-------Uno es hombre de su tiempo, por mas que intente dar a sus palabras o a su pensamiento un barniz de purpurina que le aleje temporalmente de la hora prosaica y cambiante -hace bien poco-, que le ha tocado.
Por eso, como todo el mundo, empleo mi finde para hacer algo fundamentalmente diferente de la rutina cotidiana, a saber : viajar, exposiciones, conciertos, cine, paseos otoñales, disfrutar de y con los amigos, descubrir restaurantes nuevos, e incluso dedicar unas horas dominicales al bricolaje, trabajando para Ikea, desde el otro lado del mostrador. Y podéis creer que todo eso, y más, ha cabido en el último.
Pero ha sido durante la actividad basada en el destornillador y la llave Allen, a partes iguales, cuando la vida me ha sorprendido, me ha vuelto a sorprender.
Estaba tan feliz montando el puzzle, con sus tornillitos y sus bisagras a prueba de tontos, que no se me ocurrió otra cosa que acompañar con música, la labor de relax que a la postre está dejando mis articulaciones en la antesala protésica.
Cuestión de estilo es, que no dispongo de HiFi con ecualizador, de MP3 con mucho bitrate, ni de subwoofer que vele por mi oído – solo dispongo de uno, el izquierdo, lo que me ha ocasionado alguna desgracia irreparable-, vaya que dispongo poco.
Solo un radiocasete de última generación, es decir de hace décadas, al cual, el dial, la ruedecilla lateral, hace cambiar de emisora solo aparentemente, porque en casi todas, y hay docenas, suena la crónica del partido de ayer o el de mañana, y las pocas que se dedican a la música tienen algo en común, un ritmo de percusión enervante que me hace seguir girando la rueda de la fortuna hasta que encuentro una con voz templada, armoniosa y educada que me invita a fijarla para acompañar la tarea del aprendiz de carpintero.
A los pocos minutos comienzo a sentir extrañas percepciones, ideas y mensajes para mi absolutamente desconocidos, pero con un nexo, con un patrón común e inédito para mi oído. Todos los participantes, todos los educados radioyentes que llaman sucesivamente y toman o sueltan, según, la palabra; lo hacen para una sola cosa, hablar mal del gobierno.
Para mi, resultan autenticas alucinaciones, maravillas de colores como dicen los sevillanos para diferenciarlas de las maravillas corrientes. La sigo escuchando, al principio estupefacto, al oír esos breves discursos tan bien elaborados y de una procedencia tan diversa, emperrados en algo tan constructivo y entretenido para una mañana de domingo como es el denostar al gobernante.
Al poco dejo de prestar atención, aunque me asaltan pensamientos sobre lo insólito, o novedoso de que haya una emisora, en la capital – se me olvidaba ubicar el relato- exclusivamente dedicada a esta especialidad.
Ya conocía otras de carácter religioso, que en las grandes ciudades, además suelen ser democráticas, es decir dirigidas a diferentes y variadas religiones, aparte de la oficial, la del Real Madrid. Incluso a nuevas cadenas especializadas en la música caribe de los oyentes recien llegados, y benditas sean estas y ellos. Magnifica banda sonora para la película en la que estamos actuando. Pero esta que sonaba en salmodia ininterrumpida, con la base rítmica que sin duda hace girar, e incluso levitar, a los derviches, me fascinaba.
Claro que para los habituales a la radio, supuestamente abierta y universal, mis sensaciones no pasarán de la extravagancia y la exageración. Existe la libertad de expresión, que es buena, buenísima, y si quieres la escuchas y si no la quitas, y punto.
Y no tengo nada que objetar a ese planteamiento. Solo que a mi, esa dedicación obsesiva, y por tanto enfermiza, me inquieta, me preocupa como lo hacen todos los planteamientos extremados. El hecho de la contención, aparente, y el uso de la información aportada, como la lógica sin fisuras de la mayoría de los participantes, me hace ser tolerante con el asunto, aunque no me haga adicto al mensaje. Pero la insistencia en el eslogan percibido desde el primer minuto, suele ser molesta para mentes convalecientes, y por ello terminé pasando a Celia Cruz y a los vallenatos (con v, que luego siempre hay alguien que se da por aludido), y consideré como una curiosidad capitalina la anécdota. Hay gente pa tó.
Pero hay que ponerse en mi lugar, en el de mi única oreja funcionante, que lleva mas de treinta años en una ciudad alejada de la capital, mi ciudad, donde solo se escuchan las emisoras oficiales, gubernamentales, y una cadena privada que, por el azar o porque la licencia, el reparto de frecuencias, limita el acceso a las ondas de otras, de signo político diferente, resulta mas progubernamental que las primeras. Siete emisoras distintas y una sola voz verdadera
Una ciudad de más de cuarenta mil ciudadanos que desconocen, que desconocemos que en la radio, en un medio de comunicación como este, pueda existir una opinión distinta de la oficial.
Llevamos casi cuarenta años de democracia, dicen, y el Paco Martínez Soria que llevo dentro se asombra todavía de que, en la capital, haya emisoras donde se escuchen voces distintas, antagónicas y discrepantes unas con otras.
Hay algo que falla, o algo que, como casi siempre, no logro entender.
Mal están los extremistas monotemáticos de cierto signo. Pero no se que pensar sobre la ausencia de voces, mudas a la fuerza, en la periferia, en manos del signo contrario.
Si la libertad de expresión puede llegar al extremo de resultar realmente molesta, o si la ausencia de una voz alternativa es realmente algo a lo que pueda llamar libertad de expresión.
Estoy hecho un lío. Ayudadme a pensar que es mejor o que es peor.
Si el ser o el no ser, si sufrir un piélago de calamidades (que significa muchas calamidades) o limitarme a escuchar lo que me echen y dejar de calentarme la cabeza.
¡Ser, o no ser, es la cuestión!—¿Qué debe
más dignamente optar el alma noble
entre sufrir de la fortuna impía
el porfiador rigor, o rebelarse
contra un mar de desdichas, y afrontándolo
desaparecer con ellas?
Tiene mandanga la cosa. Y luego a escucharlos predicar las palabras sagradas, Justicia y Libertad y tal y tal.
A ellos, a los mercaderes del templo.
¿El mueble?
Perfecto. Una cómoda Brimnes. Ha quedado niquel.
La imagen es de una estereorresonancia postmeditatoria que me ha pedido el sofrólogo de cabecera.(El sabrá).
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Emilio, se indulgente con los pecadores que no hay mejor deporte que criticar a los poderosos.
ResponderEliminarLamento que las indulgencias se hayan quedado en Cataluña tras la visita papal, además en latín, que son las buenas. Pero cuando el personal se sabe humillado y ofendido, amén de otras , su voz suele ser solo el eco lejano de una tormenta que se acerca. Hay que escucharla con atención. Y no confundirla con el cotilleo del patio de vecinos, ni con el deporte de la caca de perro.(Veanse unas páginas hacia atrás).
ResponderEliminarEs que hay gente muy sensible,muy susceptible,extremadamente "mirá" para sus sensaciones. Y no me mientes las tormentas que se me ponen los pelos de punta.
ResponderEliminarUn abrazo.