LECTURAS VERANIEGAS 2.-
Volvemos a empezar con el paso cambiado. (Aquí hay que
valorar el símil militar. No distraerse).
De entrada llamar – y titular- años de hierro a los años del
hambre, pone en guardia (insisto) al más templado.
Son aquellos años de guerra mundial en el que la balsa de
piedra, del amigo portugués, estuvo temiendo una invasión inminente por uno de
los bandos, o incluso por ambos.
La situación, propia de un argumento de Arniches o de Valle Inclán,
o incluso de ambos, (el sainete de Hendaya, un suponer), es vista desde la mirada
imposible del historiador apasionado. Lo de apasionado es por suavizar el
asunto. Pla me recriminaría no usar el adjetivo mas cercano a la realidad, el
de fanatizado. Pero uno nunca sabe, cuando hace referencia a los que escriben
libros para venderlos, y los venden, si
les enturbia la mente el sentimiento, las razones del corazón, o las de
los lectores a quienes van dirigidos, es decir el bolsillo, el que está delante
del corazón.
Por eso prefiero no enjuiciar las intenciones, por muy
explicitas que parezcan, y limitarme a disfrutar del paseo, enésimo paseo por
esa avenida desértica, árida y estéril en que se ha convertido la literatura
sobre la historia de España en su último siglo. Y venga de donde venga,
incluyendo los excelentes hispanistas que se mueven exclusivamente por su
simpatía, condescendiente y protectora sobre este pueblo tan atrasado y
pasional que es el nuestro. Nunca he comprendido donde les dan el certificado,
el título, que les acredita como “hispanistas” y que luego les sirve para
desenvolverse laboralmente en el único mundo donde este tiene cierto valor, curiosamente el nuestro.
Por eso leo, y me rio o lloro según, y sigo haciéndolo, con
la única e imprescindible salvaguarda que me otorga el haber leído tanto, el
haber visto tantas y excelentes películas , la mayoría de propaganda bélica, o
política (suele ser lo mismo).. Y sobre todo el haber vivido lo suficiente para asociar los datos que van mezclándose entre si en un enorme
puchero, olla podrida, donde sobrenadan aquellos incompatibles con los sucesos
contrastados de alguna manera y sobre todo con el sentido común, siendo estos
apartados con la espumadera en los instantes previos al añadir un poco de agua
fresca a la olla, por aquello de “asustar” las fabes.
Siempre se saca provecho de estas lecturas, incluso de las
mas abyectas, que tampoco es el caso presente, al establecer esos diagramas
paralelos en el tiempo, en los que ocurrían ciertas cosas más allá de nuestras
fronteras, entre los alemanes, que eran paganos, y los aliados que eran
protestantes y masones, hasta incluir extramuros al resto del planeta en una
contienda mundial, de la que quedamos excluidos por méritos propios, - por ser
el tubo de ensayo donde se experimentó antes el fenómeno aniquilatorio - aunque el autor sugiere que debemos
agradecerlo al líder de la nación que, en los difíciles tiempos del hierro,
terminaba cada consejo de ministros rogándo a su equipo que hiciesen lo
único que sabían, y podían, rezar por España.(Escribo esto, el 25 de julio de
2012, dia de Santiago, y en los informativos, los barandas de la cosa piden en
la “ofrenda” al santo patrón, soluciones para los problemas de España. Y luego
dicen que hubo una transición !Ja!).
Hace un par de días comprobaba otra vez, in situ, los restos de la arqueología
militar, léase bunkers o parapetos que constituían hasta hace bien poco los
únicos elementos urbanos que coronaban las dunas de nuestras mejores playas.
Las salvajes, cuando las teníamos.
Ahora siguen ahí, tan inútiles como entonces para detener la
invasión del enemigo, y servir en el mientras, de letrinas espurias para alivio
de los veraneantes naturistas. Menos mal que ahora les han cegado las puertas y las aspilleras dotándoles
de un aspecto más siniestro aun, si cabe.
