martes, 2 de noviembre de 2010

LA HOMOFOBIA, EL CINE, Y OTRAS FOBIAS




2 de noviembre de 1975, muere Pier Paolo Pasolini.
Hoy hace treinta y cinco años.
2 de noviembre de 2009, sale al mundo la revista MANUAL DE USO CULTURAL. Hoy es su primer aniversario.

Para celebrar lo segundo, transcribo el articulo que hace referencia a lo primero.



Un poeta en Nueva York.- (Pasolini).

En 1966, año de Uccellacci e Uccellini, Pasolini visita a Allen Ginsberg , poeta y activista gay.
Lorca, le precede en 1929, publicando allí, su Oda a Walt Whitman.
Poetas homosexuales, los dos, con un final trágico. Ahí termina el paralelismo. Ahí y en la pregunta sin respuesta, para algunos, de quiénes lo hicieron y por qué lo hicieron.

Curiosamente, la peripecia vital de Pasolini es absolutamente circular. Nada lineal.
Su padre, militar, identifica y detiene al sospechoso de atentar contra Il Duce. Del linchamiento, camisas negras, quince puñaladas, estrangulamiento y varios disparos, tenemos constancia por las imágenes disponibles. La victima tenia quince años.
Dos mas, diecisiete, el chapero –ragazzi di strada- el chico que linchó hasta la muerte a su cliente, Pasolini hijo. Se cierra el circulo, y se abre la duda.

¿Son niños, chicos, o jóvenes? ¿Donde está el límite?. Según convenga.

El sexo consentido – pagado – con menores, ¿Deja por ello de ser delito?

Cada época, cada sociedad tiene sus respuestas. Cuando movemos esa línea, invisible, estamos cambiando las reglas del juego. Y debemos saber que lo estamos haciendo.

“La regla del juego” 1939, es la más abrumadora experiencia que he tenido en el cine. ” Alain Resnais ( Sobre la película de Renoir).
Pasolini conocía muy bien esa regla, y sabia que, como todas, estaba hecha para ser transgredida.
Cuando además, constató que esa trasgresión moral, el escándalo, reportaba excelentes beneficios a un artista, no dudó en usarlo como bandera, a la que se adhirieron los productores que aprovecharon el momento de desorientación social de los años sesenta y setenta, donde la intelectualidad y la burguesía se confunden. Todos llevan trenka o chaqueta de pana y todos llenan las salas de cine (de autor).

Y allí está el heredero del neorrealismo, las ojeras de Ana Magnani en “Mamma Roma” , o el cine de pobres y para pobres, hecho sin medios y casi sin actores.
Expulsado de la docencia – pederastia –, del partido eurocomunista – por incomodo – e incorporado al circo de Cinecitta, encuentra su verdadero camino. Incluyendo en la tragedia clásica, “Medea” , y la historia sagrada, “Teorema” o “El Evangelio” , el mensaje oculto, la parábola que encierran sus películas, casi siempre escandalosas, y que terminan con “Salo” , la película mas violenta y desagradable que muchos espectadores declaran haber visto, y a la que los mercaderes añaden el “O los cien últimos días de Sodoma” a la vez que “Basada en la obra de Sade”, sin mencionar jamás su autentico origen, la republica fascista de Saló, donde las atrocidades superaron las fantasías del divino marqués.

Persona y personaje con más sombras que luces, nos deja una obra valiosa, si bien lo hace con un aparente descuido formal que llega a ser su marca, su etiqueta.
Actores extraordinarios en contraste junto a sus “ragazzi“ que se limitan a poner la mas boba de las sonrisas en primeros planos repetidos hasta convencernos de que eso, también, es parte de su estilo.

Por eso cuando, en Uccellacci e Uccellini, comprobamos que está detrás de la imagen Tonino delli Colli, o de la música Ennio Morricone, y que la película es por y para un actor como Toto, no nos sorprendemos de estar ante una obra maestra.
Ante la mas fantástica de las parábolas políticas llevadas al cine, la de la lucha entre los dos eternos pilares de la humanidad, el de los pajaritos y el de los pajarracos.
Y el que en ella aparezca San Francisco y su mensaje de amor, o Togliatti en su catafalco anunciando el fin de una era, no son mas que algunas del centenar de perlas que encierra esa magnifica y aparentemente antipelicula. Esos divertidísimos e inteligentes noventa minutos que nos reconcilian con un cine para adultos, en el mejor sentido. Aquel que pretende cambiar el mundo, o al menos a los espectadores que estén dispuestos.

Sobre el viejo axioma de que el artista cuando quiere hacer política acaba ensuciando sus pantalones –eufemismo escatológico- en este caso no ha lugar, puesto que ya los llevaba sucios desde mucho antes. Otra ventaja añadida.




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