viernes, 7 de junio de 2013

Jose Antonio Muñoz Molina, antes era sólido.-



De las virtudes no teologales.- (o sea, las humanas y morales).-


Ya resulta sospechoso que La Justicia sea una virtud cardinal y no otra cosa. Esa que todos, ingenuos, creíamos que era el arbitro del juego cuyas reglas son la base del contrato social, nuestro contrato. Error, resulta ser una virtud individual e infusa que se tiene, o no se tiene, se practica o se deja de hacerlo, y que, en todo caso hace al justiciero, virtuoso, mira por donde, y a los demás, que les den. Vamos bien.

Las humanas no son menos sarcásticas, en tiempos difíciles, pero al ser adquiridas a través del esfuerzo individual ya tienen una connotación más cercana.
Universalmente aceptadas como fundamentales, por todas las civilizaciones que en el mundo han sido, el “Respeto a los demás (reciprocidad) y a la madre Tierra”, parecen un par de artículos que deberían figurar en la primera página de cualquier constitución digna de ser firmada por todos. Pero no temáis que no os darán a firmar nada, y lo harán por nuestro bien, ya sabéis que el que firma pierde – eso me dicen los pacientes cuando les solicito la rúbrica para su consentimiento – y además tenemos la que nos merecemos. No preocuparos.

Buscando virtudes más en consonancia con el concepto de tales, reviso las tres docenas de valores humanos que la antigua Roma – los romanos para ser más preciso – consideraban dignos de ese nombre. Y ya encuentro algunos familiares, y realmente afortunados en el empeño, como Benevolencia, Clemencia, Concordia, Dignidad, Diligencia, Equidad, Firmeza, Franqueza, Generosidad, Honestidad, Humildad, Leticia, Libertad, Nobleza, Paciencia, Piedad, Prudencia, Seriedad o Severidad.

Cualidades todas que en la panoplia de cualquier gobernante, lo harían digno de figurar en la lista de semidioses que uno aspira a conocer, o bien de ser santificado, magnicidio mediante, en los habituales idus de marzo, que aquí no se dan todos los años, afortunadamente y que suelen terminar con aquello de: ¡Tu quoque, Brute, filii mei!.

Y ello a pesar de que algunas de sus definiciones resulten suficientemente alejadas de los conceptos con que solemos identificarlos.

Por supuesto que Leticia no es una virtud apropiada para atribuirla al consorte, de hecho significa: “Vivir un gran gozo por la resolución de una crisis”, y ya veis que más bien parece lo contrario.

Piedad sería “Respeto y devoción a las creencias”, y no lo que a uno le gustaría que significase.

Aunque la mayoría de ellos suelen ser compatibles con las ideas aprendidas a través de su lectura en los libros, porque en la realidad se vuelven irreconocibles.

Curiosamente, y por otra parte de estricta lógica, casi todos hacen referencia a la actitud del artista hacia su propia persona, resultando el imprescindible beneficio ajeno como algo secundario, efecto colateral en la consecución del espíritu perfecto, angelical para ser más preciso.

Actitudes que deben ser ejercitadas mediante obras reiteradas y constantes, por más que el mal uso que hagamos de ellas pretenda que nos adueñemos de los honores del cargo sin el menor esfuerzo.

Así sucede con Dignidad: “Tener una adecuada autoestima, hacerse respetar”, donde habitualmente se confunde el respeto que cada uno debe tener por su persona con el que supuesta e injustamente cree que le deben los demás. Si uno no se respeta a si mismo, mediante sus actos, no tiene sentido arrogarse el titulo de.

Y es que lo estamos viendo, y sufriendo todos los días, en los que gobernantes que ignoran sistemáticamente, que desprecian y carecen de todos los valores citados, se permiten presumir públicamente de ellos, cuando no denunciar su ausencia en el rival. Todavía estamos con el asunto a cuestas de la pureza de sangre. Exigiendo valores absurdos, francamente estúpidos a cualquiera que les incomode, mientras el espejo en el que se prueban el armani y la horrorosa corbata de color fosforescente dictados por su asesor de imagen, el coach manager pagado por ciudadanos al borde de la extrema pobreza, no cesa de mostrarles el traje de rayas, el pijama penitenciario que realmente portan, y que se niegan a reconocer.

