miércoles, 9 de mayo de 2012

WILHELM REICH. EL CAZADOR CAZADO Y OTRAS HISTORIAS SIN IMPORTANCIA.-




Después de disfrutar con el cine checo y el polaco, en su versión de progresía desatada - Jiri Menzel  y Milos Forman - no he podido resistirme a seguir la estela hacia el sur hasta toparme con el yugoeslavo Dusan Makavejev y su “Misterios del organismo” también titulada, mas propiamente “Wilhelm Reich”, quien es el eje de esa, por lo demás, perfectamente olvidable, película. Semidocumental biográfico al que quizás le pertenezca el merito de emular la actitud de rompepelotas que fuera la marca de autor del insigne psiquiatra, filósofo, e inventor.


Solo recorriendo telegráficamente los aspectos mas llamativos de su carrera, podemos quedar subyugados por cualquiera de sus capítulos hasta el punto de querer saber mas de cualquiera de ellos, de conocer mas a fondo al personaje, e incluso de sucumbir al peligro de adoptar su credo.   Porque, a fin de cuentas, también era predicador de una religión subversiva, el amor libre. 


Y hablo de 1897-1957, en el intervalo que incluye su aprendizaje con Freud, su expulsión de la sociedad psicoanalista de Viena tras su radicalización de la realización sexual  frente al psicoanálisis, que  era según él, solo una cháchara inconsecuente si se limitaba exclusivamente a la cháchara.
 Expulsado de Alemania por su tratado  “Psicología de masas del fascismo”,  y de Dinamarca, Suecia... hasta amerizar en la tierra prometida, América, donde sería encarcelado por el FBI, en plena caza de brujas, muriendo en  el psiquiátrico, un par de años después, acusado de esquizofrenia progresiva, según la versión de los carceleros, y quemados todos sus libros e inventos, en un incinerador especial, emulando la hoguera de la Bebelplatz berlinesa de 1933, que a su vez no era otra cosa que la repetición de las luminarias inquisitoriales, o de la florentina hoguera de las vanidades, gestada por nuestro admirado fraile dominico, ese cuyo gran parecido físico y moral comparten miríadas de políticos de la cosa, de la cosa nuestra.(Véanse retratos de Savonarola, y establézcanse las correspondientes analogías).
Bien es cierto que llamándose Wilhelm, como el Káiser, y apellidándose Reich, como aquello; la animadversión de muchos ignorantes  la tenia probablemente ganada de antemano.
Pero no cabe el simplismo ni el sarcasmo ante la obra de un gigante como él. Que, a su modo lo fue. A pesar de le estrecha relación entre genialidad y delirio que puede ser aplicada a gran parte de su trabajo.

“La importancia sociológica de Hitler no reside en su personalidad sino en lo que las masas han hecho de él”
O dicho en Román paladino:  El análisis de Reich de los mecanismos que llevaron al pueblo alemán a lanzarse en los brazos del Führer, permiten calificar también de fascismo al capitalismo estadounidense y, en general, a cualquier régimen represivo que produzca en las masas impulsos sádicos que puedan ser aprovechados en guerras imperialistas. (Justificando sobradamente al senador McCarthy, emulo del Führer, en su decisión de declararlo persona non grata).

“Dejad que la Vida fluya libremente. Será el primer paso hacia la libertad y la paz en la Tierra”.

Y sobre ese texto fundamenta su doctrina que desde 1919 asocia la fuerza vital de la humanidad a un soporte real y biológico al que denomina “orgón”.
El predicador del amor libre, cuyo revival  en los sesenta pondría de manifiesto la actualidad de sus teorías, deriva hacia la experimentación científica, más o menos desajustada a los cánones académicos, y a intentar poner en funcionamiento la piedra filosofal de su biblia particular.  La fabricación y puesta en funcionamiento de su “Cloudbuster” máquina que concentra los biones liberados por la energía sexual, los citados orgones, y los expulsa al cielo al objeto de provocar la lluvia. Cosa que llegó a conseguir en el desierto de Nevada, o Arizona, que no recuerdo bien.

 

El aparato podéis construirlo en casa con medios muy discretos. Hay varios videos en YouTube que lo explican en detalle y cuyo enlace no voy a facilitar por aquello del agnosticismo que me invade.

Lo cierto es que esas historias circulares, en las que el final del psiquiatra acontece en el manicomio, como la del médico de Chejov en "la sala numero seis"; son  unos  cuentos que una vez leídos se hacen imposibles de olvidar, o dejar de recordar, cada vez que ves a alguien dedicando su vida, su energía vital como intuía Reich a luchar contra el dolor, la locura, ese monstruo inaprensible que acaba atrapando al valeroso héroe entre sus redes,  y para las que no hay escapatoria alguna.


Chejov volvería a su Moscú en un vagón refrigerado, cubierto su cadáver por cajas de ostras – de las que hablamos hace poco- en la forma menos digna para uno de los mejores retratistas que ha tenido ella, la dignidad del  hombre.
Reich resurge en la memoria colectiva, gracias a sus méritos y, en cierta medida, a la estupidez de la cremación del contenido de su biblioteca, de su clínica, y de su hogar que hoy es un museo y centro de peregrinación para sus admiradores, que no son pocos. 

Quizás haya sido también el subconsciente, sobre el que tanto nos enseñaron los psicoanalistas, el que me hace evocar uno de los primeros fantasmas de mi infancia, el terrible “coco” que nos llevaría con él, al menor descuido, y que estaba personificado en Don Celedonio, el médico de los locos del manicomio mas cercano; al que iban, y no volvían, aquellos que no se habían portado bien, según las monjas,  o no se habían comido toda la sopa, según la yaya.
El tema de la locura era un tabú, y lo sigue siendo, suficiente para englobar el terror a lo desconocido, para culpabilizarlo de los males que nos afligen y para los que solo disponemos de soluciones harto limitadas. Chejov, Reich y Don Celedonio, comprenderían perfectamente lo que intento decir.

Según la leyenda, alimento infantil insustituible,  Don Celedonio perdió la razón y  terminó sus días encerrado en el mismo  sanatorio donde intentaba curar a los alienados. (Lugar al que hoy llaman “Centro Socio Sanitario”, por aquello de poner de manifiesto la obstinación colectiva en luchar contra, o en negarse a aceptar, una enfermedad tan vieja como el mundo, y también por justificar vidas revolucionarias como la de Wilhelm Reich, quien no hubiese dudado en disparar contra tanto obtuso  los orgones de su “Cloudbuster”). Otra vez, más de lo mismo.





----------------------------------------------------------------------------------------------------------------

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Opinar es una manera de ejercer la libertad.

Archivo del blog