jueves, 12 de enero de 2017

FUERA DE CARTA.-




Y fuera de carta tenemos…

He llegado a ver plastificada, adjunta al habitualmente pringoso cuadernillo de los menús de restaurante, una hoja de reciente e imprescindible presencia, la que recoge el listado de platos fuera de carta, encabezada por el inconfundible titular: “ Fuera de carta”, e incluida, como digo, dentro de la carta.

Dado que en  algunos WC japoneses, retretes en su autentico y sonoro nombre, al menos los de Narita, que fue donde lo vi por primera vez, con gran impacto emocional como podéis comprobar, tienen junto al  tradicional rollo de papel higiénico –  papel más endeble que el nuestro, al cesar lo que es del cesar- un estuche con toallitas húmedas, impregnadas con bacteriostáticos, o quizás bactericidas, destinadas a la limpieza de los teléfonos móviles del usuario. Y aunque no especificase si lo conveniente era usarlas antes, durante, o después, lo cierto es que me pareció una idea genial.
Móviles contaminados por las manos de sus dueños, manoseados de forma inmisericorde en situaciones variopintas, y reservorio de bichitos que pueden amargar la salud de todos aquellos por los que pase de mano en mano, como las falsas monedas (estas, a extinguir).
Parece sensato que, al igual que nos las lavamos antes y después de usar el lugar sagrado – reconozco haber sonreído entupidamente la primera vez que escuché en portugués hablar de la zona púbica, como área sagrada, obviando que nosotros la llamamos técnicamente área sacra, creyendo erróneamente que el latín nos evita pronunciar palabras poco virtuosas- parece sensato, ya digo,  que también limpiemos, y desinfectemos aquellos objetos que usualmente manejamos con ellas, con las manos pecadoras.
Y, ya que una carta catálogo en un lugar de comida –mano y boca contaminadas o contaminables- suele servirse con el complemento bacteriano del pringue que envuelve sus plásticos, al menos debería de ir acompañada en cada mesa de la cajita con toallitas higiénicas , para poder pasarlas por ella antes y después, con la fe puesta en que nuestra mirada sobre sus exquisiteces gourmand no transmita también patologías que todavía no hemos conseguido detectar, ni poner de moda, que es de lo que estamos hablando.

La moda del fuera de carta, obviamente dentro de la carta, como complemento imprescindible que denota la calidad o excelencia del lugar y, posiblemente, de la factura de nuestra refección.
Bien es verdad que la moda también ha cambiado el nombre de la tradicional casa de comidas por la del gastrobar en cuyo nombre no puede faltar el sufijo o prefijo art, o quizás el de algún programa televisivo de moda, también. Curiosamente han mantenido algunos elementos imprescindibles, todavía – no es el caso del plato o la cuchara, totalmente obsoletos- como la pizarra en la pared con la especialidad de la casa, o el menú del día, en la que ahora figuran inevitablemente los platos –perdón, raciones- fuera de carta.
Me resigno, igual que hice prematuramente con las carnes a la piedra, ya que ahora los grandes de la copla, o de la tapa, están incorporando piedras genuinas, nada de pizarra gallega, auténticos fragmentos de pedrusco como componente presencial en cualquier tapa de postín. Si todavía no lo habéis experimentado, lo haréis prontamente, os lo aseguro.
Y es en este tiempo “instantáneo” que nos ha tocado en suerte, cuando lo instantáneo ha dejado de ser la exclusiva de un tipo, y marca de café para “empoderar” de modo “inclusivo”a  palabras ya pretéritas como globalización o redes sociales, palabra doble, esta última, para la que no han encontrado todavía alguna estupidez “viral” resumida en una sola palabra, preferible con no más de dos silabas, los artífices de la cosa esta de la degeneración del lenguaje, pero démosle tiempo para ello, aunque no lo tengamos para nosotros.
En este instantáneo, todo pasa y nada queda, pero lo nuestro es pasar – ya lo dijo otro mucho antes- es previsible que el  fuera de carta siga el camino de los necios que en el mundo han sido –otra – como la epidemia de los gin tonics o de la cerveza artesana que están en los niveles de burbuja explosiva, tal que la de los globos de colores, en fase de conversión en fragmentos de caucho, húmedos y despreciables, pendientes de escoba y recogedor.
Afortunadamente llegarán otras pesadillas colectivas, universales y gratuitas como califican erróneamente a la sanidad pública, que nos harán progresar en el aprendizaje y conocimiento, que no en el disfrute, de la bebida o comida de moda.
Es nuestro carácter, como el del escorpión del cuento.
Y ansioso estoy de conocerlas, no voy a engañarme,  feliz de poder hacerlo.

La última foto, corresponde al 1º premio internacional de tapas de 2016. Con su piedra "ad hoc".
                      




“El buen menú” de Los Xey
Cuando los camareros se llamaban “camareros” y no “oiga” ni “perdone”
Los clientes “señor”, jamás “familia”.


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