Tiempo de ir ojeando la programación musical del 2012.- (Episodio 1).
Que viene a ser algo así como si a Juan de Pablos, en su Flor de Pasión, le preguntásemos sobre el tipo de música que le gusta, y con la que nos hace disfrutar - treinta años ya- escuchándolo todos los días. Hay preguntas que no tienen respuesta y otras que no la necesitan. Salvando las distancias –y loor al maestro del mal hablar y buen escuchar- que es el caso.
Más de lo mismo, lo mismo de todos los años, haciendo hincapié en las opiniones recogidas entre la audiencia, para contradecir con hechos las positivas- pocas- y abundar en el (dis)gusto de los negativos, más que nada por fastidiar, que es a la postre de lo que se trata. Así, hemos excluido algunos temas “gore” preprogramados, en los que seguíamos la línea del amor fatal en su aspecto más sanguinario. Si se muere de amor, esta muerte será hoy lánguida y melancólica sin otra evidencia necrófila, distinta de la tenue evocación del último suspiro, o la amargura inconfesable del más secreto de los sentimientos. Sí, ese, el innombrable.
Señora bonita
usted me castiga
y aunque no me quiera
le digo mil veces
que Dios la bendiga.
Y es que , antesdeayer iba yo al almacén donde se aprovisionan los fontaneros profesionales y algún aficionado diletante cuyo eclecticismo formativo no le hace ascos a los manguitos, a los sifones, o a la silicona neutra, que es a por lo que iba. Obsérvese que la etiqueta de artista renacentista –los que dominaban múltiples ramas del saber- suele ser mas común de lo que podría suponerse; solo que la mayoría no disponemos de mecenas que pregonen nuestras habilidades ocultas, ni las otras.
El amplio local y la ristra de los números para ubicarte en la cola han quedado absolutamente obsoletos por innecesarios. Sobran. Tan solo un par de parroquianos, uno de ellos en amable tertulia matarratos, y ello supuso la inmediatez en la atención a mi pedido, lo que no impidió que en el mientras, apreciase el cartel que desde hace poco corona el mostrador: “Se prohíbe hablar de la cosa”. Supongo que habrá sido necesaria semejante disposición intimidatoria.
Queda claro que, determinadas situaciones, igual que los sentimientos, motor primigenio de las canciones de nuestra vida, están tan presentes; que debemos darlos por sufridos, por sentidos, para no insistir, no aburrir con la repetición de lo obvio. Y menos mal que, para ello tenemos a los rapsodas, a los juglares, a los cantantes que cada año nos lo dicen con música, nos hablan de “la cosa” sin que eso nos suponga otra sensación menos agradable que la inhalación de los vapores de mentol, o eucalipto, para los inevitables resfriados invernales. Al menos la inspiración profunda ya alivia bastante, y el escuchar alguna canción amable y divertida, aún para los que no presuman de sentimentales, va a tener el mismo efecto benefactor. Comprobadlo.
“Una vez un ruiseñor,
en las claras de la aurora.
Quedó preso de una flor,
lejos de su ruiseñora”..
No, no. Esa es demasiado fuerte para espíritus sensibles, y no quiero responsabilizarme con el llanto de nadie. Una historia muy triste y un cantante de altura. Quizás para otra ocasión.
P.D.- En la imagen "Los Petersellers", viejos conocidos. Y es que no está nada mal "ponerle la cara" a ciertas voces, familiares aunque sin rostro, hasta ahora.
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