sábado, 29 de diciembre de 2012

QUINO, MAITENA, Y AHORA: BERLICH.






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jueves, 27 de diciembre de 2012

EL 2013 NOS HARÁ BAILAR. (SONANDO) 3.-


  

Comenzó igualito que en algunas películas de misterio, o de aventuras. La coincidencia azarosa de dos pasajeros en el vagón del tren, en nuestro caso del automotor que hacía el trayecto radial Plasencia-Madrid, únicos recorridos posibles en aquellos tiempos, los radiales, añorados por Muñoz Molina a efectos melancólicos nada más, y que ahora ni eso, ya que supongo que también habrán desaparecido, debido a la optimización en la gestión de la red ferroviaria, a la vez que el tren se ha convertido en un articulo innecesario en su función primordial, la de ser el espectáculo obligado para llevar al niño inapetente a comer el yogur viéndolo pasar –Mira hijo ¡El tren!, ¡El tren!

Afortunadamente los índices de obesidad infantil de nuestro país ya han alcanzado el nivel suficiente para eximirnos de semejantes suplicios. Además siempre nos quedará “La Viajera”, el autobús, igual que a otros, en la película, les quedaba Paris. Por no retrotraernos al lujo, a la exclusividad de los viajes en “La rubia” de Sandalio, con su característico aroma interior a  gasolina derramada en el surtidor en los instantes previos a que la cerilla sin apagar fuese arrojada al suelo. Si bien esa es de Hitchcock y aquella en la que sale “La rubia” es de Kubrick, “The killing” para que la revisen los nostálgicos. Además tampoco hay ya cerillas.

Coincido entonces con otro viajero de parecida edad, y condición, que suele hacer el mismo trayecto, los fines de semana, solo que mientras yo voy a ver a la novia, él va a…recibir clases de batería con el profesor que más sabe del asunto, titular en el Conservatorio de Madrid, en uno de ellos, y en la Orquesta Nacional.
Lo cierto es que su cara me sonaba vagamente, y cuando me aclaró que era el batería del conjunto Fredy y sus castúos, recordé haberlo visto, y escuchado en más de una ocasión en las fiestas de los pueblos de la zona. Vamos que era uno de los castúos del Fredy en cuestión, y aunque a mi Luis Chamizo me sonaba mas al proceloso sur extremeño, y yo estaba  mas en consonancia con el autóctono Gabriel y Galán, por cierto, otro heterónimo apócrifo del autor del desasosiego, estuve a punto de preguntarle por que no se habían puesto mejor el mas ajustado nombre de Fredy y los chinatos, pero me contuve.

En su lugar me estuvo explicando lo realmente difícil que le fue encontrar alguien que le enseñase los fundamentos y la practica de un instrumento realmente exótico en nuestro país hasta bien avanzados los años sesenta, en una cultura basada en el bombo. aka “Tambora”, o en el tamboril del hombre orquesta, junto a la flauta y la bota de vino, característicos de nuestra música vernacular. (El tamboril, en el arroz portugués, es otra cosa, evidentemente).

Le hice ver que una de sus canciones, ampliamente coreada en las citadas fiestas, la seguía teniendo yo en mi cabeza en la sección de “silbables para días venturosos” y que me parecía estupenda, era “El twist de la patatera”.
Ensombreció su rostro, como suele acontecer en los relatos costumbristas, y chasqueó la boca como hace repetidamente Marcelo en “Divorcio a la italiana”, aunque sin conseguir idéntico, inimitable, efecto.
 
Al parecer el tal Alfredo, ahora se llamaba Freddo, se encontraba haciendo bolos por la costa mediterránea con un nuevo conjunto que denominaba “Freddo e il suo ragazzi” al que había asimilado las excelentes canciones de antaño, huérfanas de de padre, apócrifas o mostrencas, al carecer sus autores del correspondiente carné que los incluía en el ghetto de los silbadores. Pensé en decirle que sería por eso que yo la silbaba, pero me contuve también.
No solo había expropiado el combo y sus canciones, sino que, al parecer estaba cambiando el texto, incluso el nombre a muchas de ellas, la que yo recordaba ahora se llamaba “El twist de la cafetera” y la iban a promocionar en Italia según había escuchado.

