esta residente de tercer año en
el convento de monjitas, M3, o Sister of Mercy, como gustéis, cuyas
virtudes no terminan en la trascendencia, o universalidad del mensaje
que encierra, sino que continúan desvelándose y desvelándote,
minutos y horas después de terminar, cuando quedan dando vueltas
dentro de tu conciencia y también consciencia, para revelarte que
novicios somos todos.
No estoy contando, sino inventando, no
hay temor de destriparla. Virtudes como la de su duración, ochenta
minutos son más que suficientes, pinceladas de claroscuro, ausencias
sublimes que ahorran tedio al espectador, y encuadres iterativos
donde los personajes ocupan el lugar que les otorga la historia de la
humanidad, fragmentos humanos dentro de cualquier rinconcito del
paisaje. Más que suficiente la puesta en escena, el resto,
inabarcable, corresponde añadirlo al espectador. Y en esas estamos.
También Polonia, tu también querida
hermana, y no solo de religión como identidad nacional, también
aceptas tu culpabilidad en “aquello”, manifiestas tu dolor, el
necesario acto de contrición, de arrepentimiento sobre el daño que
como verdugo hiciste a los que simplemente estaban indefensos, la
Shoa, el genocidio que, al parecer no fue solo la obra de aquel
pintor austriaco, y que hace susurrar al verdugo del film, desde
dentro del osario “Yo debería estar aquí”.
Lo hace Polonia, lo veo entre los
fotogramas, los planos semiestáticos de esta película, un país que
ha sido victima entre las victimas, y que podría encabezar del
ranking, en este caso cruel y estúpido de países europeos que más
han sufrido en el ultimo siglo.
Lo hicieron antes, desde el principio,
los alemanes, reconociendo lo innegable, y asumiendo ya en
Wir Wunderkinder 1958, Nosotros los
Niños Prodigio, de Kurt Hoffmann, que este arrepentimiento precoz
podía ser tan falso como imprescindible para la sociedad alemana de
posguerra, cuando los mismos perros, con idénticos collares,
continuaban dirigiendo el barco.
Infatigablemente el cine alemán, con
el intervalo de los felices sesenta, el cine de gansters “Krimi”,
ha vuelto una y otra vez a las causas y a las consecuencias de aquel
desastre, insistiendo en que ni todos fuimos tan malos, ni los buenos
tuvieron muchas oportunidades, hasta la penúltima y reciente
miniserie “Hijos del III Reich”, pasando por la extraordinaria
“Heimat” Edgar Reitz, de los años ochenta, todos han insistido
en usar la pantalla como muro de las lamentaciones sobre el lado
oscuro del alma de una nación. Incluso siguen penando en “La vida
de los otros”, pidiendo disculpas por lo que, evidentemente, estuvo
mal hecho por un Estado, y deben responsabilizarse todos. Admirable
madurez.
Lado oscuro que , al parecer, también
tuvieron Francia, Holanda “El libro negro”, y ahora hasta
Polonia. Sin olvidar la Austria de Haneke, cuya “Cinta blanca”
fue mejor película europea del 2010, igual que lo fue “Caché”,
donde el tema de la discriminación racial, sin necesidad de odiar
(xenofobia) al otro, podía destruirlo con idéntica crueldad,
incluso su ,penúltimo gran premio del cine europeo 2012, “Amor”,
vuelve a tocar estigmas de los que nadie quiere hablar, la eutanasia.
Y no hay que olvidar que el asunto, eugenesia, fue hecho realidad en
Norteamérica, mucho antes del genocidio europeo. Faulkner nos lo
recuerda de vez en cuando.
Curiosamente, hasta el Nobel de
literatura de este año, abunda en la redención de los pecados.
Patrick Modiano, monotemático en toda su obra, no hace otra cosa que
denunciar, con la ironía propia de quien sabe y puede utilizarla, la
mala sangre francesa para con los ascendientes judíos de Modiano y
para muchos otros franceses, de hecho la ocupación no fue otra cosa
que la emulación gala de la guerra civil que acababa de terminar al
otro lado de los Pirineos, y el que la fundación Nobel haya optado
por insistir en este tema , no es tanto por darme la razón, que
también, como en seguir la tendencia, lo mas cómodo, que lo de
crearla ya es otra cosa.
