miércoles, 29 de febrero de 2012

HISTORIA DE UN KOJÓN.-



Héroes anónimos durante la reverendísima (transición). Gente que pagó un alto precio por sus ideales (de cuando había ideales) sin recibir a cambio otra cosa que el ostracismo.

Centenares, o miles, de jóvenes que decidieron plantarse ante la dictadura (si es que la hubo) y negarse a su colaboración activa con ella. Los llamaron insumisos, porque les daba vergüenza llamarlos por su nombre, o simplemente porque les interesaba la clasificación, minoritaria y de género, así no podrían ir muy lejos.

Algunos se fueron todo lo lejos que pudieron, a Méjico el líder de Kojón Prieto y los Huajolotes, a Italia el cantante de la banda , Antonio La Cuesta, alias Tonino Carotone, del que incluimos la extraordinaria “Me cago en el amor” en la recopilación de hace tres años. No sin antes, o después, pasar por las cárceles franquistas (y no como otros presumidos y falsos, impostores) donde, entre otras cosas hicieron colegas en el mundo de la resistencia, el canuto y la canción.

Luego, aparentemente, resultó natural y espontanea la desaparición del servicio militar, la libérrima movida madrileña y los cantos de Maldoror del viejo profesor en pos de la liberación de aquello liberalizable, que fue muy poco si mantenemos un discreto y ecuánime nivel de exigencia ante la realidad artística e intelectual de entonces, y de ahora.

El cine , la novela o la canción se han limitado en los últimos cuarenta años (curioso numero) a confundir ventas con calidad, a conformarse con los premios sin cuestionar la enjundia que debería acompañarlos, y sobre todo, a ocultar el menor atisbo de idealismo, de rebeldía justa y necesaria que muestre el espíritu juvenil imprescindible para el crecimiento de cualquier país (los indignados quizás). A menos que ya hayamos crecido y madurado lo suficiente para cruzarnos de brazos y dedicarnos a disfrutar de la fase que sigue a la madurez, la podredumbre. (En la fruta suele pasar así).

Por eso añoro músicos como Tonino y como Gavilán, antes Escroto y luego Kojón, (trayectoria consecuente), músicos que abominaron de las letras estúpidas de sus coetáneos triunfadores, añadieron mensajes realmente contestatarios, estrofas comprometidas, en una época en la que (ya) no estaba bien visto el asunto, y sobre todo lo hicieron aliñandolas con humor, mucho humor.

Porque en esta pinche vida
Si no te descojonas
El alma se te pudre
Y el mondonguillo se aploma.

(K.Prieto)

Todavía busco periódicamente el cada vez mas improbable nuevo disco de Carotone, de Los Centellas, de Los Petersellers, o de cualquier grupo con un mínimo de calidad (en eso no soy exigente) que me haga reír un rato; que me invite a cantar con ellos, y que usen la música para lo que fue inventada, hacer feliz a la gente. No debería ser tan difícil.

De quien no busco novedades es de Escroto, de Gavilán, del autentico Antonio Sanz, quien después de bajar de los cielos, ejerció de albañil y panadero, para dejar este mundo a los treinta y ocho años, después de un concierto agotador en el pueblo de al lado.

Cuando el tren llegó a la estación
y la máquina no se detenía,

yo traté de engancharme a un vagón,
resbalé y fui a caerme a la vía.

Ay! No es santo el que no cae, sino el que se levanta.

Sí, señoras y señores.

¡Pero qué tropezones tiene a veces uno en la vida !

(K.Prieto).

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