martes, 25 de noviembre de 2008

CENTRO DE INTERPRETACION DE LOS AÑOS SESENTA VIII.-



Marlo Brando y Sara Montiel,


!Que gran pareja pudieron hacer..!


Una vez establecida la diferencia entre las dos mitades (mas o menos) de la humanidad, y la mutua necesidad que se establece entre ambas, pasaremos a explorar la evolución temporal de sus relaciones, de sus altibajos amatorios y domésticos, para complementarlos con el antes y el después de la coyunda. Desde la soledad de la pareja unipersonal hasta algunas de las múltiples variantes culturales, virtuales o ilegales, que suelen acontecer cuando un tercer elemento aparece o desaparece en la pista de baile.
Es una lastima que la iconografía de los años de Mongo sea tan escasa, tan pobre y mezquina, como los primeros dibujos de Alex Raymond, años 30, con un superhéroe tan borroso como esquemático, envuelto en una sombra de indefinición que parece salida de los cuadernos de un parvulario. Con las imágenes de los iconos culturales de aquel tiempo sucede algo parecido. Mismamente en las reconstrucciones de epoca, sin las escaseces habituales, como en “El viaje a ninguna parte” que ayer volví a ver, solo se podía atisbar un cartel medio roto en la pared del bar del pueblo, donde podía verse el nombre del artista de entonces, Pepe Blanco.

Y poco más que el viejo cartel quedó para la crónica, reproducciones de la cubierta de algún disco, con imágenes borrosas, mal coloreadas, y que no soportan la mínima ampliación. Las fotos de estudio, si queda alguna, se confunden con los retratos en sepia, espectrales y difuminados, de los abuelos muertos, que hasta hace poco eran el principal elemento ornamental de los hogares de Mongo.
Y que conste, que eran ellos, la pareja ideal. Primero Carmen Morell y Pepe Blanco, con sus jotas y su cocidito madrileño, y luego Dolores Abril y Juanito Valderrama, con sus impagables “Peleas en broma”. Parejas especializadas en canciones, coplas, dialogadas donde la intervención alternativa del chico y la chica, dando la replica brillante al antagonista, sostenía la presunta gracia del argumento hasta su final.
Desconozco si fueron causa o consecuencia de una cierta tradición popular que, posiblemente, estaba allí desde mucho antes, pero lo cierto es que este tipo de canción, estas coplas tan espontáneas como improvisadas, la mayoría de las veces, a pesar de sus rimas y su métrica más que dudosas, gozaban de la frescura de sus actores, los chicos y las chicas. Quienes disfrutaban-abamos de esta actividad en la fiesta del pueblo, desde tiempos lejanos. Y es que esta cosa, la relación entre ambos sexos a través de estas disputas amables, de esta rivalidad entre rapsodas, ha pasado a mejor vida. Al igual que la mayoría de los prolegómenos y ritos de iniciación que en el mundo animal la pareja suele realizar antes de consumarse la cosa. La otra.
Curioso resulta que las parejas modelo, de artistas inseparables, como las citadas, lo eran también en la vida real, y al igual que la separación de Blanco-Morell coincidió con el fin de su carrera artística, volviendo Pepe con su taxi y su legitima, el dúo Valderrama-Abril tuvo que esperar a finalizar su particular viaje a ninguna parte, para conseguir la anulación eclesiástica de un anterior matrimonio y poder pasar por la iglesia y el juzgado después de toda una vida en pecado. Tiempos.
Me temo que esto, topicazo de cómicos aparte, es lo que parece. Que la guerra continua, a pesar de que se gane o se pierda alguna batalla que otra.
Ahora bien, más que por las imponderables limitaciones de la condición humana, que seguro que también, mi desarreglo neuronal me incita a pensar que este tema, el desamor, ha sido generado y potenciado por la imperiosa necesidad de morbo que la literatura, el cine y la copla, han necesitado para su desarrollo.
En todo caso, el inocente juego de los principiantes, la pelea en broma, va adquiriendo complejidad a la vez que se desarrolla el guión, el melodrama, y el espectáculo mas viejo del mundo, siempre vuelve a sorprendernos con sus infinitas variaciones sobre un mismo tema.

Hablando de cine. El mongiano “Mi último tango” de Doña Sara, continuado por “Pecado de amor” repletos de turbulencias amorosas, que no amatorias, casi anticipan otro titulo de un mundo y de un tiempo posterior, “Ultimo tango en Paris”, modelo de reclamo erótico de la pantalla grande. Y es en este, donde encontramos una escena admirable que, resume en cierto modo la capacidad para la mutación que tiene el tema de hoy, el tema de siempre.
Me refiero al monologo de Paul-Brando ante el cadaver de Rosa, su esposa, yacente después de quitarse la vida. El dolor por la perdida, que se intuye muy anterior, no solo encierra el comienzo de su irreversibilidad, o el peso de la culpa inseparable del desamor , que hace gemir y llorar al actor por antonomasia. Sus silencios, y sus desgarradores primeros planos, nos hacen sospechar otros matices inevitables de la tragedia. Pero el clímax actoral no lo es todo, Tras Brando aparece la silueta del último amante de Rosa, Mássimo Girotti, cubierto con un batín “idéntico” al que viste Paul. Una bata en un tartan de cuadritos amarillos y verdes sobre un fondo más o menos morado... Y es que no se puede contar una historia más rica, con mayor interés humano, en menos tiempo, ni con menos medios. El personaje de Rosa que, solo es una sombra, ha tejido un clan masculino a su alrededor. Quizas son un solo hombre que se repite en distantes versiones, con la misma ropa, con la misma función, y quizas ellos sean solo una sombra del ideal imaginado por Rosa. El cine, y el amor, tiene estas cosas.
Y tiene, al menos ha tenido, una influencia tremenda sobre los usos amorosos, sobre las costumbres de pareja de varias generaciones.
Sin ir mas lejos que estuve, años, intentando conseguir una bata como la susodicha, algo infructuoso , como pueden suponer, buscando en los estantes y perchas de Almacenes Arias o del Corte Inglés, ya que en las boutiques, paradójicamente, no venden esas mariconadas.
Hasta que un buen dia, cuando Marks y Spencer, otro tipo de pareja diferente, decidieron aventurarse en Mongo, entre camisas y pantalones indestructibles, apareció ante mi, ella.
La misma que vistieron Marlon y Mássimo, ahora estaba a mi alcance. Comprobé inútilmente si la talla era correcta. Claro que lo era, y…la dejé allí.
No sé porque lo hice. Supongo que percibí el rasgo de actitud infantil que supone el intentar emular los héroes de la pantalla. Igual que el tiempo en que soñé poseer el Winchester de James Stewart, también había quedado atrás, y no me imaginé con la suficiente valentía, ni con los años de inconsciencia necesarios para salir con un rifle a la calle. Debió ser eso. Por lo demás, nunca la he echado de menos. Aunque ahora, bien mirado tengo un pijama del mismo género escocés solo que en azul, y por cierto extremadamente confortable.
Marks&Spencer marcharon de Mongo con el rabo entre las piernas, y aunque los economistas digan que fue porque la subida de la libra los hizo poco competitivos, a mi siempre me quedó el resquemor de si no habrá sido por mi culpa. Y es que no puede ser bueno esto de amagar y no dar, de desear y no querer. Y este es otro aspecto de la cuestión, y no el último.
Menos mal que Mark&Spencer no se separaron. La pareja goza de buena salud.


P.D.- El próximo dia hablaremos de las animadoras. Espero que sea más divertido.


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