No, de ninguna manera. Aquí no hubo
nada de eso, nada de nada, como dice la monjita de la película, y no
hay que pedir disculpas a nadie, ni estar doloridos, sufrientes por
culpabilidades apócrifas, y así nos va.
De hecho, por lo que yo observo, no hay
examen de conciencia, ni contrición, ni hubo rey que abandonase su
país para nunca más volver, no hubo guerra civil (todas lo son,
como nos recuerdan los polacos), no hubo dictadura, a semejanza de la
primera posguerra alemana, y mucho menos nada por lo que haya que
arrepentirse, para intentar evitar lo mismo que el resto de países
europeos, que el horror, cuando lo hubo, no vuelva a repetirse, el
propósito de la enmienda. No es nuestro caso y en todo caso las
victimas, una de cada diez españoles incluyendo cárcel y exilio, lo
fueron por ser exclusivamente de izquierdas o derechas, como bien nos
han convencido, jamás por ser lo que realmente fueron todas,
republicanas.
Todavía estoy esperando algún atisbo
de terminar el duelo ante el cadáver, para iniciar la
reconstrucción familiar, aunque ahora me asoma la certidumbre de que
al ser moda, al ser algo tan viral, esto de pedir disculpas, que
hasta la bendita Polonia se ha sumado, nos obliga a subirnos al tren
y además hacerlo en AVE, con la inmediata aparición de un próximo
aluvión de actividad intelectual, entre literatos y cineastas, que
nos hagan quedar en buen lugar, demostrando que a arrepentidos no nos
gana nadie, tampoco.
Si es que hasta los portugueses nos
llevan ventaja, que el “Tren de noche a Lisboa” Bille August, del
año pasado, ya se sumaba al evento este de la humanidad compungida.
Que a modernos no nos gana nadie, y
aunque ya no esté Berlanga, que es el quien más se ha aproximado al
mea culpa generacional, cualquier día nos sorprenden otro Santiago
Segura u otro Almodovar en uno de sus novísimos registros de
posmodernidad, poniendo en claro alguno de esos episodios cubiertos
de total oscuridad en nuestra historia. Para que luego digáis que no
soy optimista.
Por cierto que, reflejos de esa época
tenebrosa pude contemplar el otro día en la mítica “Surcos”
1951, del falangista Nieves Conde, exhibida en su versión restaurada
en televisión española, y me produjo la sensación de que cineastas
excelentes, y actores, no nos han faltado ni en tiempos como
aquellos. Magnifica muestra del neorrealismo patrio con un final tan
deprimente como irreal, que el hambre puede siempre mucho más que
los criminales, los peligros de la gran ciudad o la mismísima
censura. Gran hallazgo.
Lástima que, después, Saura y su
epígono Gutiérrez Aragón se empeñasen durante décadas en
mostrarnos unas imágenes tan abstractas y expresionistas sobre la
realidad española que, ni con un terapeuta mental, y el
correspondiente e incomodo diván, pudimos desentrañar las ambiguas
denuncias que, supongo, pretendían exponer. De no ser porque en
alguna ocasión los radicales del Frente Atlético, o similares,
tirasen huevos podridos, bajo las marquesinas de los cines donde las
proyectaban, jamás hubiésemos imaginado que eran películas
progresistas.
Esperando estamos, ya digo, que alguien
nos lo explique tan sencilla y certeramente como Pawlikowski en Ida,
incluso que alguien, yo mismo, tenga que volver a iniciar el folio
con un encabezamiento así:
¿Tu quoque España?.
jueves, 25 de diciembre de 2014
EXCESOS VIRTUALES.-
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miércoles, 24 de diciembre de 2014
FELIZ NOCHEBUENA A TODOS.-
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DRAMA NAVIDEÑO.-
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lunes, 22 de diciembre de 2014
CUENTO DE NAVIDAD.-
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jueves, 18 de diciembre de 2014
DISGRESIONES SEMÁNTICAS MOTIVADAS POR LAS AGUJAS.-
Agujetas reconocía padecer el machote
protagonista de “La mujer pirata” negando la tremenda paliza a que le habían
sometido mediante el castigo de los latigazos, decenas de ellos.