 
Filantrópica, película rumana de 2002, Nae Caranfil, de esas de visión obligatoria – es comedia también, no asustarse- para comprender alguna de las claves, falsas pero indudablemente claves, en que se mueve nuestra sociedad.

- ¿”Alguna vez te interesó el mecanismo de la caridad?,  ¿Qué secreto dispositivo controla la compasión?, yo te digo: una historia. Una mano extendida sin una historia que contar no recibe nada” ("mana intinsa care nu spune o poveste nu primeste pomana")...

Al menos me quedó grabada la frase que justifica el cambio en la actitud, en la moral del paupérrimo profesor protagonista cuando alega el muro infranqueable que lo aísla del confort/supervivencia, la dignidad.

-La dignidad es algo muy caro, y tú, miserable, no tienes para pagarla- le responde el   pigmalión de turno.

 

Y se hace la luz en la cabeza del espectador- no voy a contaros la historia- y queda dando vueltas, como límite que el ser humano tiene para dar sentido, o quitárselo a todos y cada uno de los valores mencionados. 

Circunstancias personales que obligan ignorarlos ante el riesgo de perecer, y otras sociales, como las nuestras en las que esos valores resultan un insulto para cualquier gobernante, cualquier cargo, y hasta cualquier vecino que pretenda apropiarse de ellos. Dignidad.

No soy digno de ti, no merezco tu amor…(Gianni Morandi).

 
Non son degno di te
non ti merito piu'
ma, al mondo no, non esiste nessuno
che non ha sbagliato una volta.
e va bene cosi'


Y es que estoy realmente indignado –volvemos a lo mismo, indignados, no somos dignos de nosotros, si no lo manifestamos- con la aceptación por parte de Muñoz Molina del premio Príncipe de Asturias.

Pero hombre, José Antonio, republicano confeso, y compendio de valores humanos, intelecto privilegiado y pluma sobrada, al comer en la mano que te tiende el alevín del monarca – nada que ver con las mariposas que oscurecen el cielo mejicano “pa tolosantos” – estás mandando a paseo ese valor tan estimado, el que realmente corona la frente de los hombres honestos, la dignidad, esa de la que tanto has presumido. Sin tan siquiera tener el comodín del profesor rumano, el hambre, la que tu usas de fondo, sin necesidad de nombrarla, en tus novelas. En fin, chico, tu quoque, y sin esperar a marzo.

Lástima que no hayan esperado, para dártelo, al aniversario de Albert Camus, al que tanto has ido aproximándote en tu carrera, y que tan cercano asoma. No tiene sentido hacer hipótesis sobre si hubiese aceptado participar en el paripé justificativo de ellos los otorgantes, paripé que les ha tocado en fortuna a los asturianos, pero, en todo caso, me permito transcribir un párrafo de su discurso, aunque se el tuyo será igual o mejor, pero ya nunca no será tan digno, nevermore.

…… Todo hombre, y con mayor razón todo artista, desea que se reconozca lo que él es o quiere ser. Yo también lo deseo. Pero al conocer vuestra decisión me fue imposible no comparar su resonancia con lo que realmente soy. ¿Cómo un hombre, casi joven todavía, rico sólo de sus dudas, con una obra apenas en desarrollo, habituado a vivir en la soledad del trabajo o en el retiro de la amistad, podría recibir, sin cierta especie de pánico, un galardón que le coloca de pronto, y solo, en plena luz? ¿Con qué estado de espíritu podía recibir ese honor a tiempo que, en tantas partes, otros escritores, algunos entre los más grandes, están reducidos al silencio y cuando, al mismo tiempo, su tierra natal conoce incesantes desdichas? ……

 

P.D.- Digo yo que la Coherencia, debería figurar como virtud, aunque no esté registrada como tal en el DRAE. Quizás ahí Jose Antonio, puedas hacer algo.

De cuando eramos sólidos  (Enlace con Gianni).

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