lunes, 28 de mayo de 2012

JORGE SEMPRÚN. Cara B. "A CADA UNO LO SUYO".-



“No hay injurias más fáciles de olvidar que las que han sufrido otros, sobre todo si es uno mismo el que las ha cometido”.
(Primo Levi).

Existe un salmo, convertido en mantra, letanía interminable sobre las ventajas del texto impreso en papel, de ese ente abstracto de contenido indefinible, al que llamamos libro. Salmo entonado con cierto brillo, por los beneficiarios de su supervivencia frente al maremoto digital, para el que las barreras que ellos habían impuesto, el canon a las fotocopias, habría quedado tan obsoleto y estúpido como la línea Maginot ante la invasión alemana.
No es que quiera rebatir la defensa sentimental, caballeresca, y obviamente merecedora de algún otro adjetivo relativo a la cuenta bancaria, de aquellos que venden sus libros  en columnas apiladas, yuxtapuestas o superpuestas como los yogures, en las librerías de las dos o tres cadenas que agonizan en nuestro país. Bien está que defiendan lo que es suyo.
Solo que hay desventajas en el texto escrito, que se convierten en ventajas en el digital, a las que nunca hacen referencia.

Por mencionar una, bastante significativa, y mediante un ejemplo esclarecedor, una simple anécdota, que suele ser la base de nuestro erróneo acervo científico, y social me temo, haré referencia a la autocensura que frenó, cercenó, suprimió y hasta tergiversó, ciertos pasajes del articulo anterior sobre Semprún, con la única finalidad de no molestar a los editores de la revista, quienes como los lectores o un servidor, tienen como único salario, la posibilidad de poder participar en el número siguiente.
Y para ello hay que mantener la compostura, es decir, no molestar a ningún creyente que pueda sentirse injuriado en la menor, y enarbole el texto escrito, la prueba concluyente, contra los autores del delito punible. Y los de opinión deben ser los únicos que quedan punibles, así nos va.
Silencio aterrador y autoimpuesto que posibilita, y hasta justifica, el fraude global al que llamamos crisis.

Por ello me limitaré a incluir aquí, la cara B de aquel artículo. Aquellos fragmentos suprimidos por la cabeza borradora, a sabiendas de que tampoco podré decir, escribir, todo lo que pienso, pero al menos liberaré el grito que la injusticia provoca en el pecho, y que hay que dejar salir antes de que aflore el psicópata en que te llega a convertir la aflicción infinita.
El mensaje digital, este que estáis leyendo, es evidentemente más libre que el impreso. Responsabiliza exclusivamente al que lo suscribe y, paradójicamente, a pesar de su gratuidad, va dirigido a un limitado circulo de lectores, que son amigos en el sentido estricto que presta el comulgar con las mismas ideas, dispersas casi siempre, equivocadas a menudo, pero sinceras y sin otro límite que el de la capacidad del que escribe.

Y es que no se puede hablar de Semprún sin que surjan de inmediato dos términos complementarios y condenatorios, Kapo y Buchenwald.
Está todo escrito, y en letras grandes, en negrita, para el que quiera conocerlo. 

 
 Marguerite Durás, para quien su nombre signifique algo, y la censura de sus memorias por la editorial Gallimard, hasta suprimir el pasaje donde hacía referencia a la expulsión de su marido Robert Antelme, superviviente y camarada de Semprún, del PCF. A raíz de la denuncia que hizo ante el comité central de la situación en que los comunistas allí recluidos, colaboradores de los nazis en la dirección del campo,  kapos, o sonderkommand,  convertidos en jueces de la vida  de los supervivientes, ellos, y de la muerte de casi treinta y cinco mil presos. A pesar de que Semprun negase siempre que aquel fuese un campo de exterminio.”Ni siquiera tenia cámaras de gas” refiere. 

Sobre el tema de las memorias de unos, los kapos, y de sus victimas, o compañeros de infortunio para otros, hay textos imprescindibles como la trilogía de Primo Levi, o las memorias de Steinberg en Auschwitz, “Crónicas del mundo oscuro”. Si bien como dije antes, al parecer, ni la muerte consiguió eliminar las diferencias entre las víctimas del holocausto, judías o gentiles. Mucho menos hallar algo de luz en la memoria del que saliendo del horror absoluto solo puede intentar olvidar o…morir.
Ojalá que el pasado europeo, el de los ismos y sus terribles consecuencias, no hubiese existido. Pero si es que existió,  estamos obligados a escuchar a los supervivientes, y lo más terrible de todo es que estamos obligados a dudar de ellos.
Como de Enric Marco, que ha estado treinta años viviendo de sus falsas memorias sobre Flossenburg: ”Me inventé el relato porque así la gente me escuchaba más”.