Reducirlo a agujetas no era seguramente, para
minusvalorar la dureza de la pena, ni para evidenciar el poderío del héroe que encarnaba -de hecho Louis
Jourdan estaba especializado en papeles dulces y melifluos, alejados de
protagonistas sobrados de fortaleza física- era más bien una manera de
acercamiento, de cortejo hacia el sexo débil que, en este caso era el fuerte,
la mujer pirata; encarnada por Jean Peters, la actriz con las mejores piernas
del Hollywood de entonces, según los expertos, que yo no puedo juzgarlas bajo
esos bombachos enormes y las correspondientes botas fláccidas de caña alta que,
al bueno de D. Luis Buñuel prestarían, sin duda,,motivos para algunas de sus
entrañables perversiones.
El asunto es que, agujetas, para el niño que
contemplaba la película, ignorante de su significado, eran lo más parecido a
”agujitas” y no lograba entender como aquellas heridas producidas por el
látigo, se habían convertido en “agujitas”, aunque los cuidados de la guapa y
el posterior desarrollo sentimental del asunto me hicieron olvidar la
contradicción enseguida. Olvidar, pero no desaparecer, que el ser humano es
obstinado, al menos con las pequeñeces de la vida, y las anécdotas sin apenas
importancia como la de estas agujas, quedan dando vueltas en su alma durante
años. Los asuntos importantes ya son otra cosa, como veremos enseguida.
Después, Elias Canetti me enseñó como
ciertamente son espinas, lo que realmente nos van clavando de forma
ininterrumpida e inmisericorde desde que tenemos uso de razón; y como esos
dardos, imposibles de extraer - observamos aquí la diferencia fundamental entre
espinas y agujitas, las segundas pueden retirarse permitiendo la restitutio ad
integrum- y como esas espinas, injusticias en su versión metafórica, van
enconando nuestro carácter, necesitando alcanzar cada día, ciertos bienes
espirituales o terrenales para olvidar su presencia. Aunque no descarta el
bueno de Elias que, también podemos extraerlas a condición de clavárselas a
otros, a otros más infelices todavía.
Aquí hay demasiada metafísica, o al menos
demasiado elevada para incorporarla al quehacer cotidiano, por más que
reconozcamos la sabiduría o el brillo del poema, el larguísimo y eterno poema,
Masa y Poder de Elias Canettí, ensayo para otros.
Otros literatos, más cercanos, usan su
sapiencia, su conocimiento del aquí y el ahora más próximo al lector, para
impregnarlo también de ética, de unos valores morales, no menos poderosos.
Rafael Chirbes lo hace en su, aparentemente novela, “En la orilla”, donde son
esas agujitas las que le clava una y otra vez la vida a alguien que, entiende y
de paso, nos enseña, la única forma de supervivencia, la dualidad de la persona
que debe ignorar esas dificultades cotidianas, por injustas y dolorosas que
sean, para seguir vivo, y la única manera es desdoblando su personalidad, algo
que hacemos todos, mediante la invención de otra, mas optimista y
esperanzadora, dotada con infinita fe en que cada día por venir nos va a
liberar de esas agujas, en tanto en cuanto estas son extraibles, y a sabiendas
también de que ello no es posible, no lo ha sido jamás para nadie, aunque
todos los esperemos ansiosamente hasta el último suspiro (ese es el título de
las memorias de Buñuel, y también el de una peli de Jean Pierre Melville que, en francés se
llamó Le dernier souffle, y lo de suflé navideño ya vuelve a distraer al diletante
que esto escribe).
Maravilloso Chirbes, y sus páginas
interminables preñadas de reflexiones, de gramática parda y otra no tanto, que
nos reconfortan al explicarnos de forma amena y creíble, la repercusión que
esas puñaladas traperas tienen sobre nuestro estado de ánimo y lo que es más
grave sobre la integridad moral de nuestra alma. Creo que voy a tener que leer
“Crematorio”. Yo, que abominaba de la novela. Snif.
