
El humo ciega tus ojos, y te permite ocultar las lágrimas.
Por ello aconsejan contemplar las hogueras desde una distancia prudencial, y si
lloras.. no lo ocultes, hazlo para desahogarte; y busca las causas para evitarlas en lo
sucesivo.
A pesar de que una imagen suele despertar la atención en el
espectador distraído, no es del todo cierto que diga más que las palabras,
pocas o muchas, ni mucho menos que sea más locuaz que una cifra, o dos. Si bien
habrá siempre que leer las segundas y relativizar, en el buen sentido, las
terceras.
Viene a cuento de las perspectivas del presupuesto sanitario
de nuestro país para 2017.
Resulta elocuente la tendencia negativa, desde casi el 7%
del PIB al 5.9 % en menos de una década. Si añadimos a la calculadora el
descenso del PIB durante estos años, nos acercamos al gasto real en salud y nos
haremos una idea del futuro que nos espera.
La comparativa con otros países europeos, aparte de insistir
en aquello de las curvas divergentes, o del futuro asimétrico, no nos va a
ayudar para nada. El escuchar los consejos de Christine Lagarde, directora del FMI, respecto
a lo inadecuado de la gestión, tampoco.
Pero no estaría mal, o mejor dicho, resulta absolutamente
necesario, es decir imprescindible, que se desarrolle cierto grado de pedagogía
sobre el asunto, entre aquellos que no miran, no leen , ni quieren echar
cuentas.
Cada vez que leo la palabra “recortes” me entran picores en
las partes más innobles de mi alma, que las tiene. No es la palabra adecuada
para describir ciertos eventos.
1)
No hay dinero. Y menos que va a haber. Parafraseando
al anterior presidente de gobierno, aclarando a Muñoz Molina que había mucho
dinero y más que iba a haber.
2)
Universal y gratuitas son las promesas
electorales, pero la sanidad no puede serlo, es carísima, con un coste
imparable debido a los avances técnicos y a la prolongación de la sobrevida en
los idosos (en portugués, añosos). Y es de una temeridad escalofriante
pretender que continúe por esa senda, como las vaquitas de Yupanqui, que al
final resulta que son ajenas, y las penitas son nuestras.
3)
Contemplar las movilizaciones para mantener
abiertos dos o tres hospitales en sitios donde el presupuesto no llega para uno
solo, me produce cierta reagudización de los picores de antes.
4)
Añadimos que, al cántico ancestral del “Todos
queremos más, y más y más…” solo habría que cambiar la palabra queremos por la
de debemos, para hacer ver a los ciegos y oir a los sordos, del disparate que
supone gastar energías, y voluntades, en empujar al carro cuesta abajo.
5)
Y sí, ahora más que nunca, habría que reconocer
el error sublime de dejar la gestión del mayor gasto social, el sanitario, en
manos de políticos harto tolerantes con el despilfarro y con los amiguetes que
guardan junto a su corazón la mejor
presa del cerdo que están despiezando en estos días de matanza. (Eso hacían, como
parte del salario, las matanceras en tiempos no tan pretéritos).
6)
Y final. Todos cómplices, los gestores ineptos,
los corruptos impunes, y los votantes,
sin cuyo encomiable apoyo jamás conseguiremos hacer desaparecer la sanidad
pública.
Por ello seguiremos buscando alternativas,
cascotes y tableros en el paisaje después de la batalla – esa es de Wadja- para
construir un refugio con los restos.
Feliz Navidad
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