jueves, 25 de abril de 2013

DEL DETESTABLE PALÍNDROMO Y OTRAS CUESTIONES DE RELEVANTE ENJUNDIA.-



In girum imus nocte et consumimur igni

 

Admitamos que cualquier lengua esotérica provoque el rechazo absoluto hacia el texto,  que obviamente impide continuar con la lectura. Me adhiero.
Si bien el uso del latín por parte de los brujos de la tribu, con fines plausibles como son el invocar a las deidades para lo de siempre, solicitar lo bueno y alejar lo malo, de la feligresía, puede asociarse en la primera lectura – intento de – con el esoterismo cuya finalidad no es otra que alejar a los profanos – casi todos – en la materia. 

Esta actitud perversora del lenguaje resulta tan habitual en cualquier entorno humano, que no merece otra cosa que ser compasivos con sus víctimas, nosotros.
Pero no es tan simple, tan liviana, la cuestión por la que hoy comenzamos en esta lengua muerta.
Resulta que es la lengua madre, el origen del medio a través del cual nos expresamos, y es de justicia, reconocer y agradecer los orígenes de cada uno.
Ya se que hay otros brujos en diferentes tribus, también en las vecinas, que predican con otros lenguajes basados en una religión anterior, y por tanto pagana, los nacionalismos. Y también que su auge es imperecedero, por más que Moisés intentase infructuosamente abolir los politeísmos fuente de desgracia para la humanidad, tan diferentes de los monoteísmos, por el contrario benefactores. (¿?). 
 
Pero no es correcto perder de vista nuestro horizonte vital, nuestras raíces idiomáticas, ni mucho menos las invocaciones del profeta Silvio, que no dudaba en adornar sus canciones, con gritos ancestrales,  vivas a Roma que, a la postre es la patria de nuestra cultura y de nuestra lengua. Aunque no tengo claro que Silvio se refiriese a esta acepción expresamente, ya que también pueden escucharse sus vivas a la benemérita y hasta a los extranjeros.
 Como no dejó escritas las interpretaciones de estos mensajes supraluminales, y todavía no ha aparecido un acreditado sucesor que nos lo explique, permitidme que me quede con la parte de mayor interés. Viva Roma, que es nuestra madre.

Si bien los nacionalismos fijan el punto de partida de cada grupo, en el momento y personaje histórico de su conveniencia, y yo siempre he sostenido que como Viriato- el pastor lusitano- ninguno, que no necesito ningún otro. Querido instrumento de penitencia autoinfligida al clavar sobre nuestros omoplatos el casco de su cabeza tallada en las sillas estilo remordimiento, características  de mi patria, que es la vuestra.  Pero mejor vamos a buscar el común denominador del asunto, y seguramente encontrarlo en el principio, el latín.

De lo absurdo de los lenguajes, de las lenguas muertas, o las que nacen como renglones torcidos que tienden hacia la evanescencia, tenemos una prueba excelente en el párrafo inicial.
 Figuraos que es un palíndromo, según las reglas del juego:

“Un palíndromo (del griego palin dromein, volver a, ir hacia atrás) es una palabra, número o frase que se lee igual hacia adelante que hacia atrás. Si se trata de un número, se llama capicúa.”

O sea, con todos los respetos, si es que para ello hubiese lugar, una soberana estupidez.
Si. Probad a leerlo al revés y veréis que suena igual, y que además, igualmente resulta incomprensible.
Salvo, claro está, que tengáis al lado un intérprete benefactor, como es el caso, que nos traduzca la frasecita y ponga de manifiesto su enjundia, que la tiene:

"Damos vueltas en la noche y somos consumidos por el fuego"

No consta el nombre del palindromista, autor de este extraño “Verso del diablo”, si bien a lo largo de los siglos,  los diferentes amanuenses de la cosa han intentado interpretar su sentido en función de los intereses de cada tribu.

- Describe el comportamiento de las polillas, para unos. Y estas nos lo estarían anunciando en primera persona del plural. Son muy suyas.

- Otros entienden que no es otra cosa que una adivinanza de solución cristalina. La antorcha.

- Y los más, que no necesitan ser identificados, puesto que en la virtud llevan el pecado, insisten en que estamos hablando de “Los demonios”.

Yo, como la mayoría de lectores, espero, vemos tan claro el mensaje, observado desde nuestra propia insignificancia, que no consideramos necesaria su traducción. Como diría Silvio: “Soy tan católico, que no necesito ni practicar”. Solo con mirarme al espejo cuando me afeito – Narciso me abandonó en la infancia – veo en el azogue una polilla desdichada, abrasándose en la exigua llama de la frágil antorcha que, sin duda, se apagará antes de terminar la noche.

De los demonios sigo sin tener noticias. Aunque las fotografias que os muestro pertenecen a la serie "La mirada del diablo" yo mas bien lo veo en aquellos a los que va dirigida.

El que se haya usado durante quinientos años - los que recién cumplimos-  a modo de castigo, una lengua a la que debemos reverencia como es el latín, justifica en parte que esta sea un cadáver. Sobre todo si consideramos que con ella, con sus ininteligibles versos se ha azotado de forma inmisericorde a los relapsos, a los creyentes y sobre todo a los ingenuos que pretendían, y siguen pretendiendo, demostrar con ello su pureza de sangre. Es decir a todos.

Ahora bien, por mi parte, y sin echar mano al talonario de magnificencia ni al de la misericordia, he perdonado hace tiempo todas las barbaridades cometidas con su nombre, no en su nombre, y renunciando a cualquier tipo de hostilidad al respecto, asumo el derecho a la legitima maternidad de esta lengua exquisita, de la que el pop desgraciadamente apenas se ha beneficiado - el “Kyrie Eleison” de Los Albas, dejaba mucho que desear - y dormiré en paz, mientras pueda hacerlo, recordando esa frase tan magnifica:

In girum imus nocte et consumimur igni

Otra cuestión, radicalmente diferente es el concepto que tengo de los palindromistas. Son unos  pamplinas, sin duda alguna.


P.D.- También la frasecita, es el título de una película. Documental de 1978, de Guy Lebord. País de origen Francia. Asunto, la política. (Que curioso). No la recomiendo, todavía, al no existir subtítulos en la lengua con la que realmente nos comunicamos. Esta.

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