Me
quedo de él, con su versión positiva, la terapia subconsciente del sufrimiento
impuesto por la necedad o por la maldad de otros, virtudes que a veces son
sinónimas, al menos para quienes las padecen.
Aprende uno, a quién la vida ha ido cubriendo
con el manto de la misantropía, que esta no tiene por que ser un defecto, ni un
pecado capital, que bien entendida es la revelación asumida de ese
subconsciente que debemos domesticar para poder seguir soñando con un mundo
mejor, el de la próxima jornada, porque esta nos la han vuelto a joder.
Recientemente se han desarrollado elecciones
sindicales en la empresa donde trabajo, España; y aunque como siempre, han
ganado todos los contendientes, me sigo asombrando, me siguen clavando espinas
los erizos y los chumbos que me obligan a rascar la piel de ciertos lugares
innombrables hasta hacer sangre. Han votado el 80% o más de los censados. A
unos sindicatos pagados por la empresa para que defienda a los trabajadores.
Para que los defienda frente a ella, que es la que paga. Yo las lecturas
infantiles, las hadas, las princesas de largas pestañas, y los caballeros asesinos
de indefensos dragones que siempre palman al final, ya las dejé hace tiempo.
El tener fe en que un intermediario pagado
exclusivamente por una parte – el aporte de la otra resulta tan ridiculizo como
insignificante-, llegue a defender a la otra, a la insolvente, me parece digno
de interconsulta a la unidad de psiquiatría. Solo que aquí el comportamiento es
colectivo y para este no hay terapia protocolizada, aunque periódicamente la
historia suela aportar soluciones ciertamente drásticas.
Si el razonamiento, el silogismo sobre que
quien paga manda, para entendernos, no
fuese suficiente, y no es solo porque su efectividad implica razonar, algo
exótico, si no fuese suficiente, tenemos
la otra versión de la demostración de la existencia de Dios, según Santo Tomás
o San Agustín, que tanto montan (a caballo), el hecho de su actuación presente
y pretérita, la de los presuntos agentes sociales a lo largo de todas estas
décadas, en las que cambiaron su autentica denominación de “verticales “por la
de “de clase” , y sobre todo la de los tiempos difíciles, los presentes, donde
su participación en procesos de rapiña institucional, donde los culpables jamás
han sido evidenciados, a veces ni expulsados, por los sindicatos donde ejercen
su labor, y su inoperancia, el peor de los pecados, la incapacidad, la
inutilidad, ante la ruina, el desclasamiento hacia la miseria, y la exclusión
vitalicia de millones de trabajadores de la posibilidad de serlo algún día, los
hace formar parte de esa nata sobrenadante y maloliente que hace imposible la
navegación sobre lo que una vez fue el mar laboral (no de Alborán, ese es
otro), o la promesa de serlo.
Y ante esas evidencias, el ochenta por ciento,
cuatro quintos de las victimas, se declaran cómplices con su voto, y
manifiestan fehacientemente su voluntad de que todo, la vida, siga igual, y a mi Julio
Iglesias siempre me ha cargado, por lo que la ración de misantropía, la agujita
semanal ya la llevo puesta.
Por cierto que agujetas de color rosa es una
canción preciosa de Los Hooligans, grupo mejicano de los sesenta, y si mal no
recuerdo, lo de agujetas debe significar algo así como zapatos de tacón alto y
fino, de aguja, para acabar de liarme las neuronas, que no de volverme loco,
eso “ya” no es posible.
También es cierto que hoy su letra sería
acreedora de una denuncia en el juzgado de la violencia de género, o algo así.
