De las virtudes no teologales.- (o sea, las humanas y morales).-
Ya resulta sospechoso que “La Justicia ” sea una virtud
cardinal y no otra cosa. Esa que todos, ingenuos, creíamos que era el arbitro
del juego cuyas reglas son la base del contrato social, nuestro contrato.
Error, resulta ser una virtud individual e infusa que se tiene, o no se tiene,
se practica o se deja de hacerlo, y que, en todo caso hace al justiciero,
virtuoso, mira por donde, y a los demás, que les den. Vamos bien.
Las humanas no son menos sarcásticas, en tiempos difíciles,
pero al ser adquiridas a través del esfuerzo individual ya tienen una
connotación más cercana.
Universalmente aceptadas como fundamentales, por todas las
civilizaciones que en el mundo han sido, el “Respeto a los demás (reciprocidad)
y a la madre Tierra”, parecen un par de artículos que deberían figurar en la
primera página de cualquier constitución digna de ser firmada por todos. Pero
no temáis que no os darán a firmar nada, y lo harán por nuestro bien, ya sabéis
que el que firma pierde – eso me dicen los pacientes cuando les solicito la
rúbrica para su consentimiento – y además tenemos la que nos merecemos. No
preocuparos.
Buscando virtudes más en consonancia con el concepto de
tales, reviso las tres docenas de valores humanos que la antigua Roma – los
romanos para ser más preciso – consideraban dignos de ese nombre. Y ya
encuentro algunos familiares, y realmente afortunados en el empeño, como
Benevolencia, Clemencia, Concordia, Dignidad, Diligencia, Equidad, Firmeza,
Franqueza, Generosidad, Honestidad, Humildad, Leticia, Libertad, Nobleza,
Paciencia, Piedad, Prudencia, Seriedad o Severidad.
Cualidades todas que en la panoplia de cualquier gobernante,
lo harían digno de figurar en la lista de semidioses que uno aspira a conocer,
o bien de ser santificado, magnicidio mediante, en los habituales idus de
marzo, que aquí no se dan todos los años, afortunadamente y que suelen terminar
con aquello de: ¡Tu quoque, Brute, filii mei!.
Y ello a pesar de que algunas de sus definiciones resulten
suficientemente alejadas de los conceptos con que solemos identificarlos.
Por supuesto que Leticia no es una virtud apropiada para
atribuirla al consorte, de hecho significa: “Vivir un gran gozo por la
resolución de una crisis”, y ya veis que más bien parece lo contrario.
Piedad sería “Respeto y devoción a las creencias”, y no lo
que a uno le gustaría que significase.
Aunque la mayoría de ellos suelen ser compatibles con las
ideas aprendidas a través de su lectura en los libros, porque en la realidad se
vuelven irreconocibles.
Curiosamente, y por otra parte de estricta lógica, casi
todos hacen referencia a la actitud del artista hacia su propia persona,
resultando el imprescindible beneficio ajeno como algo secundario, efecto
colateral en la consecución del espíritu perfecto, angelical para ser más
preciso.
Actitudes que deben ser ejercitadas mediante obras
reiteradas y constantes, por más que el mal uso que hagamos de ellas pretenda
que nos adueñemos de los honores del cargo sin el menor esfuerzo.
Así sucede con Dignidad: “Tener una adecuada autoestima,
hacerse respetar”, donde habitualmente se confunde el respeto que cada uno debe
tener por su persona con el que supuesta e injustamente cree que le deben los
demás. Si uno no se respeta a si mismo, mediante sus actos, no tiene sentido
arrogarse el titulo de.
Y es que lo estamos viendo, y sufriendo todos los días, en
los que gobernantes que ignoran sistemáticamente, que desprecian y carecen de
todos los valores citados, se permiten presumir públicamente de ellos, cuando
no denunciar su ausencia en el rival. Todavía estamos con el asunto a cuestas
de la pureza de sangre. Exigiendo valores absurdos, francamente estúpidos a
cualquiera que les incomode, mientras el espejo en el que se prueban el armani y
la horrorosa corbata de color fosforescente dictados por su asesor de imagen, el
coach manager pagado por ciudadanos al borde de la extrema pobreza, no cesa de
mostrarles el traje de rayas, el pijama penitenciario que realmente portan, y
que se niegan a reconocer.
