“No hay injurias más fáciles de olvidar que las que han
sufrido otros, sobre todo si es uno mismo el que las ha cometido”.
(Primo Levi).
Existe un salmo, convertido en mantra, letanía interminable
sobre las ventajas del texto impreso en papel, de ese ente abstracto de
contenido indefinible, al que llamamos libro. Salmo entonado con cierto brillo,
por los beneficiarios de su supervivencia frente al maremoto digital, para el
que las barreras que ellos habían impuesto, el canon a las fotocopias, habría
quedado tan obsoleto y estúpido como la línea Maginot ante la invasión alemana.
No es que quiera rebatir la defensa sentimental, caballeresca,
y obviamente merecedora de algún otro adjetivo relativo a la cuenta bancaria,
de aquellos que venden sus libros en columnas
apiladas, yuxtapuestas o superpuestas como los yogures, en las librerías de las
dos o tres cadenas que agonizan en nuestro país. Bien está que defiendan lo que
es suyo.
Solo que hay desventajas en el texto escrito, que se
convierten en ventajas en el digital, a las que nunca hacen referencia.
Por mencionar una, bastante significativa, y mediante un
ejemplo esclarecedor, una simple anécdota, que suele ser la base de nuestro
erróneo acervo científico, y social me temo, haré referencia a la autocensura que
frenó, cercenó, suprimió y hasta tergiversó, ciertos pasajes del articulo
anterior sobre Semprún, con la única finalidad de no molestar a los editores de
la revista, quienes como los lectores o un servidor, tienen como único salario,
la posibilidad de poder participar en el número siguiente.
Y para ello hay que mantener la compostura, es decir, no
molestar a ningún creyente que pueda sentirse injuriado en la menor, y enarbole
el texto escrito, la prueba concluyente, contra los autores del delito punible.
Y los de opinión deben ser los únicos que quedan punibles, así nos va.
Silencio aterrador y autoimpuesto que posibilita, y hasta
justifica, el fraude global al que llamamos crisis.
Por ello me limitaré a incluir aquí, la cara B de aquel artículo.
Aquellos fragmentos suprimidos por la cabeza borradora, a sabiendas de que
tampoco podré decir, escribir, todo lo que pienso, pero al menos liberaré el
grito que la injusticia provoca en el pecho, y que hay que dejar salir antes de
que aflore el psicópata en que te llega a convertir la aflicción infinita.
El mensaje digital, este que estáis leyendo, es evidentemente
más libre que el impreso. Responsabiliza exclusivamente al que lo suscribe y,
paradójicamente, a pesar de su gratuidad, va dirigido a un limitado
circulo de lectores, que son amigos en el sentido estricto que presta el
comulgar con las mismas ideas, dispersas casi siempre, equivocadas a menudo,
pero sinceras y sin otro límite que el de la capacidad del que escribe.
Y es que no se puede hablar de Semprún sin que surjan de
inmediato dos términos complementarios y condenatorios, Kapo y Buchenwald.
Está todo escrito, y en letras grandes, en negrita, para el
que quiera conocerlo.
Marguerite Durás, para quien su nombre signifique algo, y la
censura de sus memorias por la editorial Gallimard, hasta suprimir el pasaje
donde hacía referencia a la expulsión de su marido Robert Antelme,
superviviente y camarada de Semprún, del PCF. A raíz de la denuncia que hizo
ante el comité central de la situación en que los comunistas allí recluidos,
colaboradores de los nazis en la dirección del campo, kapos, o sonderkommand, convertidos en jueces de la vida de los supervivientes, ellos, y de la muerte
de casi treinta y cinco mil presos. A pesar de que Semprun negase siempre que
aquel fuese un campo de exterminio.”Ni siquiera tenia cámaras de gas” refiere.
Sobre el tema de las memorias de unos, los kapos, y de sus
victimas, o compañeros de infortunio para otros, hay textos imprescindibles
como la trilogía de Primo Levi, o las memorias de Steinberg en Auschwitz,
“Crónicas del mundo oscuro”. Si bien como dije antes, al parecer, ni la muerte
consiguió eliminar las diferencias entre las víctimas del holocausto, judías o
gentiles. Mucho menos hallar algo de luz en la memoria del que saliendo del
horror absoluto solo puede intentar olvidar o…morir.
Ojalá que el pasado europeo, el de los ismos y sus terribles
consecuencias, no hubiese existido. Pero si es que existió, estamos obligados a escuchar a los supervivientes,
y lo más terrible de todo es que estamos obligados a dudar de ellos.
