Te llaman perla preciosa
Los hombres cuando te ven
Y yo te llamo la reina
La reina de mi querer.
Te acuerdas la noche aquella
En que tus ojos miré
Te vi tan linda y bonita
Que jamás te olvidaré...
Puede llegar a parecer ficticio en relación con su
contenido, el personaje que presta la cara (tula), y que presenta el disco,
pero esto es solo en apariencia. El salvajismo que se escapa de los surcos
digitales del cd, la violencia explícita de ciertos temas que harán sonrojar a
más de dos, la vena iconoclasta de esta selección, bien puede justificar el que
le hayamos adjudicado el papel de pregonero oficial. (Tarzán).

Algo análogo sucede con el título alternativo, el de banda
sonora de los intermedios. Realmente una o ninguna de las canciones de esta selección ha figurado
en el pikú de nuestro cine rural, aunque media docena podrían haberlo hecho
con toda propiedad; pero es otra vez la figura retórica, el
Fideo de Mileto que
me posee, la que busca la analogía entre estas canciones que ponían en los
descansos mientras el proyeccionista cambiaba los rollos, y las
recapitulaciones sonoras de toda una vida, las que han ido entreverándose sin
orden y, en mi caso, sin el menor respeto por una cronología coherente,
descubriendo melodías maravillosas cuarenta años después de que otros lo
hicieran, y recuperando por la magia de estas recopilaciones bizarras, el manto
de novedosas, la pátina inversa que presta el renacer de otras que estuvieron
ocultas casi, desde su nacimiento, allá en los albores del microsurco, a veces mucho
antes.
Comenzamos, después
de la breve introducción a cargo de nuestro invitado, con el pregonero de lo más
bonito que tiene la naturaleza, la primavera; y
El Tema de Los Mirlos,
interpretado por
Los Mirlos del Perú, que además de ser unos pájaros de lo más
celoso y astuto que conozco, son unos guarros que me ponen la casa perdida con
sus oscuros cagarros, pero las criaturitas solo comen las aceitunas que
quedaron en el olivo del invierno anterior, y es comprensible el asunto.
Después viene la lluvia, el agua vital de abril y mayo y todo lo arregla, y los
chicos peruanos, no hicieron otra cosa que añadir la guitarra eléctrica que
hace cincuenta años les llegó desde el norte, al ritmo y a las melodias que
habían tocado siempre en las fiestas de su tierra. Tengo otras dos versiones, grabaciónes más cuidadas, con arreglos estupendos, y alguna, creo que la de
Chico Trujillo,
en forma de descarga rítmica de larga duración, de esas que te hacen flotar y
desear que no terminen nunca, temiendo que en el momento que paren, te vas a
dar el batacazo contra la realidad. He preferido la original, quizás porque es
la que suena más a menudo en mi mente, lubrificando mis sufridas neuronas,
desde hace años, y porque seguramente es insuperable. Como obertura creo que os
resultará satisfactoria.

Inmediatamente después entramos en materia, y no hace falta
que como
Moisés (
Charlton Heston para siempre) comience arrojando al suelo los ídolos,
los falsos dioses que intentan alejarnos del buen camino. Aquí estos son
pecata minuta, nada menos que desmontamos el
libro de Génesis (nada que ver con los rockeros de mismo nombre) y
otro panfleto que escribió cierto pecador a
bordo del
Beagle, el barquito ese que quiso convencernos de que en realidad
descendemos del mono y no, tampoco es eso, como podréis comprobar. Aunque temo
que os condenéis con solo escucharlo, y en ese caso, por favor echadme
a mí la culpa, y veréis como el portero os deja entrar (en el descanso).
De la perla preciosa ya hemos escrito en el blog, usándola
como como señuelo para pescar lectores incautos, como suele ser habitual, con
el éxito esquivo, también habitual,
considerando que la presa en otros anzuelos, la carnaza consuetudinaria atrae a
su espléndida trampa a las multitudes y deja lo demás a los fieles, a los
justos de que habla la biblia. Anche libero va bene (me conformo con ser delantero) como el título de la
película de Rossi Stuart, melodrama italiano con niño que te deja ese regusto
agridulce que se vuelve adictivo, la mezcla entre las lágrimas del espectador,
que si es hábil, consigue que los conductos lacrimales conduzcan directamente a
la boca, y su mezcla inevitable con la baba que se produce con el placer al
identificarte con esos personajes tan honestos y al menos tan sufridos como tú, esa mezcla es deglutida con la suficiente
habilidad, necesaria para que la nuez se mueva en los momentos cruciales del
filme, en los que tu acompañante estará lo suficientemente distraído para no
percibir el trago, largo y solitario, que acabas disfrutar. Decidme que
vosotros lo hacéis mejor, y enviadme la receta, porfa.