Para mi fue una sorpresa agradable el comprobar que los músicos de verano, de algún fin de semana y fiestas de guardar, también tenían su orgullo profesional y querían progresar en aquello tan realmente original como era el arte de tocar la batería. Estuve por contarle que me encantaba el solo de Ginger Baker, los diez minutos del “Toad” de los Cream, versión en directo, pero afortunadamente, me volví a contener.
No he vuelto a ver a aquel compañero de viaje, tan instructivo para esta afición que me corroe el tímpano, el único que me queda, tantos años después.
Pero no he olvidado aquel twist, igual que el hermano que está en Alemania, ganando grandes caudales,  no olvida a su mare ni olvida el nombre de España. (Copla).

Y ahora tengo el disco en mis manos, “Caffettiera twist” de Marino Marini, y me vuelvo a sorprender con las vueltas que da la vida, con la de los sufridos compositores anónimos que, efectivamente, comenzaban y terminaban silbando sus canciones, para acabar siendo el tema musical, el jingle de algún anuncio de cafeteras en la televisión americana, según los expertos  musicólogos dicen del twist de la cafetera. Otros establecen su origen allí, en una corta frase musical que  después fue un éxito en el billboard en su versión rock, pasando el charco después.
Como comprenderéis, yo sostengo lo contrario, en este asunto, y en casi todos, y no obstante, reconociendo los esfuerzos en los arreglos del señor Marini y la excelencia en las grabaciones italianas de aquella época, me siento obligado a incluirlo este año como obertura festiva de nuestro Opus 13 (Aquí lo de opus significa otra cosa, no seáis así).

 Aunque debo aclarar las erratas, ya que donde dice “Caffettiera” debería decir “Patatera” y donde dice “Twist”, debería decir eso mismo, “Twist”. (Este es de los Luthiers).
Estoy intentando recordar el resto de la letra original, en castúo, de la que tengo alguna estrofa casi completa, pero hasta que no termine con ella, no os la voy a dar.

Otra carátula, que tampoco:
 


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miércoles, 26 de diciembre de 2012

LA REGLA DE ORO DE NORMAN ROCKWELL.-



        TRATA A LOS DEMÁS COMO TE GUSTARÍA QUE TE TRATASEN A TI.
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martes, 25 de diciembre de 2012

A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD..



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domingo, 23 de diciembre de 2012

TERROR NAVIDEÑO II

Aquello que ocurrió algunos días antes de Navidad y que fue el origen de todo.



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sábado, 22 de diciembre de 2012

ERLICH NAVIDEÑO.-



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viernes, 21 de diciembre de 2012

EL CONCURSO. LAS SOLUCIONES.-


4.- 1.- James Joyce . Imaginandose el negro futuro que le esperaba.
4 - 2.- Jack Kerouac , profeta nuestro de cuando eramos hippies.(En el camino).
4 - 3.- Marlene. Tambien cantaba.
4 - 4.- Charles Mingus. Está detrás de su otra mitad.
4 - 5.- Peter Sellers. Por poner una fácil.


5 - 1.- Patty Smith. Parece dificil, pero poniendo interés..
5 - 2.- Ray Charles y Stevie Wonder (o viceversa).
5 - 3.- Santiago Carrillo, antes de ser el superviviente que fue.
5 - 4.- Federico Fellini, siempre quiso ser un clown,  lo conseguia al afeitarse.
5 - 5.- Michel Simón, es un encanto, ahí donde lo veis.
5 - 5.- (Bonus). Don Adolfo.



P.D.- Francamente decepcionado con la capacidad fisonomista de los lectores.
Claro está que, las he puesto porque yo tampoco los reconocí.

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FALLÓ EL FIN DEL MUNDO.-(MIS DEUDAS CONTINUAN).

ES COMPRENSIBLE LA DECEPCIÓN.-





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miércoles, 19 de diciembre de 2012

LA GRANDE BOUFFE II .-




El combate entre el carnaval y la cuaresma. (Según Bruegel el viejo).

Un weekend gastronómico.(Títulos para elegir).