Fetichistas abstenerse. https://www.youtube.com/watch?v=jY0s2FhrU50
Hoo
ho ho
Hoo ho ho
Hoo ho ho
Yo tengo una novia que es un poco tonta
Pero es mi gusto y yo la quiero mucho
No es muy bonita pero esta re loca
Hoo si ella usa mallas también
Agujetas de color de rosas
Y un sombrero grande y feo
El sombrero lleva plumas
De color azul pastel
Hoo ho ho
Hoo ho hoo
Hoo ho ho
Hoo ho ho
Hoo ho ho
Yo tengo una novia que es un poco tonta
Pero es mi gusto y yo la quiero mucho
No es muy bonita pero esta re loca
Hoo si ella usa mallas también
Agujetas de color de rosas
Y un sombrero grande y feo
El sombrero lleva plumas
De color azul pastel
Hoo ho ho
Hoo ho hoo
Hoo ho ho
miércoles, 17 de diciembre de 2014
ALTERNATIVAS A LA SANIDAD PÚBLICA.- (55) Medicina preventiva o profilaxis del empacho.-
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jueves, 11 de diciembre de 2014
GALERIA DE SIMPÁTICOS.-(O QUE A MI ME LO PARECEN).- 27
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martes, 9 de diciembre de 2014
CONTENTO ME TIENEN .-
Cifras, datos, estadísticas, macro y
micro economía al desnudo, titulares tendenciosos cuando no envenenados, y esto
es lo más parecido al análisis científico de la realidad. Tienen ellos una
credibilidad limitada a las tragaderas de quien se asoma a las cifras sin una
formación económica que vaya más allá de haber sufrido los reiterados
desmentidos que la única magnitud indiscutible, el tiempo, va acumulando sobre
las cifras convirtiéndolas en el montón de basura maloliente donde todas las
mañanas escarbamos, buscando atisbos de profecías minimamente creíbles.
Al fin y al cabo el hombre es creyente
por naturaleza, y parece razonable que busque apoyo espiritual donde pueda,
aunque lamentablemente sean las leyendas, apócrifas por naturaleza, o los
chismes, los rumores más disparatados los que ocupen lugar de honor en su
armario de la fe, limitando cuando no anulando posibilidad alguna de que otro
tipo de conocimiento, el racional, el mal llamado científico, el conseguido a
través de la experiencia y el esfuerzo del discernimiento cotidiano tengan la
menor posibilidad de ser incluidos en su bagaje de conocimiento.
Creemos por lo general en aquello cercano
a lo que nos gustaría que fuese realidad, cuando no en lo primero que llega a
nuestro conocimiento, declaraciones, manifiestos, panfletos, hasta en los
infumables programas electorales, y siempre, siempre, en lo que está escrito
-si lo he leído es cierto- o lo que aparece en la pantalla o en la radio.
Incluso la referencia que nos da alguno sobre aquello que se haya mencionado en
televisión o escrito en cierto sitio, ya da impronta de verosimilitud al mayor
de los disparates.
Tampoco la realidad que vemos todos los
días a nuestro alrededor es sinónimo de certeza. Sabemos que un observador
único puede errar en sus apreciaciones, y que además los hechos contemplados por
este, por estridente que sean, no tienen otro valor que el de la anécdota.
De modo que, tenemos que fiarnos de algo,
y ponemos nuestras esperanzas en esos datos, a veces contradictorios, pero
cuyas fuentes suelen tener cierta pátina de credibilidad, como sumos sacerdotes
de una religión, el economicísmo, en cuya iglesia figuran todas las instituciones de
todos los países del orbe. Religión como todas, pero cuyos dogmas, y cuya
practica obligatoria, nos hacen feligreses suyos, queramoslo o no.
Por eso, todos los dias, me golpean esos
fidedignos informes, esos enunciados dificilísimos de digerir para cualquier
cristiano – aquí el termino no tiene connotaciones religiosas- poco
acostumbrado a que pongan a prueba con tanta insistencia la paciencia, la
humildad y la tolerancia hacia aquellos que le llaman estúpido una y otra vez.
Quizás tengan razón y uno se hace el loco, esquizoide en la creencia de que lo
cóncavo y lo convexo del espejo en que se refleja den imágenes idénticas de la
realidad. Mencionan con cierta frecuencia, los profesionales de los mentideros
de pago – son profesionales- la madrileña atracción de los espejos deformantes
del callejón del gato, donde cuentan que, antaño los paisanos usaban este
antídoto, la risa ante la propia imagen monstruosa - para evadirse del dilema
que estoy planteando.
¿Creemos o pensamos?.
