jueves, 5 de mayo de 2011

DIAS DE VINO Y ROSAS 4.-


EL BAJÓN.-

Outlook Express: La bandeja de entrada está vacía. No hay ningún mensaje nuevo.

Es lo mismo que cuando abres el buzón de la calle y lo único que sacas es la llave que acabas de introducir en la cerradura. Triste.

Y viene la depre, que después de ronronear un rato termina marchándose a la búsqueda de otro espíritu menos estrecho. Aunque me deja su sombra, el halo de tristeza del que quiere, como todo el mundo, ser querido, o tan solo un poco querido, o un poquito nada mas. Y me vuelve a la mente la canción:
¿Por qué no me escribes?

Why don't you write me
I'm out in the jungle
I'm hungry to hear you.
Send me a card,
I am waiting so hard
To be near you.
Why don't you write?
Something is wrong
And I know I got to be there.
Maybe I'm lost,
But I can't make the cost
Of the airfare.
Tell me why
Why
Why
Why don't you write me,
A letter would brighten
My loneliest evening.
Mail it today
If it's only to say
That you're leaving me.
Monday morning, sitting in the sun
Hoping and wishing for the mail to come.
Tuesday, never got a word,
Wednesday, Thursday, ain't no sign,
Drank a half a bottle of iodine.
Friday, woe is me
Gonna hang my body from the highest tree.
Why don't you write me?


Lo curioso de la canción es su ritmo festivo, en un tempo presto assai, o algo así, pero perfectamente bailable y disfrutable y que, en las voces amables de Simon & Garfunkel(aka Telefunken), llega a distanciarse remotamente del tremebundo y funesto final anunciado.

Vade retro sombra chinesca, y hágase la luz de la música, del antídoto mil veces eficaz ante un buzón yermo.

Y es que tengo más, muchas más, canciones, y vidas.



P.D.

La bandeja de mantecados vernaculares, aka perrunillas, que con tanto amor me acompañaron desde el pueblo, para hacerme amable el cafelito de media tarde, apareció ayer repleta de minusculas hormigas que disfrutaban orgiasticamente entrando y saliendo de los poros de las pastas, y seguramente haciendo cosas peores en las que no quiero detenerme a pensar. Lo cierto es que, ante la imposibilidad de separarlas completamente de su presa; sacudí ligeramente una de ellas y me la zampé tranquilamente. Constato que son algo crujientes, pero sin exceso, y que el ligero amargor que presta el acido fórmico de las susodichas, sustituye razonablemente el perdido sabor de la almendra amarga que, antaño, coronaba la superficie de este dulce tan modesto como exótico. A partir de ahora: "Pâtes fourmis avec le goût d'amande amère"
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