Aquí, en la bodega, hay que dejar la ironía a un lado para reconocer el lugar donde encuentra uno todas las cosa en su sitio, donde la comida se convierte en un placer verdadero, y donde el local, el servicio y la cocina brillan con tal nivel que  solo debemos dejarnos llevar por la luz de lámpara aunque nos quememos las alas, que era de lo que se trataba, al fin y al cabo.

La ensalada de bacalao cumplía a rajatabla el canon, mucho aceite, poca sal y de vinagre nada. Volveré a culpar al aceite si es necesario, pero la combinación era soberbia.
El sorbete introdujo otra variedad que no podía quedar en el ostracismo, el ajoblanco, que era de los mejores que he probado, aunque tenga que culpar otra vez al componente excepcional. 
Arroz con rabo de toro. Impecable, considerando que mi paladar asumió que poco de rabo y nada de toro había entre sus ingredientes, y quizás bastante carrillada ibérica, lo que habla del buen criterio del cocinero en excluir esa horterada tópica y más propia de los despachos de despojos cárnicos que de la ambrosía gastronómica con que suelen disfrazarlo. La carrillada tampoco es que ande muy lejos en la escala horteril coronada por el buey de Kobe que, como todos sabemos tampoco es buey ni de Kobe, pero reconozcamos que el plato estaba logrado.

Vamos a lo positivo. Os aseguro que es ciertamente difícil conseguir una ración de arroz en su punto, justo en ese instante imperceptible en que ha superado el estado de al dente para poder ser degustado “a la lingua”, en su justa cantidad para dejar satisfecho al comensal sin la sensación de quedarse corto no la de despreciar dos tercios de su volumen en el caldero, que eso si es pecado. La dosis justa en el plato individual, el más que correcto sofrito de verduras y su aditivo particular, las finísimas hebras de untuosa carne gelatinosa tan hábilmente entreveradas como la grasa nívea entre las vetas sonrosadas del mejor patanegra. Perfecto el pecado capital.

El vino rojo en esta ocasión como la sangre de la tinta fina de la Ribera, otro sorbete de ajoblanco y listos para el fin del capitulo, el helado, que no sorbete, de arbequina.
La bola más prodigiosa y exquisita, de descomunal tamaño, en una primera apreciación para un estomago ahíto, pero cuya adictiva composición me hizo llegar hasta su final, no sin ciertos suspiros contradictorios, entre placenteros y dolorosos, y encontrar tras la última cucharada de helado un crujiente lecho de algo que podrían ser frutos secos y que a esas alturas ya poco importaba, ciertamente, su composición.
Riquísimo broche para cualquier goloso postinero. Y ciertamente no abrochábamos ninguna sesión pecaminosa sin el correspondiente cordial de pedro jiménez. 
 
Inevitable la reflexión de cómo y por qué nos hemos habituado a los helados basados en emulsiones lácteas, cuando no en esas abominables grasas sobrenadantes en el suelo de los mataderos, en lugar de usar cualquiera de las variedades vegetales de nuestros excelentes aceites que además, ya incluyen la fruta, personalizando y glorificando en este caso, su sabor. Quizás no sea tan fácil, desconozco el procedimiento intramuros del cocinero, aunque presumo que el nitrógeno líquido tampoco será imprescindible para lograrlo.

Desde allí, inolvidable bodega a la que pienso volver con prontitud, como promesa evocadora de la que hizo el general Mac Artur al abandonar Filipinas,- en bastante peor condiciones que las mías- al bar de copas, donde unos señores en la puerta de aspecto patibulario, nos hicieron desistir, al  no querer acercarnos, ni mucho menos someternos al escrutinio de su presumible bondad respecto a nuestra supuesta capacidad de no ocasionar problemas y si algunos posibles.

Directamente al hotel, donde comenzó aquello que Adamo llamaba “Mi gran noche”, cuando decidí emanciparme. Lo de Adamo era evidentemente, también, una broma.
Aunque los efluvios alcohólicos iniciales fuesen beneficiosos a la hora de imaginar que podría perfectamente seguir los pasos de los personajes de Ferreri y, después de un merecido descanso, continuar con el intento de autolisis.
Pero sucedió, que ya no iba yo “con mi corazón en bandolera”, esa es otra, también de Salvatore. “Con mi ilusión, castillos levanté. Los vi caer, perdí la fe” cantaba el italiano. Pero a mí lo que me sucedió es que pasé toda la noche sentado en el trono sagrado, con las válvulas atascadas,  igual que las de Ignatius, el prota de “La conjura de los necios”; con esa sensación de muerte inminente, ese desasosiego acrecentado por la inusual soledad nocturna, tan diferente del espíritu festivo de los Mastroianni, Tognazzi, Picolli y Noiret. 