Como de Enric Marco, que ha estado treinta años viviendo de
sus falsas memorias sobre Flossenburg: ”Me inventé el relato porque así la
gente me escuchaba más”.
No es el caso de la figura central de este episodio, quien
según testimonio, escrito en papel, por su hermano Carlos, volvió a casa tras la
liberación de Buchenwald, más gordo que los familiares que le esperaban; con el único estigma físico de la tonsura
craneal, universal en aquella época, como profilaxis ante la pediculosis y el
tifus consecuente.
Pero es que, en cierto modo, esta ambigua figura se vuelve
patognomónica, simbólica y precursora del fraude que nos asola. Me resulta
harto cercana, y profética, en este país donde la tolerancia es convertida en
hipérbole.
Soslayando incluso el episodio de colaboracionismo en el
campo, si es que ello fuese posible; nos encontramos con un aristócrata
comunista (¡Oh!), Semprún Maura, que fue enterrado no hace tanto en Paris,
envuelto en la bandera de la II República Española,
según deseo expreso, sin haber hecho el menor asco al nombramiento de ministro
por su majestad el rey de España, sucesor digital en el cargo de la Jefatura del Estado de aquel
que había hecho jirones la bandera-sudario de Jorge.(¡Oh!).
Volviendo a soslayar su militancia y expulsión del partido,
e incluso el guión que escribió para Costa Gavras, “La Confesión”, sobre el
testimonio aterrador que hizo Artur London , como victima de la purga de los
miembros del partido, veteranos de las brigadas internacionales en la guerra de
siempre. Orwell se libró por poco. Andréu Nin no.
Curioso ver como le da la vuelta al asunto en la última
escena, cuando aparece la pintada en la pared – el graffiti todavía no había
llegado a nuestro idioma - de los jóvenes checoslovacos en plena represión: "¡Levanta, Lenin! ¡Se han
vuelto locos!". Manteniendo la importancia de la fe frente los
errores de la iglesia. Puro jesuitismo en la dirección de las almas. Deuda
impagable de unos con otros. Como la que unos y otros nos están dejando ahora.
Su nombramiento como ministro de cultura por un gobierno
socialista que acababa de apostatar del marxismo (¡Oh!, como si eso fuese
posible), estuvo trufado del esperpento habitual en unos gobernantes que, hasta
hoy, siguen sin creerse de verdad la trascendencia de lo que están haciendo. Al
parecer no gozaba de nacionalidad española, al menos fehacientemente, y hubo
que recurrir a algún pasaporte caducado de los varios de que dispuso, el de
Federico Sánchez quizás.
Aunque aquí la ironía, que dice Camús es el arma
imprescindible frente a la opresión, no puede matizar, que siempre es atenuar,
el grito de desesperación que nos surge ante el disparate sin final, en el que
continuamos.
Nadie cuestionó, nadie objetó sobre el currículo de D. Jorge,
nadie aparte de los componentes de la camarilla que aspiraban al cargo. Al
parecer Alfonso Guerra alegó algo, sin mucho énfasis, mientras Felipe – curioso
que los nombres de Alfonso y Felipe, me sugieran la añadidura de números romanos
para convertirlos en lo de siempre - insistía en aquello de la importancia
del color de los gatos y el fin que todo
lo justifica, acabar con los ratones. Los malditos roedores en que nos hemos
convertido la mayoría, aterrorizados por los innumerables felinos que han
esquilmado aquello que fuera la
Itálica famosa. ¡Ay dolor!, hoy mustio collado. Silencios que facilitaron su mediación entre
Miterrand y Gonzalez para el aterrizaje del mayor grupo mediático galo en
España. Canal Plus.
No es políticamente correcto, lo se, opinar siquiera sobre
los que han partido. Pero a veces resulta esclarecedor pasar hacia atrás las
páginas de ese libro virtual al que llamamos memoria. Esclarecedor y
aleccionador mientras nos queden ganas de aprender, de seguir vivos.
“Los que han cometido crímenes o han sido cómplices, tienen
la extraordinaria facultad de convertir la mentira sobre el propio pasado en
recuerdo verdadero”.
(Primo Levi).
- L´aveu, dans l´engrenage du procès de Prague
- Lise y Artur London ( Elisa Ricol, hija de emigrantes españoles ).
- Homage to
Catalonia - George Orwell
- Crónicas del mundo oscuro - Steinberg
- Marguerite Duras – Biografía por Laura Adler
- A orillas del Sena, un español… - Carlos Semprún Maura
- Si esto es un hombre – Primo Levi
- Crónica mediática sobre la “transición española” (también
llamada “movida madrileña”).
- Wikipedia (para los
que somos menos exigentes).
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