No es el caso de la figura central de este episodio, quien según testimonio, escrito en papel, por su hermano Carlos, volvió a casa tras la liberación de Buchenwald, más gordo que los familiares que le esperaban;  con el único estigma físico de la tonsura craneal, universal en aquella época, como profilaxis ante la pediculosis y el tifus consecuente.
Pero es que, en cierto modo, esta ambigua figura se vuelve patognomónica, simbólica y precursora del fraude que nos asola. Me resulta harto cercana, y profética, en este país donde la tolerancia es convertida en hipérbole.

Soslayando incluso el episodio de colaboracionismo en el campo, si es que ello fuese posible; nos encontramos con un aristócrata comunista (¡Oh!), Semprún Maura, que fue enterrado no hace tanto en Paris, envuelto en la bandera de la II República Española, según deseo expreso, sin haber hecho el menor asco al nombramiento de ministro por su majestad el rey de España, sucesor digital en el cargo de la Jefatura del Estado de aquel que había hecho jirones la bandera-sudario de Jorge.(¡Oh!).
Volviendo a soslayar su militancia y expulsión del partido, e incluso el guión que escribió para Costa Gavras, “La Confesión”, sobre el testimonio aterrador que hizo Artur London , como victima de la purga de los miembros del partido, veteranos de las brigadas internacionales en la guerra de siempre. Orwell se libró por poco. Andréu Nin no.

 
Curioso ver como le da la vuelta al asunto en la última escena, cuando aparece la pintada en la pared – el graffiti todavía no había llegado a nuestro idioma - de los jóvenes checoslovacos en plena represión: "¡Levanta, Lenin! ¡Se han vuelto locos!". Manteniendo la importancia de la fe frente los errores de la iglesia. Puro jesuitismo en la dirección de las almas. Deuda impagable de unos con otros. Como la que unos y otros nos están dejando ahora.

Su nombramiento como ministro de cultura por un gobierno socialista que acababa de apostatar del marxismo (¡Oh!, como si eso fuese posible), estuvo trufado del esperpento habitual en unos gobernantes que, hasta hoy, siguen sin creerse de verdad la trascendencia de lo que están haciendo. Al parecer no gozaba de nacionalidad española, al menos fehacientemente, y hubo que recurrir a algún pasaporte caducado de los varios de que dispuso, el de Federico Sánchez quizás.
Aunque aquí la ironía, que dice Camús es el arma imprescindible frente a la opresión, no puede matizar, que siempre es atenuar, el grito de desesperación que nos surge ante el disparate sin final, en el que continuamos.

Nadie cuestionó, nadie objetó sobre el currículo de D. Jorge, nadie aparte de los componentes de la camarilla que aspiraban al cargo. Al parecer Alfonso Guerra alegó algo, sin mucho énfasis, mientras Felipe – curioso que los nombres de Alfonso y Felipe, me sugieran la añadidura de números romanos para convertirlos en lo de siempre - insistía en aquello de la importancia del  color de los gatos y el fin que todo lo justifica, acabar con los ratones. Los malditos roedores en que nos hemos convertido la mayoría, aterrorizados por los innumerables felinos que han esquilmado aquello que fuera la Itálica famosa. ¡Ay dolor!, hoy mustio collado.  Silencios que facilitaron su mediación entre Miterrand y Gonzalez para el aterrizaje del mayor grupo mediático galo en España. Canal Plus.

No es políticamente correcto, lo se, opinar siquiera sobre los que han partido. Pero a veces resulta esclarecedor pasar hacia atrás las páginas de ese libro virtual al que llamamos memoria. Esclarecedor y aleccionador mientras nos queden ganas de aprender, de seguir vivos.

“Los que han cometido crímenes o han sido cómplices, tienen la extraordinaria facultad de convertir la mentira sobre el propio pasado en recuerdo verdadero”.
(Primo Levi).

- L´aveu, dans l´engrenage du procès de Prague - Lise y Artur London ( Elisa Ricol, hija de emigrantes españoles ).
- Homage to Catalonia - George Orwell
- Crónicas del mundo oscuro - Steinberg
- Marguerite Duras – Biografía por Laura Adler
- A orillas del Sena, un español… - Carlos Semprún Maura
- Si esto es un hombre Primo Levi
- Crónica mediática sobre la “transición española” (también llamada “movida madrileña”).
- Wikipedia  (para los que somos menos exigentes).



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