Son demasiado para mi. Inútil emular a aquellos que llevan toda una vida practicando el noble oficio de no hacer nada, los inútiles. Ese era Sordi, más cercano y más humano también, en tanto la lástima que te  contagia es recíproca.
Somos pequeños burgueses, “Un Borghese Piccolo Piccolo” donde Sordi borda la parábola de Monicelli, desnudando el pequeño monstruo que todos llevamos dentro. Pequeños hasta el nivel de los escasos y esporádicos, a veces minúsculos e insignificantes placeres que llegamos a confundir con la culpa pecaminosa. En mi caso pecado venial, con penitencia impuesta por Ignatius y el firme propósito de la no enmienda, de volver a repetirlo las veces que pueda.

A lo mejor es que me estoy equivocando de película desde el principio y debería estar recreando “El festín de Babette” de Isak Dinesen, quien en realidad se llamaba Karen Blixen.
Resulta tan difícil encontrar el tono adecuado a los tiempos que nos han tocado en suerte, en los que hasta la incertidumbre deja de serlo, que uno acaba perdiéndose entre las tascas de su barrio. Va a ser eso.

Salud y buena mesa.



(1).- Si, sí, hay otra artesanía que no es manual. Casi todas las tiendas de artículos artesanos, se dedican exclusivamente al eterno menester de dar gato por liebre. Igual que las innumerables variedades de croquetas caseras, “de la casa” apellidadas, en ocasiones, no son otra cosa que el manojo de pelotillas congeladas procedentes del hiper más cercano. Tiempos.


P.D.- Mención honorífica merece el vermut rojo local. El manojo de hierbas, especias,  raíces, frutas, y hasta flores que constituyen la base de su amargor, presididos todos por el ajenjo, tienen aquí la sorpresiva presencia de la canela. Y no es que su presencia en el vermut sea una sorpresa para nadie, es que en esta ocasión cobra un protagonismo absoluto. He guardado una botella para la mesa navideña. Lástima que no pueda daros su marca por aquello de que la propaganda es pecado también. Incongruencias.

P.D.- (2).
 
Mal llevo que La Mezquita de Córdoba haya dejado, transitoriamente, de ser  la Gran Mezquita de Córdoba, para convertirse exclusivamente en Catedral. Pero hasta que no sufro en mis carnes el daño, sigo viéndolo como algo lejano, y ajeno.

Me hicieron quitar el turbante -la gorra-  para dejarme entrar. Doloroso el que te obliguen a descubrir la cabeza en el templo de Alá. Doloroso y humillante despropósito. ¿No queda ni siquiera un cominito de tolerancia, de respeto ajeno, de sentido común?
Pienso que alguien debería controlar semejantes desmanes. Si al menos no sería necesaria la figura del inexistente defensor del turista, por defender a alguien. Ya que estamos tan vulnerables como desasistidos, en el momento previo a la única salida previsible, liarnos a tortas y, lo que es peor, castigando excesivamente la única fuente de ingresos que tiene el país, el turismo.
 
Vale, somos idiotas. Pero mi duda es si resulta saludable que nos lo recuerden tan a menudo.
El hacer extensivo el asunto de las croquetas o la artesanía industriales a la falsedad de los enunciados que mueven nuestra sociedad, ya lo dejo a criterio del lector. 

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martes, 18 de diciembre de 2012

TERROR NAVIDEÑO I .-

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domingo, 16 de diciembre de 2012

LA GRANDE BOUFFE I


El combate entre el carnaval y la cuaresma. (Según Bruegel el viejo).

Un weekend gastronómico.(Títulos para elegir).



Viene siendo tradicional en los happenings fin de fiesta de cada civilización moribunda. Los príncipes de la cosa, al ver que el negocio de estar arriba -de los demás- se vuelve insostenible, deciden quemar sus últimos cartuchos en frenéticas orgias a sabiendas de que el mundo se acaba justo después de ellos.