Filantrópica, película rumana de 2002, Nae Caranfil, de esas
de visión obligatoria – es comedia también, no asustarse- para comprender
alguna de las claves, falsas pero indudablemente claves, en que se mueve
nuestra sociedad.
- ¿”Alguna vez te interesó el mecanismo de la caridad?, ¿Qué secreto dispositivo controla la
compasión?, yo te digo: una historia. Una mano extendida sin una historia que
contar no recibe nada” ("mana intinsa care nu spune o poveste nu primeste
pomana")...
Al menos me quedó grabada la frase que justifica el cambio
en la actitud, en la moral del paupérrimo profesor protagonista cuando alega el
muro infranqueable que lo aísla del confort/supervivencia, la dignidad.
-La dignidad es algo muy caro, y tú, miserable, no tienes
para pagarla- le responde el pigmalión
de turno.
Y se hace la luz en la cabeza del espectador- no voy a
contaros la historia- y queda dando vueltas, como límite que el ser humano
tiene para dar sentido, o quitárselo a todos y cada uno de los valores
mencionados.
Circunstancias personales que obligan ignorarlos ante el riesgo de
perecer, y otras sociales, como las nuestras en las que esos valores resultan
un insulto para cualquier gobernante, cualquier cargo, y hasta cualquier vecino
que pretenda apropiarse de ellos. Dignidad.
No soy digno de ti, no merezco tu
amor…(Gianni Morandi).
Non son degno di te
non ti merito piu'
ma, al mondo no, non esiste nessuno
che non ha sbagliato una volta.
e va bene cosi'
Y es que estoy realmente indignado –volvemos a lo mismo,
indignados, no somos dignos de nosotros, si no lo manifestamos- con la
aceptación por parte de Muñoz Molina del premio Príncipe de Asturias.
Pero hombre, José Antonio, republicano confeso, y compendio
de valores humanos, intelecto privilegiado y pluma sobrada, al comer en la mano
que te tiende el alevín del monarca – nada que ver con las mariposas que
oscurecen el cielo mejicano “pa tolosantos” – estás mandando a paseo ese valor tan
estimado, el que realmente corona la frente de los hombres honestos, la
dignidad, esa de la que tanto has presumido. Sin tan siquiera tener el comodín
del profesor rumano, el hambre, la que tu usas de fondo, sin necesidad de
nombrarla, en tus novelas. En fin, chico, tu quoque, y sin esperar a marzo.
Lástima que no hayan esperado, para dártelo, al aniversario
de Albert Camus, al que tanto has ido aproximándote en tu carrera, y que tan
cercano asoma. No tiene sentido hacer hipótesis sobre si hubiese aceptado
participar en el paripé justificativo de ellos los otorgantes, paripé que les
ha tocado en fortuna a los asturianos, pero, en todo caso, me permito
transcribir un párrafo de su discurso, aunque se el tuyo será igual o mejor,
pero ya nunca no será tan digno, nevermore.
…… Todo hombre, y con mayor razón todo artista, desea que se
reconozca lo que él es o quiere ser. Yo también lo deseo. Pero al conocer
vuestra decisión me fue imposible no comparar su resonancia con lo que
realmente soy. ¿Cómo un hombre, casi joven todavía, rico sólo de sus dudas, con
una obra apenas en desarrollo, habituado a vivir en la soledad del trabajo o en
el retiro de la amistad, podría recibir, sin cierta especie de pánico, un
galardón que le coloca de pronto, y solo, en plena luz? ¿Con qué estado de
espíritu podía recibir ese honor a tiempo que, en tantas partes, otros
escritores, algunos entre los más grandes, están reducidos al silencio y
cuando, al mismo tiempo, su tierra natal conoce incesantes desdichas? ……
P.D.- Digo yo que la Coherencia, debería figurar como virtud,
aunque no esté registrada como tal en el DRAE. Quizás ahí Jose Antonio, puedas
hacer algo.
De cuando eramos sólidos (Enlace con Gianni).
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