
Y aquí la belleza si que queda
siempre en el recuerdo, como la del esplendor de las flores en la hierba del
poema de Wordsworth; y vuelve la imagen de aquella chica de dieciocho años,
cuya imagen me hizo descubrir que el erotismo, en la mujer obviamente, no tenia
nada, pero que nada que ver con el impuesto por los medios de comunicación, de entonces
o de ahora.
Pensar que unas cejas femeninas fueron el mayor reclamo erótico de
una estrella, o una boca inconmensurable en su extensión, la delgadez de una
percha, los pocos años de la estarlete (menoreros los ha habido siempre, solo
que ahora los sacan, a veces, en la tele), o incluso que estas viniesen por
parejas, fuesen el dogma para usarlo como canon en la formación humana de un
adolescente, me parece harto reprobable, además de estúpido.
Decían que esta o aquella, eran
guapas, y lo eran exclusivamente porque alguien lo decía, y nada más. Solo que
todavía el juicio irrebatible del pequeño animal que todos llevamos dentro, no
se había emitido.
Y en esto llegó Fidel, con sus magníficos versos - satánicos, para algunos - cantados por el estupendo Carlos Puebla, mientras hojeábamos las revistas y las fotos en colores de las artistas sobre el recién descubierto papel cuché. Y allí estaba Ornella. Promocionada por el insigne Pedro Masó para mayor gloria del cine español.
Ornella Mutti, en bikini un par de
tallas menor que la suya, por aquello de que no se le soltase en las escenas
acuáticas, supongo. Y el descubrimiento feliz de que, también existían chicas
así, además de las sofisticadas y andróginas estrellas que iluminaban el
firmamento.
Aquí, debo hacer un inciso, otro,
aclaratorio.
Es una cuestión, no menos
trascendente que la que aterrorizaba al compungido personaje de Bergman, y que
me ha tenido, y me tiene reflexionando hasta el día de hoy.
Nunca he sabido si las actrices,
algunas, me gustaban, y me enamoraban, por parecerse a la vecina (The girl the
next door) , o era al revés, que me enamoraba de la chica que tenia al lado
porque se pareciera, a veces subconscientemente para mi, a Natalie Wood, a Audrey
Hepburn, o finalmente, a Ornella Muti. Bien es verdad que el corazón tiene
razones que la razón no comprende. Pero también lo es que, en aquella época, no
me hubiese importado que las chicas, todas, se pareciesen a Ornella Muti. Es
más, que fuesen clones, aunque desgraciadamente este último concepto, aparte de
antifeminista, y seguramente pecaminoso, no perteneciera todavía a nuestro
parco dominio intelectual.
La realidad, y las primaveras, me
demostraron que aquello era posible, y cierto; y comencé a ver en las calles, y en los pupitres de al lado, centenares
de ornellas.
Estaba el ideal femenino, como
siempre, ubicado en la imaginación del espectador, y no en la imposición de los
convencionalismos sociales.
Ha habido , en largas noches de
indagación filosófica, momentos en los que me pareciera lo mas razonable la
imitación por las chicas de aquellos modelos de belleza consagrados, el
mimetismo sobre uno o dos esquemas estéticos que intentaba confundir el
original con su reproducción popular, y que aclaraban de ese modo el asunto..
Pero no ha sido tan fácil ni tan
rotunda la solución. Cada día que pasa estoy mas convencido que ha sido al revés, que son las actrices, aquellas especiales
para el espectador individual, las que no hacen otra cosa que imitar, intentar
conseguir un vago parecido, con las chicas de verdad que nos rodean, y que es
esa similitud con las reales la que nos hacen atractivas las estrellas de las
dos dimensiones, las reales tienen tres.
He llegado a esta conclusión,
transitoria (ya sabéis que definitivo, definitivo... no hay nada), al observar
que algunas artistas del cine que me gustan tanto que..., pertenecen a veces a
décadas, incluso siglos, anteriores al de mi nacimiento; por lo que entiendo
que no están remedando el rostro de la que ahora, realmente, puedo tener
enfrente, ni tampoco que pueda suceder el fenómeno recíproco, el que las
colegas de hoy emulasen a Mary Pickford, ya que la tiranía de la moda, esa
perversión social, evitaría semejante despropósito.
Por otra parte, en el terreno de
lo concreto, son los primeros planos los que nos hacen perder la cabeza, y el
corazón. Los planos medios los adecuados para el cuerpo a cuerpo, con sus
fundidos en negro, ocasionales e imprescindibles, así como los planos
americanos nos alejan definitivamente de cualquier posibilidad amatoria. La
vida no hace más que imitar el cine.
Pienso que está todo dentro de
nosotros, de cada uno, y que toda esta disquisición es debida a la perversión
de la deformación impuesta por los miles de horas pasadas en la sala oscura, en
una edad en la que el aprendizaje tradicional, y quizás el correcto, sobre la
relación entre los chicos y las chicas, hubiese debido ser la eterna, la del
divertido juego de quitarnos la ropa unos a otras, y viceversa, jugando a los
médicos, para comprobar diferencias y las consecuencias jocosas de esas
diferencias. Tiempo perdido.
Si bien, me ha servido algún
fragmento secundario de este trabajo de investigación, a modo de serendipia,
como es el certificar que el placer
producido por la contemplación y
el disfrute de la belleza, no queda limitada al patrón coetáneo de cada uno. Y
que volviendo la vista atrás, y a veces hacia fuera, se descubren caras guapas,
cuerpos prefectos, e incluso canciones que uno no habría escuchado jamás de no haberlas
buscado en el ayer ajeno.
Y ahora si sois capaces, intentad
dejar de cantarla. Intentadlo.
No es posible. ¿Verdad?
Su titulo - loco por ti - no deja
de ser desconocido, a pesar de figurar en mayúsculas en las portadas de los
discos. Es el “mai, mai, mai piu” el que hace reconocible la canción, el que
consta en la mayoría de sus versiones, e incluso la estrofa introductoria, en
lengua italiana, en muchas grabaciones españolas. Ni que decir tiene que hablo
de una época tan pretérita como la de Viriato, de la que solo puedo hablar de oídas,
que es al fin y al cabo de lo que trata la música, y en la que lo habitual era
italianizar el nombre del cantante, y el de la orquesta, - todavía no existía
el concepto de grupo – para que al final el público ignorase si Filippo
Carletti, o Torcuato e i Quatro eran unos chicos napolitanos, valencianos o del
instituto de la capital, de cualquier capital.
Todos se fueron, igual que
Celentano, y con ellos Ornella que, se convirtió en mujer, en madre y en señora,
digna de todos los respetos, como la de cada cual.
Azzurro de Paolo Conte
(Oh), escrita para Celentano.
Habla del verano, de la soledad, y
del amor. Y como estamos casi en el verano, parece procedente revisarla. Ya
no necesitáis que os traduzca las palabras difíciles, os la pongo directamente
en italiano.
Espero el verano todo el año
y de repente aquí está.
Ella se ha marchado a la playa
y estoy solo aquí en la ciudad.
Siento un ruido sobre el techo
un avión que se va.
y de repente aquí está.
Ella se ha marchado a la playa
y estoy solo aquí en la ciudad.
Siento un ruido sobre el techo
un avión que se va.
Azul,
la tarde está muy azul
y se me hace larga.
Me doy cuenta
de que no tengo remedio
sin ti
Y ahora…
la tarde está muy azul
y se me hace larga.
Me doy cuenta
de que no tengo remedio
sin ti
Y ahora…
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Opinar es una manera de ejercer la libertad.