La de Saló, la república de Pasolini, y la de los días finales del fascismo italiano, que no he llegado a ver por aquello de que el gore me da pesadillas. Sin ir más lejos las fotos de la momia de Prim me tienen desvelado desde hace un mes, gracias a  los desgraciados de la prensa facinerosa que nos asuela.

Las del final del Imperio romano debieron ser buenas también, después de siglos de perfeccionismo en el arte de los placeres, los conocidos y los otros. Porque, parcos nosotros en dichos menesteres, debemos sospechar que existen otros, aparte de los que nos tiene prohibido el bolsillo y la santa madre. Seguro que hay otros.

Posiblemente la desaparición de los mayas, no sería tan misteriosa ni tan críptica si consideramos que ellos sabían perfectamente cuando y donde iba a ser el fin del mundo, al menos del suyo, y decidieron llegar ellos antes por la vía satánica.

Otro pequeño salto temporo espacial, hacia delante, en los disparates de la humanidad, y nos encontramos, hace bien poco, en la Guyana francesa, a miles de fieles comulgando con un mortífero sacramento que hizo desaparecer a una religión completa.


Pero no es de religiones, de disparates, o de invasiones, sino de placeres de lo que vamos a tratar.



La de Ferreri, La gran comilona,  me resultó disparatada, exagerada y, sobre todo poco placentera, por lo que la tengo en el cajón de las barrabasadas de nuestro buen Azcona, como uno de esos extraordinarios esperpentos cuya osadía quedaba fuera del alcance de Berlanga, el otro beneficiario de los guiones de Don Rafael.

El tema de los cuatro amigos que se encierran entre viandas para morir comiendo, resultaría excesivo si no fuese considerado como una parábola surrealista de cierto modo de decadencia en la que, querámoslo o no, estamos inmersos.

Ahora bien, si consideramos que la situación en que nos despertamos cada día tiende sospechosamente a parecerse a las de los tiempos de irás y no volverás, no tiene nada de extraño que algunos, un servidor entre ellos, decidan probar la experiencia de abandonarse a los placeres hasta sucumbir si fuese preciso.



Dos incisos o excepciones confiscatorias. El primero es el de los placeres ignotos que, como tales, quedan en el limbo que, tampoco es lo que era. El segundo es el referido a los de la carne. La verdad es que la Andrea Ferreol del film tampoco me sugiere la tentación de arrojarme de cabeza por el tobogán de eros, y conste que no es cosa de clasismo ni de sexismo, es que no, y ya está.

Nos queda pues el único pausible, y además barato, el de la comida.



Y ahí lo hemos intentado, la verdad. En grupo, como los compis de Ferreri, y en una formula de non stop eating, habituales en los fines de semana para funcionarios de clase media, aburridos y felices, como nosotros.

Lo cierto es que, como la vida, la primera parte suele ser divertida. Probar sabores nuevos, comparar, y sujetar un bocado en la mano mientras la vista se ocupa del siguiente y la boca con el anterior.

El estómago, agradecido en los compases iniciales transmite una inequívoca euforia que se contagia fácilmente entre los comensales.


El catalogo, aparentemente interminable, de los festivales-concursos de tapas, ofrece una manera asequible de iniciar lo que no es otra cosa que un suicidio asistido, tolerado y alegal, aunque en realidad, después de la sexta tapa –no confundir con el humilde pincho- suele aparecer cierta sombra de monotonía.

Si bien sigues deglutiendo festivamente las premiadas en el año, comienzas a encontrar semejanzas y componentes reiterados. El ubicuo queso de cabra en su versión rodaja sobre loncha de baguette, la cebolla confitada y el paté en sus múltiples formulaciones, incluso el foie con la inefable- a mi me da risa, pero me sigue pareciendo rico- reducción del Pedro Jiménez.


Todas las golosinas se repiten en combinaciones de tres en tres, permutaciones que no ocultan las limitaciones de sus “creadores”, dulcificadas no obstante por sus buenas intenciones.

