lunes, 27 de octubre de 2008

CENTRO DE INTERPRETACION DE LOS AÑOS SESENTA III


LA GRAN ESPERANZA BLANCA
Howard Oliver Sackler 1967.

Premio Pulitzer, entre otros, en el 69, y versión cinematográfica en 1970, a cargo de Martin Ritt. La pelicula es lo que aqui pudimos ver. Del autor de la obra de teatro y del guión solo supimos que murió en Ibiza en el 82, en “extrañas circunstancias”, aunque la autopsia lo etiquetase de muerte natural, a los cincuenta años de vida, y sin patologia previa ni factores de riesgo, salvo el exito. Quizás fue eso.

La historia está ambientada en la misma epoca en que Jesse Owens suscitaba la ira de Occidente, de un occidente blanco cuyos atletas aprenderian, desde entonces a llegar detras del primero; ya que este era y sigue siendo negro. En un deporte, ahora desfasado, como el boxeo, el nombre de la primera figura con la supremacia del color oscuro era el de Joe Louis. Y sobre la sombra del personaje que rompe los cauces de la historia gira el drama de Mr Sackler. Son escenas de antesdeayer que hoy se nos antojan cuentos de Marte, cronicas de Bradbury. Pensar que un campeón podia ser odiado por la misma sociedad que lo emcumbraba a la vez que deseaba su destrucción. Que no podia tolerar su relación con una mujer blanca, y que no dudaba en recurrir a la trampa, al tongo, para poner las cosas en su sitio. Y todo ello, por algo tan irrelevante como el color de la piel. Ahora se dice anacrónico. Para mi, de marcianos.
Ese es, mas o menos , el planteamiento de la obra. Del desarrollo y del final no voy a contar nada, entre otras razones porque no interesa al tema de hoy.
Interesa la analogía con algun pais geograficamente lejano de Occidente, pero demasiado cercano en muchos aspectos, como pueda ser “La” Argentina, a los que Europa y sus primos llevan años mimando, ayudando, perdonando, es decir invirtiendo ingentes recursos con la esperanza de que al salir del bache, al terminar el combate, dejen de ser para siempre “el pais del futuro” y pasen a ser uno del presente, un socio comercial que les devuelva la alegria en forma de ganancias en las apuestas.
Y otra vez, la enesima, la nación se arruga frente al coloso, y decide arrojar la toalla, para desespero de mafiosos y banqueros que ven esfumarse el dividendo.
Sucede que estas situaciones solo pueden mantenerse en el tiempo cuando detrás hay un esponsor, o un fanatico con el bolsillo lleno dispuesto a sufragar una ilusión que, al estimular el animo colectivo, en la crisis de los treinta, o en las del 2008, libere la espita que anuncie el comienzo de la recuperación.
Ello requiere, ya digo, y ahora desgraciadamente no estamos en el caso, la disponibilidad continua e ilimitada de recursos para seguir manteniendo la esperanza en el perdedor. Y creanme que, ante Joe Louis, ante Cassius, y ante Obama, cualquier rival estará destinado a descender de categoria, hacia la de esparring quizas. Sin contar con la realidad mas cruda, la del promotor de hoy, con los bolsillos vacios, con el previsiblemente implacable corte de suministros y con un futuro, que ya es presente, inimaginable, para el boxeador blanco y para los desilusionados y hambrientos espectadores de occidente, a los que ya no les quedan botones dorados,como al personaje de Dostoievsky, para hacerlos pasar por monedas.
Tiempos jodidos.
Pero tampoco es la del pais amigo, la del pais hermano, ni la del nuestro, la mejor metafora de la gran esperanza blanca.
Quizas todos hemos tenido, en nuestra epoca de esplendor en la hierba, que asumir inconscientemente, el papel del personaje sobre el que estan puestas las esperanzas de la gente que nos rodea, de nuestros padres, de nuestros amigos. Un papel que nos dura hasta el momento en que el potencial adolescente deja paso al remanente de la madurez, y el horizonte se perfila tan cercano que puede tocarse, puede pasarse la mano por él y comprobar que detras no hay nada mas, que es solo un teatrillo donde el escenario limita nuestros movimientos a una representacion repetida que solo sigue convenciendo al entregado publico que mantiene viva la esperanza blanca. Se mantiene, mientras ese publico existe.
Cuando el tiempo comienza a barrer a los seres queridos que confiaron en nuestro triunfo, ya perdidos los en la niebla del pasado los fanaticos seguidores, los soportes economicos y afectivos que nos llevaran hasta el aqui, hasta el ahora, solo nos queda el recuerdo de aquellas buenas intenciones, y es entonces, mas que nunca, cuando comenzamos a depositar las esperanzas en nosotros mismos, esperanzas que serán vitales hasta que comenzemos a mirarnos en los que vienen detras, y soñemos con la gloria de alguno o algunos de ellos, con pasarles el relevo cuando proceda, y mientras tanto apretar el testigo. Quizas sea asi de facil.
Tan facil como la vida misma..
El desenlace de la gran esperanza blanca, que era la de los blancos, mas que la del lechoso pugil que enviaban al circo, comienza presentando un combate, el ultimo, amañado con el arma mas infame que imaginarse pueda, perdonar al campeón el delito que nunca cometio, el color de su piel, a cambio de dejarse ganar por el saco de patatas en que se ha convertido nuestro occidente cristiano. ¿Funcionará el truco esta vez? ¿Conseguiremos mantener el engaño?
Dentro de unos meses lo sabremos. Pero con cuatro millones de parados, un Estado endeudado hasta donde quieran los banqueros, en un pais donde no quedan judios a quienes pedir prestado (los echamos), y con un paisanaje dispuesto a transigir con lo intransigible, menos a cesar en el empeño de salirse con la suya, con la de cada uno, se me antoja un futuro harto conflictivo.
Me temo que, en todo caso, vamos a necesitar nuevas ilusiones, nuevas y grandes ilusiones, pero esa era de Dickens, y ya la contaré otro dia.

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