jueves, 9 de octubre de 2008

LA REPENTINA RIQUEZA DE LOS POBRES DE KOMBACH I




Pobres de Alabama






Los Santos Inocentes







Volker Scholondorff 1971.
Ni lo intenten. Son palabras para ser escritas. En nuestro idioma, su pronunciación supone que nuestra boca se nos llene de lengua, lengua propia, intentando desesperadamente emitir vocablos inteligibles o, al menos, audibles.
Del trabajo en cuestión, Der Ploetzliche rechtum der armen leuten von Kombach, ya ni les cuento. Digamos que es el titulo de este escrito, y que es una obra que el cineasta hizo para la televisión publica alemana que, en nuestro país, pudimos ver en la pantalla grande.
Eran tiempos cuando las corrientes cinematográficas estaban de moda y, una nación, con el poso cultural de Alemania, no podía quedar excluida en el desfile. Al Free Cinema y a la Nouvelle Vague, respondieron con el contundente Neuer Deutscher Film, donde nuestro introductor de hoy, formó equipo con Wenders, Fassbinder, Herzog y hasta con su señora Von Trotta, y reinventaron el cine, otra vez. Obras de ajustado presupuesto, con una puesta en escena mas o menos teatral, y con unos personajes de desbordante humanidad, basadas a veces en hechos reales, y que llegaron a conseguir enfrentarnos al espejo, de nuevo.
Alli, en las profundidades de la Baja Baviera, en tiempos en que la Edad Media acaba de perder su nombre, en una comunidad rural paupérrima, donde las epidemias se suceden unas a otras , con breves intervalos de sequía o de guerra, acontece un hecho milagroso.
Súbitamente, algunos ciudadanos de Kombach, descubren y llevan a la practica el concepto del estado del bienestar. Comienzan a dejarse ver ricamente vestidos, felices, e incluso borrachos. Un hecho inexplicable, por inédito, que causó asombro en la región durante el tiempo, breve, que duró.
Fue el tiempo empleado por la policía estatal en descubrir a los autores del robo y asesinato del recaudador de impuestos, meses atrás, cuya desaparición fue ignorada, en un principio, debido a la lentitud burocrática de la época.
La descripción de la pobreza de aquellas gentes resulta harto concisa. Son un ejemplo de la supervivencia del ser humano bajo las condiciones mas adversas imaginables. Cuando el futuro no existe como tal, ni siquiera en el patrimonio intelectual del colectivo.
Resulta una de esas ocasiones en las que, sin justificar el crimen, sin ponerse abiertamente al-del lado del asesino, el autor nos hace ver que “entiende” los hechos. El como y el por que esas personas pueden llegar a hacer algo tan brutal y despiadado a otro ser humano. El como y el por que el hombre puede llegar a perder la humanidad.Y aparece la idea de que, ante tal degradación de su condición, puede llegar a convertirse en un depredador implacable, en su lucha por la supervivencia. El autor no justifica los hechos, pero resulta evidente que los “entiende”.
La resolución del conflicto ocupa los últimos tres cuartos e la película. Y en ella nos muestra la otra cara de la moneda. Cuando la policía detiene a los campesinos con la única sospecha indicio o razón, de encontrarlos bebidos, y cuando los tortura hasta la muerte, los tortura de tal manera que ese hecho resume o compendia todo un proceso judicial, donde el detenido pasa a ser victima desde el momento de la detención, y a través de ella se convierte en culpable. Nada viejo, sigue sucediendo; y nada nuevo.
La rosca sigue dando vueltas y el torturado se convierte en ejecutado, y la confesión , puro sarcasmo como todas las obtenidas bajo tortura, se da por supuesto como se dá el valor en el militar o la eficacia en la policía imperial. Asomando otro tipo de degradación humana con un infranivel de inmoralidad aun mas terrible, si cabe, la del Estado.
Y es ahí, donde se centra la tesis argumental, aunque sea limitándose a reflejar, con un realismo desnudo, dentro de las consabidas limitaciones de la impostura cinematográfica, el cruel destino de los desgraciados desde o por el nacimiento. Clases desfavorecidas los llaman ahora.
No es una mirada neutra, como sucede en la muerte del mensajero, la del cobrador habilitado. Es una reflexión, necesariamente intencionada, sobre los mecanismos de perversión que permiten que una sociedad, cualquiera, llegue a destruir impunemente al individuo, cualquiera.
Veinte años después algo parecido, de manera todavía mas brillante, nos cuenta Kieslowski en “No matarás”. Un tema recurrente y universal y, no voy a insistir, actual.

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