En nuestro caso hubo otro elemento, oriundo, que establecía la línea territorial propia de los canidos-humanos, ahora llamados nacionalistas, fue el salmorejo, del que tuve el gusto de probar cuatro o cinco variedades diferentes que me parecieron excesivamente similares, por no decir idénticas y sospechosamente procedentes de esa maquinita domestica que elabora todo tipo de comida sofisticada y que se llama vaporetta . ¿O es thermomix?

Reconozco que uno de ellos, el último, tenia textura propia de la artesania manual (1), si es que todavía eso existe, y cierto recubrimiento oleoso, como si sudase la madre del cordero que en este caso es el oliva cordobés  prestando enjundia, la mitad, a su gastronomía.

La otra mitad es obvia, el moriles, en sus escalas desde la rama al sublime aclarado en veinte etapas, que no tiene que envidiar a las del fino jerezano, en cuanto ambos son hermanos.


 

Claro que el salmorejo fue el equivalente a esos helados que en las posadas de cierto prestigio nos suministran con el nombre de sorbete para que el paladar no mezcle la carne con el pescado o viceversa. Sorbete de salmorejo y rabo de toro, sorbete de salmorejo y flamenquín, y así hasta el ¡Ay! Que marcaba el final del primer asalto.

El segundo no se hizo esperar, la tarde se fue entre gintonics que no fueron el ingrediente digestivo o carminativo que sería presumible para sus componentes propios de refresco tánico, que para lo único que sirvieron fue para abreviar el tiempo muerto entre abrevaderos.
Y reconozco que esa barbaridad a la que llamamos cena, y que yo había conseguido desplazar de mis hábitos cotidianos mediante el canje por un yogurt (125 gramos): 45 kcal, 5,8 gramos de proteínas, 5,4 gramos de hidratos de carbono preferiblemente natural, con la excepción del de sabor a fruta que lo reservo para los festivos, esa barbaridad me pareció un medio excelente de profundizar en el proceso de discreta eutanasia activa a que me estaba sometiendo.

(Continuará). 
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sábado, 15 de diciembre de 2012

EL CONCURSO 5/5 .- (Con comodín).











Solución a los acertijos del numero 4 .-

4 - 1:  Joyce, James
4 - 2:  Kerouac, Jack
4 - 3: Dietrich, Marlene
4 -4: Mingus, Charles
5 -4: Sellers, Peter
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SENSACIONES COMPARTIDAS.-



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jueves, 13 de diciembre de 2012

2013 NOS HARÁ BAILAR. 2.- (CANTANDO).




Centrándonos en esta, penúltima, selección (sin duda habrá otras penúltimas).


Hemos dispuesto de un par de voluntarios a la hora de su elaboración, a los que, comprensiblemente, no hemos podido hacer otra cosa que agradecerles su colaboración. Pinchadiscos de la vieja escuela, tan alejados del profesional del rasca rasca, que hace sufrir los surcos de los pobres vinilos y las agujas de diamante en esos viajes sincopados sin otro destino que llenar de ruido espacios infinitos donde las niñas se reúnen por millares – conste que no veo los niños porque tampoco me fijo en ellos, pero haberlos haylos.- Ítem más, los susodichos expertos se auto titulan como los caballistas parcos en peso y estatura, cual Carudel, que nos hacía perder las apuestas en la Zarzuela cuando esta era, afortunadamente, otra cosa bastante más útil que la de ahora.

Los voluntarios son Clark Kent y Chris Stevens, el locutor de Cicely en Northern Exposure (Doctor en Alaska para los vernáculos, je je). Sobre Clark poco puedo, o debo, aclararos.
Esperamos que el carácter de cada uno, metafísico, elegante y culto provocador de los radioescuchas, el primero, y directo, previsible y justiciero programador de sonidos eternos, en el segundo, nos harán olvidar, a buen seguro, las paletadas de cal, y de arena, de años anteriores.

