jueves, 13 de junio de 2013

Carlos Puebla y Sus Tradicionales.- (Revisión a cargo de un revisionista).-


La guaracha, el humor, y la esperanza en un cambio que…

Ahora que la cultura audiovisual –pronto también la literaria – resulta universal y gratuita, y que los vendedores subsaharianos (me resisto a llamarlos sin papeles, o de color) ya están en franca retirada por mor – de mores, costumbres – de, ya sabéis, las fotocopiadoras, que hace cuarenta años amenazaban con terminar para siempre con la literatura y con los escritores, ¡Já!, resulta obligado el actualizar algunos fundamentos marginales de esta situación.

Desde luego que la Red, y su política de puertas abiertas hacia lo “universal y gratuito” tampoco ha pagado los royalties a los genuinos inventores de la cosa, es decir a la sanidad pública española que sí, que lleva camino de desaparecer por idéntica cuestión.

Pienso que si las descargas instantáneas de “datos” no siguieran aquí, cada día, cuando nos despertamos, tampoco habrían cambiado mucho las cosas...

 


Sin ir muy lejos en las elucubraciones (de Antoine), encuentro las económicas parabólicas instaladas en las ventanas y terrazas y medio mundo y con ellas, el acceso abierto a la información y la cultura urbi et orbe. El que la mayoría las use mal – misuse en ingles, para la que no tengo palabra justa – o sea incorrecta y exclusivamente sintonizados sus canales deportivos, fumbol o similares, no resta mérito alguno a esa ventana de libertad que, asomada a la ídem, osaría competir con las descargas de la red, si estas no fuesen posible.

Añoro, ahora, los tiempos fugaces en los que compré cierta cassette, doblemente ilegal, de Carlos Puebla y Sus Tradicionales, en algún mercadillo portugués de los años ochenta. Copia de original en un soporte barato y carátula en blanco y negro proveniente de alguna fotocopiadora de las que hablaba antes.

Ni que decir tiene que hizo conmigo miles de kilómetros, con el play y el fast forward, hasta que inventaron el auto rewind y vuelta a empezar, y hasta que la regalé a un amigo cuando ya la tenía grabada en la discoteca del alma.

Donde aparece ahora incólume, con esas letras en castellano, tan divertidas, y a veces tan impertinentes, desfasadas en el devenir de una historia implacable que suele poner a los cantautores del departamento propagandista, al mismo nivel de las instituciones a las que sirven. El tiempo, ese que pone a cada uno en su lugar.

Pienso que, afortunadamente, las guarachas siguen teniendo la frescura, el tempo amable del son cubano, con ese ritmo que te alegra y te invita a bailar, aunque sin la impulsiva contumacia del merengue o el cha cha chá. De la cumbia ni os cuento.

Y siguen los estribillos repitiéndose una y otra vez en el disco rayado de la memoria, estableciendo inevitable analogía con los mejores del carnaval de Cádiz, que insisten en confirmar la importancia del final perfecto en cualquier obra que busque la trascendencia.

Llego a olvidar, y por supuesto a perdonar, la propaganda revolucionaria. La nuestra también estaba pendiente entonces, al parecer, y la suya cumple ahora sesenta años de espera interminable, por más que los expertos en agitprop repitan sus estribillos, sus mantras de que hubo un cambio, una transición impecable orgullo patrio y envidia de la humanidad. Otra vez ¡Já!.

Palabras anticuadas como antifascistas o anticomunistas, yankis u OEA, esa cosa tan fea, que son condenadas por los vientos del último medio siglo, a desaparecer del planeta por el agujero de ozono que ahí pusimos entre todos los que vivimos por encima de..(Estribillo reciente).

Me siguen gustando. Las sigo recordando y cantando.(las guarachas).

Hoy se me ha antojado una que viene como anillo al dedo en esta primavera prolongada y plena que nos ha tocado.

La Nueva Esperanza.

Ya el título sugiere su idoneidad para nuestras cuitas, para su conjuro.

El que esté dedicada a un país amigo, vecino, de idéntica lengua y religión – of course, es lo importante, el credo, el que separa a los hutus de los tutsis – no hace más que confirmar la generosidad del rapsoda, su preocupación por el bienestar de los que no han tenido la suerte de estar en el lado bueno de la vida, el que conduce al cielo.

Pero es que la letra, Mon dieu, la letra…


Tiene Uruguay dos partidos

Tradicionales y falsos.

Que son distintos de nombre

El colorado y el blanco.

Nada de viejos partidos

Colorado y blanco

La nueva esperanza dice..

(Estribillo que rima con anco)

Partidos en los que el pueblo

Es ciego, es cojo y es manco.

Defensores de industriales

De banqueros y de bancos.

Pero aquellos dos partidos

El colorado y el blanco

El pueblo les va gritando

Acordaros de (estribillo).


Según el diccionario Oxford de inglés, revisionismo es la “política primeramente presentada por Edgard Bernstein (1850-1932), mediante la cual abogaba por la introducción del socialismo a través de le la evolución más que la revolución, en oposición a la visión ortodoxa de los marxistas. (Wiki).

Los ortodoxos, enemigos de los revisionistas, cuando no les resultó satisfactoria la experiencia, caso de Uruguay, no dudaron en invocar el axioma de la masa crítica, la ausencia de, y cambiar de estrategia basándose en la lógica de la prueba y el error; recomendando lo que antes condenaron, o sea la evolución natural de las especies. (Esta no es de Carlos Puebla).

Estribillo: “Tupamaro”

De Túpac Amaru (1545-1572), último inca de la dinastía rebelde de Vilcabamba y ancestro de Túpac Amaru II. (José Gabriel Condorcanqui).

Aunque bien mirado, también rima con otra palabra de cuatro silabas, “Indignados”.

Y es que, cincuenta años no son nada, frente al tic tac de las olas del mar.



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