sábado, 14 de mayo de 2011

LA REVOLUCIÓN PENDIENTE.-




La revolución pendiente.-



No es cosa de hacer referencia a los chistes macabros con que la historia suele obsequiarnos, querámoslo o no. Tenemos tan asumido el rol superior y excluyente del ser humano sobre todo lo que desconoce - en general casi todo- que nos permitimos ignorar que el tiempo, la distancia, y un montón de dimensiones todavía no filiadas, tambien tienen su corazoncito, por decirlo de alguna manera. Y, por supuesto, sentido del humor.



Así, llamar revolución pendiente a aquella que, a pesar de que nunca tuvo lugar, ejerció el poder en nuestro país durante mas de cuarenta años -de hecho en parte lo sigue ostentando, otros cuarenta después de aquellos cuarenta-, y que tan solo pensaba ser una revolución contrarrevolucionaria, es decir, motivada exclusivamente, al igual que la contrarreforma que hicimos en el siglo dieciséis, como respuesta a otra rival que amenazaba hacerse ecuménica y hegemónica, y lo que es peor acabar con las procesiones y con las corridas de toros; y hasta ahí podíamos llegar. Llamar por tanto, pendiente, a algo que ochenta años después no se ha realizado, no deja de ser una licencia poética.



El sentido del humor tampoco fue ajeno a la revolución original, a la rival de la pendiente de por aquí; ya que una vez conseguido el poder total y absoluto- y estas palabras resultaron ser adjetivos precisos, absolutismo y totalitarismo- su mayor esfuerzo se centró durante décadas en ir eliminando de uno en uno, o de cien mil en cien mil, a todos los revolucionarios que iban saliendo del huevo, y luego a los huevos directamente, independientemente de que llevasen dentro un revolucionario o no.



Afortunadamente todo eso terminó, en el caso de los primeros tras el fallecimiento de los abuelos que dejaron aquello más o menos pendiente, y en el de los segundos gracias a las cartas de Fátima- ayer fue su aniversario, 13 de mayo- en las que se anunciaba la profecía, harto cumplida, del fin del comunismo. Ya digo que el sentido del humor no es precisamente la carencia principal del mundo donde nos movemos.



Eppur si muove, dijo Galileo, en otro orden de cosas. La tierra se mueve frente al sol, y la sociedad se mueve cuando la necesidad aprieta. Y a esos movimientos históricamente los hemos llamado revolución.



Que va a tener lugar una, mas o menos inminente, mas o menos pendiente, mas o menos violenta – que va a haber cristales rotos es seguro, observar la cotización bursátil de las cristaleras- y que va a seguir una evolución absolutamente desconocida hasta todo lo que hemos visto hasta ahora, de ello no existe la menor duda.



No tenemos más que fijarnos en el primer “manifiesto” de la cosa. Que no es un panfleto ciclostilado, elaborado por los obreros de la industria metalúrgica, o por los mineros, y por algún estudiante erudito en las teorías del progreso. Que no.



Que se llama “Indignaos”, que está en el numero tres de los libros mas vendidos de “El Corte Inglés”, y que es un panfleto comprado por sus lectores, y no recogido del suelo , de madrugada, como sus octavillas predecesoras, antes de que las fuerzas del orden hicieran peligrosa la opción informativa. Comprado a al mismo precio que sus simpatizantes suelen pagar por el pata negra, cinco jotas, o la botella de un ribera decente 14,50 Euros, si lo compramos con su complemento “Reacciona”, y ninguno de ellos supera las cincuenta paginas en formato A6 (misalito, mas o menos), si bien “ La casa del libro” lo ofrece en un “Pack” adecuado, en formato Ebook junto a “Funda de transporte E-Reader rosa para E-touch y Pocket edition” por 35 del ala. Y no me invento nada, podeis comprobarlo, e incluso, algunos, comprarlo.



Comprenderéis que, a pesar de entender la necesidad, e incluso la premura del movimiento revolucionario, existe algo que me sume en el mayor de los desconciertos.



Podría hacer, y lo haré un dia de estos, un análisis mas extenso de las condiciones inéditas a que la historia –tan sarcástica ella que, pienso esté preparando un monólogo para un bar de copas intergaláctico- nos va a enfrentar cualquier dia de estos.



Pero es que, viendo los figuras del espectáculo, los Mayor Zaragoza, Baltasar Garzón, etc, que figuran como autores del panfleto y supongo, como apóstoles del movimiento, vuelvo a recordar las manifestaciones habituales en nuestras calles, donde la protesta contra las autoridades responsables del malestar, suelen ir encabezadas por las autoridades responsables del malestar, y al resto de manifestantes no suele “indignarles” el asunto ni “reaccionar” hasta poner las cosas, mas o menos en su sitio.



No es que considere que no haga falta un cambio, sino que las neuronas me derrapan cuando entiendo que el cambio que “inicialmente” asoma por el horizonte resulta, al menos para mi, ininteligible.



Sin duda que el tema, como el movimiento que viene, es tan profundo como inevitable, y a pesar de las cómicas incongruencias de algunos y de la exquisita moderación de los otros, mas pronto que tarde vamos a ver cristales rotos. Salvo milagros varios y gordos. Como los que hacia Pepe Isbert en “Loor a San Dimas” por ejemplo.



Y es que hay tantas cosas que cambiar, y de forma tan profunda, que voy a tener que tirar de todo el santoral, desde Bakunin en adelante, para hacer rogativas racionales.




Eso es algo que, tambien, tengo pendiente.



Lo de indignarme o lo de reaccionar, no. Eso, hace tiempo.

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3 comentarios:

  1. "O se escriben manifiestos o se escribe literatura. La literatura debería ser el último baluarte de la cordura"
    Danilo Kis

           (Serbia, 1935-1989)

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  2. Me temo Astilla, que está agotándose el tiempo de la cordura. El de la cordura y el de muchas otras cosas.
    Cinco millones de almas, uno de cada tres en nuestra casa que, a falta de respuestas para las preguntas retóricas de cada dia, van a tener que inventarlas.
    Mientras tanto, algunos seguirán recogiendo la mies ajena en la cosecha del próximo domingo.
    Esperemos que el pan no resulte amargo.

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  3. Y si el pan resulta amargo habrá que seguir intentándolo. La postura más lomgeva en estas cuestiones sociales es la del desilusionado que nunca acaba de desilusionarse porque intentar entender algo es volverse loco, sobre todo después de leer la prensa, cualquierr tipo de prensa, toda canalla.

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