Supongo que a más de uno le habrá sucedido. Estar cerca de alguien durante un tiempo determinado, sin darle más importancia que la debida a un extraño que ocupa un lugar cercano, pero sin la suficiente proximidad para crear el grado de reciprocidad necesario para llamarla afecto,  con ese poso añadido del rechazo que acompaña a aquellos cuya presencia nos ha sido impuesta por circunstancias externas, sin medir la menor posibilidad de elección por nuestra parte. 
Sucede que un día, generalmente imprevisto, desaparecen esas personas de tu lado, y dejan detrás un finísimo hilo de Ariadna, imperceptible en un principio, pero que queda al alcance de tu memoria de manera persistente, hasta  llegar a hacerse ostentosamente evidente, y que en ciertos periodos de vulnerabilidad emocional, que todos padecemos,  el hilo nos  invita a seguirlo a través de un laberinto mental, que deja de serlo cuando tienes marcado el camino para conducirte hasta el circulo del infierno, aquel cantado por Dante, en el que solo ves un pájaro negro posado en la ventana  que te repite la palabra infinita. 

Ahora tu recuerdo, tu añoranza, adquiere un tinte melancólico, un imposible dolor placentero que te hace comprender dos cosas importantísimas, que te equivocaste al dejarlo pasar y que el tiempo no da una segunda oportunidad.
Eso que acontece con las personas valiosas, muchas, que pasaron por tu vida, también se hace extensible a la música que te ha acompañado desde siempre. Con la benéfica diferencia de que la música podemos recuperarla,  evocar con ella, incluso con aquella que nunca antes creíamos haber escuchado, aquellos momentos que de algún modo debíamos o podíamos haber vivido, y que se nos escaparon de entre las manos como la paloma de la canción, para nunca más volver. En eso estamos.

Y es que, lo bueno es asumir nuestras limitaciones frente al tiempo y al espacio, nuestra insignificancia transitoria, ya que antes y después de ese instante al que llamamos vida, el termino insignificancia adquiere todo su significado, solo queda el negro infinito, el único color que ven los ciegos. ¿Seremos ciegos también? ¿Acaso hemos preguntado a un ciego cual es el color, el único, que ven sus ojos?
Aceptémoslo, y mientras tanto vivamos. De modo que estas pequeñas hojas que se desprenden de los arboles en otoño, como las semillas aventadas a través de los campos y ahora de este firmamento para  internautas, nos sirvan para pasar un rato, tres minutos de nostalgia, de alegría o de reflexión, disfrutando de  esta apacible terapia musical. Algunos solo lo haremos en caso de necesidad. Ya sabemos que la mayoría anda sobrado de energía, endorfinas y razones; y por tanto considerará innecesaria esta frívola e intrascendente selección. Me alegro por ellos.

Esa es la parte de Chris, y no lo siento, la que busca cada día respuesta para todas esas preguntas que nos hacemos en el baño, cuando del rollo de papel solo queda un cilindro de cartón, inservible.
Entre cuitas y dilemas, me sugiere cosas de Van Morrison ,” Born To Sing - No Plan B”, que aquí traduciremos por “Nacido para vivir – Sin plan B”, o del extinto Zappa,  “Were only in it for the money” que evidentemente quiere decir todo lo contrario, y las escucho atenta y placenteramente, mientras el director de la tesina, me recuerda que no, que debo limitar el tiempo y el lugar, centrarme en ello y en la responsabilidad que supone cargar con el numero trece, sin despreciar su componente sociológico que, también , también tiene su corazoncito.
No obstante, cedo y consiento en incluir a Bob Dylan,  George Harrison y a Roy Orbison, tocando juntos los tres, y para daros gusto, al lado de…  Luis Alberto del Paraná
Esa va a ser, sigue siendo, la tónica de esta combinación; nada que ver con las que están de moda en los gintonics que, dentro de nada, habrán dado paso a otra prescindible combinación espirituosa para expertos de barra.



 (Los chicos de Belter me ofrecen esta impagable carátula para nuestro disco. Como no puedo pagarla, he declinado).

 
La verdad es que la obstinación, el empecinamiento sobre esos años tan dichosos, no deja de ser reconfortante en ciertos aspectos. Os sugiero que pronunciéis, aunque sea con la boca cerrada el nombre completo: Luis Alberto del Paraná y los Paraguayos.  No hay perdiz que para mi los iguale, como decía el Dómine Cabra, refiriéndose a la sopa de nabos. Es un mundo, ciertamente prodigioso en voces familiares y bien timbradas, al que conviene inyectar algo de vitalidad si no queremos que se extinga. 

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