Por cierto, el presidente del gobierno y
el jefe del estado visten guayaberas en las imágenes de hoy, ellos que tan
fachosamente – no tiene nada que ver con el fascismo - ridículos, suelen aparecer
con corbatas fosforescentes, elegidas sin duda por asesores de imagen formados
en ese estilo remordimiento, tan querido para los españoles desde el siglo de
oro hasta hoy, al menos, y que no dudan en someterse al mas feroz de los
espejos, sin necesidad de callejón alguno, el que pone de manifiesto la
hipocresía subyacente en los espíritus dispuestos a “lo que sea” con tal de
conseguir “lo otro”.
Y ya estamos, en el “lo que sea” entra la
certeza que podemos tener en que con nosotros también harán “lo que sea”, si es
necesario para que ellos consigan “lo otro”. Por supuesto que no nos van a
contar que es lo otro, y si llegamos a conocerlo, dentro de un cierto tiempo, no
nos va a sorprender que no figuremos en el reparto del beneficio.
Aquí, figura la creencia en el mal
absoluto, la injusta sospecha sobre quien nos ha engañado cien veces, y sobre
quien , ningún creyente honesto debe dudar sobre la moralidad de su próxima apuesta. Anda que
un trilero con guayabera no da el cante. Que no es suficiente indicio de
criminalidad el cambiar el terno sedoso y tornasolado de los sucesores de
Armani - tampoco nos cuentan quien los
viste, desde el episodio desafortunado de aquel colega que pillaron con las
manos en las corbatas- por la cubana, que es como en mi pueblo siempre hemos
llamado a las guayaberas y que, por cierto, solo vestían los señoritos en las
fiestas estivales, ya que el blanco inmaculado y el popelin no tienen lugar
alguno en el vestir popular de los trabajadores, de la plebe expuesta a las
inmundicias y al desgaste, y es que hasta eso desconocen.
Con lo claro que lo tienen los del otro
bando, los exquisitos pantalones y chaquetas de pana, nunca a juego, que los
trajes dan imagen de derechas, las cazadoras y los jerseles de campaña -electoral-
y las insignias, las efigies de la virgen del pilar, por aquello de que es la
patrona de la guardia civil, y hay que estar preparados para cuando vengan.
Tiene mandanga, que me haya tenido que enterar por El Fary, y Google claro
está, que cosa es la mandanga, y que tampoco es el veneno que destilan los
culpables de nuestra idílica situación, “los actuales acontecimientos,
conocidos por todos” a los que achacar todos los males, sin jamás buscar
culpables con nombre propio ni mucho menos buscarlo en el espejo del cuarto de
baño, ante el que nos afeitamos, o nos atusamos, todos los días.
Coletilla esclarecedora que usa Modiano
en su justificación sarcástica y eximente de los crímenes cometidos por
franceses en la Francia ocupada “Situación debida a los actuales
acontecimientos, conocidos por todos”.
Aquí, no nos han invadido los nazis – no
hay – y nadie es culpable directo de ese quinto jinete del apocalípsis, la
ineptitud, al que insistimos en llamar crisis, aunque que sea más elegante su
versión literaria “los actuales acontecimientos”. Aunque no deberíamos ignorar
que parte de responsabilidad nos toca en ellos, la de dar por buena la pésima y
desastrosa gestión que realizan nuestros señoritos, y el que esta sea la causa directa de
que cada mañana tenga que tomar infusiones tranquilizantes, reforzadas con
cardamomo, antes de enfrentarme a titulares bipolares, además de la ingesta de
abundante rioja a mediodía, para que el almuerzo acepte seguir la trayectoria
correcta y no la del inodoro, que está para otras cosas, aunque solo con ver su
marca, reminiscencias de político, ya me vuelven las nauseas, y eso que aquel,
el pobre, resultó inofensivo, o casi.
Podría incluir espectaculares gráficos,
titulares, declaraciones irracionales de quien no debería hacerlas, pero no lo
creo adecuado. Son tantas... en todos los medios, que el repetirlas, aparte de
fomentar su difusión, no debe ser en absoluto necesario para llegar a
conclusión alguna. Esto no la tiene.
