sábado, 18 de febrero de 2012

TAMPOCO ES LO QUE ERA.- ( LA HIERBA). LA COPLA Y LA DEUDA PÚBLICA.


“Qué le pasó no se yo / a esa hierbabuena, madre / que era verde y se secó…”


La copla entra por la ventana y sale por el balcón. Atraviesa los patios, saltando las medianeras y queda flotando en el recuerdo como el olor del tomillo salsero, ese que nunca más volveremos a encontrar fuera de aquel tiempo y aquel lugar.
No, no es nostalgia, o al menos no es solamente nostalgia lo que me sugiere el recuerdo de esta soleá.
El lamento femenino va mas allá de la tonada repetida y seguramente cantada sin ser realmente escuchada, antes ni después, como casi todas, por la dueña de la voz anónima.
La hierbabuena ayer era verde, desbordaba el arríate, y ni el rincón en semisombra donde llevaba creciendo desde “siempre”, ni el riego regular en los meses secos, con la agüita del pozo, el del damasco, el de los albaricoques tan dulces, presagiaban el que aquella mañana apareciese mustia, lacia y agonizante.

Y me temo, o prefiero creer, que no es de hierbabuena de lo que cantaba la moza. Al fin y al cabo cuando esta se seca, cosa tan infrecuente como inevitable, basta con acudir a la vecina con un tiesto preparado para recibir la mata del nuevo plantón. No conviene pedir la ramita de la planta justo antes de hacer la sopa, ni siempre antes de cada sopa, ello terminaría inevitablemente con la paciencia de la vecina y, probablemente, con el suministro. Mejor plantar el esqueje y seguir la senda del horticultor autosuficiente. (Me temo que algo hemos hecho mal, en ese sentido).
También resulta necesario asumir que el arríate con su hierbabuena gozando de buena salud, nos resulta vital, y no solo para las recetas tradicionales, sino para sentir que la vida va a seguir su curso en tan amable y aromática compañía. Vidas paralelas. Conviene mirarnos en él, todos los días.

Pero está claro que no era de la hierbabuena el sepelio, que era del amor. Luego, uno va aprendiendo que la canción, en lo que tiene de poesía, usa metáforas tan hermosas como esta, y que, para entender mínimamente el laberinto vital, resulta necesario comprender el lenguaje de las cosas, de la hierbabuena, del sándalo o de la menta también, evidentemente.
Así, si lo queremos, la copla nos sigue explicando otros consejos beneficiosos. Que hay cosas, valores, que podemos perder súbitamente, sin previo aviso y sin la menor explicación sobre su causa – Qué le pasó, no se yo – y que parece natural que el dolor nos haga llorar – soleá – y buscar consuelo en la madre. Enjugará nuestras lagrimas y nos repetirá, lo que a ella le aconsejaron en idéntica situación. “Prepara una maceta nueva y pronto verás un verde prodigioso, que te hará olvidar el anterior”.
También nos enseña, lo diferente que resulta el lamentarse de las desgracias que no han llegado espontáneamente, ni de manera imprevista. Que nos han dado tiempo para ver como la tierra , negra y fértil en un principio, iba cambiando la lisura de su superficie ante el exceso de lombrices, que dejaban en el aire las raíces, que iba amarilleando en las esquinas, debido a la querencia del gato por usarla de letrina, e incluso mostraba los restos acusadores de las colillas que el novio (1) de la niña arrojaba en el lugar menos idóneo, ahora que está todavía obligado a fumar fuera, hasta que pase de la fase de novio-crisálida a la de insecto adulto, en la que fumará inevitablemente en el interior.

Ha sido paulatino, progresivo y anunciado. La planta se ha secado, y la hierba ha tomado el aspecto del arbusto caducifolio al terminar el otoño, solo que sabemos que no debemos esperar brotes nuevos en primavera, pues para entonces de la hortelana solo nos quedará el recuerdo.
De momento tenemos vecinas que nos prestan el plantón, o las semillas. Hoy por ti, mañana por mí. Es un préstamo. Toda la vida es un préstamo hipotecario, y pretendemos vivir como si jamás tuviésemos que cancelarlo. Solo existe una manera de hacerlo.

Pero no está demás el pensar que la hierbabuena, el sándalo, la menta, o cualquier otra planta que vayamos a necesitar para la comida del día de mañana, no debemos seguir ignorándola hasta el instante en que, sin siquiera mirarla, le arranquemos la ramita cotidiana. Parece oportuno observarla todos los días, mirarnos en ella como hace la cantora, y si por desgracia se seca, que al menos podamos llorarla porque: “Que le pasó no se yo”, y no porque a sabiendas, tengamos que evocar otra copla de nuestra tradición musical, esta del siglo de oro:

Tanto vestido blanco / tanta parola / y el puchero en la lumbre / con agua sola…


(1).- novio = político en campaña electoral.
Miremos antes que no tenga antecedentes de maltratador...ni de los otros.
(2).- Para algunos, la hierbabuena solo resulta imprescindible para aromatizar el mojito. Para otros, la buena es la huana. Así nos va.

Por favor. Cuidemos nuestra hierbabuena.


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