domingo, 20 de mayo de 2012

HOY VA DE POP (FILOSÓFICO).-



Donald "Duck" Dunn


Uno ya era algo masoca desde muy pequeño, como todos los niños. Pretendía alcanzar las ramas más elevadas  de los arboles mas altos, los pinos, y aunque desafortunadamente las piñas quedaban fuera de mi alcance, solía disfrutar con la cáscara, la corteza a ras del suelo, sobre la que, imaginación y navaja mediante, se realizaban  metamorfosis ilimitadas. Cascos de buques de guerra, destructores, portaviones, puertas y muros almenados del fuerte  apache, para defenderme de los ídem. Incluso alguna estilizada piragua, que todavía no era la de Guillermo Cubillo, y cuyas dotes de navegación estaban entre lo ínfimo y la infamia. Desconocía la existencia de algo llamado centro de flotación y los cascos de corteza insumergible tendían, inevitablemente a flotar boca abajo, es decir con la quilla boca arriba. Era, y soy, de secano, y los secretos marítimos, me estaban vedados. 

No obstante es propio y natural de la tierna edad, incluso de la adolescencia interminable en que me encuentro, desear algo imposible. Son estos  unos años todavía  muy alejados de aquellos de sentarse en las peñas del barrueco mirando la puesta de sol con una brizna de cualquier hierba entre los dientes, viendo pasar los recuerdos. Pensando en lo que pudo ser y no fue, o lo que realmente fue, pero pudo haberlo sido de otra manera. Eran aquellos otros, tiempos de saltar rápido de la cama en la mañana de cada dia y de quererlo todo, y además inmediatamente, sin el menor preámbulo. Suerte  que no me cayese sobre la cabeza ningún proyectil puntiagudo desde cinco metros de altura. En eso se convierten las piñas cuando les llega el momento.

Ayer me contaba sus pensamientos mi amigo Blaise (Pascal), y me hacia ver que el amor por aquella chica de entonces, hoy posiblemente no sería tal, puesto que aquella ya no es la chica de entonces y lo que es igualmente cierto, yo tampoco. Asintiendo ante dardo tan certero, Intenté provocarlo para hacer que surgiera esa situación, fuera de contexto, en la que suele asomar el genio luminoso cuya luz cegadora produce en sus oyentes un vaciado mental absoluto, para dejar hueco a las nuevas  y   extraordinarias ideas de Blas. Y fue tan solo insistirle en el tópico aquel  - es lo único que atesoramos los menos dotados, tópicos -  sobre lo difícil que resulta razonar sobre el amor...  que inmediatamente saltó con uno de sus anatemas contra René (Descartes). Que la debilidad de la razón no era nada frente a la fortaleza del cielo, y cosas así- Y cuando vi que el discurso tomaba el habitual camino que suele acabar poniendo a caldo a Miguel (Montaigne), cambie de tema, con un insípido comentario acerca de la nefasta política económica del reino, a sabiendas de la coincidencia en  el juicio con la opinión de Blas, quién me lanzó una mirada desaprobadora por lo descortés de mi actitud y permaneció en silencio el resto de la tarde, fabricando pensamientos , sin duda magníficos, como  suele hacer a menudo.

Uno quiere y desea, y sigue queriendo y continua deseando mientras sigue vivo, por más que a fijarse objetivos inalcanzables lo llamen inmadurez, los logólogos de la cosa.
La piña, la chica, o el descorrer las cortinas de cada dia y encontrar que todo lo que conoces, incluidos los placeres del alma, como la música, no son más que una sombra proyectada sobre el techo de la cueva de tus limitaciones.

Por eso cuando el masoquista compraba las revistas musicales inglesas en los quioscos madrileños, aquellas hojas monocromas, sin apenas imágenes y en formato  tabloide, aquel  que permite con un diario, empapelar todo  un tresillo, sobrando papel para el gancho del inodoro, y revisaba alucinado las listas de éxitos , de discos mas vendidos – figuraos que el LP mas vendido de la historia era la banda sonora de “Sonrisas y lagrimas”, hasta ser desbancado por “Puente sobre aguas turbulentas”- para ir fijando una época en la que, al otro lado de las hojas de la revista, New Musical Express o algo así, aparecían amenazadores  los  espectros de la ciudad no es para mi, con sus cestas de mimbre , sus boinas y sus gallinas; hasta Zori, Santos y Codeso, o la Lina y el Juanito –que intentó ser presidente del real Madrid, casi la santidad, sin conseguirlo- En fin, multitud de peligros horrendos que supongo había que conjurar con la ficción. Y que mejor ficción, que intentar descubrir en un idioma absolutamente desconocido, los arcanos de la música que no podía escuchar en modo alguno. (No se publicaban aquí, y si lo hacían era en la versión autóctona, Los Pekenikes)

 

Y me fijaba  en el mejor guitarrista (of the world) según críticos y lectores, que era Steve Cropper una semana tras otra; un perfecto desconocido  cuya guitarra obviamente jamás había escuchado. Junto a él había otros habituales desconocidos (Soliti ignoti,  1958 de Monicelli, más conocida como Rufufu) cuyos nombres se me quedarían grabados por aquello del deseo de aprehender  lo imposible de que hablaba antes. Estos eran el  batería Al Jackson Jr., el  teclista, Booker T. Jones y el mejor bajista Donald “Duck” Dunn; todos componentes del grupo MG´s que además de ser los inventores del soul, ¿Quiénes creéis que parieron “Sentado en el muelle de la bahía? ¿Otis Redding? , o de estar detrás del sonido de los Blues Brothers, siguen en activo, algunos  hasta su último minuto.

El de Donald Dunn, el único miembro del grupo de color (color del pelo, diferente),  tuvo lugar en Tokio la semana pasada. Los viejos rockeros mueren, de viejos, como todo el mundo.  Solo que nos dejan su música sonando en las puestas de sol, sentados en el muelle de la bahía, y para los que no sabemos que son esas cosas, muelle y bahia, siempre sirve la imaginación, que es una de las ventajas exclusivas de la música instrumental. Sin palabras, solo el título, Time is Tight, (El tiempo vuela), y el bajo eléctrico cuyo solo justifica el que escuchéis detenidamente una canción que habréis oído varias veces antes, como banda sonora de otros tantos momentos de vuestras vidas...
Y hablando de esto con mi amigo Arturo (Schopenhauer), se queda otra vez conmigo, al decirme que “la música comprime la más elevada filosofía mediante un lenguaje que la razón no comprende”. Pensé en contárselo enseguida a Blas, pero igual me pregunta que quien es ese Arturo y, aparte de que los celos son algo malo, muy malo; me iba a meter en un buen lio temporo espacial para el que René tampoco iba a encontrar una explicación racional, por lo que he decidido limitarme a dejarlo en vuestras manos. Sed benévolos.

P.D.- La traducción fidedigna es:  "El tiempo aprieta" , apremiandonos en la necesidad de hacer algo, y deprisa.
Lo de volar, y en tercera persona, solo deja un hueco discreto para la melancolía del oyente. Poca cosa.

 




-----------------------------------------------------------------------------------------------------------

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Opinar es una manera de ejercer la libertad.

Archivo del blog