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jueves, 4 de diciembre de 2014
LA GRAN ESPERANZA BLANCA .-
La gran esperanza
blanca
La diferencia entre el cine y la realidad es que en la pantalla cinematográfica, que no
en las televisivas, todo lo que asoma por ella es falso a ojos del espectador,
consciente de la ficción que contempla, mientras que ante la realidad, y ante
la impostada e interesada imagen de esta que le presentan los medios, se deja
llevar por sus sentimientos, su fe absoluta en que las cosas son como su
ilusión se las muestra, ciego y sordo ante las evidencias más flagrantes.
Por ello la película de hoy, hay que verla como lo que es,
como casi todas, un ejercicio de argumento forzado, la ficticia actitud heroica
del protagonista y un final tan falso como satisfactorio para el espectador
poco exigente. Aunque tengamos que usar este símil cinematográfico de palanca
para la nueva esperanza, esperanza eterna, si queremos continuar vivos.
Que no es otra que la prevista oferta de cambio político, de
regeneración democrática, usando estos tópicos obsoletos hasta la exasperación,
ofrecida por el nuevo púgil en el cuadrilátero, sobre cuya victoria
depositamos, otra vez, las ansias de supervivencia, como hace un siglo lo hizo
la sociedad norteamericana, aquella marginada por el color de su piel,
reflejando sus sueños de justicia, en la figura simbólica del campeón de boxeo,
hermano de color. Boxeo hoy políticamente incorrecto, socialmente mal visto en un mundo que presume
de humanismo y ejerce de todo lo contrario.
Aquí y ahora observamos a nuestras jóvenes, y virginales,
promesas del espectáculo electoral, en un país donde continuamos delegando
ciegamente nuestra responsabilidad individual, que no es poca, en lejanas
estrellas deportivas, del rock, y de la prensa amarilla o rosa, que tanto da.
Cualquier cosa menos aceptar que de los espectáculos
con entrada gratis nunca podremos esperar otra cosa que la peregrina
justificación de su excelencia, en cuanto a la relación entre coste y beneficio, siempre que el coste sea
cero. Aparentemente cero. El votar cada cuatro años es gratis, el reconocerse demócratas
por gracia y milagro de la magnificencia divina, y no por aquello tan sensato y
razonable como por los méritos propios o por el esfuerzo y a veces, la sangre
de sus ancestros.
Al menos cuando fui al cine, pagué mi entrada y las
emociones que me suscitó la historia, derecho a emocionarme, las consideré
acordes con el deber satisfecho previamente en taquilla.
Mi primera confusión, basada en lo que considero un fraude,
un incumplimiento del contrato social por la parte contratante dela primera, y de
la segunda parte, es si considerar el voto como un deber o como un derecho, o
lo que es lo mismo si el contrato social se basa únicamente en derechos o en
deberes y no en ambos. Si habrá que releer la biblia que sobre este dilema
escribió J J Rousseau o limitarnos a creer ciegamente en las promesas electorales
de la parte realmente interesada en que
el espectáculo debe continuar. Envidia me dan los que tienen las ideas claras
al respecto, y la fe incólume. Por gracia recibida, y universal supongo.
Tenemos una gran promesa, blanca además, y no es necesario
recordar a Paulino Uzcudun o a Urtain, el morrosko de Cestona., y sus
respectivas carreras, para comprobar que no hay nada más efímero y engañoso que
el discurso de los charlatanes para llenar el estadio. Aunque necesitados como
estamos de modificar el rumbo hacia la nada, no podemos negarnos a ante la
probabilidad, por remota que aparezca, de la existencia de alguien o algunos
que puedan manejar el timón de manera más honorable, al menos. En ello estamos.
Bien es cierto que vistos los innumerables combates
ofrecidos en las últimas décadas, el tongo irredento y recidivante no nos va a
sorprender, pero como la necesidad es la madre de la irracionalidad, volveremos
a asistir a la función cuatrienal en la que tanto nos jugamos.
Como en la película, conocemos datos de los contendientes
que nos hacen desear, más que esperar, actuaciones heroicas y sorprendentes
que, por una vez, echen a perder las apuestas de los que presumen amañado, a su
favor, el combate, aunque en el caso improbable de que esto suceda, siempre,
siempre saldrán ganando los corredores de apuestas, los intermediarios en este
negocio.
