miércoles, 12 de noviembre de 2008

CENTRO DE INTERPRETACION DE LOS AÑOS SESENTA VI.-






¿Qué es peor, el miedo, o la estupidez? Y todavía más. ¿Hay que elegir necesariamente uno de ellos?

Se pone uno a recoger hechos intrascendentes, uno por uno, y hace un paquete, como los listos de las hipotecas, y de pronto se da cuenta de que el conjunto ya deja de ser anécdota para convertirse en base fundamental de la sociología de una época o de un país. Luego da un salto en el tiempo, en cualquier dirección, hacia delante o hacia atrás, y se encuentra la sorpresa de que, ¡Voilá!, todo es igual, nada ha cambiado, todo es igual, solo que tu no estas. Como dice la canción, cualquier canción.
Resulta que estábamos en la época de los cursillos de cristiandad y, cualquier hombre de bien, cualquier padre de familia en sintonía con el zistema (así lo pronunciaba el penúltimo alto cargo que nos tuvo a su cargo) no puede faltar a ellos, como ahora no puede faltar a los mismos cursillos que, ahora, se llaman de verano. Hay en estos estilos docentes una comparación forzada, todas lo son, y fuera de lugar, y hay también una alegría por el que esto escribe de no haber sido entonces pater familias, (el latín, fundamental), ni siquiera hombre, y mucho menos de bien, aunque haya tenido que sufrir sevicias morales entonces y ahora, y al ver que la diferencia negativa se convierte en positiva al comparar el botellón (estúpida forma de expresar la renuncia de la sociedad a buscar otro entretenimiento para los jóvenes distinto del alcohol y el canuto) con el guateque, piensa que las expectativas de la juventud son ahora infinitamente peores (signo de senectud precoz, la opinión), al tener un horizonte tan oscuro que la luz que les ilumine el camino, van a tener que pintarla cuando se les pase la resaca. Porque la trama del bordado que tejió la abuela es la misma que intentamos reproducir una generación tras otra, a sabiendas, de que su valor es exclusivamente sentimental, ya que el tejido social no puede mantenerse indefinidamente con el punto de cruz, y la juventud no puede estar a la expectativa de que les aparezca un nuevo Mesías…de Haendel. No debe.
Resumen: Después de la esperanza llegó el desencanto, y después de este, de sus cenizas deberá salir, cual ave fénix, otra ilusión que iniciará un nuevo ciclo. Algo así.

Estábamos en que mejor era el guateque, por muchas razones, tan obvias que no hay mas que dejarlas venir, y ello no implica que esto deba generalizarse a otros asuntos de aquellos breves y efímeros años, unos cuarenta mas o menos.
Vivíamos en Mongo, bajo su cúpula protectora que impedía que, la conjura judeomasónica guiada por las funestas intenciones del internacional neocón, pusieran en marcha el nefasto cambio climático. Con el agravante de que el único que podía sacarnos de allí, Flash Gordon, no se publicaba por Bruguera ni por Toray, y su ausencia se hacia mas dolorosa al faltar sus chicas, malas o buenas, o ambas cosas, calcadas de las pinups de Vargas, tan diferentes en su carnalidad (pecado seguro) de las etéreas novias del Jabato o del Capitán Trueno, por no citar la de Roberto Alcázar (pecado nefando). Pobre Catón que nos limitaba el conocimiento del mundo a las reglas de la aritmética. Y pobre Moisés, quien después de mandar al carajo las tablas de la ley, al comprobar que lo que de verdad le iba al pueblo elegido era la idolatría y el desfile procesional de iconos diversos, desfile que, afortunadamente, ¡Já!, prohibió para siempre, !Já, Já!, y renumeró como pudo los mandamientos, con tanto éxito que, Moisés jamás pudo imaginar que nos los aprenderíamos de memoria grabados a fuego y tiza, y que, de ellos, el mas importante de todos, el sexto, nos arreglaría la vida: No cometerás actos impuros. Ahí es nada.
Cuando jamás nos explicaron cuales eran los puros, si es que los hubo, y cuando la prohibición del pensamiento, palabra y obra, era algo tan extendido en el resto de actividades vitales, que uno quedaba absolutamente indefenso, y ya pecador, desde la mas temprana edad.
Resulta curioso el cóctel educativo en materia de educación sexual. (en el sentido casto del termino, el que sirve para identificar que hay dos diferentes, y que la aproximación entre ambos va ser una fuente de problemas), cuando las letras de las canciones de la copla o del bolero, muy anteriores a nuestra pandilla, no hablan mas que de pasiones desgraciadas, con un guión y una forma tan familiares como ininteligibles para los neófitos en el emparejamiento, y que, cuando llegan las de la nueva ola, el twist, la yenka o el madisón (hasta veinte nuevos ritmos tengo catalogados en el decenio) no dejan de reflejar en sus textos el infantilismo y la necedad propia del publico a quien van dirigidas. Un autentico fiasco. Una laguna, una ausencia que habria que subsanar.
Curioso tambien que el éxito, entonces, de la reedición de “Un mundo feliz” de Huxley, no sirviera para establecer la oportuna , y en ese caso afortunada, comparación con la historia de nuestro Mongo particular; y ahora, un ciclo después, no hacen mas que salir voces reclamando su parecido con la actualidad. Ya digo que el que no ve es porque no abre los ojos o no se asoma a la ventana, o sea porque no quiere ver.

Hablamos de la música que acompañaba nuestro desarrollo personal y estimamos que al final de este curso, (aquí el que no corre, vuela) habremos conseguido establecer la tesis de interdependencia entre ambos.
Diggin my potatoes, (Cavando mis patatas), es un tema recurrente en las letras de los pioneros del blues, que era la copla de los jornaleros del otro lado del mar. Y a la vez de ser unas letras con bastante similitud con las nuestras, resulta ser una actividad, la de trabajar el campo, que deja mucho tiempo para pensar, y pensando y cavando, en la memoria, va encontrando uno ciertas canciones que lo hacen otra vez pensar.
“Luna de miel” de Gloria Lasso con letra de Rafael de Penagos, por ejemplo, es en realidad de Mikis Theodorakis. Y si pienso que fue compuesta para un ballet “Los amantes de Teruel” y que acabó en película de Michel Powell protagonizada por Antonio (el bailarín), me percato de que casi nada era lo que parecía, salvo nosotros que, no podíamos ser otra cosa.
Pero el viento se vuelve amable, y la cúpula de Mongo comienza filtrar una brisa cargada de aromas, de noticias de otros mundos cercanos, Italia, Francia, .y sobre todo de melodías , nuevos sones que comienzan desplazar a la copla, pidiendo un lugar en la pista, y en las ondas, y en nuestro imaginario musical, de tal manera que hasta los palos de nuestro mas esencial folclore, el flamenco, comienzan a moverse orientándose a favor del viento, generando la rumba catalana., después de que la cumbia haya enterrado al cha cha cha, o el rock en sus infinitas versiones al mambo.
Benditos ritmos que nos indujeron a bailar, (suelto, sin pecar), a una generación totalmente autodidacta en el arte de Isadora Duncan, al igual que en casi todos los demás.

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