Decía que uno se conforma con poco, con pocos lectores, va
bene, y que esta vez la perla no encierra segundas intenciones, en modo alguno,
es solo un pasodoble, que sí, estaba sonando en los descansos, varios, tantos
como bobinas menos una, componían la película de celuloide.
Hay veces, obsesiones como esta,
en que su repetición inmisericorde dentro de mi cabeza, me obliga a
intentar extraerla de esta manera, como la solitaria, enrollándola, y
arrancarla en cien pedazos para ofrecerla a los amigos, a la vez que compartir
el placer de poder comer sin engordar, y no me digáis que no es la mejor de las
dietas, la de disfrutar sin límites, con la música que te gusta, y cuando estas
a punto de volverte loco (más), compartirla con los demás. El pasodoble es tan
bueno, en una época en que estos son tan
escasos, que te hace cantarlo, en voz baja, va bene, o silbarlo,
repitiendo las estrofas una y otra vez, con la misma alegría del cantaor que la
puso en el disco. Quizás tenga un aire, compases inclusos, demasiado parecidos
a El Emigrante de Juanito Valderrama, quizás se trate de un plagio que nunca haya
sido desenmascarado, en todo caso bendito plagio, magnifica copla, y en la
inigualable versión de Paquito
Jerez,
a pesar de que Luis Lucena, Julio Madrid y Antoñita Peñuela, también la bordan.
Para mi es esta perla, el eje giratorio sobre el que he
comenzado a anudar el resto de canciones, en cintas de colores sujetas a su
extremo, recreando mientras vuelvo a escucharla la imagen de la voladora en
septiembre, donde también sonaban otras como ella.

Aspecto destacable de este tipo de coplas festivas,
que un año tras otro incluimos en el memento
mortis primaveral, es el que, a mi humilde entender, los mejores intérpretes
sean siempre cantantes con una vena gay acusadísima. Por razón que desconozco,
son los que mejor transmiten esos sentimientos sencillos y a la vez
universales, mediante la copla o canción española, y tambien mediante esos desgarradores blues
latinoamericanos, que nos empeñamos en llamar boleros. Las voces femeninas,
cuando lo hacen, suelen aparentar ser poco femeninas para superar el listón que
la calidad sensual exige, haced memoria. Y por cierto, he hecho en este sentido un
descubrimiento increíble, una mujer, seguramente anciana cuando grabó esas
versiones, cuyo solo recitado, sincopado y sin apenas acompañamiento
instrumental, me ha demostrado que yo no conocía canciones como
Perfidia o
Ansiedad, no de esa manera. Lo dejamos para el próximo, y para este ubicamos
junto a Paquito Jerez la versión de
Amanecí Entre Tus Brazos por una de esas
fieras hispanas come hombres que confirman lo que apuntaba antes,
María Jiménez
imitando, y superando, a
Dolores Vargas, que también.

Los lamentos adolescentes del amor contrariado, el
Anoche No
Dormí que hiciera famosa
Enrique Guzmán, a quien inexplicablemente no hemos
citado aquí, quizás por demasiado obvio, por ser de esas bandas sonoras, como
la del
Dúo Dinámico, que realmente no han dejado de sonar en los últimos
sesenta años, y que merecen justicia y algún hueco en la discoteca, pero que en
esta ocasión, otra vez, disfrutaremos en una versión diferente, al gusto de un
servidor.
Distraen las penas estas cancioncillas juveniles, cuyos intérpretes y arreglistas
consiguen hacerlas inmortales. Mayte, o Pili Gaos, que las confundo, insisten después
en recordarnos un tiempo que ahora a los adolescentes, e incluso a los más
pequeños, les parecería ñoño a más no poder. Pero... como en la peli de Wilder:
- ¿Geraldine?
- No. Siempre quise llamarme Dafne.
Y si hay que respetar los gustos ajenos, no seamos injustos
con los propios.
Tu lindo pelo, tu linda boca
Tus lindo ojos recordaré
Por que te llevo dentro del alma
Desde la noche que te miré.
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