lunes, 11 de junio de 2012

IMPAZZIVO PER TE. - LOCO POR TI - (2)

Mai,mai, mai piu.



         Y aquí la belleza si que queda siempre en el recuerdo, como la del esplendor de las flores en la hierba del poema de Wordsworth; y vuelve la imagen de aquella chica de dieciocho años, cuya imagen me hizo descubrir que el erotismo, en la mujer obviamente, no tenia nada, pero que nada que ver con el impuesto por los medios de comunicación, de entonces o de ahora.
Pensar que unas cejas femeninas fueron el mayor reclamo erótico de una estrella, o una boca inconmensurable en su extensión, la delgadez de una percha, los pocos años de la estarlete (menoreros los ha habido siempre, solo que ahora los sacan, a veces, en la tele), o incluso que estas viniesen por parejas, fuesen el dogma para usarlo como canon en la formación humana de un adolescente, me parece harto reprobable, además de estúpido.
Decían que esta o aquella, eran guapas, y lo eran exclusivamente porque alguien lo decía, y nada más. Solo que todavía el juicio irrebatible del pequeño animal que todos llevamos dentro, no se había emitido.

 Y en esto llegó Fidel, con sus magníficos versos - satánicos, para algunos - cantados por el estupendo Carlos Puebla, mientras hojeábamos las revistas  y las fotos en colores de las artistas sobre el recién descubierto papel cuché. Y allí estaba Ornella. Promocionada por el insigne Pedro Masó para mayor gloria del cine español.
Ornella Mutti, en bikini un par de tallas menor que la suya, por aquello de que no se le soltase en las escenas acuáticas, supongo. Y el descubrimiento feliz de que, también existían chicas así, además de las sofisticadas y andróginas estrellas que iluminaban el firmamento.
Aquí, debo hacer un inciso, otro, aclaratorio.
Es una cuestión, no menos trascendente que la que aterrorizaba al compungido personaje de Bergman, y que me ha tenido, y me tiene reflexionando hasta el día de hoy.
               Nunca he sabido si las actrices, algunas, me gustaban, y me enamoraban, por parecerse a la vecina (The girl the next door) , o era al revés, que me enamoraba de la chica que tenia al lado porque se pareciera, a veces subconscientemente para mi, a Natalie Wood, a Audrey Hepburn, o finalmente, a Ornella Muti. Bien es verdad que el corazón tiene razones que la razón no comprende. Pero también lo es que, en aquella época, no me hubiese importado que las chicas, todas, se pareciesen a Ornella Muti. Es más, que fuesen clones, aunque desgraciadamente este último concepto, aparte de antifeminista, y seguramente pecaminoso, no perteneciera todavía a nuestro parco dominio intelectual.
La realidad, y las primaveras, me demostraron que aquello era posible, y cierto; y comencé a ver en  las calles, y en los pupitres de al lado, centenares de ornellas.
Estaba el ideal femenino, como siempre, ubicado en la imaginación del espectador, y no en la imposición de los convencionalismos sociales.

Ha habido , en largas noches de indagación filosófica, momentos en los que me pareciera lo mas razonable la imitación por las chicas de aquellos modelos de belleza consagrados, el mimetismo sobre uno o dos esquemas estéticos que intentaba confundir el original con su reproducción popular, y que aclaraban de ese modo el asunto..
Pero no ha sido tan fácil ni tan rotunda la solución. Cada día que pasa estoy mas convencido  que ha sido al revés,  que son las actrices, aquellas especiales para el espectador individual, las que no hacen otra cosa que imitar, intentar conseguir un vago parecido, con las chicas de verdad que nos rodean, y que es esa similitud con las reales la que nos hacen atractivas las estrellas de las dos dimensiones, las reales tienen tres.
He llegado a esta conclusión, transitoria (ya sabéis que definitivo, definitivo... no hay nada), al observar que algunas artistas del cine que me gustan tanto que..., pertenecen a veces a décadas, incluso siglos, anteriores al de mi nacimiento; por lo que entiendo que no están remedando el rostro de la que ahora, realmente, puedo tener enfrente, ni tampoco que pueda suceder el fenómeno recíproco, el que las colegas de hoy emulasen a Mary Pickford, ya que la tiranía de la moda, esa perversión social, evitaría semejante despropósito.

Por otra parte, en el terreno de lo concreto, son los primeros planos los que nos hacen perder la cabeza, y el corazón. Los planos medios los adecuados para el cuerpo a cuerpo, con sus fundidos en negro, ocasionales e imprescindibles, así como los planos americanos nos alejan definitivamente de cualquier posibilidad amatoria. La vida no hace más que imitar el cine.
Pienso que está todo dentro de nosotros, de cada uno, y que toda esta disquisición es debida a la perversión de la deformación impuesta por los miles de horas pasadas en la sala oscura, en una edad en la que el aprendizaje tradicional, y quizás el correcto, sobre la relación entre los chicos y las chicas, hubiese debido ser la eterna, la del divertido juego de quitarnos la ropa unos a otras, y viceversa, jugando a los médicos, para comprobar diferencias y las consecuencias jocosas de esas diferencias. Tiempo perdido.

Si bien, me ha servido algún fragmento secundario de este trabajo de investigación, a modo de serendipia, como es el certificar que el placer  producido por  la contemplación y el disfrute de la belleza, no queda limitada al patrón coetáneo de cada uno. Y que volviendo la vista atrás, y a veces hacia fuera, se descubren caras guapas, cuerpos prefectos, e incluso canciones que uno no habría escuchado jamás de no haberlas buscado en el ayer ajeno.

Y ahora si sois capaces, intentad dejar de cantarla. Intentadlo.
No es posible. ¿Verdad?


Su titulo - loco por ti - no deja de ser desconocido, a pesar de figurar en mayúsculas en las portadas de los discos. Es el “mai, mai, mai piu” el que hace reconocible la canción, el que consta en la mayoría de sus versiones, e incluso la estrofa introductoria, en lengua italiana, en muchas grabaciones españolas. Ni que decir tiene que hablo de una época tan pretérita como la de Viriato, de la que solo puedo hablar de oídas, que es al fin y al cabo de lo que trata la música, y en la que lo habitual era italianizar el nombre del cantante, y el de la orquesta, - todavía no existía el concepto de grupo – para que al final el público ignorase si Filippo Carletti, o Torcuato e i Quatro eran unos chicos napolitanos, valencianos o del instituto de la capital, de cualquier capital.
Todos se fueron, igual que Celentano, y con ellos Ornella que, se convirtió en mujer, en madre y en señora, digna de todos los respetos, como la de cada cual. 


Azzurro de Paolo Conte (Oh), escrita para Celentano.
Habla del verano, de la soledad, y del amor. Y como estamos casi en el verano, parece procedente revisarla. Ya no necesitáis que os traduzca las palabras difíciles, os la pongo directamente en italiano. 






Espero el verano todo el año
y de repente aquí está.
Ella se ha marchado a la playa
y estoy solo aquí en la ciudad.
Siento un ruido sobre el techo
un avión que se va.
Azul,
la tarde está muy azul
y se me hace larga.
Me doy cuenta
de que no tengo remedio
sin ti
Y ahora…

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