lunes, 5 de diciembre de 2011

DIARIO DE UN SENDERISTA EQUIVOCADO. Y IV.-



He llegado bien. Un poco sudado como es de rigor, pero en el momento justo de disfrutar de la cerveza (con).

La ventaja de los senderistas es poder tomarla con (en lugar de la insípida sin, de los conductores con pocos puntos en el carnet), y a tiempo de degustar la pajarilla.
Malhaya la hora en que le dije al mesonero que me encantaba la pajarilla. Con su mejor intención ha estado colocándome, durante días, un plato delante de las narices cada vez que me acercaba. Rica, sabrosa y en su punto de sartén, que todo hay que reconocerlo, y agradecerlo.
¿Pajarilla?

2.f. Bazo, especialmente el del cerdo. (DRAE)

Pero tenemos que acudir a los diccionarios de castellano autentico, los hispanoamericanos, o a cualquier bar de Mongo, para comprobar que no es ningún bazo, sino el páncreas del cerdo el manjar que, vendido en las casquerías capitalinas para alimento canino, ha sido desde tiempos inmemoriales una de las golosinas dominicales de la España real. Igual que lo han sido la piel, las pezuñas, las mollejas, criadillas, las orejas, o la tripa, y tanto en sus versiones de cerdo, de vaca o cordero.
Caprichos culinarios en tiempos de supervivencia, casi todos, y cuya actual persistencia en las pizarras tabernarias, me hacen esperar confortablemente la salida del socavón en el que nos encontramos.
Supongo que los señores de la Real Academia no lo han probado en su vida. Peor para ellos. Casi me alegro de que, tampoco conozcan el significado de la palabra, entre otras.

Y es que para muchos, bastantes, el regreso desde este este viaje estupefaciente, hasta la nada, de estos últimos años, nos va a resultar bastante llevadero.
Nunca hemos perdido de vista el horizonte vital, la silueta de los montes cercanos, por más que la vida y los años pretendan alejarnos de ellos, e intenten convencernos de lo imprescindible que para la dieta resulta el buey de Kobe, o lo necesario y gratificante que es el diferenciar por el olor, el sabor y hasta por el color, las dos docenas de ginebras y las otras dos de aguas tónicas que son el tema princeps de conocimiento, y obviamente de conversación, entre los últimos mohicanos.
Porque espero que se extingan como aquellos y sin arrastrar en su apoptosis –a buscar en el diccionario, venga- a los hombres justos, que alguno debe quedar.

Este es el regreso a que me estaba refiriendo, entre tanto viaje intercalado. Esta vuelta, obligada por las circunstancias, por la necesidad hecha virtud, una vez más, a la vida del que huye del mundanal ruido y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido.

De “Vida retirada” de Fray Luis de León.
Quien también dice:

Del monte en la ladera
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto,
ya muestra en esperanza el fruto cierto.




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