La referencia exterior en aquella década fundamental, según
el autor, se reduce a los dispendios, los fondos de reptiles generosamente
repartidos por los embajadores de Alemania y Gran Bretaña al objeto,
insatisfecho, de conseguir conocer las intenciones al respecto de la
intervención, beligerancia, neutralidad o abstinencia de nuestro país ante el
conflicto. Bueno a eso y los éxitos de la gloriosa división azul, cuya
actuación, si no resultó definitiva en el desenlace de la contienda, fue
exclusivamente debido al freno que la cancillería alemana le puso en los
momentos críticos, lo que impidió revivir la gloria de Lepanto o al menos la
rendición de Estalingrado, digo de Breda.
Lo cierto es que he leído, y sufrido media docena de
estudios poliédricos abusivamente
documentados sobre la división de “los
gamberros” en palabras del fuhrer, y sigo sin conocer datos del mayor interés,
al menos para cualquiera que esté interesado en el tema. ¿Hubo conscriptos en
ella?. Perdón, conscripto es el soldado de leva. ¿Tampoco?. Vale, forzoso, de
reemplazo, de aquellos que después de tres años de guerra civil volvieron a
“repetir” la instrucción por haberla hecho con la camisa o la edad errónea.
De los veinte o
treinta mil que fueron –tampoco el número resulta categórico, se relevaban cada
tres o eran ¿seis? meses. Y sobre todo, ¿Cuántos miles quedaron allí? Enterrados
bajo el hielo, si es que no se pasaron al enemigo para hacer carrera en el politburó. La verdad es que hasta cualquier tema serio,
trágico ya lo es, parece ser tomado a broma si consideramos la inseguridad que
ofrecen unos datos tan aparentemente cercanos. De otros sucesos históricos anteriores,
más nos valdría informarnos directamente
en las series televisivas o en las sagas del inefable Alatriste.
Vuelvo a personalizar, que es la única manera de sacar jugo
a cualquier lectura.
Mi tío Eusebio “Cucharilla”, lo era por ser hermano de leche
de mi padre, y lo recuerdo con la presencia de ánimo y la simpatía inagotable
de cualquier tío con cualquier sobrino, aunque
sea de leche. Aunque lo traté poco, podría arriesgarme a afirmar que era
una buena persona. Con una característica especial que lo hace inolvidable, le
faltaba el maxilar inferior, la mandíbula, que había perdido en la nieve rusa,
y le condicionaba a una alimentación muy peculiar. ¿Con cuchara, quizás?
Hubo otros antihéroes como él, el guardia que tenia medio
cráneo de plata, obsequio de la sanidad alemana en la retaguardia, o el inválido
que vendía chuches en la plaza del pueblo y a quien siempre conocí con
pantalones cortos cuyas perneras resultaban todavía excesivas para sus muñones,
amputados por las “katiuskas” según
contaba, cosa que me hizo recelar durante mucho tiempo de las botas de agua.
Nunca sabré si fueron voluntarios, reclutados a la fuerza, o
quizás por hambre o dinero, que a veces son la misma cosa. Tampoco los
cronistas parece que puedan aclararlo.
Y como ese asunto, quedan sin resolver la mayoría de los
recogidos en sus centenares de páginas.
Quizás el epílogo, que insiste en la
opinión personal sobre la historia, y no
en abundar en lo que yo buscaba, retrata mejor al autor y a este tipo de literatura
absolutamente prescindible. Insiste en que si bien era un sistema autoritario,
en modo alguno lo fue totalitario. Es una de esas perlas que agradecen el esfuerzo
de haber llegado hasta ellas.
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Muy bueno! Esto de la "Marketing History" es lo que tiene. Y no digamos en el mundo académico: para echarse a llorar. Esos especialistas espontáneos, de Colorado, o de Florida, o de cualquier sitio. Los conozco bien. Saben más que nadie, han leído menos que todo el mundo, pero lo que ellos dicen es indiscutible. Indiscutible, claro, para su público. Pretenden que su luz cegadora nos atonte, que sólo vaga lo de ellos.
ResponderEliminarSaludos, Miguel