Y ese es el único cambio que necesita, con urgencia, nuestro
sistema político, el eliminar la grasa sobrenadante del cocido, cuyo exceso lo
hace indigesto y peligroso, muy peligroso para las arterias.
Solo que ese asunto vital, como otros de la misma índole no
van a ser sometidos a las urnas, previsible y desgraciadamente, en mucho
tiempo.
Limitémonos a acudir a ver el combate, unos pagaremos la
entrada, otros cobraran por ella, y bajo el paraguas de la paz social
seguiremos apostando por los atletas del futuro inmediato. Sin más problemas, y
sin hacernos mala sangre.
Al final, y al principio, en la película que estoy contando,
la auténtica gran esperanza es la negra, mira por donde, por donde mis ideas y
el paralelismo entre ellas, la ficción del cine, y la realidad, solo son el
fruto de una mala digestión, el resultado de una cena ligera o de la naranja
del postre, que han debido ser un exceso superlativo para las cuatro neuronas
que me restan.
Interesantes sin duda los prolegómenos del combate. Estamos
ya viviendo ciertos sucesos, escalofriantes esperpentos, como la afirmación sobre
la voluntad de pactar por unos y otros,
o la voluntad de lo contrario, mucho antes de que resultado del combate los sitúe
en posición de pactar cosa alguna. Si añadimos las acusaciones de populismo que hacen los populistas, las descalificaciones ad personan, y ad infinitum,
hacia el aspirante, hacia la gran esperanza blanca, y las zancadillas que los
medios afines al poder, es decir todos, interponen en el camino de su equipo, y
el hecho de que semejante actitud solo consiga incrementar la venta de entradas
y consiguientemente el beneficio de los reventas, ilegales, economía sumergida
pero menos, dinero opaco pero solo para el que no lo maneja, etc. etc., nos
encontramos ante un nuevo viejísimo fenómeno, el de considerar el espectáculo
de los gladiadores en el circo como algo ajeno y divertido, olvidando que el
número que viene a continuación es el de los leones y los mártires, siendo los
leones los de siempre y los mártires….
P.D.-
DRAE recoge "populista"
con el significado de "perteneciente o relativo al pueblo (idénticamente a
la primera acepción de popular -ambas palabras proceden de la latina popŭlus,
‘pueblo’-
Trama
El gran
boxeador afroamericano Jack Jefferson, acaba de derrotar en Reno, Nevada, a su
contrincante Frank Bardy. Se convierte así en el primer púgil de color que gana
el título mundial de los pesos pesados. Pero, corren los años 50 y Jack, que
viaja junto a su novia Eleanor, una mujer blanca, ha cruzado los límites de un
estado donde aún impera el racismo. El púgil es arrestado bajo la acusación de
mestizaje, procesado y condenado a tres años de cárcel que no llega a cumplir
porque se evade de prisión. La pareja deja los Estados Unidos, su vida se
convierte en una constante huida y su reputación como boxeador cae en picado.
Más tarde, le ofrecen pelear en Cuba en un combate amañado que le devolvería el
título a un hombre blanco a cambio de su libertad y de retirar todos los cargos
contra él. Jack no acepta, pero Eleanor, que no soporta por más tiempo la
constante presión a la que se encuentran sometidas sus vidas, se suicida., Finalmente,
Jack acepta participar en el combate que tendrá lugar en La Habana. Ese día
toda su rabia contenida le lleva a boxear como jamás antes lo había hecho.
(De Wikipedia).
La “Nueva Esperanza”,
canción de Carlos Puebla, hace referencia a los tupamaros, grupo terrorista que
perdió su guerra y enseño al resto del mundo que las revoluciones no triunfan
jamás si el pueblo no está suficiente mente hambriento (Marx dixit).
Y como no son en absoluto deseables semejantes
alternativas, va a ser cosa de buscar otras más amables, que indudablemente no lloverán
del cielo, y que van a tener algún coste que tendremos que asumir entre todos.
Deberes tengo
madre, y temo no poder demorarlos mucho.
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