Epílogo.-
Supongamos que me rindo.
Pantalla de tinta electrónica E-link (¿Cómo quitar las
manchas de este tipo de tinta?. No lo encuentro en ningún sitio), o pantalla
capacitativa (solo de deletrearlo me da nistagmus), pantalla vizplex ¿?, o con
escala de grises... A saber que me venden.
Espero tener más suerte que con las miles de páginas de
papel-papel que me han emborronado el verano legible. Al menos queda la
esperanza real, y no la hipócrita del que no cree en la sostenibilidad de los
bosques, cuando los estamos quemando impunemente, o en el incremento de la
boina de CO2 al arrojar los prescindibles a la estufa, no. Lo que realmente me
hace ilusión y me parece un avance innegable del formato electrónico es el ver
aparecer el bocadillo emergente en la pantalla con la estimulante pregunta:
¿Está seguro de que desea mover este archivo a la papelera
de reciclaje?
Y vaya si voy a estarlo. Sin contaminar la biosfera, sin la
menor sensación de pecar, sin necesidad
de pagar los ilegítimos derechos que sirven para mantener vicios entre los herederos apócrifos de
Capote, Borges, Lorca, Machado, Pessoa, y otros cien autores que no dejaron más
descendencia que la de sus ideas impresas en papel. Y sobre todo sin cargar con la sensación de
padecer el síndrome de Diógenes, ese que te hace acumular textos encuadernados
en los estantes, mesas, mesillas, pasillos y rincones de toda la casa. Sin
remordimiento, sin contrición alguna.
Los diez mil de Jenofonte, de Herodoto (Athanatoi), los
Inmortales, van a continuar siéndolo, sin necesidad de ocupar otro espacio
vital que el correspondiente hueco en la memoria de mi eraserhead, cabeza borradora, de Lynch. Espacio vital que va a ser rellenado ante su ausencia, con
macetas y jardineras donde plantaré , espero, hierbas comestibles y aromáticas.
Lástima de fumador incompetente. Que desperdicio.
Libro a conservar: El horticultor autosuficiente. John
Seymour. 1970. (Está de moda) .
Moda que he visto
amanecer, y eclipsarse, en varias ocasiones. Me cogen un poco escéptico los del
revival, harto de lidiar con pulgones y cochinillas en un pais del que se han
hecho los dueños. Mi corta, y frustrada,
experiencia agrícola, me dice que los parásitos solo se eliminan con terapias
de choque, y que no basta con el humus de lombriz, la caparrosa (hierro
quelado) y las buenas intenciones, para evitar que la maleza arruine tu futuro,
no. Y tampoco lo de cantar al señor
parece que evite la hecatombe centenaria. Tan solo consuela, que no es poco, a
los que van hacia ella cantando. Envidia les tengo.
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